volcaron contra su rostro. Despues le arranco la ultima prenda, unas bragas de encaje negro, y ella sonrio cuando las vio volar contra la pared. Entonces Gloria contuvo el aliento cuando el la levanto en brazos sin ningun esfuerzo y la llevo al dormitorio.
11
El Jaguar avanzo lentamente por el largo camino particular, se detuvo y bajaron dos personas.
Jack se alzo el cuello del abrigo. La noche era fresca y el cielo estaba encapotado con nubarrones que amenazaban lluvia.
Jennifer paso por delante del capo para ir a reunirse con Jack y se apoyaron en el vehiculo.
Jack contemplo la casa. La hiedra, muy espesa, tapaba toda la parte superior de la entrada. La mansion transmitia una sensacion de fortaleza y sosiego que sin duda contagiaria a sus ocupantes. Ahora mismo a el le vendrian muy bien las dos cosas. Tenia que admitirlo: era preciosa. Ademas, ?que tenian de malo las cosas hermosas? Cuatrocientos mil dolares como socio. Si traia mas clientes, ?quien sabia cuanto llegaria a ganar? Lord ganaba cinco veces mas, dos millones al ano, y ese era el minimo.
El dinero que ganaban los socios era materia estrictamente reservada y nunca se discutia en la firma, ni siquiera en las circunstancias mas informales. Sin embargo, Jack habia adivinado la palabra clave que daba acceso al archivo de cuentas de los socios en el ordenador. La palabra era «codicia». La secretaria que la escogio se habria partido de la risa.
Jack observo el prado, que tenia el tamano de la cubierta de un portaaviones. Tuvo una vision y miro a su prometida.
– Hay lugar de sobra para jugar al futbol con los chicos -comento con una sonrisa.
– Si, asi es. -Ella le devolvio la sonrisa y le dio un beso en la mejilla mientras le cogia un brazo para que le rodeara la cintura.
Jack volvio a mirar la casa, de tres millones ochocientos mil dolares, que muy pronto seria su hogar. Jennifer no dejo de observarle, con la sonrisa cada vez mas amplia. Sus ojos brillaban, incluso en la oscuridad.
Por su parte, Jack sintio una profunda sensacion de alivio. Esta vez solo veian ventanas.
A doce mil metros de altura, Walter Sullivan se recosto en la mullida butaca y contemplo la oscuridad a traves de la ventanilla del 747. A medida que avanzaban de este a oeste, Sullivan anadia horas al dia, pero los husos horarios nunca le habian preocupado. Cuanto mas viejo se hacia menos necesitaba dormir, y ademas nunca habia dormido mucho.
El hombre sentado delante de el aprovecho la ocasion para observar al anciano con atencion. Sullivan era conocido en todo el mundo como un empresario honrado, aunque duro de pelar. Honrado. Esta era la palabra que pasaba una y otra vez por la cabeza de Michael McCarty. Los empresarios honrados no tenian necesidad de (ni ganas de hablar con) los caballeros con una profesion como la de McCarty. Pero cuando a alguien le avisan a traves de los canales mas discretos que uno de los hombres mas ricos de la tierra desea entrevistarse con ese alguien, la persona en cuestion acepta. McCarty no se habia convertido en uno de los mejores asesinos del mundo porque le gustara mucho el trabajo. El disfrutaba con tener dinero y los lujos que el dinero le permitia comprar.
McCarty contaba con la ventaja de parecer el tambien un empresario, o un universitario, cosa que era verdad porque se habia licenciado en politica internacional en Dartmouth. Con el pelo rubio ondulado, los hombros anchos y sin una arruga en la cara, cualquiera le hubiese tomado por un empresario en el camino a la cumbre o una estrella de cine. El hecho de que se ganara la vida matando gente, por una tarifa superior al millon de dolares, no empanaba su entusiasmo juvenil o su amor por la vida.
Por fin, Sullivan se fijo en el. McCarty, a pesar de la enorme confianza en si mismo y su frialdad ante la presion, comenzo a inquietarse ante el escrutinio del multimillonario. De una elite a otra.
– Quiero que mate a alguien por mi -dijo Sullivan, sin inmutarse-. Por desgracia, en este momento, no se quien es esa persona. Pero con un poco de suerte, algun dia lo averiguare. Hasta que llegue ese dia, queda usted contratado y sus servicios estaran a mi disposicion.
