mano, se giraron sobre los talones y volvieron a la pequena congregacion.
– Bueno, tienen que procurar hacer menos ruido -dijo uno de los agentes, y se llevo a su companero a enfrentarse a misiones presumiblemente mas importantes.
La senora Weistrand volvio zumbando y furiosa a su guarida, mientras el mayor de los asistentes se acerco a Hanne.
– ?Muchas gracias! -dijo, formando con la mano derecha un gesto de victoria, igual que el que aparecia en los distintivos de los votantes del «Si a la CEE» en 1972, cuando Noruega celebro el primer plebiscito sobre su entrada en dicha comunidad.
Hanne sonrio y movio la cabeza. Cecilie habia vuelto y poso la taza de te encima de la mesa haciendo ruido y se zambullo en el periodico sin mediar palabra.
Cuando el reloj marco las dos y media, los ninos llevaban acostados un buen rato y la noche se habia templado lo suficiente, tanto que ambas tuvieron que ponerse un jersey. Hanne constato que Cecilie no habia intercambiado con ella mas que monosilabos desde la marcha de los agentes. El motivo por el que seguian en silencio era porque a ninguna de las dos le apetecia tumbarse junta a la otra; ademas, era una noche realmente magica. Hanne lo habia intentado todo, pero de nada servia. Ahora estaba cavilando sobre que inventarse para no prolongar esta situacion hasta el dia siguiente.
Entonces sono su telefono.
Cecilie desgajo el periodico en dos.
– Si eso es trabajo y tienes que irte, te mato -refunfuno, manifiestamente enojada. Tiro las hojas de periodico, entro a zancadas en casa y cerro la puerta del dormitorio de un portazo. Hanne contesto a la llamada.
Aunque se sentia mentalmente preparada -una llamada en plena noche, entre el sabado y el domingo, no hacia presagiar nada bueno-, notaba que la piel del cuello se le erizaba. Una nueva masacre del sabado. Era Hakon quien llamaba, se encontraba ya en el lugar de los hechos, una estacion de metro en una de las mas antiguas ciudades dormitorio del este, y el panorama era devastador. Tras los ultimos informes que apuntaban a la posibilidad de que parte de la sangre pudiera tener procedencia humana, dedujo que ella queria verlo con sus propios ojos.
Hanne se lo penso durante diez segundos.
– Voy -dijo, claro y conciso.
Se planto delante de la puerta del dormitorio y llamo muy suavemente.
– Tambien es tu dormitorio -resono con acritud desde el interior.
Se arriesgo a entrar. Cecilie se habia quitado la ropa y estaba sentada en la cama con un libro y las horripilantes gafas de leer, que sabia que Hanne odiaba.
– He oido que vas a salir -dijo en un tono arisco.
– Si, y tu tambien.
– ?Yo?
Bajo el libro y miro a Hanne, por primera vez en muchas horas.
– Si, ya es hora de que veas las cosas que me traigo entre manos cuando deambulo por ahi a altas horas de la noche. Ese bano de sangre no sera peor que algunos de tus quirofanos.
Cecilie no la creyo y siguio leyendo, pero estaba ostensiblemente mas preocupada por lo que iba a decir Hanne.
– Lo digo de verdad, nena. Vistete: nos vamos a inspeccionar el lugar de los hechos. Date prisa.
Cinco minutos despues, una Harley rosa subio rugiendo en direccion a la zona de Oppsal. Lo que vieron al llegar era muy distinto a lo que habian presenciado en los demas escenarios. Tres coches de la Policia escupian sus luces azules a su alrededor, sin por ello molestar a la vecindad, a tenor de la multitud de curiosos que se agolpaban, estirando el cuello en busca de alguna noticia. La estacion de metro era del tipo que carece de personal de servicio, rodeada por una valla y con un dispositivo tipo compuerta, situado en el lado utilizado por los pasajeros que se apean del tren. El bano de sangre estaba al otro lado, donde los viajeros deben cruzar una caseta para llegar al anden de subida al tren. En total habia trece policias, entre ellos Hakon, vestido de uniforme. Hanne recordo que tenia guardia. Se le ilumino la cara en cuanto la vio sortear el precinto que cruzaba en todas direcciones. Cecilie siguio sus pasos sin que la oficial de policia, que las dejo pasar, preguntara por ella.
