desesperacion.
– ?Kristoffer! ?Kristoffer!
Se habia quedado traspuesta con el calor estival. Lo habia visto justo despues de comer: albondigas con pure de patatas en salsa y repollo dulce. El chiquillo, de tres anos, se habia empecinado en comerse solo el pure de patatas con la salsa. Hacia demasiado calor para broncas con un nino que estaba en la edad en que los crios se muestran obstinados en todo. Ademas, era domingo y necesitaba un poco de paz y tranquilidad.
Al finalizar la comida, se llevo un libro y se echo en la tumbona en la parte trasera de la encantadora y antigua casa que alquilaban a su tio. Estaba expuesta a las corrientes de aire y le faltaba poco para venirse abajo; ademas, era todo menos practica para que un nino viviera en ella, pero el alquiler era irrisorio y la barriada tranquila y sin trafico. Dejo al crio en la zona para jugar con arena que su tio, atentamente, habia armado en el jardin de detras de la casa. Se lo estaba pasando en grande. Ella se durmio.
En ese momento, la mujer se sentia presa del panico y lloraba. Intento centrarse diciendose a si misma que era imposible que el nino pudiera haber llegado muy lejos durante la escasa media hora en que se habia quedado dormida.
«Piensa», se repetia a si misma, intensamente, apretando las dos mandibulas. «Piensa, adonde suele ir. Adonde puede ir que sea a la vez intrigante y prohibido.»
Muerta de miedo, pensando en la primera de sus dos opciones, se detuvo y se giro en direccion a la autopista que pasaba volando a trescientos metros al pie de la vertiente, donde se hallaban las casitas antiguas con sus jardincitos. No, no podia haber bajado hasta alli, era imposible.
Una senora mayor, que llevaba un vestido de faena y unos guantes de jardin, estaba ocupada con un seto cuando doblo la esquina a ciento cincuenta metros de casa.
– ?Has perdido a Kristoffer? -pregunto, aunque era obvio, ya que la mujer no habia parado de gritar el nombre de su hijo desde que habia salido de casa.
– Si, bueno, no, no esta perdido, es que no lo encuentro.
La sonrisa era forzada, y la anciana se quito los guantes con resolucion.
– Ven, te ayudare. Seguro que no ha ido muy lejos -anadio, para consolarla.
Formaban un pareja de lo mas estrafalaria. Una era puro nervio, de piernas largas y pecosas, y corria de un lado a otro de las calles. La otra mujer procedia de un modo mas sistematico, parecia balancearse por el asfalto, y llamaba a cada casa y se tomaba el tiempo de preguntar a los vecinos si habian visto al pequeno Kristoffer.
Al final llegaron a lo alto del cerro sin que vieran al nino. Nadie lo habia visto. Delante de las dos mujeres solo quedaba la linde del bosque: una, desconcertada y preocupada; la otra, totalmente fuera de si.
– ??Donde puede estar?! -lloraba-. Le da miedo entrar solo en el bosque, a lo mejor ha bajado por la pendiente hacia la carretera.
Solo la idea la aterrorizaba. No podia dejar de llorar.
– Bueno, bueno, serenate, no aceptemos las desgracias por anticipado. Si algo hubiese sucedido alli abajo, habriamos oido la ambulancia hace rato.
– ?Mama!
Un chiquillo de apenas tres anos y radiante de alegria salio tambaleandose sobre sus piernecillas morenas, con un cubo en una mano y una pala de plastico en la otra. Salia del camino ajardinado de entrada a una casa, si aquello podia llamarse camino ajardinado. La casa, situada en lo mas alto de la colina y cercana al bosque, llevaba deshabitada diez anos: su terreno, en mal estado, no dejaba lugar a dudas. Si no fuera porque el camino de acceso estaba recubierto con una espesa capa de grava de grano fino, se confundiria con el jardin selvatico.
– ?Kristoffer! -sollozo la madre, corriendo a su encuentro.
Sorprendido por la emocion de su madre, se dejo coger en brazos y abrazar hasta casi perder la respiracion.
– ?He visto un pirata, mama! -dijo orgulloso y entusiasmado-. ?Un pirata de verdad!
– ?Estupendo, hijo! -respondio ella-. ?Estupendo! Pero tienes que prometerme que nunca te volveras a ir tan lejos. Mama se ha asustado muchisimo, ?entiendes? Ahora nos vamos a casa a tomar un poco de zumo, seguro que tienes mucha sed.