– Sin duda conoce mi reputacion, senor Sullivan -replico McCarty con una sonrisa al tiempo que meneaba la cabeza-. Existe una gran demanda de mis servicios. Como ya sabe, mi trabajo me obliga a viajar por todo el mundo. Si le dedicase todo mi tiempo a usted hasta que se presente la oportunidad, entonces no cumpliria con los demas compromisos. Me temo que mi cuenta bancaria, junto con mi reputacion, resultarian perjudicadas.
– Cien mil dolares al dia hasta que surja la oportunidad, senor McCarty -respondio Sullivan en el acto-. Cuando cumpla con exito el trabajo, le pagare el doble de la tarifa habitual. No puedo hacer nada para preservar su reputacion; sin embargo, confio en que mi oferta evite cualquier perjuicio a su peculio personal.
McCarty abrio los ojos un poco mas de la cuenta pero enseguida recupero la compostura.
– Considero que es una oferta adecuada, senor Sullivan.
– Desde luego, se dara cuenta de que no solo deposito una gran confianza en su capacidad para eliminar sujetos, sino tambien en su discrecion.
McCarty disimulo una sonrisa. El avion de Sullivan le habia recogido en el aeropuerto de Estambul a la medianoche, hora local. La tripulacion no sabia quien era. Nunca nadie le habia identificado, por lo tanto no le preocupaba que alguien le reconociera. Sullivan, al recibirle personalmente, habia eliminado un peligro. Al intermediario, que habria tenido a Sullivan en su poder. Por su parte, McCarty no tenia ningun motivo para traicionar a Sullivan, mas de un millon de razones para no hacerlo.
– Recibira los detalles cuando esten disponibles -anadio Sullivan-. Se alojara en la zona metropolitana de Washington, aunque su mision podria ser en cualquier parte del mundo. Necesitare que se mueva al primer aviso. Me informara de su paradero en todo momento y se pondra en contacto cada dia a traves de lineas de comunicacion seguras que yo le asignare. Pagara sus gastos de la cantidad que reciba. El dinero lo recibira por transferencia a la cuenta que usted nos diga. Mis aviones estaran a su disposicion si surge la necesidad. ?Esta claro?
McCarty asintio, un poco desconcertado por las ordenes de su cliente. Pero nadie llegaba a multimillonario sin ser un poco mandon, ?no? McCarty estaba enterado del asesinato de Christine Sullivan. ?Quien cono podia culpar al viejo?
Sullivan apreto un boton en el apoyabrazos de la butaca.
– ?Thomas? ?Cuanto falta para que lleguemos?
– Cinco horas y catorce minutos, senor Sullivan -respondio la voz serena del capitan-, si mantenemos la velocidad y la altura actuales.
– Asegurese de que asi sea.
– Si, senor.
Sullivan apreto otro boton y aparecio un camarero que preparo la mesa y les sirvio una cena que McCarty nunca habia tenido oportunidad de probar a bordo de un avion. Sullivan no dijo nada hasta que acabaron de cenar y el joven se levanto mientras el camarero le explicaba como llegar a su litera. A un ademan de Sullivan, el camarero dejo solos a los dos hombres.
– Una cosa mas, senor McCarty. ?Alguna vez ha fallado en una mision?
McCarty entrecerro los parpados hasta que solo se vio una raja mientras miraba a su nuevo patron. Por primera vez resulto evidente que el tipo con pinta de empresario era muy peligroso.
– Una vez, senor Sullivan. Con los israelies. Algunas veces parecen sobrehumanos.
– Por favor, que no ocurra otra vez. Muchas gracias.
Seth Frank paseaba por los salones de la casa Sullivan. Las cintas amarillas de la policia seguian colocadas en el exterior, sacudidas por la brisa cada vez mas fuerte, mientras el cielo se encapotaba con gruesos nubarrones que prometian nuevos aguaceros. Sullivan se alojaba en su apartamento del Watergate. El personal domestico se encontraba en la residencia de su patron en Fisher Island, Florida, sirviendo a los miembros de la familia Sullivan. Los criados no tardarian en regresar a casa para ser sometidos a nuevos interrogatorios.
Se tomo un momento para admirar el lugar. Era como si estuviese de visita en un museo. Tanto dinero… El