Decidi no llorar cuando llegue a casa. Nunca me habia hecho bien y se me hinchaban los ojos como si fuera un pez. En cambio, me duche, me seque y me dispuse a acostarme. Bear, mi perra, echada en el suelo, me veia ir y venir del cuarto de bano. Tenia el color exacto del caramelo y huesos largos, como yo.
– Hora de dormir, nena -dije, y salto sobre el colchon, dio dos vueltas y se aposento en el medio. Eso siempre habia indignado a Mark. Ahora ya no. Las cosas mejoraban.
Me eche al lado de Bear y la aparte; luego apague la luz. Ella bostezo teatralmente y yo sonrei mientras le acariciaba la piel suave del cuello. De inmediato empezo a dormitar con un ligero ronquido, pero segui acariciandola. Aun tardaria en dormirme.
En el dormitorio del apartamento de abajo mi madre estaba en la cama y tampoco dormia. Habia ido a verla antes de subir y daba vueltas en la cama. Le lei hasta que se durmio, pero se habia vuelto a despertar para cuando sali de la ducha. La podia oir a traves del cielo j raso. Hablando consigo misma y con otros que ella se] imaginaba.
Pero tampoco pense en eso. Teniamos que hacer algo. Yo tendria que hacer algo.
Pero no esta noche. Tenia demasiadas cosas en las que no pensar.
– -?No come nada? -le pregunte a Hattie, que se disponia a servirnos una taza de cafe a la manana siguiente. Hattie Williams era la mujer negra que vivia con mi madre y cuidaba de ella. Se levantaba temprano y a esta hora ya estaba vestida con pantalones negros y una camiseta que ponia TAJ MAHAL y que lucia brillantes mezquitas. Era muy baja, muy ancha y su cabello estirado tenia una tonalidad naranja indefinible, pero a mi nada de eso me importaba.
– Se salto el almuerzo y la cena de ayer. Ni siquiera se tomo la sopa.
– -?Bebio algo?
– Solo un poco de agua, pero no se esta quieta. -Hattie sacudio la cabeza-. Esta demasiado asustada para dar su paseo. Hace tres meses que no ve la luz del sol y cada vez habla mas a solas. ?La oiste anoche?
– -?Su charla con el demonio? ?Cuando va a corregirse ese chico y va a portarse bien?
Pero Hattie no sonrio como solia. La piel de alrededor de sus ojos, aunque extraordinariamente arrugada para su edad, tenia una tonalidad mas oscura que el resto de su cara y parecia aun mas oscura esa manana. Yo queria que se riera un poco, aunque fuera por un momento.
– Al menos ha dejado de dar ordenes a la television, Hat. Estaba realmente preocupada. Hubieramos tenido que asustarla y entonces te habrias perdido Loving.
– Esta bien, esta bien, callate. -Me hizo callar con una sonrisa de mala gana, de modo que cogi la cafetera y me sente a la mesa de cocina del apartamento lleno de cosas de mi madre. La mesa era una imitacion de estilo colonial, el servilletero era de un acrilico rayado y las tazas y platos de plastico oscuro. Eran los restos de nuestra vieja casa y los habia traido aqui ante la insistencia de mi madre. Me costo dos mil dolares transportar doscientos dolares de porquerias sinteticas.
– ?Por que, Hattie? -Tome un sorbo de cafe y movi la cabeza con disgusto-. ?Por que no puedo preparar un cafe decente? Cada manana es lo mismo. ?Que hago mal?
Hattie tomo su cafe e hizo una pausa.
– -Demasiada agua.
– -?Que? El lunes me dijiste que ponia demasiado cafe.
Se rio con ganas.
– -Puedes ponerte delante de un jurado, puedes salir en las noticias de la tele. Hasta puedes argumentar en el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Tengo la pluma para probarlo. -Se referia a la pluma blanca que los magistrados del Supremo daban corno premio de consolacion, en mi caso, a los letrados que argumentaban delante de ellos-. Pero no puedes preparar un cafe que no sea una porqueria.
Ambas nos reimos, luego nos callamos de golpe.
– Hattie, no me mires de ese modo. Se lo que piensas.
