– -?Que? -Mi mano aun tenia un sudor frio y la retire rapidamente.

– Zumo de naranja. Una buena cantidad. Es lo mejor para esos resacones de muerte.

– Eso es lo que me dice mi novio -dije para frustrarle cualquier idea que tuviera sobre nuestro futuro en comun. Despues de todo, le era fiel a Grady, ?verdad?-. Adios, que tengan un buen dia -dije, y volvi al ascensor y aprete el boton. Vi que los policias desaparecian por el pasillo y casi entro de un salto cuando se abrieron las puertas.

Dios santo. Mas cerca no podria haber estado. La policia me pisaba los talones por culpa de Sam. En cuanto averiguaran donde vivia, se dirigirian alli. Estarian a un paso de mi, ya fuera a proposito o por azar. No me los quitaba de encima. Hasta que me atraparan.

34.° piso.

Se me hizo un nudo en el estomago. Pronto Azzic caeria sobre el coche de Sam y empezaria a hacer mas preguntas. No podia permanecer en Grun. Tenia que irme.

33.° piso.

Hice un inventario de mis pertenencias. Aun tenia el telefono movil, pero el bananamovil estaba fuera de juego. Jammie 11 estaba mejor con Sam. ?Como podia escapar sin coche? Estaba en una ciudad. Habia trenes, autocares, metros. ?Vete!

32.° piso.

Se abrieron las puertas y sali al piso de los perdedores. El aire acondicionado funcionaba a medio gas y la recepcion olia a meada de gato. Traspase rapidamente con la tarjeta la puerta de seguridad. Me dirigi corriendo a la sala D de reuniones y abri la puerta.

Mi nueva ropa habia llegado envuelta en bolsas de plastico. Tambien los zapatos, en su caja correspondiente. Cogi la ropa, el portafolios y los papeles. Oi que llamaban a la puerta en el momento en que me disponia a huir. Mierda. Contuve la respiracion. ?Seria la policia?

– ?Quien es? -pregunte.

Volvieron a llamar, esta vez con mas fuerza.

– ?Quien es? -repeti en voz mas alta.

No habia respuesta. ?Que pasaba? ?Era la puerta de entrada a la prision, a la que me habian traido los policias enganandome? Puse mi cara de piedra de Linda Frost y abri la puerta.

Jamas lo hubiera imaginado. Ni en un millon de anos.

30

Era mas bajo de lo que recordaba, pero su rostro estaba tan arrugado como siempre tras las gafas de concha con montura transparente. La calva se le habia redondeado y aparecia recubierta de pecas por el sol. Aunque era domingo, vestia la usual camisa blanca y corbata, asi como traje caqui de Brooks.

El Grande y Poderoso. De pie ante la puerta de la sala D de reuniones, esperando amablemente a un lado.

– Senor Grun -dije atonita.

– ?Que? -exclamo llevandose una mano a la oreja.

– ?Senor Grun!

Sonrio y la parte del labio que quedo a la vista era de un inesperado rojo humedecido.

– -Si. ?Me conoce?

Ay, ay.

– -He visto su foto. En el directorio.

– -Mucho gusto en conocerla. --Le flaqueaba la voz, pero aun era firme. Me tendio la mano, que me parecio fragil y reseca--. Usted debe de ser la senorita Frost.

– -Si, senor.

Entro en la sala de reuniones propulsado por las leyes de la termodinamica y su propia voluntad, luego tomo asiento en cuanto le alcance una silla.

– Gracias -dijo.

– De nada.

– Entonces, usted debe de ser la senorita Frost – repitio, y me estudio con la mirada. Movia la cabeza calva como la de una tortuga en su cuello duro-. Pues su cara me resulta conocida.

Me dio un vuelco el corazon.

– No, no nos han presentado.

– Su padre. ?Lo conozco?

– No. -Ni siquiera yo lo conocia.

– ?No estuvo en Piper, Marbury?

– No, no era abogado -dije, aunque no sabia lo quien era. Un sinverguenza, segun mi madre.

– Pues me resulta tan familiar… ?Como se llamaba su padre?

– Frost, como yo.

– ?Y su nombre de pila?

?Jack? No. ?David? Peor.

– -Grinnell. Grinnell Frost. Como la ciudad de Iowa -Oh, Dios, ensename a mentir mejor.

– -Grinnell Frost. --Meneo la cabeza vagamente-. Creo que no. De modo que usted viene de nuestra oficina Nueva York. Me gusta mucho la oficina de Nueva York

– -A mi tambien.

– Tenemos alli muy buenos abogados.

– Asi es.

– Pero no me gusta la ciudad de Nueva York.

– A mi tampoco. -Pero no tengo tiempo de hablar de eso.

– La gente no-tiene modales.

– Tiene razon. No prestan atencion a nadie.

– La gente -dijo haciendo una filigrana con la mar en el aire- tiene demasiada prisa.

– Demasiada, si.

– Y las calles estan sucias.

– Mucho.

– Inmundas.

– Ruidosas. -Nunca habia estado tan de acuerdo con el. Nunca estoy de acuerdo con alguien en muchas cosas, pero me dieron ganas de salir disparada. Salir del edificio.

– -Debe estar trabajando duro, senorita Frost.

– Desde luego.

– -Lei su nota sobre el caso de sistemas informaticos en el que esta trabajando.

– -?De verdad? --Mierda.

– Si, lamento haber tardado tanto en dar con usted. No vengo a trabajar cada dia y no siempre estoy al dia con la correspondencia. En cuanto a la legislacion, que decir. Para mi ya es letra muerta, mucho me temo. ?Esta al dia con la legislacion, senorita Frost?

– Lo intento.

– Debe hacerlo. Es esencial. Es basico saber lo que estan decidiendo los tribunales. Ya sabe lo que dijo el juez Cardozo.

?Que se sobornara a la policia?

– -Por supuesto.

– Las leyes cambian a cada momento. -Levanto un, dedo tan bronceado para esta epoca del ano que recorde que tenia una casa de vacaciones en Baton Rouge-. Ustedes, los jovenes, tienen ahora la firma. La firma ya funciona sin mi.

No pude ignorar la pesadumbre de su voz.

– Pero estoy segura de que no tan bien. Estoy segura

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