mas tenue.

Por la manana, Bev Shaw le sirve un desayuno a base de copos de maiz y te, y desaparece en la habitacion de Lucy.

– ?Como esta? -le pregunta el cuando regresa.

Bev Shaw le responde con una tajante sacudida de cabeza, como si quisiera decirle que eso no es asunto suyo. La menstruacion, el parto, la violacion y sus consecuencias: asuntos de sangre, la carga cuyo peso ha de soportar la mujer, el recinto mismo de la mujer.

Se pregunta, y no es la primera vez, si las mujeres no serian mas felices viviendo en comunidades exclusivamente femeninas, en las que admitiesen tan solo las visitas de los hombres que ellas mismas quisieran recibir. Tal vez se equivoque al pensar que Lucy es homosexual. Tal vez sea que tan solo prefiere la compania de las mujeres. Tal vez es eso lo que son las lesbianas: mujeres que no tienen necesidad de los hombres.

No es de extranar que tengan una actitud tan vehemente contra la violacion, tanto ella como Helen. La violacion, diosa del caos y la mezcolanza, intrusa en los recintos clausurados. Violar a una lesbiana, peor aun que violar a una virgen: el golpe es mas fuerte. ?Sabrian esos individuos que territorio pisaban? ?Se habria corrido la voz?

A las nueve en punto, despues de que Bill Shaw se marche a trabajar, llama quedamente a la puerta de Lucy. Sigue tendida en la cama, cara a la pared. Se sienta a su lado, le acaricia la mejilla. La tiene humeda de lagrimas.

– No es nada facil hablar de esto -le dice-, pero ?has ido a ver a un medico?

Ella se incorpora, se sienta, se suena.

– Ayer por la noche vi a mi medico de cabecera.

– ?Y el se ha hecho cargo de todo lo que pueda pasar.

– Ella -le responde-. Es una medico, no un medico. No -y ahora se nota un deje de colera en su voz-, ?como iba a hacerse cargo? ?Como va a hacerse cargo una medico de todo lo que pueda pasar? ?No seas insensato, por favor!

El se pone en pie. Si ella prefiere mostrarse irritada, tambien el puede serlo.

– Lamento habertelo preguntado -le dice-. ?Que planes tenemos para hoy?

– ?Que planes tenemos? Volver a la granja y limpiarla. -?Y luego?

– Luego, seguir como hasta ahora. -?En la granja?

– Pues claro, en la granja.

– Lucy, ten un poco de sentido comun. Las cosas han cambiado. No podemos continuar justo en el punto donde lo dejamos.

– ?Por que no?

– Porque no es buena idea. Porque ni siquiera tenemos un minimo de seguridad.

– Nunca tuve un minimo de seguridad, y no se trata de una idea, ni buena ni mala. No voy a volver en aras de una idea, no es eso. Lisa y llanamente, voy a volver y a seguir igual que hasta ahora.

Sentada en la cama, con el camison prestado, ella le planta cara con el cuello rigido y los ojos relucientes. No es la nina de su padre, no. Ya no lo es.

13

Antes de salir necesita que le cambien los vendajes. En el reducido espacio del cuarto de bano, Bev Shaw le retira las vendas. Tiene el parpado todavia cerrado y le han salido ampollas en el cuero cabelludo, pero las lesiones no son tan graves como podrian haber sido. La zona mas dolorosa es el borde externo de la oreja derecha; como le dijo la joven doctora, fue la unica parte de su cuerpo que de hecho llego a arder.

Con una solucion esteril, Bev le enjuaga la piel sonrosada y expuesta del cuero cabelludo; luego, empleando unas pinzas, coloca los vendajes amarillentos y aceitosos sobre la region afectada. Con delicadeza le limpia los pliegues del parpado y de la oreja. No dice nada mientras se aplica a su trabajo. El recuerda al macho cabrio en la clinica, se pregunta si, sometiendose al cuidado de sus manos, llego a sentir esa misma paz.

– Ya esta -dice por fin, y se aleja de el un paso.

El inspecciona la imagen que le ofrece el espejo, su rostro con el gorro blanquisimo, el ojo cerrado.

– De maravilla -comenta, pero por dentro piensa: estoy como una momia.

Trata de plantear de nuevo el asunto de la violacion.

