– No se que hacen los demas. Pero yo quiero gachas. Puedo prepararlas yo misma.

Yo tenia un paquete de copos de avena y un tarro de pure de manzana que aun podia consumirse. Sima preparo unas gachas bastante espesas, aparto el pure de manzana y lleno el cuenco de leche. Comio despacio, con la espada sobre la mesa. Le pregunte si queria te o cafe, pero ella nego con un gesto. Solo queria las gachas. Intentaba comprender por que habia venido a buscarme a mi isla. ?Que queria de mi? La ultima vez que la vi, salio corriendo hacia mi con la espada en alto. Ahora, en cambio, la tenia en mi cocina comiendo gachas. No me cuadraba. Sima enjuago el cuenco y lo coloco junto al fregadero.

– Estoy cansada. Tengo que dormir.

– En la habitacion contigua hay una cama. Puedes dormir ahi. Pero te advierto que hay un hormiguero y, puesto que es primavera, las hormigas han empezado a despertar.

Me creyo. Habia puesto en duda que mi perro hubiese muerto. Pero lo del hormiguero se lo creyo. Y senalo el sofa de la cocina.

– Puedo dormir ahi.

Le di un almohadon y una manta. No se quito ni la ropa ni los zapatos, se cubrio con la manta hasta la cabeza y se durmio. Espere hasta estar seguro de que asi era y fui a vestirme.

Junto con el gato, volvi a la bahia. El barco era un Ryd, con un motor Mercury fuera borda de veinticinco caballos. El casco estaba muy danado debido a las piedras del fondo. No cabia duda de que lo habia arrastrado por las piedras de la orilla a proposito. Intente comprobar si el plastico de la base se habia resquebrajado y si habia algun agujero, pero no vi nada.

Era dia de correo. Jansson veria el barco, asi que solo disponia de un par de horas para tomar una decision. No estaba tan claro que yo estuviese dispuesto a llamar a la guardia costera. Si existia la menor posibilidad, preferia convencerla de que regresase junto a Agnes sin la intervencion de las autoridades. No solo por ella, sino tambien por mi mismo. No era apropiado en absoluto que un viejo medico recibiese la visita de jovencitas que se dedican a robar barcos y a huir de sus hogares de acogida.

Con la ayuda de un bichero y un tablon logre deslizar el barco hasta el agua antes de empujarlo hacia el embarcadero. Le amarre mi barca a proa. El bote tenia un sistema de encendido electrico, pero era preciso utilizar una llave que, claro esta, no se encontraba puesta cuando Sima la emprendio con el barco. Ella lo arranco con la cuerda, y eso mismo hice yo. Al cuarto intento, el motor arranco. La helice y el pinon estaban en buen estado. Retrocedi desde el embarcadero rumbo a los dos islotes llamados Suckarna. [5] Entre ambos habia un pequeno puerto natural dificil de ver desde fuera. Y alli podria dejar entre tanto el barco robado.

El asunto de por que los islotes se llaman Suckarna es muy discutido. Jansson asegura que, hace ya mucho tiempo, vivia por la zona un cazador de aves llamado Masse. Y cada vez que lograba atrapar un eider lanzaba un suspiro. Y por el recibieron su nombre los islotes.

No se si es verdad. En mi mapa no figura el nombre de esos islotes. Pero a mi me gusta pensar que esas rocas peladas que se alzan de las aguas se llaman Suckarna. A veces tengo la sensacion de que los arboles susurran, las flores murmuran, los arbustos canturrean melodias ignotas y los escaramujos que crecen en las grietas, detras del manzano de mi abuela, interpretan hermosas tonadas con instrumentos invisibles. De modo que, ?por que no iban a suspirar las islas?

Cerca de una hora me llevo remar en mi barca para volver al embarcadero. Aquella manana no hubo bano matutino, asi que subi de nuevo a la casa. Sima seguia durmiendo bajo la manta. No habia cambiado de posicion desde que se acosto. Al mismo tiempo, oi el traqueteo del barco de Jansson. Baje al embarcadero y espere. Soplaba un leve viento del nordeste, no estariamos a mas de cinco grados y la primavera aun parecia lejana. Un lucio asomo a la superficie del agua para desaparecer enseguida.

