– Prensas.

– Ahh. -La voz de Emil se volvio calida, el tono afectuoso y nostalgico. Conservaba recuerdos agradables de las prensas-. Grandecitas, y no precisamente silenciosas.

– No, hacen mucho ruido -coincidio Weisz.

Emil apreto los labios, intentando pensar. A su alrededor docenas de conversaciones, un altavoz dando avisos que hacian que todos se volvieran hacia el de al lado: «?Que ha dicho?» Y los propios trenes, el traqueteo de las locomotoras resonando en la estacion abovedada.

– Esta clase de operacion deberia realizarse en una ciudad -aseguro Emil-. Si tuviera en mente una insurreccion armada, seria distinto, pero no es el caso. Entonces tendria que ser en el campo.

– Seria mejor en la ciudad. Los que van a encargarse de las maquinas viven aqui, no pueden ir a las montanas y volver todos los dias.

– Cierto, no. Alli tendrian que tratar con los campesinos. -Para Emil la palabra lo decia todo.

– Mejor en Genova.

– Si. Se de una opcion muy buena, es probable que se me ocurra alguna mas. ?Puede darme un dia para que lo piense?

– No mucho mas.

– Con uno bastara. -Aun no queria marcharse-. Prensas -repitio, como si dijera amor o mananas de verano. A todas luces era un hombre de su tiempo, mas acostumbrado a suministrar armas o bombas-. Llame al numero que tiene. Manana, mas o menos a esta misma hora. Le daran instrucciones. -Se volvio y se situo frente a Weisz-. Encantado de conocerlo -dijo-. Y, por favor, tenga cuidado. A los de la Sicurezza empieza a preocuparles Genova. Como les pasa a todos los perros, ellos tambien tienen pulgas, pero ultimamente la pulga genovesa esta empezando a fastidiarlos mas de la cuenta. -Se aseguro de que Weisz entendia lo que queria decir, dio media vuelta y, a los pocos pasos, desaparecio entre la multitud.

25 de junio.

Weisz recorrio las callejuelas de la zona portuaria y a las nueve y media estaba en la oficina de Grassone.

– ?Signor X! -saludo Grassone al abrir la puerta, contento de verlo-. ?Ha tenido un buen dia?

– Mas o menos -le contesto Weisz.

– Pues la racha continua -repuso Grassone mientras se instalaba en la silla giratoria-. Le he conseguido el papel. Viene en vagones de mercancias desde Alemania, que es donde estan los arboles.

– ?Y el precio?

– Le tome a usted la palabra, en lo de los rollos grandes. El precio se fija por tonelada metrica, y para usted se situara en torno a las mil cuatrocientas liras por tonelada. No se cuantos rollos son, pero deberia ser suficiente, ?no? Y sale mas barato que aqui… o dondequiera que esten imprimiendo.

Weisz se paro a pensar. Un traje de caballero costaba unas cuatrocientas liras, alquilar un piso barato salia por trescientas al mes. Supuso que estarian comprando a precio de mercancia robada, con lo que, incluyendo las pingues comisiones que se llevarian Grassone y sus complices, seguian consiguiendo el papel por debajo del precio de mercado.

– Es aceptable -replico.

Paso las liras a dolares contando con los dedos, veinte por uno, y luego a libras esterlinas, a cinco dolares la libra. Seguro que el senor Brown lo pagaria, penso.

Grassone observaba el proceso.

– ?Le salen las cuentas?

– Si, perfectamente. Y, claro esta, es secreto.

Grassone nego con un dedo porreton.

– No se preocupe por eso, signor X. Por supuesto necesitare una paga y senal.

Weisz se metio la mano en el bolsillo y saco setecientas liras. Grassone sostuvo uno de los billetes al trasluz de la lampara de la mesa.

– Asi es el mundo en que vivimos ultimamente. La gente imprime su dinero en el sotano.

– Este es de verdad.

