sobre el control de trayectoria y de direccion. El y Burkhart empezaron a repasar la lista de procedimientos para salir de orbita y entrar en la atmosfera.
– Cuando ustedes quieran, Houston.
– Muy bien, Don -respondio el control de tierra-. Preparese para salir de orbita.
– Ojos que no ven, mente que no recuerda -dijo Jurgens-. ?Ha oido esto?
– No le comprendo, repita.
– Cuando sali de la Tierra, me llamaba Dave.
– Lo siento, Dave.
– ?Con quien estoy hablando? -pregunto Jurgens, despertada su curiosidad.
– Con Merv Foley. ?No reconoce mis resonantes sonidos vocales?
– Despues de todas nuestras brillantes conversaciones, ha olvidado mi nombre. ?Que verguenza!
– Un
– Lo que ustedes digan, Houston. -Jurgens apreto brevemente el boton del intercomunicador-. ?Listos para volver a casa, senor Steinmetz?
– Todos esperamos con ilusion este viaje -respondio Steinmetz con alegria.
En los compartimientos espartanos de debajo de la cubierta y de la cabina de los pilotos, los especialistas de la lanzadera y los colonos de Jersey ocupaban por entero el espacio disponible. Detras de ellos, el compartimiento de veinte metros de longitud destinado a la carga estaba lleno en sus dos terceras partes de archivos de datos, muestras geologicas y cajas conteniendo los resultados de mas de mil experimentos medicos y quimicos: el tesoro acumulado por los colonos y que los cientificos tardarian dos decenios en analizar del todo. Tambien estaba alli el cadaver del doctor Kurt Perry.
El
Al hacerse mas densa la atmosfera, el calor hizo que el casco del
De pronto, sono una nota de advertencia en sus auriculares y se encendio una luz de alarma. Jurgens reacciono rapidamente, pulsando el teclado de un ordenador para pedir detalles del problema, mientras Burkhart informaba al control de tierra.
– Houston, tenemos una luz de alarma.
– Aqui no vemos nada de eso,
– Pero algo pasa, Houston -insistio Burkhart.
– Solo puede ser un error de ordenador.
– No. Los tres ordenadores de navegacion y de direccion coinciden todos.
– Ya lo tengo -dijo Jurgens-. Estamos sufriendo un error de rumbo.
La voz tranquila del Centro Espacial Johnson replico:
– No se preocupe, Dave. Siguen el rumbo correcto. ?Me oye?
– Le oigo, Foley, pero espere un momento a que consulte al ordenador de comprobacion.
– Si esto le hace feliz, hagalo. Pero todos los sistemas funcionan perfectamente.
Jurgens hizo una pregunta sobre datos de navegacion al ordenador. Menos de treinta segundos mas tarde, llamo a Houston.
– Algo anda mal, Merv. Incluso el ordenador de comprobacion muestra que nos dirigimos a cuatrocientas millas al sur y cincuenta al este de Canaveral.
– Confie en mi, Dave -dijo Foley cansado-. Todas las estaciones de seguimiento muestran que sigue el rumbo debido.
Jurgens miro por la ventanilla de su lado y solamente vio oscuridad debajo. Apago su radio y se volvio a Burkhart.
– Me importa un bledo lo que dice Houston. Estamos fuera del rumbo previsto. Solo hay agua debajo de nosotros, cuando deberiamos ver luces en la peninsula de Baja California.
– No lo entiendo -dijo Burkhart, revolviendose inquieto en su sillon-. ?Que pretenderan?
– Estaremos preparados para tomar el control manual. Si no supiese que es imposible, juraria que Houston nos esta enviando a Cuba.
– Esta viniendo como una cometa a la que se tira de la cuerda -dijo Maisky, con expresion lobuna. Velikov asintio con la cabeza.
– Tres minutos mas y el
– ?Volver atras? -repitio Maisky.
– Dar media vuelta y aterrizar en la pista del Centro Especial Kennedy.
Maisky se froto las palmas con nerviosa anticipacion.
– Una nave espacial americana en manos sovieticas. Sera la operacion secreta mas grande del siglo.
– Washington pondra el grito en el cielo como un pueblo de virgenes violadas, exigiendo su devolucion.
– Le devolveremos su supermaquina de mil millones de dolares. Pero no antes de que nuestros ingenieros del espacio la hayan estudiado minuciosamente.
– Y esta ademas el tesoro de informacion de sus colonos en la Luna -le recordo Velikov.
– Una hazana increible, general. Se habra ganado usted la Orden de Lenin.
– Todavia no sabemos como acabara la cosa, camarada Maisky. No podemos predecir la reaccion del presidente.
Maisky se encogio de hombros.
– Tendra atadas las manos si le ofrecemos negociar. A mi entender, los cubanos son nuestro unico problema.
– No se preocupe. El coronel general Kolchak ha colocado una barrera de mil quinientos soldados sovieticos alrededor de la pista de Santa Clara. Y, como nuestros consejeros estan al mando de las defensas aereas de Cuba, la nave espacial tendra libre el camino para aterrizar.
– Entonces podemos decir que ya esta en nuestras manos.
Velikov asintio con la cabeza.
– Creo que podemos decirlo con toda seguridad.