– Lo estamos confirmando.

– Hazlo.

– ?Cuantas tarjetas de visita han dejado, Laura?

– La pregunta iba dirigida a Laura Simon, la experta en huellas digitales.

– No encuentro gran cosa, Seth.

– Venga, Laura, tiene que haber huellas de ella por todas partes. ?Que me dices del marido? ?De la criada? Esto tiene que estar hasta los topes.

– Pues no las encuentro.

– Estas de broma.

Simon, que se tomaba el trabajo muy en serio y era la mejor experta en huellas que conocia Frank, incluida la policia de Nueva York, le miro compungida. Habia polvo de carbon por todas partes, ?y no habian encontrado nada? En contra de la creencia popular, muchos asesinos dejaban huellas en la escena del crimen. Solo habia que saber donde buscar. Laura Simon lo sabia y el resultado habia sido cero. Con un poco de suerte quizas encontrarian algo cuando hicieran los analisis en el laboratorio. Habia huellas, las denominadas latentes, que no se veian a primera vista por mucho que se las iluminara desde cualquier angulo. Habia que espolvorear y recoger en cinta adhesiva todo aquello que quizas habian tocado los delincuentes. Y despues confiar en la suerte.

– Tengo unas cuantas cosas empaquetadas para llevarme al laboratorio. Usare la ninhidrina y al resto le dare una pasada con Super Glue; entonces quiza tenga algo para ti. -Simon volvio a su trabajo.

Frank meneo la cabeza. El Super Glue, un cianoacrilato, era tal vez el mejor metodo para rociar y encontrar huellas en las cosas mas increibles. El inconveniente era que el proceso tardaba mucho en dar resultado. Un tiempo que no tenian.

– Venga, Laurie, por la pinta del cuerpo los malos ya nos llevan mucha ventaja.

– Tengo otro ester de cianoacrilato que quiero usar desde hace tiempo. Es mas rapido. O si no puedo calentar el Super Glue. -Simon sonrio.

– Estupendo -exclamo el detective con una mueca-. La ultima vez que lo hiciste tuvimos que evacuar el edificio.

– Nada es perfecto en este mundo, Seth.

Magruder carraspeo. Queria intervenir.

– Al parecer nos enfrentamos a unos autenticos profesionales.

– No son profesionales, Sam -le corrigio Seth, muy serio-. Son criminales, son asesinos. No fueron a la universidad para aprender a hacer esto.

– No, senor.

– ?Estamos seguros de que es la senora de la casa? -pregunto Frank.

– Christine Sullivan. -Magruder senalo la foto en el velador-. De todos modos, pediremos una identificacion positiva.

– ?Algun testigo?

– Ninguno por ahora. Todavia no hemos visitado a los vecinos. Lo haremos esta manana.

Frank escribio un relato muy detallado de la habitacion y el cadaver, y despues hizo un croquis del cuarto y el contenido. Un buen abogado defensor podia dejar como un idiota a cualquier testigo de la acusacion que no estuviese bien preparado. La falta de preparacion significaba que los culpables salian libres.

Frank habia aprendido la leccion con sangre cuando era un novato y habia llegado el primero a la escena de un robo. Nunca se habia sentido tan avergonzado y deprimido en su vida como aquella vez cuando dejo el banquillo de los testigos, su testimonio hecho trizas y utilizado como base para dejar en libertad al acusado. De haber tenido el arma reglamentaria, aquel dia el mundo se habria quedado con un abogado menos.

Frank cruzo la habitacion para reunirse con el medico forense, un hombre canoso y entrado en carnes que sudaba la gota gorda a pesar del fresco de la manana. El forense bajo la falda del cadaver. Frank se puso en cuclillas y observo las manos pequenas de la victima ahora metidas en bolsas de plastico; despues miro el rostro de la mujer que mostraba una coloracion negra y azul. La ropa estaba empapada con los fluidos corporales. Con la muerte se producia la relajacion casi instantanea de los esfinteres. Los olores eran muy desagrables. Por suerte, la presencia de insectos era minima a pesar de la ventana abierta. Aunque un entomologo forense, por lo general, podia fijar la hora de la muerte con mas acierto que un patologo, a ningun detective, a pesar de la precision, le agradaba examinar un cuerpo humano que se habia convertido en alimento para los insectos.

