– Esta es mi amiga Olivia.

– ?Que hay, Carlo?

– Asi que has venido en representacion de Reuters, ?no? -dijo Sparrow, los ojos en la libreta y el lapiz de Weisz.

– Si, ahora resido en Paris.

– ?Ah, si? Bueno, no suena nada mal.

– ?Has venido por la conferencia? -pregunto Weisz, la version de un periodista de: «?Que cono estas haciendo aqui?»

– La verdad es que no. Nos hemos escapado para pasar un fin de semana largo, pero esta manana no nos apetecia nada meternos en el Louvre, asi que… por reirnos un rato, vamos, se nos ocurrio echar un vistazo. -Su sonrisa se torno tristona, en realidad no habia sido tan divertido-. Pero jamas pense que veria a algun conocido. -Se volvio hacia Olivia y explico-: Carlo y yo estudiamos juntos en la universidad. Esto… ?que era? Historia Medieval, con Harold Dowling, creo, ?no?

– Si. Unas clases interminables, si mal no recuerdo.

Sparrow solto una risa alegre. Se habian divertido de lo lindo juntos, ?no?, con Dowling y lo demas.

– Asi que te marchaste de Italia.

– Si, hace unos tres anos. No podia seguir alli.

– Ya, lo se, Mussolini y sus hombrecitos, una verguenza, de verdad. Veo tu nombre en algun articulo de Reuters, de vez en cuando, sabia que no podia tratarse de otro.

Weisz sonrio amablemente.

– No, soy yo.

– Vaya, corresponsal -apunto Olivia.

– Si, el muy granuja, mientras yo me paso la vida en un banco -dejo caer Sparrow-. Ahora que lo pienso, tengo un amigo en Paris que es admirador tuyo. Maldita sea, ?que dijo? ?Un articulo de Varsovia? ?No, Danzig! Sobre el adiestramiento de la milicia del Volksdeutsche en el bosque. ?Era tuyo?

– Si. Me sorprende que te acuerdes.

– Me sorprende que me acuerde de algo, pero mi amigo no paraba de darme la tabarra: unos tipos gordos en pantalon corto, con viejos fusiles, que cantaban alrededor de la hoguera…

Muy a su pesar, Weisz se sentia halagado.

– Aterrador, en cierto modo. Pretenden luchar contra los polacos.

– Si, y ahora viene Adolf a echarles una mano. Dime, Carlo, ?tienes planes para esta tarde? Tenemos una cena, maldita sea, pero ?que me dices de unas copas? ?A las seis? Tal vez llame a mi amigo, seguro que querra conocerte.

– La verdad es que tengo que escribir un articulo. -Senalo la sala, donde una voz de mujer iba in crescendo.

– Ah, eso no puede tardar mucho -aseguro Olivia, sus ojos clavandose en los suyos.

– Lo intentare -prometio Weisz-. ?En que hotel estais?

– En el Bristol -repuso Sparrow-. Pero las copas no las tomaremos alli, quiza en el Deux Magots o como se llame, justo al lado. ?Vamos a beber con el viejo Sartre!

– Eso es el Flore -lo corrigio Weisz.

– Por favor, carino -pidio Olivia-, no mas barbas ronosas. ?Por que no vamos a Le Petit Bar? No venimos aqui todos los dias. -Le Petit Bar era el mas elegante de los dos bares del Ritz. Volviendose a Weisz anadio-: ?Cocteles del Ritz, Carlo!

«Y cuando estoy achispada me da exactamente igual lo que sucede debajo de la mesa.»

– ?Hecho! -dijo Sparrow-. En el Ritz a las seis. No suena nada mal.

– Si no puedo os llamo -contesto Weisz.

– Anda, intentalo, Carlo -dijo Olivia-. Por favor…

Weisz, tecleando con regularidad en la Olivetti, a las cuatro y media ya habia terminado. Tenia tiempo de sobra para llamar al Bristol y anular lo de las copas. Se levanto dispuesto a ir abajo a llamar por telefono, pero no lo hizo. La idea de pasar una hora con Sparrow, Olivia y su amigo se le antojo atractiva por el cambio que suponia. No seria otra lugubre tarde de politica con otros emigrados. Sabia de sobra que la novia de Sparrow solo estaba flirteando, pero en el flirteo no habia nada malo, y Sparrow era inteligente y podia ser gracioso. «No seas tan ermitano», se dijo. Y si el amigo pensaba que el era un buen periodista, en fin, ?por que no? No se podia decir que escuchara muchos cumplidos, quitando las retorcidas ironias de Delahanty, asi que tampoco pasaba nada por oir unas palabras amables de un lector. De manera que se puso la camisa mas limpia y la mejor corbata, la de seda a rayas rojas, se peino el cabello con agua, dejo las gafas en la mesa, bajo a las 17:45 y tuvo el nada desdenable placer de decirle a un taxista:

– Le Ritz, s'il vous plait.