– Ya era hora, nena. No puedo hacer que tome su Prozac; la mitad de las veces piensa que la estoy envenenando. Me arma tales escandalos que un dia despertara a toda la ciudad. Se pone ansiosa, hecha un manojo de nervios. Ayer camino toda la manana de un lado a otro. Esta siempre intratable debido a ese maldito Prozac.
Yo tambien lo habia notado.
– -Sigamos con la medicina un poco mas.
Con un golpe, puso la taza de plastico sobre la mesa.
– -Basta de dejarlo para manana. Hasta el medico que debias poner manos a la obra y de eso ya hace dos o tres meses. Empeora dia a dia.
Pense en el medico de mi madre, un joven afable una prematura barba gris que, de forma muy razonable intelectual, me habia explicado la terapia de electroshock en su consultorio. Podia darse el lujo de mantener la calma; no era su madre la que iba a estar conectada a aquel enchufe.
– Ni siquiera saben como funciona -dije-. El propio medico lo ha admitido.
– ?Y que tiene que ver como funciona? ?A quien le importa? El hecho es que funciona. -Adelanto el cuerpo poniendo sus grandes pechos sobre la mesa-. El doctor ya te lo ha dicho muchas veces en las ultimas semanas. Eso es todo. Dijo que mejoraria en poco tiempo. Ya ha firmado la solicitud. Le hara bien.
– -?El electroshock? ?Como puede eso hacerle bien? ?Una descarga de cien voltios en el cerebro?
– No es asi.
– Si que lo es, seguro. La electricidad produce un ataque cerebral, un gran ataque. A veces empiezan y ya no pueden parar. A veces el paciente muere.
Sus amplias facciones dibujaron una mueca de escepticismo.
– Lei el prospecto. ?Uno de cada cuantos muere?
– ?A quien le importa cada cuantos? ?Y si le toca a ella? -Ni siquiera a mi me sonaron convincentes mis palabras, pero no se trataba de apuestas y numeros ni de teorias cientificas. Se trataba de mi madre-. Ademas, perdera la memoria.
– Nena, ?y que crees que recuerda ahora? Vive en un mundo de pesadilla. Esta aterrada siempre. No puede seguir asi. Se morira de hambre..
Senti un nudo en el estomago.
– No, demosle un dia mas, luego la llevamos al hospital y que le pongan el tubo para alimentarla. La ultima vez funciono.
– ?Y cuantas veces crees que tu madre puede aguantar eso? ?Entrar y salir del hospital? ?Tiene casi setenta anos!
– -Hattie, estoy defendiendo a un chico que cree que no se le debe hacer eso a un animal. A un mono. A un armino. -Lo que fuera-. No tienen derecho.
– -No es una cuestion de derechos, Bennie. Ahora tiene sus derechos y se esta muriendo. Muriendo --repitio en voz baja, y pude oir el acento de su Georgia ancestral, algo que solo aparecia cuando estaba cansada o enfadada.
Senti que lo estaba por partida doble y volvi a mirarla a la cara. Los circulos oscuros, la mirada desvaida. Le habian engordado las mejillas, habia ganado peso. Su problema de presion arterial habia reaparecido y su comparecencia me habia sido anunciada por el bote marron de Lopressor sobre su mesa. El cuidado de mi madre le estaba pasando factura y eso me destrozaba. Tenia dos opciones: Hattie o mi madre.
Me puse de pie; no podia aguantar mas. Bear, echada a su lado, levanto la cabeza de entre sus patas; sus redondos ojos marrones me interrogaban. Se quedaba todo el tiempo con Hattie, que se pasaba los dias viendo las telenovelas, haciendo sopa casera y cambiandole los panales a mi madre. Los domingos, Hattie cogia el autocar a Atlantic City, donde se colocaba delante de las maquinas tragaperras de los casinos y apretaba los botones, atenta a las lineas en movimiento. Y dejaba que los chirridos y crujidos metalicos le borraran todo pensamiento. La entendia perfectamente.
Camine hasta el dormitorio de mi madre con
Mire a mi madre en la penumbra. Estaba acostad; sobre su vieja manta de felpilla; finalmente se habia