interpusiera en su camino. Los peores de todos eran los que queria tener. Procedian de cualquier clase social, y eran capaces de hacer cualquier cosa por dinero o poder. Santos se sabia un chico muy inteligente, que habia aprendido muchas cosas en su corta vida. Su padre habia sido un tipico miembro del grupo de los que querian tener, siempre dispuesto a pasar por encima de alguien, a levantar su puno contra el mas debil o el mas pequeno. Eso hacia que se sintiera todo un hombre.

Al pensar en el, hizo una mueca de desagrado. Solo tenia malos recuerdos de Samuel «Willy» Smith. Se creia tan importante que se habia negado a darle su apellido. Decia que tanto su madre como el eran unos miserables. El dia que el sheriff los informo de que le habian cortado el cuello en una pelea, Santos se sintio aliviado. Sin embargo, no dejaba de preguntarse por el de vez en cuando. No entendia que lo habia empujado a desperdiciar su vida convirtiendolo en un infierno para todos.

Santos entro en la tienda. El aire acondicionado del interior resultaba muy agradable. Compro los bocadillos y unos refrescos, y diez minutos mas tarde se encontraba de nuevo en la calle.

En cuanto llego al edificio en el que vivian, subio el tramo de escaleras y entro en la casa.

– Mama, ya estoy aqui.

Su madre salio del dormitorio con un cepillo en la mano. Llevaba cubierto el rostro por la capa de maquillaje que usaba para trabajar. En cierta ocasion le habia explicado que se maquillaba tanto porque de ese modo tenia la impresion de que era otra la que estaba bailando en el escenario. Por otra parte, a los hombres que visitaban aquel tipo de locales les gustaba que tuviera aspecto de prostituta barata. Formaba parte de la profesion. Santos lo encontraba humillante y deseaba que su madre no tuviera que trabajar en algo asi.

– Hola, carino, ?que tal te ha ido el dia?

– Muy bien -contesto, mientras echaba la cadena de la puerta-. He traido unos bocadillos.

– Que bien. Estoy hambrienta. Podemos comer en mi dormitorio, que es mas fresco. Hoy hace un calor insoportable.

Victor la siguio y ambos se sentaron en el suelo. Mientras comian, observo a su madre. Lucia Santos era una mujer preciosa, de ascendencia mexicana e india. De pelo y ojos oscuros, gozaba de unos pomulos altos y de un rostro que resultaba muy exotico en Estados Unidos. Mas de una vez habia observado como la miraban los hombres cuando salian los dos solos y se vestia normalmente, sin maquillaje, con unos simples vaqueros y una coleta de caballo.

Todo el mundo decia que habia salido a ella, y tenian razon. Cada vez que se miraba en un espejo, daba las gracias por no parecerse nada a su padre.

– La senora Rosewood llamo hoy.

– Magnifico -se quejo Santos-. Justo lo que necesitabamos.

La senora Rosewood era una de las tutoras del colegio.

– Las clases empiezan la semana que viene. Necesitaras unas cuantas cosas.

Victor sabia muy bien lo que aquello significaba. Una de esas noches llegaria a casa con algun «amigo». Estaban en la ruina, y su madre no tenia otra forma de conseguir el dinero suficiente para pagar sus estudios, sus libros y su ropa.

– No necesito nada.

– ?De verdad? ?Y que hay del centimetro que has crecido desde el verano? ?No crees que tu ropa te estara algo pequena?

– No te preocupes por eso -contesto-. He ahorrado dinero gracias a mi trabajo. Yo me comprare mi ropa.

– Pero necesitas ir al dentista. Y la senora Rosewood dijo que con tus notas, deberias ir a…

– ?Que sabe ella? -protesto, furioso, mientras se levantaba-. ?Por que no nos deja en paz? Solo es una vieja metomentodo.

Lucia fruncio el ceno y se incorporo a su vez.

– ?Que ocurre, Victor?

– El colegio es una perdida de tiempo. No entiendo por que razon no puedo abandonarlo.

– No lo haras mientras yo este viva -entrecerro los ojos, con expresion fiera-. Tienes que estudiar si quieres salir alguna vez de esta situacion. Si dejas los estudios acabaras como tu padre, y creo que no te gustaria.

Victor apreto los punos.

– Mama, te has excedido un poco. Sabes muy bien que no soy como el.

– En tal caso, demuestralo. Quedate en el colegio.

– Por mi aspecto, cualquiera creeria que soy mayor de edad. Podria dejar los estudios y conseguir un trabajo a tiempo completo. Necesitamos el dinero.

– No lo necesitamos.

– Ya.

Lucia se ruborizo ante su sarcasmo.

– ?Que quieres decir con eso? ?Es que hay algo que quieras que no tengas?

Victor no contesto. Se limito a mirar al suelo, a los restos de los bocadillos que descansaban en el interior de una bolsa. Se sentia frustrado y enfadado por tener que vivir de aquel modo.

– ?Es que quieres un equipo de musica caro? ?O tal vez unos vaqueros de marca, o una television en tu dormitorio?

Victor levanto la cabeza y la miro.

– Tal vez solo quiera una madre que no deba recurrir a ciertos extremos cada vez que tiene que comprar unos vaqueros a su hijo o llevarlo al medico.

Lucia retrocedio, palida, como si la hubiera abofeteado.

– Lo siento, mama, no debi decir eso -se excuso Victor.

Su madre dio otro paso atras, intentando recobrar la compostura.

– ?Como lo has sabido?

Santos se arrepintio de haber sacado aquella conversacion.

– Mama, por favor, no soy ciego. Ya no soy ningun nino. Lo se desde hace mucho tiempo.

– Entiendo.

Lucia lo miro durante unos segundos antes de dirigirse a la ventana. Pero no dijo nada en absoluto. Al cabo de un rato, Victor se dirigio hacia ella maldiciendose por no haber cerrado la boca a tiempo.

– ?Que esperabas, mama? Cada vez que necesito algo, apareces con un «amigo» que se queda una hora o dos y que no vuelve a aparecer.

Su madre inclino la cabeza.

– Lo siento, hijo.

Victor la abrazo y apreto la cara contra su cabello. Olia muy bien, pero cuando regresara del trabajo, aquella noche, apestaria al tabaco de los hombres que se metian con ella.

– ?Por que lo sientes?

– Por ser una.., prostituta. Debes pensar que…

– ?No es cierto! Eres la mejor de las madres -espeto, con voz rota-. No estoy avergonzado de ti, aunque odio que te veas obligada a hacer algo asi. Despues estas siempre tan triste, han hundida… Pero, sobre todo, odio que lo hagas por mi. Odio ser la razon por la que te entregas a esos tipos.

– Lo siento, hijo mio. No queria que lo supieras. Esta no es la vida que queria que tuvieras. Ni yo soy la madre que mereces.

– No digas eso -apreto los brazos a su alrededor-. No tienes que disculparte por nada. Dejare de estudiar, y de ese modo no tendras que volver a hacerlo.

Lucia se dio la vuelta y lo miro con ojos llenos de lagrimas.

– Por ti haria cualquier cosa, Victor. ?No te das cuenta? Eres todo lo que tengo, lo mejor de mi vida -declaro, mientras tomaba su rostro entre las manos-. Prometeme que no dejaras de estudiar. Prometemelo, Victor, es importante.

Victor dudo antes de responder.

– De acuerdo, seguire estudiando.

– Gracias -sonrio con tristeza-. Se que siempre cumples tus promesas. A veces me pregunto como puedes ser tan honesto con el padre y la madre que has tenido.

Victor tomo sus manos y dijo:

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