este, cuando Weisz fue a verlo a su despacho, dijo: «?Va todo bien, muchacho?» Weisz miro al techo y extendio las manos, Delahanty sonrio: policia y emigrados, nada nuevo. En opinion de Delahanty, uno podia ser un asesino a sueldo siempre y cuando la frase del ministro de Asuntos Exteriores estuviera bien transcrita.
Con la entrevista superada, Weisz se permitio el lujo de disfrutar de una jornada apacible en la oficina. Pospuso llamar a Salamone, bebio un cafe y, siendo como era un
Levanto la vista y vio que Delahanty venia hacia su escritorio, las manos en los bolsillos. En el trabajo, el jefe de la agencia parecia un obrero, un obrero sumamente desalinado: sin chaqueta, las mangas subidas, las puntas de los cuellos de la camisa dobladas, los pantalones anchos y caidos debido a la enorme barriga. Se sento a medias en el borde de la mesa de Weisz y le dijo:
– Carlo, mi querido y viejo amigo…
– ?Si?
– Te encantara saber que Eric Wolf se va a casar.
– ?Ah, si? Que bien.
– Muy bien, si. Se vuelve a Londres, para casarse con su mujercita y llevarsela de luna de miel a Cornualles.
– ?Una luna de miel larga?
– Dos semanas. Lo cual nos deja sin cobertura en Berlin.
– ?Cuando me quiere alli?
– El tres de marzo.
Weisz asintio.
– Alli estare.
Delahanty se puso en pie.
– Te estamos agradecidos, muchacho. Despues de Eric, tu eres quien mejor habla aleman. Ya sabes lo que hay que hacer: te invitaran a comer, te alimentaran a base de propaganda, tu informaras, nosotros no publicaremos, etc., pero si no proporciono cobertura esa comadreja de Hitler desencadenara una guerra contra mi, por puro rencor. Y nosotros no queremos que eso ocurra, ?verdad?
El Cinema Desargues no se encontraba en la rue Desargues, no del todo. Estaba al final de un callejon, en lo que en su dia fuera un taller: veinte sillas de madera plegables y una pantalla similar a una sabana colgada del techo. El dueno, un gnomo con cara avinagrada tocado con una kipa, cogio el dinero y paso la pelicula desde una silla apoyada en la pared. Vio la pelicula en una especie de trance, el humo de su cigarrillo entremezclandose con la luz azulada que se dirigia hacia la pantalla, mientras el dialogo chisporroteaba por encima del siseo de la banda sonora y el runrun del proyector.
En 1932 Italia sigue paralizada por la Depresion, asi que nadie se hospeda en L'Albergo del Bosco -la posada del bosque-, proximo a una aldea situada a las afueras de Napoles. Al posadero, que tiene cinco hijas, lo acosan los acreedores, de manera que entrega los ahorros que le quedan al
No estaba mal, habia captado el interes de Weisz. El camara era bueno, muy bueno, incluso en blanco y negro, de modo que las lomas y los prados, la alta hierba meciendose con el viento, el caminito blanco festoneado de chopos, el precioso cielo napolitano se le antojaron muy reales. Weisz conocia ese lugar, o lugares parecidos. Conocia la aldea -la fuente seca con el borde medio derruido, las casas oscureciendo la estrecha calle- y a sus gentes: el cartero, las mujeres con sus panoletas. Conocia la villa del
CIUDADANO DE LAS SOMBRAS
3 de marzo de 1939.
Weisz tomo un compartimento en un coche cama del tren nocturno a Berlin que salia a las siete de la Gare du Nord y llegaba a Berlin a mediodia. Dado que, por lo comun, le costaba conciliar el sueno, paso las horas despertandose y dormitando, mirando por la ventanilla cuando el tren se detenia en las estaciones del trayecto: Dortmund, Bielefeld. Pasada la medianoche, los iluminados andenes estaban silenciosos y desiertos, con tan solo algun que otro pasajero o mozo, de vez en cuando un policia con un pastor aleman de la correa, sus alientos humeando en el glacial aire aleman.
La noche que tomo copas con el senor Brown penso mucho en Christa Zameny, su antigua amante. Se habia casado hacia tres anos en Alemania y ahora estaba fuera de su alcance, sus afanosas tardes juntos eran ya solo una memorable aventura. Asi y todo, cuando Delahanty le ordeno ir a Berlin, la busco en su agenda y se planteo escribirle una nota. Ella le habia enviado su direccion en una carta de despedida en que le decia lo de su matrimonio con Von Schirren, y que, en ese momento de su vida, era lo mejor. «No volveremos a vernos», queria decir. Despues, en el ultimo parrafo, su nueva direccion, donde el no volveria a verla. Algunas aventuras mueren, penso, otras se interrumpen.
En el Adlon dormiria una hora o dos. Se preparo para el descanso: deshizo la maleta, se quedo en ropa interior, tras colgar el traje y la camisa en el armario, doblo la colcha y abrio la carpeta con el papel y los sobres del Adlon sobre la mesa de caoba. El Adlon era un hotel esplendido, el mejor de Berlin. El papel y los sobres se veian magnificos, con el nombre y la direccion del hotel en elegantes caracteres dorados. Les hacian la vida facil a los huespedes: uno podia escribir una nota a un conocido, meterla en un sobre grueso de color crema y llamar al botones, ellos se encargarian de ponerle el sello y echarla. Muy comodo, ciertamente. Y el correo berlines era rapido y eficaz. Antes de las diez del dia siguiente el telefono emitio un delicado y discretisimo tintineo. Weisz pego un salto gatuno. No habria una segunda llamada.
A las cuatro y media de la tarde el bar del Adlon estaba casi vacio. Oscuro y lujoso, no muy distinto del Ritz: sillas tapizadas, mesitas bajas. Un gordo con una insignia del partido nazi en la solapa interpretaba a Cole Porter en un piano blanco. Weisz pidio un conac y luego otro. Tal vez ella no acudiera, tal vez, en el ultimo minuto, no pudiera. Su voz habia sido fria y educada al telefono. A Weisz se le paso por la cabeza que no estaba sola cuando hizo la llamada. Que atento por su parte escribir. ?Estaba bien? ?Ah, una copa? ?En el hotel? Bueno, no sabia, a las cuatro y media quiza, la verdad es que no estaba segura, tenia un dia muy ajetreado, pero lo intentaria, que atento por su parte escribir.
Esa era la voz, y los modales, de una aristocrata. La nina mimada de un padre carinoso -un noble hungaro- y una madre distante -hija de un banquero aleman-, criada por institutrices en el barrio berlines de Charlottenburg, educada en internados ingleses y suizos, despues en la Universidad de Jena. Escribia poesia imaginista, a menudo en frances, que publicaba por su cuenta. Y, despues de graduarse, hallo formas de vivir al margen de la riqueza: durante un tiempo fue representante de un cuarteto de cuerda y miembro del consejo de una escuela para ninos