Aquel dia, Jansson tenia molestias en el cuero cabelludo. Temia estar quedandose calvo. Le propuse que acudiese a un peluquero. Pero el desenrollo una pagina que habia arrancado de una revista y me pidio que la leyese. Contenia un anuncio a toda pagina sobre una medicina milagrosa que prometia resultados inmediatos si se utilizaba el susodicho fluido, compuesto segun pude ver de lavanda, entre otros ingredientes. Pense en mi madre y le dije a Jansson que no se creyese todo lo que escribian en anuncios publicitarios tan bien costeados.

– Quiero tu consejo.

– Ya te lo he dado. Vete a ver a un peluquero. Seguro que el sabe mas que yo sobre la caida del cabello.

– ?Es que no aprendiais nada sobre la calvicie en la carrera de medicina?

– Debo confesar que no mucho.

Se quito el gorro e inclino la cabeza, como si quisiera expresarme un subito respeto. Pero yo no veia nada mas que su aun abundante cabello, incluso en la coronilla.

– ?No ves que tengo menos pelo?

– Bueno, es natural, con la edad.

– Pues segun el anuncio, eso no es asi.

– En ese caso, creo que lo que debes hacer es encargar esa porqueria y masajearte con ella el cuero cabelludo.

Jansson arrugo la hoja de la revista.

– A veces me pregunto si de verdad eres medico.

– Bueno, por lo menos se ver la diferencia entre los autenticos enfermos y los carteros con dolencias imaginarias.

Jansson estaba a punto de contestar cuando vi que su mirada se apartaba de mi cara y se clavaba en algo que habia a mi espalda. Me di la vuelta y alli estaba Sima. Con el gato en el regazo y la espada colgada del cinturon. No dijo nada, tan solo sonrio. Jansson se quedo boquiabierto. Dentro de un par de dias, todo el archipielago sabria que yo habia recibido la visita de una joven de ojos oscuros, el cabello largo y salvaje y una espada de samurai.

– Pues creo que voy a encargar el tratamiento para el pelo -dijo Jansson en tono amable-. En fin, no te molesto mas. Hoy no tienes correo.

Se marcho del embarcadero caminando hacia atras mientras yo lo seguia con la mirada. Cuando me dio la espalda, Sima ya iba camino de la casa. Al gato lo habia soltado en medio de la pendiente.

Entre y la vi fumando sentada a la mesa de la cocina.

– ?Donde esta el barco? -me pregunto.

– Lo he trasladado a un lugar donde nadie pueda verlo.

– ?Quien es el hombre con el que estabas hablando en el embarcadero?

– Se llama Jansson. Distribuye el correo por el archipielago. Ha sido bastante desafortunado que te vea.

– ?Por que?

– Es un chismoso. No para de hablar.

– A mi no me importa.

– Ya, tu no vives aqui. Pero yo si.

Sima apago el cigarrillo en uno de los platos de la antigua vajilla de la abuela. No me gusto lo mas minimo.

– He sonado que me vaciabas encima un viejo hormiguero. Yo intentaba defenderme con la espada, pero se me quebro la punta. Y entonces me desperte. ?Por que tienes un hormiguero en el dormitorio?

– No deberias haber entrado.

– A mi me parece elegante. La mitad del tapete de la mesa ha desaparecido ya en su interior. En unos anos habra cubierto toda la mesa.

De pronto me percate de algo que me habia pasado inadvertido hasta ese momento. Sima estaba inquieta. Se movia nerviosamente y, cuando la observe a hurtadillas, vi que se frotaba los dedos.

Recorde que, hacia ya muchos anos, un paciente al que habia tenido que amputarle una pierna a causa de la diabetes, experimentaba un extrano picor similar al de Sima. Aquel paciente sufria una bacilofobia aguda y era, ademas, desde el punto de vista psiquiatrico, un caso limite con depresiones agudas recurrentes.

El gato se subio a la mesa de un salto. Hasta hace algunos anos solia espantarlo para que bajase de alli. Pero ya he dejado de hacerlo. El gato ha ganado la batalla. Aparte la espada para que no se hiriese las patas. Sima se sobresalto al verme tocar la empunadura. El gato se enrosco sobre el hule y empezo a ronronear. Sima y yo lo mirabamos en silencio.

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