Dirk se volvio para mirar mas alla del puerto los edificios iluminados.

– Me gustaria que pudieramos pasar mas tiempo juntos -comento con tono nostalgico.

– ?Que te parece irnos de pesca a los lagos del norte de Canada? -propuso Pitt.

– Una idea excelente.

– Lo hablare con Sandecker. Despues de lo que hemos hecho en los ultimos dias, no creo que nos niegue un descanso.

Giordino y Summer se reunieron con ellos junto a la borda. Todos respondian a los saludos que les dedicaban desde los barcos anclados por un trabajo bien hecho. El Sea Sprite paso por el ultimo recodo del canal, y aparecio a la vista el muelle de la NUMA. Tal como temia Pitt, estaba abarrotado de furgonetas de la television y reporteros.

Barnum dirigio la maniobra de atraque, lanzaron los cables de amarre y los sujetaron a los norayes. Luego bajaron la pasarela. El almirante James Sandecker subio al barco como un zorro que persigue a una gallina. En realidad tenia algo de zorro con el rostro afilado, los cabellos rojos y la barba estilo van Dyke. Rudi Gunn, director delegado de la NUMA y el genio administrativo de la organizacion, le pisaba los talones.

Barnum saludo a Sandecker cuando piso la cubierta.

– Bienvenido a bordo, almirante. No esperaba verlo aqui.

Sandecker abarco con un gesto el muelle y la multitud de representantes de los medios.

– ?No me perderia esto ni por todo el oro del mundo! -Estrecho vigorosamente la mano de Barnum-. Un excelente trabajo, capitan. Toda la NUMA esta orgullosa de usted y de su tripulacion.

– Fue un trabajo en equipo -dijo Barnum, modestamente-. Si no hubiese sido por el heroismo de Pitt y Giordino, que se ocuparon de llevar los cables de amarre, el Ocean Wanderer se habria estrellado contra las rocas.

Sandecker vio a Pitt y Giordino y se acerco a la pareja.

– Vaya, por lo visto no hay manera de evitar que ustedes dos se metan en problemas -afirmo con fastidio.

Pitt tenia claro que era el mejor elogio que podia hacerle el almirante.

– Digamos que fue una suerte que, cuando llamo Heidi Lisherness desde nuestro Centro de Huracanes en Key West y nos informo de la situacion, estuvieramos trabajando en un proyecto frente a las costas de Puerto Rico.

– Doy gracias a Dios de que pudierais volar hasta la zona a tiempo para evitar una terrible catastrofe - manifesto Gunn. Era un hombre bajo, con unas gafas de carey, y de un caracter que le granjeaba el aprecio de todos.

– La fortuna tuvo mucho que ver -senalo Giordino humildemente.

Dirk y Summer se acercaron a saludar a Sandecker.

– Por lo que se ve, estan recuperados del todo -comento el almirante.

– Si papa y Al no nos hubiesen sacado del Pisces -respondio Summer-, ahora no estariamos aqui para contarlo.

La sonrisa de Sandecker parecia cinica, pero en sus ojos brillaba el orgullo.

– Si, por lo que parece el trabajo de los bienhechores nunca se acaba.

– Eso me lleva a plantear una peticion -dijo Pitt.

– Peticion denegada -exclamo Sandecker, que le habia adivinado la intencion-. Podran solicitar unas vacaciones en cuanto acaben con el proximo proyecto.

Giordino miro al almirante con una expresion agria.

– Eres un viejo malvado -opino.

– Recojan sus cosas -anadio Sandecker sin hacer caso del comentario-. Rudi los trasladara hasta el aeropuerto. Hay un avion de la NUMA que os llevara a Washington. Tiene la cabina presurizada, asi que Dirk y Summer no tendran complicaciones con la reciente descompresion. Nos encontraremos en mi despacho manana al mediodia.

– Espero que el avion tenga camas, porque sera nuestra unica oportunidad de dormir un poco -manifesto Giordino.

– ?Volara usted con nosotros, almirante? -pregunto Summer.

– ?Yo? -En el rostro de Sandecker aparecio una sonrisa zorruna-. No, ire en otro avion. -Senalo a los reporteros-. Alguien tiene que sacrificarse en el altar de los medios.

Giordino saco del bolsillo un puro que se parecia muy sospechosamente a los de Sandecker. Miro al almirante con expresion socarrona mientras lo encendia.

– Asegurese de que escriban nuestros nombres correctamente.

Heidi Lisherness miraba sin ver los monitores donde aparecian los ultimos coletazos del huracan Lizzie. Despues de virar hacia el sudeste y castigar a los barcos que navegaban por el mar de las Antillas, habia golpeado la costa este de Nicaragua entre Puerto Cabezas y Punta Gorda. Afortunadamente, ya habia perdido la mitad de la fuerza y eran pocos los pobladores que vivian en la zona. Lizzie recorrio otros ochenta kilometros de marismas antes de desaparecer del todo. En su estela habia hundido dieciocho barcos con todas sus tripulaciones, habia acabado con las vidas de tres mil personas, y otras diez mil habian sufrido heridas o habian perdido sus casas.

Solo podia imaginarse el numero de muertos y las perdidas que se hubieran producido de no haber avisado del peligro en cuanto Lizzie comenzo a formarse. Continuaba sentada alli, inclinada sobre la mesa cubierta de fotos, informes y un sinfin de vasos de cafe, cuando su marido Harley entro en el despacho, que parecia haber sufrido tambien las consecuencias del paso del huracan. Al personal de limpieza le esperaba una dura faena.

– Heidi -dijo, mientras apoyaba carinosamente una mano en el hombro de su esposa.

Heidi lo miro con los ojos enrojecidos.

– Oh, Harley, me alegra que hayas venido.

– Vamos, chica, has hecho un gran trabajo. Ahora es el momento de dejar que te lleve a casa.

Heidi se levanto lentamente y se apoyo en su marido mientras caminaban por los despachos del Centro de Huracanes. Cuando llego a la puerta se volvio para echar una ultima mirada. Se fijo en el cartel que alguien habia colgado en la pared:

SI CONOCIERAS A LIZZIE COMO NOSOTROS LA CONOCEMOS, OH, OH, OH, VAYA TORMENTA.

Sonrio para sus adentros y apago las luces, y la enorme sala del Centro de Huracanes quedo a oscuras.

Parte dos

Ahora ?que?

15

23 de agosto de 2006

Washington

El aire era caliente y humedo y no soplaba la mas minima brisa. El cielo tenia un color azul cobalto donde desfilaban unas nubes blancas como un rebano de ovejas. Salvo por los turistas, la ciudad se movia a un ritmo lento en pleno verano. Los congresistas se valian de cualquier excusa para ordenar un receso que les permitiera escapar del calor y la humedad, y solo celebraban sesiones cuando consideraban que era absolutamente necesario o para dar la imagen de que eran unos trabajadores infatigables a los ojos de los votantes.

Cuando Pitt descendio del reactor Citation de la NUNA, penso que el tiempo que hacia en la capital se

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