bolso al hombro, venido a saber de donde, para reclamar una herencia de una persona a la que no vio en toda su vida. Para Pavel Alexandrovich, usted no es mas que un primo segundo, un primo tercero, y no su padre. Ni siquiera su padrastro.

Es un golpe bajo, doloroso. A duras penas intenta dejar a un lado a Nechaev, pero su antagonista le impide el paso.

– ?No haga caso omiso a lo que le estoy diciendo, Fiodor Mijailovich! Usted perdio a Isaev y nosotros lo salvamos. ?Como se atreve a sospechar siquiera que nosotros pudimos haber causado su muerte?

– ?Juremelo por la inmortalidad de su alma!

Mientras lo dice, se da cuenta del retintin melodramatico que ha dado a sus palabras. De hecho, toda esta escena -dos hombres subidos a una plataforma que solo ilumina a ratos la luna, a gran altura y desafiando a los elementos, gritando para entenderse por encima del viento, denunciandose el uno al otro- es falsa y melodramatica. Ahora bien, ?donde han de encontrarse palabras mas verdaderas, palabras a las que Pavel asintiera con un gesto, con su lento sonreir?

– No pienso jurar por algo en lo que no creo -dice Nechaev sin espontaneidad-. Pero la razon misma deberia persuadirle de que le estoy diciendo la verdad.

– ?Y que me dice de Ivanov? ?Tambien deberia indicarme la razon que es usted inocente, que no tuvo nada que ver en la muerte de Ivanov?

– ?Quien es ese Ivanov?

– Ivanov era el nombre que utilizaba el desgraciado cuya mision era vigilar el edificio en que vivo, en el que vivia Pavel, en donde me visito su amiga.

– ?Ah, el chivato de la policia! ?El que hizo buenas migas con usted! ?Que le ha pasado?

– Ayer lo encontraron muerto.

– ?Y que? Nosotros perdemos a uno, ellos pierden a otro.

– ?Que pierden a otro? ?Esta equiparando a Pavel con Ivanov? ?Es asi como llevan las cuentas?

Nechaev menea la cabeza.

– Deje a un lado las personalidades; solo sirven para anadir confusion. Los colaboracionistas tienen infinidad de enemigos. El pueblo los detesta. La muerte de ese Ivanov no me sorprende en modo alguno.

– Yo tampoco era amigo de Ivanov, ni me agradaba el trabajo que hacia. Pero eso no es motivo suficiente para asesinarlo. Y lo que dice del pueblo, ?que estupidez! El pueblo no lo ha hecho. El pueblo no trama asesinatos. Ni tampoco disimula sus huellas.

– El pueblo sabe bien quienes son sus enemigos, y el pueblo no vierte lagrimas cuando mueren sus enemigos.

– Ivanov no era un enemigo del pueblo; era un hombre sin blanca, con una familia que mantener, igual que decenas de miles de ciudadanos. Si el no era parte del pueblo, ?quienes lo son?

– Sabe usted de sobra que, en el fondo, Ivanov no estaba con el pueblo. Decir que era parte del pueblo no es mas que hablar por hablar. El pueblo lo forman los campesinos y los obreros. Ivanov no tenia ningun lazo que lo uniera al pueblo; ni siquiera fue reclutado entre las filas del pueblo. Era una persona absolutamente desarraigada, un borracho, presa facil, que facilmente se volveria contra el pueblo. Me sorprende que usted, con lo inteligente que es, caiga en una trampa tan simple como esa.

– Tanto si soy inteligente como si no lo soy, no puedo aceptar ese monstruoso razonamiento. ?Por que me ha traido a este lugar? Dijo usted que me iba a dar pruebas de que Pavel fue asesinado. ?Donde estan esas pruebas? Estar aqui no constituye prueba alguna.

– Por supuesto que eso no prueba nada. Pero este es el lugar donde se cometio el asesinato, un asesinato que fue de hecho una ejecucion planeada y perpetrada por el Estado. Lo he traido aqui para que lo vea con sus propios ojos. Ahora ya ha tenido ocasion de comprobarlo; si todavia se niega a creerlo, tanto peor para usted.

