las negras aguas del canal. Las farolas del muelle desierto crujen en un nervioso concierto de aldabeos discordantes. De los tejados y de las alcantarillas llega el gorgoteo del agua.
Se refugia en un portal; se siente cada vez mas irritado. Si se resfria, piensa, sera la gota que colme el vaso. Y se resfria con facilidad. Igual que Pavel desde que era nino. ?Llego a resfriarse Pavel alguna vez mientras vivio con ella? ?Le cuido ella misma, o dejo sus cuidados en manos de Matryona? Se imagina a Matryona entrando en el cuarto con un vaso humeante de te con limon, paso a paso, para que no se derrame ni una gota; se imagina a Pavel sonriendo, su cabello negro revuelto sobre la blanca almohada. «Gracias, hermanita», dice Pavel con ronca voz de adolescente. ?Una vida de adolescente, del todo normal! Como no hay nadie que le oiga, agacha la cabeza y gime como un buey enfermo.
Entonces se la encuentra delante, lo inspecciona con curiosidad… no Matryona, sino la finesa.
– ?No se encuentra usted bien, Fiodor Mijailovich?
Avergonzado, niega con un gesto.
– Pues venga -le dice.
Lo guia hacia el oeste, tal como el se temia, siguiendo el canal hacia el Muelle Stolyarny y hacia la vieja chimenea de la fundicion. Subiendo el tono de voz para hacerse oir a pesar del viento, ella charla amistosamente.
– ?Sabe usted, Fiodor Mijailovich? -dice-. No se ha hecho usted justicia al hablar hoy del pueblo tal como le oimos hablar. Nos ha decepcionado usted, teniendo en cuenta su formacion, su pasado… A fin de cuentas, usted tuvo que ir desterrado a Siberia por sus convicciones. Lo respetarnos por eso. Hasta Pavel Alexandrovich lo respetaba. No deberia permitirse estas recaidas…
– ?Pavel tambien?
– Si, tambien Pavel. Usted sufrio en sus tiempos, y ahora tambien Pavel se ha sacrificado. Tiene todo el derecho del mundo a llevar la cabeza bien alta; puede estar orgulloso de el.
Parece muy capaz de charlar animada y despreocupadamente a la vez que camina muy deprisa. El en cambio nota enseguida un dolor agudo en el costado; le cuesta trabajo respirar.
– Mas despacio -jadea.
– ?Y usted? -dice por fin-. ?Que me dice de usted?
– ?Sobre que?
– ?Que me dice de usted? ?Podra llevar la cabeza bien alta en el futuro?
Ella se acaba de parar bajo una farola que se balancea enloquecidamente. La luz y la sombra juegan sobre su cara. Estaba muy equivocado al quitarle entidad, al pensar que no era mas que una nina jugando a los disfraces. A pesar de su cuerpo sin contornos precisos, descubre ahora en ella una distante feminidad.
– Yo no cuento con estar aqui demasiado tiempo, Fiodor Mijailovich -dice-. Y tampoco cuenta con durar mucho Sergei Gennadevich. Ni ninguno de nosotros. Lo que le paso a Pavel nos puede pasar a todos en cualquier momento. Yo que usted no haria bromas. Si se rie de nosotros, no lo olvide, tambien se esta riendo de Pavel.
Por segunda vez en lo que va de dia tiene ganas de golpearla. Y salta a la vista que ella percibe esa ira; lo cierto es que estira el menton y lo mira como si le retase a intentarlo. ?Por que esta tan irascible? ?Que le esta ocurriendo? ?Esta empezando a ser uno de esos viejos incapaces de controlar su temperamento? ?O es algo aun peor, es decir, que ahora que su sucesion se ha extinguido se ha convertido no solo en un viejo, sino tambien en un fantasma, en un espiritu iracundo y desenfrenado?
La chimenea del Muelle Stolyarny esta en pie desde que fue construida la ciudad de Petersburgo, pero hace mucho tiempo que no se utiliza. Aunque hay un letrero que prohibe el paso, se ha convertido en uno de los sitios preferidos por los chavales mas osados de la vecindad, que trepan por una espiral de asideros de hierro clavados por fuera, primero hasta el horno de la fundicion, a unos treinta o cuarenta metros sobre el suelo, y luego mucho mas arriba, hasta lo alto de la chimenea de ladrillo.
