perdamos de vista antes de que los policias se olviden de la inmunidad de la Embajada y se pongan violentos.

Empujo rapidamente a todos dentro de la casa y por un pasillo que conducia a la seccion americana del edificio. Pitt fue llevado a una habitacion desocupada, donde podria tomar una ducha y afeitarse. Un miembro del personal que era aproximadamente de su talla le presto alguna ropa. El uniforme de Jessie fue quemado con la basura, y ella tomo agradecida un bano para quitarse el mal olor del estiercol. Un medico de la embajada suiza la reconocio minuciosamente y curo sus cortes y contusiones. Prescribio una comida saludable y le ordeno que descansara unas horas antes de ser interrogada por los oficiales de la Seccion de Intereses Especiales.

Pitt fue acompanado a una pequena sala de conferencias. Cuando entro, Hagen y Clark se levantaron y se presentaron formalmente. Le ofrecieron un sillon y todos se acomodaron alrededor de una pesada mesa de madera de pino tallada a mano.

– No tenemos tiempo para demasiadas explicaciones -dijo Clark, sin preambulos-. Hace dos dias, mis superiores de Langley me informaron sobre su incursion secreta en Cayo Santa Maria. Lo hicieron para que estuviese preparado en caso de que fracasara y hubiese repercusiones en La Habana. No me entere de su exito, hasta que el senor Hagen…

– Ira -le interrumpio Hagen.

– Hasta que Ira me ha mostrado hace un momento un documento altamente secreto capturado en la instalacion de la isla. Tambien me ha dicho que el presidente y Martin Brogan le habian pedido que averiguase su paradero y el de la senora LeBaron. Tenia que notificarselo inmediatamente, en el caso de que hubiesen sido sorprendidos y detenidos.

– O ejecutados -anadio Pitt.

– Tambien esto -asintio Clark.

– Entonces tambien sabe por que Jessie y yo nos separamos de los demas y vinimos a Cuba.

– Si. Ella trae un mensaje urgente del presidente para Castro.

Pitt se relajo y se arrellano en su sillon.

– Muy bien. Mi papel en el asunto ha terminado. Les agradeceria que hiciesen lo necesario para poder enviarme de vuelta a Washington, despues de unos pocos dias que necesito para resolver un asunto personal.

Clark y Hagen intercambiaron una mirada, pero ninguno de los dos pudo mirar a Pitt a los ojos.

– Lamento estropear sus planes -dijo Clark-. Pero estamos ante un problema grave, y su experiencia en cuestion de barcos podria sernos de gran ayuda.

– No les serviria de nada. Soy demasiado conocido.

– ?Puede dedicarnos unos minutos y le contaremos de que se trata?

– Les escuchare con mucho gusto.

Clark asintio satisfecho con la cabeza.

– Muy bien. Ira ha venido directamente de hablar con el presidente. Esta en mejores condiciones que yo para explicarle la situacion. -Se volvio a Hagen-. Usted tiene la palabra.

Hagen se quito la chaqueta, saco un panuelo del bolsillo de atras del pantalon y se enjugo la sudorosa frente.

– La situacion es esta, Dirk. ?Puedo llamarle Dirk?

– Ese es mi nombre.

Hagen era experto en juzgar a los hombres y le gusto lo que veia. Aquel tipo no parecia de los que se dejan enganar. Tambien tenia un aire que inspiraba confianza. Hagen puso las cartas sobre la mesa y explico el plan ruso para asesinar a los Castro y asumir el control de Cuba. Expuso en terminos concisos los detalles, explicando que la bomba nuclear habia sido introducida secretamente en el puerto, asi como el tiempo proyectado para su explosion.

Cuando Hagen hubo terminado, Clark esbozo la accion emprendida para encontrar la bomba. No habia tiempo para traer un equipo de rastreo sumamente experto en ingenios nucleares, ni permitirian los cubanos que pusiesen los pies en la ciudad. El tenia solamente veinte hombres, provistos de un equipo primitivo para detectar las radiaciones. Tenia la enorme responsabilidad de dirigir la busqueda y no se necesitaba mucha imaginacion para darse cuenta de la futilidad de sus esfuerzos. Por fin, hizo una pausa.

– ?Me sigue, Dirk?

– Si… -dijo lentamente Pitt-. Le sigo. Gracias.

– ?Algunas preguntas?

– Varias, pero una es la que mas me importa. ?Que nos ocurrira a todos si esa bomba no es encontrada y desactivada?

– Creo que ya conoce la respuesta -dijo Clark,

– Si, pero quiero oirla de sus labios.

La cara de Clark asumio la expresion de un enlutado en un entierro.

– Moriremos todos -dijo simplemente.

– ?Nos ayudara? -pregunto Hagen.

Pitt miro a Clark.

– ?Cuanto tiempo tenemos?

– Aproximadamente dieciseis horas.

Pitt se levanto de su sillon y empezo a pasear arriba y abajo, dejando que su instinto comenzara a abrirse paso en aquel laberinto de informacion. Despues de un minuto de silencio, en que Hagen y Clark le observaron con expectacion, se apoyo de pronto en la mesa y dijo:

– Necesito un plano de la zona portuaria.

Un miembro del personal de Clark lo trajo rapidamente.

Pitt lo aliso sobre la mesa y lo miro.

– ?Dicen ustedes que no pueden avisar a los cubanos? -pregunto, mientras estudiaba los lugares de amarre de la bahia.

– No -respondio Hagen-. Su Gobierno esta infestado de agentes sovieticos. Si les pusiesen sobre aviso, no solo harian oidos sordos, sino que entorpecerian nuestra operacion de busqueda.

– ?Y que me dicen de Castro?

– Penetrar en su refugio y avisarle es mi mision -dijo Hagen.

– Y los Estados Unidos tendran la culpa.

– La falsa informacion de los sovieticos cuidara de esto.

– Por favor, ?pueden darme un lapiz?

Clark se lo dio y volvio a sentarse en silencio mientras Pitt trazaba un circulo en el plano.

– Yo diria que el barco que lleva la bomba esta atracado en la ensenada de Antares.

Clark arqueo las cejas.

– ?Como puede saberlo?

– Evidentemente, es el lugar donde una explosion causaria mas estragos. La ensenada se adentra casi hasta el corazon de la ciudad.

– Un buen razonamiento -dijo Clark-. Dos de los barcos sospechosos estan amarrados alli. El otro esta en el otro lado de la bahia.

– Denme un informe detallado sobre estos barcos.

Clark examino la pagina correspondiente del documento en que se consignaban las llegadas de barcos.

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