– Lo es -corroboro Grassone, metiendo el dinero en el cajon.

– Aun no se cuando ni donde, podria ser dentro de unas semanas, pero tambien voy a necesitar una prensa y una linotipia.

– ?Tiene una lista? ?Y el tamano? ?La marca y el modelo?

– No.

– Ya sabe donde encontrarme.

– Lo tendre dentro de un dia o dos.

– Tiene prisa, signor X, ?no? -Grassone se inclino hacia delante y apoyo las manos en la mesa. Weisz se percato de que llevaba un anillo de oro con un rubi en el menique-. Aqui viene media Genova, y la otra media acude a la competencia. No hay problema, nos encargamos de la policia, y solo son negocios. Y aqui esta usted, poniendo en marcha un periodico. Estupendo. No me chupo el dedo, y me importa un pimiento lo que haga usted, pero, sea lo que fuere, puede que cabree a quien no debe, y no quiero que me salpique. Pero eso no va a suceder, ?verdad?

– Nadie lo quiere.

– ?Me da su palabra?

– Se la doy -respondio Weisz.

Hasta la via Corvino habia una buena caminata, con los truenos retumbando a lo lejos y el resplandor de los relampagos en el horizonte, sobre el mar de Liguria. Una chica envuelta en un abrigo de cuero se puso a su altura cuando atravesaba una plaza. Con voz calida y susurrona le pregunto si le gustaba esto o aquello. ?Queria pasar la noche solo? Luego, en el edificio de apartamentos, se cruzo con una pareja de ancianos que bajaba cuando el subia. El hombre le dio las buenas noches y la mujer lo miro de arriba abajo: «?Quien era ese?» Conocian a todo el mundo, pero a el no. De vuelta en el piso, dormito un rato y luego desperto de repente, el corazon a mil por hora. Una pesadilla.

Por la manana el sol habia salido y, en las calles, la vida latia de nuevo con fuerza. El camarero del cafe ya lo conocia y lo saludo como a un cliente habitual. En su periodico, La Spezia habia ganado al Genova 2 a 1, con un gol marcado en el ultimo minuto. El camarero, que echo un vistazo por encima de Weisz mientras le servia el cafe, afirmo que deberian haberlo anulado -habia sido mano-, pero el arbitro estaba comprado, toda la ciudad lo sabia.

Weisz llamo a Matteo a Il Secolo y quedo con el una hora despues, en un bar que habia frente al periodico, donde se les unieron el amigo de Matteo del Giornale y otro tipografo. Weisz pidio cafe, bollos y conac, en plan generoso, seguro de si y divertido. «Tres monos van a un burdel, y el primero dice…» Todo fue muy relajado y afable: Weisz los llamo por sus nombres, les pregunto por su trabajo.

– Tendremos nuestra propia imprenta -aseguro-. Y un buen equipo. Y si de cuando en cuando necesitan algunas liras a final de mes, no tienen mas que pedirlas.

Querian saber si era seguro. Ultimamente, repuso Weisz, nada era seguro, pero el y sus amigos tendrian mucho cuidado, no querian meter a nadie en un lio.

– Pregunten a Matteo -anadio-. Nos gusta ser discretos, pero los italianos deben saber lo que esta pasando.

De lo contrario los fascisti se saldrian con la suya y contarian todas las mentiras que quisiesen, y ellos no deseaban que ocurriera eso, ?no? No. Weisz penso que de verdad no lo deseaban.

Despues de que los amigos de Matteo se fueran, Weisz elaboro una lista de lo que tendrian que comprarle a Grassone y luego dijo que le gustaria conocer al camionero, Antonio.

– Transporta carbon en invierno y productos agricolas en verano -conto Matteo-. Recorre la costa temprano y regresa a la ciudad a eso de mediodia. Podriamos verlo manana.

Weisz repuso que a mediodia estaba bien, que decidiera donde, el se pondria en contacto con Matteo mas

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