Nada de estampado floral esa noche para Olivia, sino un vestido de coctel. Sus pequenos y perfectos pechos abultandose justo por encima del escote. Y lucia un elegante sombrero bien sujeto a sus cabellos dorados. Saco un Players de una cajetilla que llevaba en el bolsito de noche y le dio a Weisz un encendedor de oro. «Gracias, Carlo.» Entretanto un esplendido Sparrow con un traje a medida de lo mejorcito de Londres hablaba ingeniosamente de nada, pero no habia nadie mas, aun no. Charlaban mientras esperaban en el oscuro bar revestido de madera con mobiliario de salon: Sparrow y Olivia en un divan, Weisz en una silla tapizada, junto a la cristalera adornada con cortinajes que conducia a la terraza. Ah, a Weisz le sentaba muy bien todo aquello despues de monasterios abandonados y salas llenas de humo, muy bien, si, cada vez mejor a medida que bajaba el Ritz 75, que basicamente era un French 75, ginebra y champan, llamado asi por el canon frances de 75 mm de la Gran Guerra. Con el tiempo fue un clasico del Stork Club. Bertin, el famoso barman del Ritz, anadia zumo de limon y azucar y, voila, el Ritz 75. Voila, si. Weisz adoraba al genero humano, y su ingenio no tenia limites: sonrisas de alegria de Olivia, jua-juas dentudos de Sparrow.

A los veinte minutos aparecio el amigo. Weisz esperaba que un amigo de Sparrow estuviese cortado por el mismo patron, pero no era el caso. El aura del amigo decia «negocios», alto y claro, mientras el echaba un vistazo, localizaba su mesa y se dirigia a ellos con parsimonia. Era al menos diez anos mayor que Sparrow, tirando a gordo y con aire benevolente, entre los dientes una pipa, y vestia lo que parecia un comodo terno.

– Siento llegar tarde -se excuso nada mas acercarse-. Vaya descaro el del taxista, me ha dado una vuelta por todo Paris.

– Edwin Brown, este es Carlo Weisz -dijo Sparrow con orgullo cuando se pusieron en pie para saludar al amigo.

A todas luces Brown estaba encantado de conocerlo, su placer expresado mediante un energico «Mmm», que pronuncio con pipa y todo mientras se daban la mano. Despues de acomodarse en su silla comento:

– Creo que es usted un escritor muy bueno, senor Weisz. ?Se lo ha dicho Sparrow?

– Me lo ha dicho, y es muy amable por su parte.

– Lo que soy es justo, nada de «amable». Siempre busco su firma, cuando le dejan ponerla.

– Gracias -contesto Weisz.

Se vieron obligados a pedir una tercera ronda de cocteles, ahora que habia llegado el senor Brown. En Weisz el manantial de la vida burbujeaba cada vez mas alegremente. Olivia tenia cierto rubor en las mejillas y empezaba a estar algo mas que achispada, reia con facilidad y, de vez en cuando, miraba a Weisz a los ojos. Entusiasmada, presentia el, mas con la elegancia de Le Petit Bar, la velada, Paris, que con lo que quiera que pudiese ver en el. Cuando reia echaba la cabeza hacia atras, y la tenue luz se reflejaba en su collar de perlas.

La conversacion desemboco en la conferencia de esa misma tarde. El desden de conservador de Sparrow casaba bien con el liberalismo afable de Weisz. En el caso de Olivia todo empezaba y acababa con las barbas. El senor Brown se mostro bastante mas opaco, se guardaba sus opiniones politicas, aunque era decididamente partidario de Churchill. Incluso cito el discurso que pronuncio este ante Chamberlain y sus colegas con motivo de la cobarde capitulacion de Munich.

– «Se os dio a elegir entre la verguenza y la guerra. Habeis escogido la verguenza y tendreis la guerra.» -Y

Вы читаете El corresponsal
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату