intelectualmente mediocre, un joven normal y corriente. No creo que esa primera impresion estuviera equivocada. De todos modos, en ese vehiculo tan improbable ha entrado un espiritu, un espiritu sombrio, resentido, asesino. En ese espiritu tampoco hay nada que sea digno de destacar. ?Por que ha optado por residir en ese joven en concreto? Yo no lo se. Tal vez sea porque lo considera un anfitrion en el que es muy facil entrar y salir. Pero que Nechaev tenga seguidores es debido a que el espiritu reside en el. Son seguidores de ese espiritu, no de ese hombre.

– ?Y que nombre es el que tiene ese espiritu, Fiodor Mijailovich?

Realiza el esfuerzo de imaginar a Sergei Nechaev, pero todo lo que logra ver es una cabeza, de buey, los ojos vitreos, la lengua que asoma, el craneo partido por el hacha del carnicero. A su alrededor revolotea una nube de moscas. Se le ocurre un nombre, que en ese preciso instante pronuncia en voz alta.

– Baal.

– Que interesante. Una metafora, puede ser, no del todo clara, pero que vale la pena tener en consideracion. Baal. Sin embargo, debo preguntarme si es realmente practico hablar de espiritus y de posesiones del espiritu. ?Es practico hablar tambien de ideas que van por la tierra de un sitio a otro, como si las ideas tuvieran brazos y piernas? ?Nos servira esa manera de hablar para llevar a cabo nuestras tareas? ?Servira de ayuda para Rusia? Dice usted que no deberiamos encerrar a Nechaev porque esta poseido por un daimon. ?Le parece bien que lo llamemos daimon? Eso de espiritu suena a falsedad, me parece a mi. En tal caso, ?que hemos de hacer? Al fin y al cabo, no somos un orden meramente contemplativo, sino que pertenecemos al brazo encargado de investigar.

Se hace un silencio.

– De ningun modo pretendo descartar lo que dice usted. Maximov reanuda su exposicion. Usted es un hombre de grandes facultades, un hombre dotado de una especial perspicacia, tal como sabia antes incluso de que nos conocieramos. Y esos conspiradores que en el fondo son simples ninos, en comparacion con sus predecesores son efectivamente harina de otro costal. Se tienen por inmortales. En ese sentido, esto es desde luego como luchar contra un daimon. Y son implacables. Llevan en la sangre, por asi decir, el desearnos el mal a nuestra generacion. Han nacido con ese impulso. Y no es facil ser padre, ?verdad que no? Yo tambien soy padre, aunque por fortuna solamente tengo hijas. En los tiempos que corren, no me gustaria haber tenido hijos. Claro que su padre de usted… ?no tuvo algunos roces con su padre, o me engana a mi la memoria?

Tras sus blancas pestanas, Maximov lanza una miradita de sorna antes de proseguir.

– Por eso me pregunto, al final, si el fenomeno de Nechaev es una aberracion del espiritu, tal como usted da a entender. Quiza solo sea en definitiva la vieja pugna entre padres e hijos, la que siempre ha existido, solo que en esta generacion en particular adquiere una naturaleza mas mortifera, mas inexorable. En tal caso, quiza lo mas sabio fuera tambien lo mas simple, atrincherarse y aguantar mas que ellos, esperar a que maduren. Al fin y al cabo, ya aguantamos antes a los decembristas, y despues a los del 49. Ahora, los decembristas son ancianos, al menos los que siguen con vida. Estoy seguro de que el daimon que pudiera haberlos poseido huyo hace mucho tiempo. En cuanto a Petrashevski y sus amigos, ?que opinion le merecen? ?Estaban Petrashevski y los suyos tambien poseidos por un daimon?

– ?Petrashevski! ?Por que saca a colacion a Petrashevski?

– No estoy de acuerdo. Lo que usted llama el fenomeno de Nechaev tiene una coloracion propia. Nechaev es un sanguinario. Los hombres a los que estaba usted haciendo el honor de referirse eran idealistas, y fracasaron porque, hay que anotarselo en su haber, no fueron intrigantes, y mucho menos sanguinarios. Petrashevski, ya que usted menciona a Petrashevski, denuncio desde el primer momento esa clase de jesuitismo que excusa los medios en nombre del fin que se pretende alcanzar. Nechaev es un jesuita, un jesuita laico que abiertamente defiende la doctrina de que el fin justifica los abusos mas cinicos y el aprovechamiento mas insensible de la energia que pongan sus seguidores a su disposicion.

– En ese caso, hay algo que se me escapa. Expliqueme de nuevo: ?por que los sonadores, los poetas, los jovenes inteligentes como su hijastro, se sienten atraidos por bandidos como Nechaev? Y es que, segun su relacion, Nechaev no pasa de ser eso: un bandido con un leve barniz de educacion.

