A la manana siguiente me desperte temprano, sintiendome fria y vacia pero sin saber muy bien por que. Llego a mi en una oleada densa y horrible.
Primrose estaba muerta.
La angustiosa combinacion de perdida y culpa era casi paralizante y me quede inmovil durante largo rato, sin querer tener nada que ver con el mundo.
Entonces Boyd me rozo la cadera con el hocico. Me gire en la cama y le rasque detras de las orejas.
– Tienes razon. La autocompasion no es buena.
Me levante, me vesti y sali a dar un paseo con Boyd. Durante mi ausencia una nota aparecio en la puerta de Magnolia. Ryan pasaria otro dia con McMahon y no necesitaria el coche. Las llaves que habia dejado en su casillero ahora estaban en el mio.
Cuando encendi el telefono, tenia cinco mensajes. Cuatro periodistas yP amp;T. Llame al taller y borre el resto.
La reparacion estaba llevando mas tiempo del previsto. El coche deberia estar listo para manana.
Habiamos pasado de «podria estar» a «deberia estar». Me senti animada.
?Pero ahora que?
Una idea surgio desde las profundidades de mi pasado. El refugio preferido de una nina preocupada o inquieta. No podia hacer dano y podria descubrir algo util.
Y al menos durante algunas horas seria alguien anonimo e inaccesible.
Despues de las tostadas y los cereales con leche conduje hasta la biblioteca publica Black Marianna, una caja de ladrillo rojo de una sola planta que se alzaba en la esquina de Everett con Academy. Esqueletos de carton flanqueaban la entrada, cada uno con un libro entre las manos.
En el mostrador de la entrada principal habia un hombre negro, alto y delgado, con varios dientes de oro. Una mujer mayor trabajaba a su lado, estaba grapando una ristra de calabazas anaranjadas encima de sus cabezas. Ambos se volvieron cuando entre.
– Buenos dias -dije.
– Buenos dias.
El hombre exhibio una amplia sonrisa de metal precioso. Su companera de pelo color lila me miro con suspicacia.
– Me gustaria consultar algunos ejemplares atrasados del periodico local.
Sonrei de un modo realmente encantador.
– ?El Smoky Mountain Times? -pregunto la bibliotecaria, dejando su grapadora.
– Si.
– ?Como cuanto de atrasados?
– ?Tienen material de los anos treinta y cuarenta?
La arruga de su ceno se hizo mas pronunciada.
– La coleccion comienza en 1895. Entonces era el Bryson City Times. Un semanario. Las publicaciones mas antiguas estan en microfilm, por supuesto. No puede ver los originales.
– El microfilm sera suficiente.
El bibliotecario comenzo a abrir y apilar libros. Vi que tenia las unas pulidas y la ropa inmaculada.
– El proyector esta en la habitacion del fondo, junto a la seccion de genealogia. Solo puede utilizar una caja a la vez.
– Gracias.
La bibliotecaria abrio uno de los dos armarios metalicos que habia detras del mostrador y saco una pequena caja gris.
– Sera mejor que le explique como funciona la maquina.
– Por favor, no es necesario que se moleste. Estoy familiarizada con los proyectores de microfilmes. No tendre problemas.
Lei la expresion de su rostro cuando me dio la caja con los microfilmes. Una civil perdida entre las estanterias. Era su peor pesadilla.
Me instale delante de la maquina y comprobe la etiqueta de la caja: «1931-1937».
Una imagen de Primrose cruzo por mi cabeza y las lagrimas me empanaron los ojos.
Basta. Nada de lamentos.
Pero, ?por que estaba aqui? ?Cual era mi objetivo? ?Tenia alguno o simplemente me estaba escondiendo?
No. Tenia una meta.
Aun estaba convencida de que la propiedad con el recinto amurallado era el centro de mis problemas y queria saber mas acerca de quien habia estado asociado con ella. Arthur me habia dicho que le habia vendido la tierra a un tal Prentice Dashwood. Pero aparte de eso, y de los nombres que constaban en el fax de McMahon, no estaba segura de que buscaba.
