policias.
Lunes, 7 de junio
Hanne estaba agobiada. Un asesinato truculento no era exactamente lo que necesitaba en aquellos momentos. Protesto con tal arrebato que el jefe de seccion casi la dejo escapar de nuevo, pero solo casi.
– No hay nada de que hablar, Hanne -dijo, zanjando la cuestion, en un tono de voz que no dejaba margen para la discusion-. Estamos todos sobrecargados de trabajo, este caso es tuyo.
Noto que estaba a punto de echarse a llorar, pero, para evitar hacer algo de lo que se arrepentiria mas tarde, cogio los papeles que le tendia el hombre sin abrir la boca y abandono el despacho en completo silencio. De vuelta a su propio despacho, respiro hondo repetidas veces, cerro los ojos y cayo de repente en el hecho de que aquello podia servir de excusa para cancelar la comida con Hakon Sand, prevista para el viernes. Algo bueno tenia que tener.
El cadaver era de una mujer, tal y como conjeturo la senora Hansen. Las comprobaciones superficiales en el lugar del crimen establecieron que se trataba de una mujer de veinte y pocos anos, un metro sesenta de estatura, de origen extranjero, desnuda, con un trapo atado con fuerza sobre la boca y degollada. Las temperaturas elevadas y el hecho de que no estuviera ni tapada con plastico ni vestida dificultaban aun mas determinar la hora de la muerte. El cuerpo se hallaba en un proceso de descomposicion a todas luces muy avanzado. La hipotesis mas probable estimaba que el cadaver llevaba enterrado un par de semanas. El medico forense habia ordenado que se realizaran pruebas de la tierra, asi como mediciones exactas de la profundidad en la que estuvo sepultada la mujer. Pronto tendria una hora de la muerte mas aproximada. Analizarian el cuerpo con la intencion de averiguar si se habia producido algun abuso sexual. Si habia sido asesinada justo despues de un eventual coito, se podia comprobar la presencia de semen en la vagina durante un periodo de tiempo posterior muy largo.
Hanne examino la fotografia tomada del cuello de la mujer. La incision presentaba el aspecto caracteristico de las heridas producidas por cortes e iniciadas con una punzada. Las senales habituales de un arma blanca consistian, por lo general, en una sucesion de punaladas o pinchazos limpios, como pequenos gajos elipticos cuyo interior tenia una tendencia repelente a salirse. Las heridas provocadas por cortes en los que se utiliza el arma blanca para seccionar muestran las mismas particularidades, pero las hendiduras son mas largas y mas anchas, es decir, mas delgadas hacia cada extremo y mas anchas en el centro, en forma de barco. Pero en este caso se realizo una primera punzada justo debajo de la oreja. El tajo era abierto e irregular, como si el homicida se hubiera visto obligado a pinchar repetidas veces hasta pillar el punto adecuado. Luego salia un arco alrededor del cuello, una raja regular y menguante con los bordes limpios.
Desconocian su identidad. Habian repasado todas las denuncias de desaparecidos interpuestas en los ultimos doce meses, a sabiendas de que era absolutamente imposible que el cadaver llevara tanto tiempo soterrado. Ninguna descripcion coincidio.
Hanne empezo a marearse. Despues del episodio de hacia unos meses, cuando fue golpeada a la puerta de su propio despacho y sufrio una severa conmocion cerebral, los mareos se manifestaban con cierta frecuencia y con bastante virulencia, sobre todo con aquel calor. Tampoco ayudaba que tuviera tanto trabajo. Se agarro a la esquina de la mesa hasta que comenzo a calmarse, se estiro y salio de su despacho. Eran las ocho y media. La semana no podia empezar peor.
Hakon conversaba con un companero cerca de las escaleras, que iban desde la primera hasta la octava planta, en la esquina oeste del vestibulo de entrada. Iba trajeado y no parecia sentirse nada a gusto con ello. A sus pies yacia uno de esos grandes maletines que tan bien conocia.
Se le ilumino algo el rostro cuando reparo en Hanne. Concluyo la charla con el colega, que desaparecio por el corredor hacia la zona amarilla.
– Estoy impaciente porque llegue el viernes -dijo, con su mejor sonrisa.
– Yo tambien -contesto, intentando que sonase sincero.
Permanecieron apoyados en la barandilla mirando hacia abajo, a la inmensa sala abierta situada debajo de ellos. Uno de los laterales estaba inusualmente vacio.