Miro a la mujer con profundo agradecimiento.
– Muchas gracias, senora Hansen, un millon de gracias, estaba tan angustiada…
– Bueno, bueno -sonrio la senora Hansen, y agarro una mano del nino para acompanar a la familia a casa.
– ?Quiero ensenarte el pirata, mama! -protesto, liberandose de las dos mujeres-. ?Tienes que ver mi pirata!
– Hoy no, carino, mejor volvemos a casa y jugamos con tu barco pirata.
El labio inferior del nino empezo a temblar.
– ?No, mama, quiero ver al pirata, de verdad!
Tozudo, se puso rigido, con las piernas separadas en medio de la calle, sin querer moverse del sitio. La senora Hansen intervino en el litigio.
– Nos vamos a ver a tu pirata y luego os venis tu y mama conmigo a casa y nos lo pasaremos en grande, ?vale?
Lo ultimo estaba dirigido a la madre, que reitero su agradecimiento con una sonrisa, tomo la mano del hijo y juntos entraron en el jardin frondoso. A decir verdad, las dos sentian cierta curiosidad por lo que habia encontrado el crio.
A pesar de ser un domingo por la tarde, soleado y claro, la casa impresionaba un poco. La pintura exterior estaba desconchada en su practica totalidad, y alguien, presumiblemente algun joven que no tendria nada mejor en que ocupar sus noches, habia roto todas las ventanas. Habia llovido mucho desde entonces, e incluso para las jovenes almas inquietas, la edificacion habia perdido su atractivo. Ahora reposaba, abandonada y abierta, como una presa a merced de la voracidad del tiempo. Las ortigas trepaban hasta la altura del muslo por casi toda la parcela, pero detras de la casa, donde nadie habia pisado en anos, algo parecido a un parterre luchaba por preservar la vida y habia conseguido mantenerse en relativo buen estado. Aunque mas que de cesped, se podia hablar de hierbas.
Al doblar la esquina de la casa, el crio corrio escopetado hacia una caseta para guardar herramientas y utensilios que estaba situada al fondo del prado. La madre temio que el nino penetrase por la puerta entreabierta y grito una advertencia, pero no fue necesario, el chiquillo no iba a entrar. Se acuclillo junto a uno de los paneles de madera, sonrio con una satisfaccion extraordinaria a las dos mujeres, senalo con la pala un agujero y declaro a voz en grito:
– ?Mira! ?Es mi pirata!
Era una cabeza humana.
La mujer mas joven agarro instintivamente al nino y se aparto varios metros, el crio no dejaba de chillar.
– ?Quiero verlo! ?Quiero verlo!
La senora Hansen solo necesito unos segundos para tomar el control con serenidad y en voz baja.
– Alejalo de este lugar y dile a mi marido que llame a la Policia, yo me quedo aqui, ?date prisa! -dijo, al observar que la joven madre se habia quedado paralizada contemplando el orificio en la tierra.
Finalmente, consiguio liberarse de la grotesca vision y salir corriendo con el nino gritando y pataleando, dejando atras en el suelo la pala y el cubo.
Kristoffer habia cavado un cuadrado de unos cuarenta centimetros por lado. La cabeza estaba a tan solo treinta centimetros de la superficie. A la senora Hansen le costaba entender como una criatura habia logrado excavar tal cantidad de tierra. Existia la posibilidad de que un animal hubiera iniciado la labor.
Podia ser una mujer, a primera vista lo parecia. La parte inferior de la cara estaba fuertemente amordazada con un trozo de tela atado, a su vez, a la cabeza. El cadaver tenia abierta la boca, de modo que los dientes de la mandibula superior sobresalian de la atadura. Debajo de la tela pudo observar con nitidez una cavidad donde la boca formaba una gran O. Las fosas nasales eran anormalmente grandes y estaban rellenas de tierra. Se distinguia solo uno de los ojos y estaba medio cerrado. El otro estaba tapado por un mechon de pelo oscuro y tupido, tan regular y liso que evocaba una cinta de pelo colocada de lado, casi como un pirata…
No pasaron muchos minutos hasta que la senora Hansen oyo que las sirenas de la Policia se acercaban al lugar. Se puso en pie, se froto las piernas castigadas por las varices y se dirigio al porton para guiar a los