– No lo se. Tal vez sea porque en los jovenes hay algo que aun no se ha adormecido, algo a lo que apela el espiritu que habita en Nechaev. Quiza este en todos nosotros: es algo que hemos pensado que lleva siglos amortajado, pero que solo estaba adormecido. Le repito que no lo se. Soy incapaz de explicar en que consiste y a que se debe la conexion de mi hijastro con Nechaev. Para mi ha sido una sorpresa. Yo solo habia venido a recoger los papeles de Pavel, que para mi son preciosos hasta un extremo que usted sin duda no alcanza a entender. Lo que yo quiero son esos papeles, nada mas. Vuelvo a preguntarselo: ?piensa devolvermelos? Para usted no tienen ninguna utilidad. No le diran por que los jovenes inteligentes caen bajo el dominio de los malhechores. Y es evidente que le diran todavia menos, porque no sabe usted como leerlos. Mientras estuvo usted leyendo el relato de mi hijo, permitame que se lo diga, me percate de que se mantenia usted a cierta distancia, de que erigia una barrera de ridiculizacion, como si esas palabras hubieran podido saltar de la pagina y estrangularlo.

Algo ha empezado a incendiarse en el mientras hablaba, y le satisface que asi sea. Se inclina un poco, agarrandose a los brazos del sillon.

– ?Que es lo que tanto miedo le da, consejero Maximov? Mientras leia la historia de Karamzin, o de Karamzov, o como se llame, cuando el craneo de Karamzin se parte en dos igual que un huevo, digame la verdad: ?sufre usted con el, o se siente usted exultante, aunque en secreto, como si fuera suyo el brazo que empunaba el hacha? Y permitame que conteste por usted: la lectura consiste en ser el brazo y ser el hacha y ser el craneo que se parte; la lectura es entregarse, rendirse, no mantenerse distante ni burlon. Si se lo preguntase, estoy seguro de que me responderia que esta usted a la caza y captura de Nechaev, con el objeto de llevarlo a juicio, a un juicio como es debido, con los abogados de la defensa y los fiscales, etcetera, para encerrarlo despues de por vida en una celda bien limpia y bien iluminada. Pero mirese bien, Maximov, y digame si en el fondo es ese su autentico deseo. ?No preferiria antes bien cortarle la cabeza y chapotear en su sangre?

Se respalda, algo sonrojado.

– Es usted un hombre muy inteligente, Fiodor Mijailovich. Pero habla usted de la lectura como si fuera lo mismo que estar poseido por un daimon. Segun esa medida y ese criterio, me temo que soy un pesimo lector, sin duda, un lector aburrido y pedestre. Sin embargo, me pregunto si en estos momentos no tendra usted fiebre. Si pudiera verse en un espejo, estoy seguro de que entenderia lo que le digo. Ademas, hemos tenido una larga conversacion, desde luego que interesante, pero muy larga, y yo tengo numerosos asuntos que atender.

– Y yo le digo que los papeles que tan celosamente pretende guardar bien podrian estar escritos en arameo, por el escaso provecho que les va a sacar. ?Devuelvamelos!

Maximov se rie.

– Me ha dado usted las razones mas benevolas y de mayor peso para no acceder a su solicitud, Fiodor Mijailovich. Se lo dire de otro modo: teniendo en cuenta el estado en que se encuentra, el espiritu de Nechaev podria saltar de la pagina y apoderarse por completo de usted. Ahora, hablando en serio, me dice usted que sabe como leer. En alguna fecha que ya precisaremos, ?querria usted leerme estos papeles, todos ellos, los papeles de Nechaev, de los cuales este no es mas que un cartapacio entre muchisimos mas?

– ?Leerselos?

– Si. Hacerme una lectura de ellos.

– ?Por que?

– Porque segun dice usted, yo no se leer. Hagame una demostracion de como leer. Enseneme a leer. Expliqueme estas ideas que no son ideas.

Por vez primera desde que recibio el telegrama en Dresde, se echa a reir: siente como se le quiebran las rigidas lineas de sus mejillas. La risa es aspera y no destila alegria.

– Siempre me han dicho -dice- que la policia constituye los ojos y los oidos de la sociedad, y ahora me viene usted con una peticion: quiere que yo le ayude. No, no pienso hacerle una lectura.

Cruzando las manos sobre el regazo, con los ojos cerrados, mas parecido que nunca a un Buda sin edad y sin sexo, Maximov asiente.

– Gracias -murmura-. Ahora, debe marcharse.

Se encuentra de nuevo en la antesala ?Cuanto tiempo ha pasado encerrado con Maximov? ?Una hora? ?Mas? El banco esta lleno de gente, y hay mas personas que esperan apoyadas de espaldas contra las paredes, hay gente en los pasillos, y el olor a pintura fresca sigue siendo asfixiante. Todas las conversaciones quedan en

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