Las grandes puertas claveteadas estan cerradas a cal y canto, pero la portezuela de atras ha sido derribada a patadas, hace mucho tiempo, por estos vandalos. A la sombra de esta entrada les espera un hombre. Saluda a la finesa en un murmullo; ella le sigue dentro.
El aire huele a excrementos y a argamasa enmohecida. De lo oscuro les llega un apagado chorro de obscenidades. El hombre enciende un fosforo con el que prende un farol. Casi bajo sus pies hay tres personas apinadas en un jergon. El aparta la mirada.
El hombre del farol es Nechaev; lleva un capote negro de oficial de granaderos. Tiene una palidez innatural. ?Se le ha olvidado lavarse el maquillaje?
– Las alturas me dan vertigo, asi que yo espero aqui abajo -dice la finesa-. El le ensenara el lugar.
Una escalera de caracol asciende por el interior de la torre. Sujetando el farol bien alto, Nechaev comienza a subir. En ese espacio cerrado, las pisadas de los dos hacen un ruido tremendo.
– Llevaron a su hijastro por aqui -dice Nechaev-. Lo mas probable es que antes lo emborrachasen, para que les fuese mas facil la tarea.
Pavel. Aqui.
Suben y suben. El pozo de la chimenea, alla abajo, es engullido por las tinieblas. Cuenta hacia atras los dias que han pasado desde la muerte de Pavel, llega a veinte, pierde la cuenta, empieza de nuevo, la vuelve a perder. ?Es posible que
Alcanzan la cima de las escaleras y salen a una ancha grada de acero. Su guia columpia el farol alrededor.
– Por aqui -dice.
Vislumbra la maquinaria oxidada.
Salen luego muy por encima del muelle, a una plataforma que corona el exterior de la torre y que circunda una balaustrada que le llega a la cintura. A uno de los lados se ve encastrado en la pared el mecanismo de una polea y el gancho de una gruesa cadena.
El viento los zarandea nada mas salir. Se quita el sombrero y se agarra a la balaustrada, procurando no mirar abajo. Es una metafora, se dice, eso es todo: otra palabra que designa la perdida de la conciencia, el no estar aqui, una ausencia. Nada nuevo. El epileptico lo sabe todo: la aproximacion al borde, la mirada hacia abajo, el empujon del alma, el pensar que piensa que enloquece una y otra vez, como si una campana tocase a rebato dentro de su cabeza.
Se aferra con todas sus fuerzas a la balaustrada, mueve la cabeza para despejar el vertigo. Metaforas… ?que tonteria! No hay mas que la muerte, solo la muerte. La muerte no es metafora de nada. La muerte es la muerte. Nunca deberia haber accedido a venir. Ahora, durante el resto de mi vida vere todo esto, una vision fantasmal: los tejados de San Petersburgo lustrados por la lluvia, la hilera de minusculas farolas que jalonan el muelle.
Con los dientes apretados, se repite esas palabras
Su guia ha dejado dentro el farol. Tiene una intensa conciencia del joven cuerpo que esta junto al suyo, sin duda recio, nervudo, dotado de una fuerza infatigable. En cualquier momento podria sujetarlo por la cintura, levantarlo en vilo, dejarlo caer al vacio. Pero ?quien es el que esta en la plataforma? ?Quien es el?
Despacio, se vuelve a mirar al joven.
– Si es verdad que Pavel fue conducido aqui para ser asesinado -dice-, le perdono que me haya traido. Pero si esto no es mas que una monstruosa treta, si fue usted quien lo empujo, le advierto que no habra perdon.
Estan a poco mas de un palmo de distancia. La luna esta velada, les azotan las rafagas de lluvia, y el sigue sin embargo convencido de que Nechaev no se le resiste. Con toda probabilidad, su adversario ya ha pasado por ese juego de principio a fin y lo conoce en todas sus variantes: de todo lo que pueda decir, nada le sorprendera. Si no, es un demonio al que las maldiciones le resbalan como si fuesen agua.
– Deberia darle verguenza hablar asi -dice Nechaev-. Pavel Isaev fue uno de nuestros camaradas. Nosotros fuimos su familia cuando no tenia familia. Usted se marcho al extranjero y lo abandono aqui. Usted perdio todo contacto con el, se convirtio en un extrano para el. Ahora aparece como caido del cielo y no hace mas que lanzar acusaciones infundadas contra las unicas personas realmente cercanas a el que encontro en este mundo. -Se cine mejor el capote-. ?Sabe a que me recuerda usted? Al tipico pariente lejano que aparece en el entierro con el