Weisz se paro a pensar un instante.
– Si se discutia por algo, aunque se tratara de una discusion amistosa, le gustaba ganar.
– ?Diria usted que podia ser violento?
– No, creo que la violencia, en su opinion, equivalia al fracaso, a la perdida, la perdida del…
– ?Autocontrol?
– Creia en las palabras, en el dialogo, en la racionalidad. Para el la violencia era, ?como decirlo?, rebajarse a la categoria de los animales.
– Pero mato a su amante. ?Cree usted que fue la pasion romantica lo que lo impulso a hacer tal cosa?
– No.
– ?Entonces?
– Sospecho que el crimen fue un doble asesinato, no un asesinato y un suicidio.
– ?Cometido por quien, monsieur Weisz?
– Por agentes del gobierno italiano.
– Un asesinato, entonces.
– Si.
– Sin importar que una de las victimas fuera la esposa de un destacado politico frances.
– Exacto, no creo que les importara.
– En ese caso, ?opina usted que Bottini era el objetivo principal?
– Si, pienso que si.
– ?Por que lo piensa?
– Creo que tenia que ver con su relacion con la oposicion antifascista.
– ?Por que el, monsieur Weisz? En Paris hay otros. Bastantes.
– No se por que -replico Weisz.
En la habitacion hacia mucho calor; Weisz noto que una gota de sudor le corria desde la axila hasta el borde de la camiseta.
– En su calidad de emigrado, monsieur Weisz, ?que opina de Francia?
– Siempre me ha gustado, desde antes que emigrara.
– ?Que es lo que le gusta exactamente?
– Yo diria -hizo una pausa y continuo- que la tradicion de libertad individual siempre ha sido fuerte aqui, y disfruto de la cultura, y Paris es… es todo lo que se dice de ella. Vivir aqui es un privilegio.
– Como bien sabe, entre nosotros se han suscitado conflictos: Italia reclama Corcega, Tunez y Niza, de modo que si, por desgracia, su tierra natal y su patria adoptiva se declararan la guerra, ?que haria usted?
– Bueno, no me iria.
– ?Serviria a un pais extranjero, enfrentandose a su tierra natal?
– Ahora mismo no puedo responder a eso -contesto Weisz-. Espero que se produzca un cambio en el gobierno de Italia y que reine la paz entre ambas naciones. Lo cierto es que si alguna vez ha habido dos paises que no deberian ir a la guerra, esos son Italia y Francia.
– Y ?estaria dispuesto a trabajar en pro de esos ideales? ?En pro de la armonia que, a su entender, deberia existir entre estos dos paises?
«Que te jodan.»
– La verdad es que no se me ocurre que podria hacer para ayudar. Todo eso, esas dificultades, se desarrollan en las alturas. Entre nuestros paises.
Pompon casi sonrio, comenzo a hablar, a atacar, pero su colega, con discrecion, carraspeo.
– Apreciamos su franqueza, monsieur Weisz. Esto de la politica no es tan sencillo. Tal vez sea usted uno de esos que piensan de corazon que las guerras deberian resolverlas los diplomaticos en ropa interior, luchando con escobas.
Weisz sonrio con profunda gratitud.
– Pagaria por verlo, si.
– Por desgracia las cosas no son asi. Una lastima, ?eh? Por cierto, hablando de diplomaticos, me pregunto si se ha enterado, al ser periodista, de que han enviado a un funcionario italiano, de la embajada parisina, a casa.
– No tenia noticia.
– ?No? ?Esta seguro? Bueno, quiza no se emitiera un comunicado. Eso no es asunto nuestro, aqui trabajamos en las trincheras, pero se de buena tinta que ha ocurrido.
– No lo sabia -dijo Weisz-. A Reuters no ha llegado nada.
El policia se encogio de hombros.
– Entonces sera mejor que no diga ni pio, ?eh?
– Claro -convino Weisz.
– Muy agradecido -replico el otro.
Pompon cerro la carpeta.
– Creo que eso es todo por hoy -anuncio-. Naturalmente volveremos a hablar.
Weisz salio del ministerio, una figura solitaria entre un tropel de hombres con maletin, dio la vuelta al edificio -cosa que le llevo bastante tiempo-, dejo atras por fin su sombra y se dirigio a la oficina de Reuters. Al repasar la entrevista la cabeza le daba vueltas, pero al cabo se centro en el funcionario que habian enviado de vuelta a Italia. ?Por que le habian contado eso? ?Que querian de el? Tenia el presentimiento de que sabian que era el nuevo editor del
?Era asi? Si no lo era, y la noticia aparecia en el
Pero el declinaria la invitacion dando la callada por respuesta. Lo habian llamado para que acudiera a esa reunion, decidio, por ser el editor del
Weisz se sentia mejor. No era un dia tan malo, penso, sol salia y se ocultaba, grandes nubes de caprichosas formas se aproximaban desde el Canal y se desplazaban por la ciudad en direccion este. De camino al barrio de la Opera, Weisz habia abandonado la zona de los ministerios. Dos dependientas con guardapolvos grises en bicicleta, un anciano en un cafe leyendo
Antes de las diez y cuarto Weisz ya estaba de vuelta en la oficina, donde la secretaria volvio a mirarlo raro: «?Como? ?No te han enchironado?» Tal como el se temia, le habia contado a Delahanty lo del mensaje, ya que