lugar rezumaba dinero, desde las soberbias antiguedades a los cuadros pintados con brocha gorda que habia por todas partes, con firmas de verdad en una esquina. Caray, en esta casa todo era original.
Entro en la cocina y despues en el comedor. La mesa parecia un puente que unia los extremos de la alfombra azul claro que cubria el suelo de parque, los pies se hundian en el espesor del pelo. Se sento en la cabecera de la mesa, sin dejar de mirar a todas partes. Por lo que se veia, aqui no habia pasado nada. Pasaba el tiempo sin conseguir el menor progreso.
Fuera, el sol se abrio paso por un instante entre las nubes, y Frank tuvo su primera oportunidad en el caso. Se le habria escapado de no haber sido porque en aquel momento admiraba las molduras en el techo. Su padre habia sido carpintero. Las juntas se fundian sin solucion de continuidad.
Entonces fue cuando vio el arco iris que se movia por el techo. Se pregunto de donde surgiria. Su mirada busco por todo el comedor la vasija llena de oro que, segun la leyenda, estaba al final del arco iris. Tardo unos segundos, pero entonces lo encontro. Se arrodillo junto a la mesa y espio debajo de una de las patas. La mesa era una Sheraton, del siglo xviii, o sea que pesaba una tonelada. Necesito dos intentos, el sudor le corrio por la frente, una gota le entro en el ojo derecho y le hizo lagrimear, pero por fin consiguio levantar un poco la mesa y sacarlo.
Volvio a sentarse y contemplo su nueva posesion, quiza su pequena vasija de oro. El trozo de material plateado servia como barrera para evitar que las alfombras humedas danaran la madera o la tapiceria de los muebles. Con la ayuda de la luz del sol, la superficie metalizada habia dado origen a la aparicion del arco iris. El tenia un paquete de estas cosas en su casa. Su esposa las usaba cuando se ponia muy nerviosa ante el anuncio de la visita de los suegros y decidia hacer una limpieza a fondo.
Frank saco su libreta. Los sirvientes llegarian a Dulles al dia siguiente por la manana, a las diez. Dudaba que en esta casa el pequeno objeto hubiese permanecido mucho tiempo debajo de la mesa. Podia no ser nada o serlo todo. Era un margen muy amplio. Si tenia suerte, quiza se encontrara en un termino medio.
Se arrodillo otra vez y olio la alfombra, se paso los dedos por el pelo. Con los productos de limpieza de hoy en dia resultaba dificil saber. No dejaban olor, se secaban en un par de horas. No tardaria en averiguar cuando habia sido y si le serviria de algo. Podia llamar a Sullivan, pero por alguna razon, preferia saberlo por alguien que no fuera el dueno de la casa. El anciano no estaba en los primeros puestos de la lista de sospechosos, pero figuraba en la misma. Si ganaba o perdia posiciones, dependeria de lo que el descubriera hoy, manana, o la semana proxima. Cuando lo planteaba asi, resultaba muy sencillo. Esto no estaba mal, porque, hasta ahora, nada sobre la muerte de Christine Sullivan era sencillo. Salio del comedor pensando en la caprichosa naturaleza del arco iris y de las investigaciones policiales en general.
Burton observo a la multitud. Collin estaba a su lado. Alan Richmond se abrio paso hacia el podio instalado en los escalones de entrada al juzgado de Middleton, un edificio de ladrillos revocados, con denticulos blancos, escalones de cemento gastados por el tiempo y la ubicua bandera americana junto a la de Virginia ondeando en la brisa de la manana. El presidente inicio su discurso exactamente a las nueve y treinta y cinco. Detras de el se encontraban el delgado e imperterrito Walter Sullivan y el muy corpulento Herbert Sanderson Lord.
Collin se acerco un poco mas a la multitud de reporteros que se empujaban los unos a los otros sin miramientos al pie de las escaleras como dos equipos de baloncesto esperando que el lanzamiento de falta entre o pegue en el borde del aro. Se habia marchado de la casa de la jefa de gabinete a las tres de la manana. Que noche habia sido, que semana. Gloria Russell parecia despiadada e insensible en la vida publica, pero Collin habia conocido otro aspecto de la mujer, un aspecto que le resultaba muy atractivo. Tenia la sensacion de sonar despierto. Se habia acostado con la jefa de gabinete del presidente. Esas cosas no ocurrian. Pero le habia ocurrido al agente Tim Collin. Habian acordado verse todas las noches. Tenian que ir con cuidado, pero ambos eran cautos por naturaleza. Como acabaria todo esto era algo que Collin ignoraba.
