miro.

– ?Como lo supiste? ?Como cono le pillaron?

Kate se sacudio como una hoja. El dolor era tan fuerte que parecia visible, flotaba sobre ella antes de hundirse una y otra vez en su cuerpo delgado. Se tomo un momento para limpiarse el rostro con otro panuelo. Tardo mucho en volverse hacia el, centimetro a centimetro, como si fuera una anciana invalida. Mantuvo los ojos cerrados mientras hacia un esfuerzo por expulsar el aire viciado de los pulmones.

Por fin abrio los ojos. Movio los labios sin que saliera ningun sonido. Entonces consiguio pronunciar las palabras, lentamente, como si quisiera absorber al maximo los golpes que acompanaban a cada una de ellas.

– Yo le entregue.

Luther, vestido con el uniforme naranja de los presos, se hallaba sentado en la misma sala de interrogatorios donde habia estado Wanda Broome. Seth Frank, al otro lado de la mesa, le observo con atencion. Luther mantuvo la mirada al frente. No estaba en las nubes. El tipo pensaba en otra cosa.

Entraron dos hombres. Uno de ellos coloco un magnetofono en el centro de la mesa y lo puso en marcha.

– ?Fuma? -Frank le ofrecio un cigarrillo. Luther acepto y los dos hombres dieron un par de caladas en silencio.

Frank le leyo a Luther la advertencia Miranda. Esta vez no habria ningun error de procedimiento.

– ?Comprende sus derechos?

Luther hizo un gesto vago con el cigarrillo.

El tipo no era como esperaba Frank. Desde luego era un delincuente. En los antecedentes aparecian tres condenas, pero en los ultimos veinte anos habia estado limpio. Eso no significaba mucho. Tampoco que no aparecieran actos violentos en los antecedentes. Pero habia algo en el tipo que no encajaba.

– Necesito que responda si o no a la pregunta.

– Si.

– Esta bien. ?Comprende que esta arrestado en relacion con el asesinato de Christine Sullivan?

– Si.

– ?Y esta seguro de que desea renunciar a su derecho a tener un abogado que le represente? Podemos traerle un abogado, o usted puede llamar uno.

– Estoy seguro.

– ?Y comprende que no tiene ninguna obligacion a formular declaracion alguna a la policia? ?Que cualquier declaracion que haga puede ser utilizada en su contra?

– Lo comprendo.

Los anos de experiencia le habian ensenado a Frank que las confesiones obtenidas en el primer momento podian resultar un desastre para la acusacion. Incluso una confesion voluntaria podia ser rebatida por la defensa con el resultado de que todas las pruebas obtenidas a traves de esa confesion quedaban contaminadas y perdian todo valor. El asesino podia llevar a la policia hasta el cadaver y al dia siguiente salir en libertad acompanado por su abogado que sonreiria a los polis al tiempo que rogaria interiormente que al cliente nunca se le ocurriera volver a pisar el vecindario. Pero Frank ya tenia todo lo necesario. Lo que dijera Whitney era relleno. Se centro en el detenido.

– Entonces, le formulare unas cuantas preguntas. ?De acuerdo?

– Si.

Frank dicto el mes, el dia, el ano y la hora para el expediente y a continuacion le pidio a Luther que diera el nombre completo. Hasta ahi llegaron. Se abrio la puerta. Un agente asomo la cabeza.

– Tenemos a su abogado en el pasillo.

Frank miro a Luther; apago el magnetofono.

– ?Que abogado?

Antes de que Luther pudiera responder, Jack aparto al agente de la puerta y entro.

– Jack Graham, soy el abogado del detenido. Saquen ese magnetofono de aqui. Si me perdonan, caballeros, quiero hablar con mi cliente a solas.

– Jack -exclamo Luther con voz aguda.

– Callate, Luther. -Jack miro a los policias-. ?A solas!

Los hombres salieron de la sala. Frank y Jack intercambiaron una mirada y despues se cerro la puerta. Jack dejo el maletin sobre la mesa pero no se sento.

– ?Quieres hacer el favor de decirme que diablos esta pasando?

– Jack, no te metas en esto. Te lo digo de verdad.

– Me llamaste. Me hiciste prometer que seria tu abogado. Ahora, maldita sea, me tienes aqui.

– Estupendo, ya has cumplido, ahora vete.

– De acuerdo, me voy, y despues tu ?que haras?

– Eso no te concierne.

– ?Que haras? -insistio Jack.

– ?Me declarare culpable! -Luther elevo la voz por primera vez.

– ?Tu la mataste?

Luther desvio la mirada.

– ?Tu mataste a Christine Sullivan? -Luther no respondio. Jack le sujeto por el hombro-. ?Tu la mataste?

– Si.

Jack le miro a la cara. Despues recogio el maletin.

– Soy tu abogado, lo quieras o no. Y hasta que no descubra por que me mientes, ni se te ocurra hablar con los polis. Si lo haces, conseguire que alguien certifique que estas loco.

– Jack, te agradezco lo que haces, pero…

– Mira, Luther, Kate me dijo lo que paso, lo que hizo y por que lo hizo. Pero a ver si entiendes una cosa. Si te enchironan por esto, tu bonita hija no se recuperara nunca mas. ?Lo entiendes?

Luther cerro la boca. De pronto la sala parecio encogerse a un tamano diminuto. No se dio cuenta de la marcha de Jack. Permanecio sentado con la mirada perdida. Por una vez en su vida, no sabia que debia hacer.

Jack se acerco a los hombres reunidos en el vestibulo.

– ?Quien esta al mando?

– Yo. Teniente Seth Frank.

– Bien, teniente. Solo para que conste, mi cliente no renuncia a sus derechos Miranda, y usted no intentara hablar con el sin mi presencia. ?Entendido?

– De acuerdo -respondio Frank, que se cruzo de brazos.-?Quien es el fiscal asignado?

– El fiscal ayudante George Gorelick.

– Supongo que tiene la orden de acusacion.

– Aprobada por el gran jurado la semana pasada.

– Le creo. -Jack se puso el abrigo.

– Puede olvidarse de la fianza, aunque supongo que ya lo sabe. -Por lo que he escuchado, me parece que estara mas seguro con ustedes. Cuidelo por mi, ?de acuerdo?

Jack le dio su tarjeta a Frank y se marcho con paso decidido. Desaparecio la sonrisa del teniente al escuchar el comentario de despedida. Miro la tarjeta, despues hacia la sala de interrogatorios y por ultimo a la figura del abogado defensor que se marchaba.

Kate se habia dado una ducha y cambiado de ropa. El pelo humedo le caia suelto sobre los hombros. Llevaba un sueter azul oscuro con una camiseta blanca debajo. Los vaqueros destenidos le venian grandes en las caderas estrechas. No llevaba zapatos, solo calcetines de lana gruesa. Jack le miro los pies mientras ella se movia con paso agil por la habitacion. Parecia estar un poco mejor. Pero el espanto se mantenia en la mirada, y la actividad fisica era una manera de disiparlo.

Jack se sirvio un vaso de gaseosa y volvio a su silla. Tenia los hombros rigidos. Como si hubiese notado la tension del hombre, Kate dejo de pasear y comenzo a darle un masaje.

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