– Dice Lucy que ayer por la noche estuvo con su medico de cabecera.

– Si.

– Existe el riesgo de que haya quedado embarazada -insiste-. Existe el riesgo de las enfermedades venereas. Existe el riesgo del VIH. ?No crees que deberia ver tambien a un ginecologo?

Bev Shaw cambia de postura, incomoda.

– Eso tendras que preguntarselo tu mismo a Lucy. -Ya se lo he preguntado. Y no suelta prenda. -Vuelve a preguntarselo.

Pasan de las once de la manana, pero Lucy no da muestras de salir. El da vueltas por el jardin, a falta de algo mejor que hacer. Se va apoderando de el un humor gris. No es solo que no sepa que hacer consigo mismo. Los acontecimientos del dia anterior lo han sacudido hasta lo mas profundo de su ser. El temblor, la flojera son unicamente los primeros signos, los mas superficiales, de la conmocion. Tiene la sensacion de que, en su interior, algun organo vital ha sufrido una magulladura, un abuso. Tal vez incluso sea el corazon. Por vez primera prueba a que sabe el hecho de ser un viejo, estar cansado hasta los huesos, no tener esperanzas, carecer de deseos, ser indiferente al futuro. Medio derrumbado sobre una silla de plastico, en medio del pestazo que despiden las plumas de las gallinas y las manzanas medio podridas, entiende que su interes por el mundo se le escapa gota a gota. Tal vez sean precisas semanas, tal vez meses, hasta que se desangre y se quede seco del todo, pero no le cabe duda de que se desangra. Cuando haya terminado sera como el despojo de una mosca prendido en una telarana, quebradizo al tacto, mas ligero que una cascarilla de arroz, listo para salir volando con un soplo de aire.

No puede contar con que Lucy lo ayude. Con paciencia, en silencio, Lucy tendra que encontrar su propio camino de regreso de las tinieblas a la luz. Hasta que no vuelva a ser la de siempre, sobre el recaera la responsabilidad de afrontar su vida cotidiana. Lo malo es que ha llegado demasiado de repente. Y esa es una carga para la que no esta preparado: la granja, la huerta, las perreras. El futuro de Lucy, el suyo, el futuro de la tierra en conjunto… todo eso tan solo le inspira indiferencia, y eso es lo que le apetece decir: que todo quede para los perros, que a mi me da igual. En cuanto a los hombres que los visitaron, les desea lo peor dondequiera que esten. Por lo demas, ni siquiera desea pensar en ellos.

No es mas que una secuela, se dice: una secuela de la agresion. Con el tiempo el propio organismo sabra como reponerse, y yo, el espectro que lo habita, volvere a ser el mismo de siempre. Pero la verdad, y el lo sabe, no es esa, sino otra muy distinta. Sus ganas de vivir se han apagado de un soplido. Como una hoja seca a merced de un arroyo, como un bejin que se lleva la brisa, ha comenzado a flotar camino de su propio fin. Lo ve con bastante claridad, y es algo que lo colma y lo consume (esa palabra no lo dejara en paz) de desesperacion. La sangre de la vida abandona su cuerpo y es reemplazada por la desesperacion, una desesperacion que es como el gas, inodora, incolora, insipida, carente de nutrientes. Uno la respira y las extremidades se le relajan, todo deja de importar incluso en el momento en que el acero te roce el cuello.

Se oye un timbrazo: dos jovenes oficiales de policia, con sus uniformes nuevos e impolutos, vienen a comenzar las indagaciones. Lucy sale de su habitacion. Esta demacrada, viste con las mismas prendas que el dia anterior. Rechaza el desayuno. Mientras la policia los sigue de cerca en su furgoneta, Bev se encarga de conducir hasta la granja.

Los cadaveres de los perros siguen tendidos en la jaula, en el mismo sitio donde los abatieron. Katy, la bulldog, todavia ronda por ahi: la ven agazapada cerca del establo, guarda las distancias. No hay senales de Petrus.

Una vez dentro, los dos policias se quitan la gorra y se la guardan bajo el brazo. El permanece en segundo plano, deja que sea Lucy quien los guie a traves de la version que haya decidido contar. La escuchan con respeto, toman buena nota de todo lo que dice; el lapiz recorre nervioso, veloz, las paginas de la libreta. Son de su misma

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