Nacido y criado en Lawrence, Kansas, Collin habia sido educado en los valores tradicionales del Medio Oeste. Se salia con una chica, se enamoraba, se casaba y tenia cuatro o cinco hijos, todo en ese orden. No veia que esto fuera a ocurrir aqui. Lo unico que deseaba era estar con ella otra vez. Miro hacia la tarima y vio a Gloria detras y a la izquierda del presidente. Con las gafas de sol, el pelo agitado por el viento, parecia tener el dominio total de todo lo que ocurria a su alrededor.
Burton, que vigilaba la multitud, echo una ojeada a su companero a tiempo para ver la mirada que Collin dirigia a la jefa de gabinete. Fruncio el entrecejo. Collin era un buen agente que cumplia con su trabajo, en ocasiones con un exceso de celo. No era el primer agente al que le pasaba, y tampoco era criticable. Pero habia que mantener la mirada en la muchedumbre, en todo lo que tenia delante. ?Que diablos estaba pasando? Burton espio de reojo a Russell. La mujer miraba al frente, sin prestar ninguna atencion a los hombres asignados a la custodia. Burton miro otra vez a Collin. El chico miraba ahora al publico cambiando siempre de ritmo, izquierda a derecha, derecha a izquierda, algunas veces arriba, otras directamente al frente, sin establecer una pauta que un posible atacante pudiera utilizar. Sin embargo Burton no olvidaba la mirada que le habia dirigido a la jefa de gabinete. Detras de las gafas de sol, Burton habia visto algo que no le gustaba.
Alan Richmond acabo el discurso con una mirada inflexible al cielo sin una nube mientras el viento le desordenaba el peinado impecable. Parecia estar mirando a Dios para implorarle su ayuda, aunque en realidad intentaba recordar si la cita con el embajador japones seria a las dos o las tres de la tarde. Pero su mirada en lontananza, casi visionaria quedaria muy bien en las noticias de la noche.
En el instante oportuno volvio su atencion a Walter Sullivan y dio al desconsolado marido un abrazo digno de alguien de su condicion.
– Lo lamento mucho, Walter. Mis mas sinceras y profundas condolencias. Si hay algo, cualquier cosa que pueda hacer por ti. Ya lo sabes.
Sullivan estrecho la mano que le ofrecian. Le temblaron las piernas y de inmediato dos miembros de su comitiva le sostuvieron antes de que nadie se diera cuenta.
– Muchas gracias, senor presidente.
– Alan, por favor, Walter. Ahora de amigo a amigo.
– Gracias, Alan, no sabes cuanto te agradezco por haberte tomado la molestia. Christy se hubiese sentido muy conmovida por tus palabras.
Solo Gloria Russell, que no se perdia detalle del encuentro entre los dos personajes, capto el leve tiron de una mueca de burla en la mejilla de su jefe.
– Se que no hay palabras para expresar el dolor que sientes, Walter. Cada dia ocurren cosas en este mundo que no tienen ningun sentido. Si no hubiese sido por aquella subita enfermedad, esto nunca hubiese pasado. No puedo explicar por que pasan cosas como esta, nadie puede. Pero quiero que sepas que estoy aqui por ti, siempre que me necesites. En cualquier lugar, en cualquier momento. Hemos pasado muchas cosas juntos. Y, desde luego, tu me has ayudado en momentos muy dificiles.
– Tu amistad siempre ha sido importante para mi, Alan. Nunca olvidare esto.
Richmond paso un brazo por los hombros del anciano. En el fondo colgaban los microfonos sujetos en pertigas. Rodeaban a la pareja como canas de pescar gigantescas a pesar de los esfuerzos de los escoltas de los dos personajes.
– Walter, voy a comprometerme en esto. Algunos diran que no es mi trabajo y que en mi posicion no puedo involucrarme personalmente en nada. Pero maldita sea, Walter, eres mi amigo y no pienso dejar que esto pase como si nada. Los responsables pagaran por lo que han hecho.
Los dos volvieron a fundirse en un abrazo mientras las camaras de television y los fotografos registraban la escena. A traves de las antenas de seis metros de altura de la flota de unidades moviles, el mundo presencio esta muestra de ternura y amistad. Otro ejemplo de que Alan Richmond era algo mas que un presidente. La gente de relaciones publicas de la Casa Blanca se estremecia al pensar en el efecto que tendria en las encuestas preelectorales.
En la pantalla del televisor aparecieron sucesivamente la mtv, grand Ole Opry, los dibujos animados, la qvc, la cnn, Pro Wrestling, y otra vez la cnn. El hombre se sento en la cama, apago el cigarrillo y dejo a un lado el mando a distancia. El presidente daba una conferencia de prensa. Se mostraba severo e impresionado por el abominable asesinato de Christine Sullivan, esposa del multimillonario Walter Sullivan, uno de los amigos intimos del presidente, y el creciente clima de inseguridad en el pais. No se menciono en ningun momento si el presidente hubiera dicho lo mismo en el caso de que la victima hubiese sido un pobre negro, un hispano o un asiatico