En realidad tenia pocas esperanzas de encontrar alguna informacion util, pero me habia quedado sin ideas. Se habian presentado cargos contra mi y era necesario que hiciera algo al respecto. No podia regresar a Charlotte hasta que mi coche estuviese reparado y me habian excluido de cualquier otra clase de investigacion. Que importaba. La historia siempre podria ensenarme algo.
Durante su servicio militar, un poster habia decorado la oficina de Pete, palabras adoptadas por los abogados no comprometidos con el sistema militar: «La indecision es la clave de la flexibilidad».
Si la maxima era lo bastante buena para los abogados-oficiales del Cuerpo de Infantes de Marina de Estados Unidos, parecia buena para mi. Buscaria cualquier cosa.
Inserte el microfilm y comence a pasarlo por el proyector. La maquina era un antiguo modelo accionado a manivela, fabricado probablemente antes de que los hermanos Wright levantaran el vuelo en Kitty Hawk. El texto y las fotografias entraban y salian de la pantalla continuamente. A los pocos minutos senti que se estaba preparando una buena jaqueca.
Pase de una bobina a otra, hice varios viajes al mostrador principal. Al llegar a finales de la decada de los cuarenta, la bibliotecaria se apiado de mi y me permitio llevar media docena de cajas a la vez.
Examine superficialmente actos de beneficencia, lavados de coches, reuniones religiosas y sucesos locales. Los delitos eran en su mayoria insignificantes, infracciones de trafico, embriaguez y desordenes publicos, objetos desaparecidos y vandalismo. Se anunciaban nacimientos, fallecimientos y bodas junto con anuncios de ventas de garajes y graneros.
La guerra cobro un generoso tributo en el condado de Swain. Desde 1942 hasta 1945 las paginas del periodico estaban llenas de nombres y fotografias. Cada muerte era una historia destacada.
Algunos ciudadanos se las habian ingeniado para morir en la cama. En diciembre de 1943, el fallecimiento de Henry Arlen Preston fue noticia de primera pagina. Preston habia vivido toda su vida en el condado de Swain, abogado, juez y periodista de media jornada. Su carrera estaba narrada con todo lujo de detalles, destacaban sobre los demas un periodo en Raleigh como senador del estado y la publicacion de una obra en dos volumenes sobre los pajaros de Carolina del Norte. Preston murio a los ochenta y nueve anos, dejo una viuda, cuatro hijos, catorce nietos y veintitres bisnietos.
Una semana despues de la muerte de Preston, el Times informo de la desaparicion de Tucker Adams. Una noticia a dos columnas en la pagina seis. Sin foto.
Esa oscura y pequena noticia acciono algun resorte dentro de mi. ?Se habia alistado Adams en secreto, para morir luego en el extranjero como uno de nuestros numerosos desconocidos? ?Habia regresado, sorprendiendo a sus vecinos con historias de Italia o Francia, para irse luego a vivir su vida? ?Se habia despenado? ?Marchado a Hollywood? Aunque busque mas informacion sobre esa noticia no encontre ningun otro dato sobre la desaparicion de Adams.
El escarpado terreno tambien habia reclamado sus victimas. En 1939 una mujer llamada Hilda Miner salio de su casa para llevarle a su nieta un pastel de fresas. Nunca llego a su destino y el recipiente del pastel fue encontrado junto al crecido rio Tuckasegee. Hilda fue declarada ahogada, si bien su cuerpo jamas fue hallado. Diez anos mas tarde, las mismas aguas se tragaron al doctor Sheldon Brodie, un biologo de la Universidad Estatal de los Apalaches. Un dia despues de que el cuerpo del profesor apareciera en la orilla, Edna Farrell, aparentemente, se cayo al rio. Al igual que Miner, los restos de Farrell jamas fueron recuperados.
