la policia sospechaba de mi. De haber conocido el testamento, la unica manera que yo tenia de retener R amp; B era matandolo antes de que la disolviera. Me imagine como se presentaria el caso ante el tribunal; los datos se amontonarian como relampagos antes de la tormenta. Las investigaciones de homicidios tenian su propio climax, especialmente en los casos importantes. La presion para encontrar un sospechoso llevaba invariablemente a un arresto rapido, justo a tiempo para las noticias de la noche. Y hasta que se formalizara la acusacion, se hacia tanto dano a la imagen del acusado como podia hacerlo luego la sentencia final.
– -Estoy metida en un buen lio, ?verdad? --dije pensando en voz alta.
– No, si yo lo puedo remediar. -Grady se puso el casco y acelero la moto, que emergio a la vida con un rugido.
Respire hondo; luego, me puse el casco.
Entre en la sombria sala de espera de la Division de Homicidios, en el segundo piso de la central, y de inmediato afronte la horrenda galeria de fotos. Nada habia cambiado, ni siquiera despues de tantos anos. BUSCADOS por asesinato, decia a ambos lados de las paredes, las cuales exhibian unos veinte retratos de treinta por veinte centimetros. Cada uno de ellos mostraba esa extrana inexpresividad que solo la ira mas profunda puede llegar a producir. No me sorprendio constatar que entre ellos no hubiera ni blancos ni mujeres; los unicos blancos eran los detectives y no habia ninguna mujer en aquel sitio.
Salvo yo. Me mantuve al lado de Grady y, pese a lo llamativa que soy, me desdenaron descaradamente los diez policias que habia en la sordida habitacion pintada de un azul horrible. Reconoci a algunos de ellos como testigos de cargo del Estado en viejos juicios. Se arremolinaban friamente en torno a ajados escritorios metalicos dispuestos en filas irregulares. Unas persianas verticales y sucias bloqueaban la entrada del sol y habia una ventana totalmente tapiada por archivadores grises y polvorientos. Lo mire todo como si estuviera en una habitacion desconocida. En cierta manera lo era, ahora que yo me habia convertido en la principal sospechosa.
Sono el telefono en un escritorio delante de nosotros.
– -Homicidios -contesto un detective. Era un pelirrojo robusto que tomaba cafe de una taza barata-. No, ha salido. Habla Meehan.
Meehan. El apellido me sono familiar y entonces me di cuenta de quien se trataba. Habia perdido mucho peso, pero la voz grave era la misma. La oi el ano pasado en el caso de agresion en la zona noreste. Los acusados eran policias de uniforme. Y Meehan habia sido uno de los testigos de la paliza que habian llevado a cabo tres policias. Meehan no habia sido acusado y era obvio que lo habian ascendido. Nos miramos mientras hablaba por telefono y su mirada fue unicamente hostil. No podia esperar otra cosa. Lo puse en evidencia durante el interrogatorio y sus tres amigos perdieron el empleo.
– -Senorita Rosato --dijo el teniente Azzic, y nos hizo un gesto para que lo siguieramos.
– -Vamos --dijo Grady. Eche los hombros hacia atras y entre junto a el en la sala de la comisaria dejando atras una habitacion pequena con la puerta abierta y un letrero que decia: unidad de fugitivos. En su interior habia dos detectives sentados ante unas pantallas de ordenador. Era el unico sitio de la Division de Homicidios que parecia pertenecer a esta decada.
– Estamos en la sala C de interrogatorios -dijo el teniente Azzic.
La sala C de interrogatorios estaba tal cual la recordaba yo de los viejos tiempos, tan pequena y sucia como la sala de espera. En una pared habia un cristal opaco de los que se usan para identificar sospechosos frente a una mesa con una silla. Otra silla de hierro clavada al suelo estaba tras el escritorio.