– Has sido rapida -comento, sin reparar aparentemente en su acompanante.
Hanne no hizo las presentaciones.
– Una pareja de jovenes que volvia a casa despues de una fiesta lo descubrio -expuso Hakon-. Estan muy enamorados, y habian pensado pasar un rato placentero en esta choza.
Las guio hacia una esquina formada por un muro de dos metros de altura y una de las paredes grises de la barraca. El suelo era una mezcla de asfalto viejo y un bosque frondoso de dientes de leon que habia invadido por completo el recubrimiento grisaceo. Ahora dominaba el negro ensangrentado, cantidades ingentes de sangre.
– Estamos ampliando el espacio de proteccion de las pruebas que podamos encontrar -dijo, explicando y senalando con el dedo a su alrededor.
Sensato, como si se le hubiese ocurrido a ella. Echo un vistazo al entorno y detecto la presencia de Hilde Hummerbakken, de la patrulla canina. Habia engordado unos treinta kilos desde que salio de la academia y caminaba bamboleandose en un uniforme demasiado estrecho, pero poseia el perro mas maravilloso del mundo. El animal movia el rabo como una helice y recorria todo el recinto acordonado de cabo a rabo, parandose aqui y alla, obedeciendo las breves y concisas ordenes de su amo. Se quedaron fascinadas observando las evoluciones del perro. Al cabo de unos minutos, el agente, redondo como una bola, se acerco a ellas. Hanne se agacho para acariciar al perro.
– El autor ha tenido que atravesar la casa -jadeo Hummerbakken-. Esta clarisimo, no hay nada a lo largo del vallado. Cairo senala todo el interior de la garita, pero se queda quieto en lo alto de la cuesta. El o ella conducia un coche. ?No deberian estos cobertizos estar cerrados por la noche?
– Pues si -dijo Hanne, incorporandose-. Pero con el numero de empleados de tranvias en constante descenso, habra limites en cuan escrupulosa debe ser su labor. No hay nada que robar aqui, solo es un cobijo vacio.
El agente Hummerbakken se fue a dar otra vuelta con el perro. Hanne tomo prestada una linterna. En medio del area rociada de sangre, alguien habia tendido una pequena franja de carton, como una escala de desembarco, sin ton ni son. Se adentro pisandola con precaucion hasta donde alcanzaba y comprobo que ahi tambien habia un numero de ocho cifras incrustado en el muro manchado de sangre. Se giro hacia los demas, se puso en cuclillas y oteo en todas direcciones.
– Lo que me imaginaba -afirmo. Se levanto y volvio sobre sus pasos.
Nadie entendio que queria decir con eso. Cecilie estaba muda ante aquel panorama, y no se habia repuesto de la emocion de encontrarse fisicamente ahi, en medio de un nido lleno de companeros de Hanne.
– En un cuadrado de dos metros por dos, es imposible ser visto si te encuentras pegado a una de las paredes -aclaro-. La casa mas cercana es la que veis alli. En esta oscuridad, apuesto a que es imposible ver nada de lo que ocurre aqui dentro.
Siguieron su dedo indice, que senalaba una casa sin luces situada en el alto de una loma, a unos trescientos metros de distancia, tal vez mas.
– Hola -dijo Hakon de repente, como si no se hubiese percatado antes de la presencia de Cecilie. Alargo su mano-. Me llamo Hakon Sand.
– Cecilie Vibe -le contesto ella con una sonrisa esplendorosa.
Hanne se unio a la brevisima conversacion.
– Una amiga mia, estaba de visita, no podia dejarla tirada -mintio, con una sonrisa forzada y se arrepintio terriblemente nada mas articular las palabras.
– Y ahora tienes que llevarme a casa -dijo Cecilie con frialdad; saludo a Hakon con un leve movimiento de cabeza y se encamino hacia la puerta del cobertizo gris.
– No, espera, Cecilie -dijo Hanne, ya muy desesperada. Se dirigio a Hakon hablando en alto, para asegurarse de que su amada la oyera-. De hecho, habia pensado invitarte a comer el proximo viernes. Es decir, en mi casa. Y de mi pareja. Asi podras conocer… a mi pareja -finalizo, sin pensar en lo raro que sonaba la repeticion de la palabra.