Se aferra a la balaustrada y mira ahi abajo, la oscuridad que cae en picado. Entre aqui y ahi, una eternidad, un tiempo tan inmenso que la mente no lo aprehende. Entre aqui y ahi Pavel estuvo vivo, mas vivo que nunca. Vivimos mas intensamente mientras nos precipitamos al vacio; es una verdad que le atenaza el corazon.

– Si no quiere creerlo, no lo creera nunca -repite Nechaev.

Creer otra palabra mas. ?Que significa eso de creer? Creo en el cuerpo sobre el suelo, alla abajo. Creo en la sangre y en los huesos. Alzar el cuerpo destrozado y abrazarlo: eso significa creer. Creer y amar: es una y la misma cosa.

– Creo en la resurreccion-dice. Son palabras que le salen de dentro sin premeditacion. El tono de locura y las ganas de echar pestes han desaparecido de su voz. Al decir esas palabras, al oirlas, siente una pronta alegria, no tanto por las palabras en si mismas cuanto por el modo en que han llegado a el, por el modo en que las ha dicho como si las dijera otro. ?Pavel!, piensa.

– ?Que? -Nechaev se acerca mas a el.

– Creo en la resurreccion de la carne y en la vida eterna.

– No es eso lo que le he preguntado.

El viento arrecia con tal potencia que el joven ha de gritar. Su capote le azota los flancos; se agarra con mas fuerza para enderezarse.

– ?Da igual, es lo que yo digo!

Aunque pasa de la media noche cuando llega a casa, Anna Sergeyevna le ha esperado. Sorprendido por su preocupacion, le habla del encuentro en el muelle, le refiere las palabras de Nechaev en la chimenea. Le pide entonces que le repita una vez mas que paso la noche en que murio Pavel. ?Esta del todo segura, por ejemplo, de que Pavel murio en el muelle?

– Eso es lo que me dijeron -responde ella-. ?Que otra cosa iba a creer? Pavel salio a primera hora de la noche sin decir adonde iba. A la manana siguiente llego un mensaje: habia sufrido un accidente, me esperaban en el hospital.

– Pero ?como supieron que debian informarle a usted?

– Por los papeles que encontraron en sus bolsillos.

?Y entonces?

– Fui al hospital y lo identifique. Luego se lo hice saber al senor Maykov.

– Pero ?que explicacion le dieron?

– No me dieron explicacion alguna; fui yo la que tuve que darles explicaciones. Tuve que ir a la comisaria de policia y responder a sus preguntas: quien era, donde vivia su familia, cuando lo vi por ultima vez, cuanto tiempo vivio con nosotras, quienes eran sus amigos, etcetera, etcetera. Todo lo que accedieron a decirme fue que ya estaba muerto cuando lo encontraron, y que habia ocurrido en el Muelle Stolyarny. Ese fue el mensaje que yo envie al senor Maykov. No se que es lo que el le dijo.

– El utilizo la palabra desventura. No cabe duda de que habia hablado con la policia. Desventura es la palabra que emplean para designar el suicidio. Fue un telegrama, asi que no pudo explayarse.

– Eso es lo que yo entendi. Quiero decir que eso entendi que habia ocurrido. En cambio, nunca pude entender por que lo hizo, si es que realmente lo hizo. A nosotras no nos advirtio de nada. No hubo el menor atisbo de lo que iba a ocurrir.

– Una ultima pregunta. ?Que ropa llevaba aquella noche? ?Llevaba algo que le hubiese llamado la atencion?

– ?Cuando salio de la casa?

– No, cuando lo vio usted… despues.

– No lo se, no recuerdo. Habia una sabana. Y no quiero hablar de eso. Pero parecia en paz, eso si quiero que lo sepa.

El le da las gracias de todo corazon, y ahi termina el intercambio de pareceres. Sin embargo, cuando se encuentra en su cuarto no consigue dormir. Recuerda el retrasado telegrama de Maykov (?por que le costo tanto remitirlo?). Fue Anya quien lo abrio; fue Anya quien acudio a su estudio y quien pronuncio las palabras que incluso esta misma noche le resuenan en la cabeza como mortecinas campanas, cada una de las cuales repica con todo su peso inapelable: «Fedya, Pavel ha muerto».

El tomo el telegrama con sus propias manos, lo leyo una y otra vez, se quedo mirando la ridicula hoja

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