– Tome asiento -dijo el teniente acomodando su gran corpachon en una de las sillas. Me hizo un gesto para que ocupara la de hierro y lo hice. Grady permanecio a mi lado y pronto aparecio un detective de alta estatura y finos labios con una americana marron colgada del hombro. Se presento y se apoyo contra la pared. Los policias siempre interrogan de dos en dos en los casos de asesinato. Solia explicar a mis clientes que era para que uno hiciera el papel de malo y el otro de bueno.
– ?Le importa si fumo? -pregunto el teniente Azzic sacando un cigarrillo Merit de un paquete blanco.
– Si -dijo Grady, y Azzic se detuvo.
– -?Bromea?
– -No, de donde vengo todo el mundo fuma. Usted fue lo bastante amable como para preguntar y yo preferiria que no lo hiciera.
Azzic esbozo una sonrisa y se guardo el paquete en un bolsillo, pero con el cigarrillo sin encender entre los dedos.
– Senorita Rosato, le hemos pedido que viniera aqui porque acaso usted disponga de informacion que nos ayudaria a comprender lo sucedido al senor Biscardi.
– No hara ninguna declaracion, teniente -dijo Grady.
Azzic lo miro friamente.
– Seria de gran ayuda si nos pudiera explicar lo que paso anoche entre ella y el senor Biscardi.
– Me doy cuenta, pero ella no va a hacerlo de esa manera. No hara ninguna declaracion. Por favor, limitese a hacerle preguntas.
Azzic se me acerco lo suficiente como para que pudiera percibir el olor a nicotina que despedia su americana.
– Senorita Rosato, muchos testigos se hacen un gran favor contando su historia sin abogados de por medio.
Casi lanzo una carcajada.
– Soy abogada, teniente, y ya estoy de por medio.
Los dedos de Grady me apretaron tan fuerte que los senti a traves de las hombreras.
– Ella esta representada, teniente. Por favor, hagale la primera pregunta.
– Muy bien. Lo haremos a su manera, al menos al principio. -Azzic cruzo las piernas y asomo la pistolera que llevaba en el tobillo. Se la tapo con el pantalon, pero eso no elimino el efecto intimidatorio.
– -Senorita Rosato, ciertamente usted conoce el derecho penal y los procedimientos policiales, pero es mi deber decirle cuales son sus derechos. Tendra que sufrir en silencio.
– -Adelante.
Recito mis derechos. Me parecia una rutina cuando se los leian a mis clientes, pero tomaron un significado muy especial ahora que estaba sentada sobre una silla atornillada al suelo y a medio metro de una pistola sujeta a un tobillo. Me esforce por relajarme y me invente el juego de descubrir el acento de Azzic. Era rudo, de clase obrera, con unas vocales oriundas del norte de Filadelfia. Tal vez del parque Juniata o acaso de Olney.
– Volvamos al principio -dijo Azzic-. ?Por que se peleo anoche con el senor Biscardi?
– No fue una pelea -corrigio Grady-. Fue una discusion.
Azzic lo acepto casi elegantemente.
– ?Sobre que discutio anoche con el senor Biscardi?
Me aclare la garganta.
– Mark queria disolver la sociedad.
– Pero usted no.
– Bennie… -empezo a decir Grady, pero no le hice caso.
– Me sorprendio, pero yo no tenia otra opcion. La sociedad se podia romper por decision de cualquiera de las partes.
– No le gusto nada, ?verdad? Usted y el habian fundado la empresa y vivieron juntos muchos anos antes de que el empezara la relacion con la senorita Eberlein.
Grady me retorcio el hombro.
– -Teniente, le recomiendo a mi cliente que no conteste a esa pregunta, si es que se trata de una pregunta. Por favor, prosiga.
Azzic suspiro.
– -Le grito usted al senor Biscardi durante esa discusion, ?verdad? Usted estaba enfadada.
Grady volvio a presionarme el hombro.
– Teniente, usted pregunta y se contesta. Hubo una discusion sobre la disolucion de la sociedad, pero ambas partes decidieron continuar. Proxima pregunta o lamentare decirle que tendremos que irnos.
Azzic jugueteo con el cigarrillo entre los dedos.