– ?Ya tiene una hora aproximada? -le pregunto Frank.

– El termometro rectal no servira de mucho, sobre todo cuando la temperatura corporal baja unas ocho decimas por hora. Setenta y dos a ochenta y cuatro horas. Lo sabre mejor cuando la abra. -El medico se incorporo-. Heridas de bala en la cabeza -anadio, aunque ninguno de los presentes dudaba sobre la causa de la muerte de la mujer.

– Tiene unas marcas en el cuello.

El medico forense dirigio a Frank una mirada alerta y encogio los hombros.

– Asi es. Todavia no se lo que significan.

– Le agradeceria que se diera prisa con este caso.

– No se preocupe. Por aqui no abundan los asesinatos. Siempre le damos prioridad. -El detective hizo una mueca al escuchar el comentario-. Espero que disfrute al tratar con la prensa -anadio el forense-. Vendran como un enjambre de abejas.

– Dira moscardones.

– Como usted quiera. Yo ya soy demasiado viejo para esas tonterias. Ya se la pueden llevar.

El medico forense acabo de recoger sus cosas y se marcho.

Frank sostuvo la mano pequena cerca de los ojos, miro las unas cuidadas por una manicura profesional. Vio las estrias en dos de las cuticulas, algo bastante logico si se habia producido una pelea antes de que la mataran. El cuerpo estaba hinchado; las bacterias hacian su trabajo mientras avanzaba el proceso de descomposicion. El rigor mortis habia desaparecido; esto indicaba que llevaba muerta mas de cuarenta y ocho horas. Los miembros eran flexibles por la desaparicion de los tejidos blandos. Seth suspiro. El cadaver llevaba aqui mucho tiempo. Algo muy conveniente para el asesino, y malo para los policias.

Todavia le asombraba como la muerte cambiaba a las personas. Unos restos hinchados que se parecian muy poco a un ser humano, cuando solo dias antes… De no haber sido porque su sentido del olfato habia dejado de funcionar no hubiese podido hacer lo que hacia. Pero eso venia dado por ser detective de homicidios. Todos los clientes estaban muertos.

Levanto con cuidado la cabeza de la victima y la movio a un lado y a otro para que le diera la luz. Dos pequenos orificios de entrada en el lado derecho, y un boquete de salida dentado en el izquierdo. Balas de gran calibre. Stu habia sacado fotos de las heridas desde distintos angulos, incluida una desde arriba. Los bordes limpios de los orificios y la ausencia de quemaduras o marcas en la piel le indicaron que los disparos habian sido efectuados desde una distancia superior a los sesenta centimetros.

Las heridas de contacto de armas de calibre pequeno, las que se disparaban con el canon apoyado en la carne, y las heridas de casi contacto, disparos hechos a menos de cinco centimetros del blanco, podian reproducir el tipo de heridas de entrada presentes en la victima. Pero si era una herida de contacto quedarian residuos de polvora en los tejidos a lo largo de la trayectoria del proyectil. La respuesta a la pregunta la daria la autopsia.

Despues Frank miro la contusion en el lado izquierdo de la mandibula. Quedaba oculta en parte por la hinchazon natural del cuerpo dentro del proceso de descomposicion, pero Frank habia visto cadaveres suficientes como para notar la diferencia. La superficie de la piel mostraba una curiosa amalgama de verde, pardo y negro. Eso solo lo podia hacer un golpe muy fuerte. ?Un hombre? Esto resultaba confuso. Llamo a Stu para que tomara unas fotos de la contusion con una escala de colores. Por ultimo volvio a apoyar la cabeza de la victima en el suelo con el respeto que se merecia, incluso en estas circunstancias tan asepticas.

En la autopsia que le harian a continuacion no mostrarian tanta deferencia.

Frank levanto poco a poco la falda. La ropa interior intacta. El informe de la autopsia contestaria la pregunta obvia.

El detective se paseo por el dormitorio mientras los tecnicos seguian con su trabajo. Una de las ventajas de vivir en un condado muy rico, aunque rural, era que la base impositiva daba de sobras para mantener una unidad criminal pequena pero de primera clase, dotada con todos los adelantos tecnologicos que en teoria ayudaban a la detencion de los malhechores.

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