medicion.

El plan era genial, y lo mas genial de todo era que enganaba a otros, los enganaba y los fastidiaba. Sabia como lo estaban pasando esos imbeciles de la Brigada Judicial, alla en la jefatura. Se estaban volviendo locos con aquello. Incluso sabia que lo denominaban: «las masacres de los sabados». Sonrio. No eran lo suficientemente listos como para entender las pistas que dejaba, el hilo conductor. Idiotas, todos ellos.

Se sentia pletorico.

– Oye, ?me puedes decir donde te metes ultimamente? -pregunto Hanne, dejandose caer en el sillon de invitados en el despacho de Hakon.

Estaba luchando con un trozo de picadura de mascar demasiado liquido y el labio superior adopto una forma espasmodica extrana para impedir que penetrara en su boca el sabor amargo del tabaco.

– ?Casi no te veo el plumero!

– Los tribunales -mascullo, intentando colocar con la lengua el polvillo de tabaco en su sitio. Pero tuvo que desistir, paso el dedo indice por debajo del labio y vacio los desechos de rape. Sacudio el dedo contra el borde de la papelera y seco el resto en el pantalon.

– ?Cerdo! -murmuro Hanne.

– Estoy hasta el cuello, tengo demasiado trabajo -dijo, e hizo caso omiso del comentario-. En primer lugar, estoy en los tribunales casi a diario; por otro lado, me como demasiados turnos con excesiva frecuencia, ya que la gente se da de baja un dia si y otro no. No doy abasto. -Senalo con el dedo a uno de los habituales montones de carpetas verdes que en esos dias parecian perseguirlos a todos-. No he dispuesto de tiempo siquiera para echarles una ojeada. ?Ni los he mirado!

Hanne se inclino hacia la mesa, abrio una carpeta que llevaba consigo y la poso delante de el. Luego empujo la silla hasta colocarla a su lado, de modo que quedaran emparejados como alumnos de primaria compartiendo el mismo libro de lectura.

– Pues aqui te voy a ensenar algo muy emocionante: las masacres de los sabados. Acabo de hablar con el laboratorio forense; estan todavia trabajando en ello, pero las pruebas provisionales son extraordinariamente interesantes. Mira esto.

La carpeta rigida contenia una serie de laminas con dos fotos pegadas en cada una: en total habia tres planchas y seis fotografias. Habia flechitas blancas fijadas en dos o tres puntos de cada foto, tomadas desde diversos angulos. Le costaba mantener la carpeta abierta, era muy rigida y tendia a cerrarse continuamente. La sostuvo con las dos manos y la partio en dos. Eso ayudo.

– Estas son de la primera escena, la lenera de Toyen. Les pedi que realizaran tres pruebas tomadas en sitios diferentes.

«?Con que proposito?», se pregunto Hakon, pero no dijo nada.

– Pues el caso es que fue una idea cojonuda -dijo Hanne, la mentalista-. Porque aqui… -indico la foto numero uno con las dos flechas blancas- hubo sangre humana, de una mujer. He pedido un estudio exhaustivo, pero llevara su tiempo. Pero aqui -prosiguio, senalando la otra flechita, pasando a la siguiente lamina y senalando una nueva flecha sobre una foto que llevaba tres-, aqui es otra cosa, ?entiendes? ?Sangre de animal!

– ?Sangre de animal?

– Si, presuntamente de cerdo, pero no lo sabemos aun, lo sabremos pronto.

La muestra de sangre humana habia sido tomada desde el centro del bano de sangre. La sangre animal pertenece al area periferica.

Cerro la carpeta, pero permanecio sentada a su lado sin hacer ademan de querer moverse. No hablaron. Hanne percibio un aroma suave y agradable de after shave que no reconocia, olia bien. Ninguno de los dos tenia la menor idea de lo que podian significar las dos muestras de sangre.

– Si toda la sangre proviniera de un animal, la historia del gracioso cobraria mas fuerza -susurro Hanne, al cabo de un rato, mas para sus adentros que para Hakon-. El caso es que ahora no solo procede de un animal…

Miro el reloj y se alarmo.

– Tengo que salir pitando, la cerveza de los viernes con companeros de promocion. Buen fin de semana.