– No habra nadie que necesite pasaporte estos dias -dijo Hakon, intentando buscar una explicacion que justificara que las mujeres de las ventanillas, en general tan atareadas, hoy parloteaban entre ellas sin nada mas que hacer-. En tal caso, seria para volar hasta Alaska o Svalbard. Bueno, no se necesita pasaporte para el archipielago -anadio, un poco avergonzado de lo que dijo antes.
El otro lado de la sala estaba mas concurrido, si bien los noruegos no se agolpaban para conseguir su pasaporte, los extranjeros se amontonaban a lo largo del tabique donde se ubicaba la Policia de Extranjeria. Tenian el semblante sombrio, pero, al menos, no sufrian mucho por el calor.
– Pero ?que diablos estan haciendo alli abajo? -pregunto Hanne-. ?Estan contando todos los extranjeros de la ciudad?
– Se podria decir que si. Estan efectuando una de esas acciones excentricas de las suyas. Sacan las redes de arrastre en todos los lugares publicos, pescan a todos los morenos y averiguan si residen aqui legalmente. Que manera mas provechosa de hacer uso de los recursos publicos, especialmente ahora.
Suspiro, tenia que estar en los juzgados al cabo de veinte minutos.
– El jefe de la Policia Judicial sostiene que hay mas de cinco mil extranjeros en situacion ilegal en esta ciudad. ?Cinco mil! No me lo trago. ?Donde estan?
A Hanne no le parecio que la cifra fuera tan descabellada. Lo que era indignante era que se invirtiera tantos y tan necesitados recursos para encontrarlos. Ademas, hacia unos dias, le habia oido decir en el telediario de las seis al jefe de la UDI, la Direccion General de Extranjeria, que «perdian» mil quinientos solicitantes de asilo cada ano. Gente que habian registrado a su entrada en el pais, pero que luego nunca volvian a ver. «Con lo cual, se podia reducir la cifra a tres mil quinientas personas», concluyo cansada.
– La mitad parece estar alli abajo -contesto a la pregunta que le habian hecho hacia un buen rato; senalo a la muchedumbre debajo de ellos.
Hakon miro su reloj, tenia prisa.
– Hablamos luego -exclamo antes de salir a toda prisa.
La historia era completamente rocambolesca. Dos demandantes de asilo se habian enzarzado por un asunto de comida en el centro de acogida Urtegata; eran un irani y un kurdo. A Hakon no le extranaba que se les fuera la olla de vez en cuando. Ambos llevaban esperando mas de un ano a que sus solicitudes se tramitasen; los dos eran jovenes en su mejor edad laboral para poder desempenar cualquier tarea. Disfrutaban de cinco horas semanales de ensenanza del noruego y el resto del tiempo era un mar de frustraciones, inseguridad y mucha ansiedad.
Un viernes por la noche llegaron a las manos, con el consiguiente resultado de una nariz rota para el mas debil, el kurdo: «Parrafo 229, apartado 1 y medida alternativa primera sobre cumplimiento de pena del Codigo Penal». Aunque el irani acabo con un ojo morado, algunos funcionarios aplicados se habian encargado de que, incluso en un caso tan banal, la imparcialidad prevaleciese por encima de cualquier consideracion. El chico estaba representado por un abogado de la asociacion Asistencia Juridica Libre; con toda seguridad, apenas habia intercambiado algunas palabras con su defendido y, aun menos, habia leido los documentos de la causa. Se trataba de una pura rutina, tambien para Hakon.
La sala de audiencia numero 8 era minuscula y no estaba en muy buen estado. Obviamente, carecia de aire acondicionado y el ruido que provenia de la calle hacia imposible abrir las ventanas. Tras aprobarse la construccion de un edificio que albergara los nuevos juzgados, estaba descartado gastar un solo centimo en el viejo inmueble, aunque los nuevos tribunales tardarian en entrar en funcionamiento.
La toga negra, usada por cientos de fiscales, solia ser pestilente y no iba a mejorar ese dia. Se lamento para si y miro de soslayo al abogado defensor, que ocupaba el otro estrado. Sus miradas se cruzaron y acordaron en silencio la rapida ejecucion del juicio.
El irani de veintidos anos declaro primero, mientras un interprete con el semblante inexpresivo tradujo sus palabras en version abreviada; primero hablo el acusado durante tres minutos y, a continuacion, hablo el traductor durante treinta segundos. Estas cosas solian irritar mucho a Hakon Sand, pero ese dia no estaba de humor. Luego le toco el turno al kurdo. Su tabique nasal seguia torcido y parecia no haber recibido el mejor tratamiento que la