– Si, seguro que os sentara de maravilla -musito, desalentado-. Me toca turno de guardia de sabado a domingo, todo un festin, con este tiempo. Ya no me acuerdo de la sensacion que produce el frio.

– ?Venga, feliz turno! -dijo sonriendo al salir por la puerta.

Una cervecita en contadas ocasiones con los viejos colegas de la academia, la fiesta de verano y la cena de Navidad constituian el escaso roce que mantenia con su quinta, en cuanto a su vida social, fuera del horario de oficina. Eran momentos amenos y muy distantes. Aparco la moto y medito si dejarla en un area tan abierta, en plena explanada de Vaterland, pero decidio tentar la suerte. Por si acaso, utilizo las dos cadenas para asegurarla mejor. Las engancho a sendas ruedas y, a su vez, a dos postes metalicos adyacentes y muy oportunos.

Se quito el casco, se sacudio el pelo, que se habia quedado aplastado, y subio las escaleras del sospechoso antro que albergaba la parrilla urbana mas recondita de la ciudad; literalmente debajo de un puente de carretera.

Eran cerca de las cuatro y media y los demas llevaban ya unas cuantas pintas encima, a juzgar por el ruido. La recibieron con aplausos y gritos ensordecedores. Era la unica mujer. De hecho, no habia mas gente en todo el local que los siete policias alli sentados. De entre los aposentos traseros salio una asiatica menudita que se abalanzo sobre ellos.

– Una cerveza para mi chica -rugio Billy T., el monstruo que tanto habia impresionado esa misma manana a Finn Haverstad.

– No, no -dijo esquivando la invitacion, y se pidio una Munkholm sin alcohol.

Al minuto tenia una Clausthaler encima de la mesa. Estaba claro que a la camarera le importaba poco un tipo de «sin» que otro; aunque a Hanne no le daba igual, no protesto.

– ?Que te traes ultimamente entre manos, muneca? -pregunto Billy T. arropandola con su brazo.

– Deberias deshacerte de este bigote -le contesto ella, tirando del enorme pelambre rojo, que habia dejado crecer en un tiempo record.

Hundio la cabeza entre los hombros haciendose el ofendido.

– ?Mi bigote! ?Mi esplendido bigote! Tenias que haber visto a mis chicos, casi se mueren de miedo cuando me vieron la primera vez. ?Y ahora quieren uno igual, todos!

Billy T. tenia cuatro hijos. Un viernes de cada dos, por la tarde, daba vueltas por la ciudad con su coche recogiendo en cuatro domicilios distintos a sus cuatro chavales. El domingo por la noche recorria la misma ruta de vuelta, entregando a cuatro chicos agotados y felices a la custodia mas protectora de sus respectivas madres.

– Oye, Billy T., tu que lo sabes todo -empezo diciendo Hanne, despues de que, ofuscado por el comentario bigotudo, el hombre retirara el brazo de su hombro.

– Aja, y ?se puede saber lo que estas buscando ahora? -bromeo.

– No, nada. Pero ?sabes donde conseguir sangre? ?Cantidades ingentes de sangre?

Subitamente, todos se callaron, salvo uno que estaba en medio de una buena historia y no se habia percatado de lo que habia dicho la mujer. Cuando se dio cuenta de que los demas se habian callado y de que estaban mas intrigados por la pregunta de Hanne que por su chiste, agarro el vaso de cerveza y bebio.

– ?Sangre? ?Sangre humana? ?Que cono te pasa?

– No, sangre animal, de cerdo, por ejemplo, o de cualquier otra cosa, siempre que proceda de un animal y que se encuentre en Noruega, claro esta.

– Pero, Hanne, si eso es elemental. ?En un matadero, claro esta!

Como si ella no hubiera llegado ya a esa conclusion.

– Si, eso ya lo se -dijo pacientemente-. Pero ?puede cualquiera entrar en un matadero, como Pedro por su casa, y pedir lo que quiere, asi, sin mas? ?Es posible comprar grandes cantidades de sangre en un matadero?

– Recuerdo que mi madre compraba sangre cuando era crio -solto el mas flaco de los policias-. Volvia a casa con la asquerosa sangre en una caja, hacia morcillas y cosas asi, tambien tortitas de sangre.

Hizo una mueca rememorando el recuerdo de infancia.

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