barrio del oeste de la ciudad, a unas cuantas paradas de autobus. Muchos de los que esperaban en la parada eran estudiantes de fuera que llevaban al hombro una cartera que tenia bordada una estrella roja de cinco puntas; corrian por la avenida y, antes incluso de que el autobus parara del todo, se subian en el. El autobus estaba hasta los topes y la gente que bajaba o los que subian debian agarrarse a los que tenian delante; las puertas no se podian cerrar. Al final el vehiculo se puso en marcha, con la gente aprisionada en las puertas. Aunque Tesoro habia bajado de un edificio sujetandose tan solo en una tuberia de desague, no era capaz de saltar entre aquellos jovenes mas agiles que los monos. Cuando llegaron andando al Ministerio, el edificio se habia transformado por completo en un centro de acogida de estudiantes de provincias. Habian vaciado todas las oficinas, desde la entrada hasta los pasillos de los pisos. Por todos los lugares esparcian paja, esteras, alfombras de algodon, trozos de plastico, montones de mantas; el suelo estaba cubierto de jarras, tazones, palillos, cucharas; un olor agrio de transpiracion flotaba, mezclado con el olor de los nabos en salmuera y de los calcetines sucios. Los estudiantes armaban jaleo; pero como no tenian otro lugar donde pasar esas noches de invierno tremendamente frias, se tumbaban en el suelo, agotados, y se acababan durmiendo. Esperaban que el comandante en jefe supremo pasara revista, al dia siguiente o al otro, por septima u octava vez. Mas de dos millones de personas empezaban a reunirse desde medianoche, primero en la plaza Tiananmen, luego las filas iban hacia el este y el oeste, extendiendose por los dos lados de la avenida Chang'an, de mas de diez kilometros. El comandante en jefe supremo, acompanado de su vice-comandante en jefe, Lin Biao, que llevaba en la mano el Libro rojo, pasaba a bordo de un jeep descapotable entre dos muros humanos de jovenes que se mantenian pasmados de frio en la fila. Esos jovenes, con el rostro banado en lagrimas, agitaban el precioso Libro rojo y se dejaban la garganta gritando los «Viva el Presidente Mao». Despues, llenos de ira y de instintos revolucionarios, iban a saquear escuelas y templos, y atacaban las instituciones y organismos, para reducir a cenizas el viejo mundo.

Regreso de madrugada con Tesoro a su pequena vivienda; por fin, habia vuelto la calma. Encendieron la estufa de lena y se calentaron las manos heladas. El viento soplaba por las ranuras de las puertas y de las ventanas. Sus caras, iluminadas por el fuego, eran a veces rojas, a veces oscuras. No habian esperado un encuentro en estas condiciones, ninguno de los dos tenia ganas de evocar unos recuerdos de la infancia que en ese momento ya les parecian realmente lejanos.

20

– ?Ves esa piedra de ahi?

El hombre te senala algo con el dedo. Es imposible no ver una piedra tan grande, ibas a rodearla cuando oiste de nuevo a ese tipo.

– ?Muevela!

No entiendes para que deberias gastar tanta energia; ademas, aunque quisieras, tampoco podrias.

– Es imposible mover una piedra tan grande, ?no crees? -pregunta el hombre con una sonrisa en los labios. Prefieres creerlo.

– Intentalo.

Muy afablemente, el tipo te incita a actuar. Niegas con un ademan de cabeza; no tienes ganas de hacer algo tan estupido.

– Realmente es una piedra perfecta. Parece mas compacta que el marmol, ?es una roca muy especial!

El hombre gira alrededor de la roca chasqueando la lengua como signo de admiracion.

?Que mas te da que sea una roca especial?

– Tan solida y dura, iria bien como base. ?Que pena no utilizarla! -suspira el tipo.

No piensas construirte una tumba ni con estela ni con lapida, ?para que la querrias?

– ?Movamosla un poco, venga!

Rodeas la roca con los brazos.

De todos modos, no tienes suficiente fuerza.

– Ni a patadas se moveria un milimetro.

Por supuesto, estas totalmente de acuerdo con esa afirmacion, pero instintivamente le das una patada.

El tipo, mas entusiasmado, te anima a que continues.

– ?Subete, a ver que pasa!

?Que va a pasar? Pero no puedes resistirte a sus exhortaciones, te subes encima.

– ?No te muevas!

Gira alrededor de la piedra, y tambien de ti, claro. No sabes que esta mirando de ti o de la roca; sigues naturalmente su mirada, luego giras sobre la roca.

En ese instante el tipo te mira riendo, con los ojos casi cerrados, y te dice en tono amistoso:

– Entonces ?es cierto? ?No se puede mover!

Esta claro que habla de la roca y no de ti. Le contestas con una pequena sonrisa y te dispones a bajar cuando te lo impide levantando una mano.

– ?Espera!

Ves su dedo indice tieso en la mano alzada y le escuchas como te dice:

– Oye, no puedes negar que esta base es solida y que no se puede mover, ?verdad?

Le das la razon asintiendo.

– ?Intenta sentir!

El hombre senala la roca. Tu sigues subido encima y no comprendes que tienes que sentir. De todos modos, ya estas sobre esa piedra.

– ?Sientes algo? -pregunta.

Sigues sin tener claro a que se refiere, si a la roca o a tus pies.

Luego levanta el dedo y senala un punto encima de ti; tu sigues su dedo mirando hacia el cielo.

– Mira que claro esta el cielo, que puro es; tan limpio parece que amplie la mente.

Mientras escuchas esas palabras, la luz del sol te molesta a los ojos.

– ?Que ves? ?Mira un poco y dime que ves!

Observas con detenimiento el cielo vacio, pero no ves nada, solo sientes un poco de vertigo.

– ?Mira con un poco mas de atencion!

– ?Que es lo que deberia ver? -preguntas finalmente.

– ?Un cielo verdadero, algo totalmente real, un cielo realmente claro!

Dices que la luz del sol te molesta a los ojos.

– Eso es.

– ?El que? -preguntas, cerrando los ojos. Luego miras las estrellas doradas que centellean en tu retina. Ya no te tienes en pie. Vas a bajar de la piedra, pero su voz resuena de nuevo en tus oidos.

– Eso es, es a ti a quien le da vueltas la cabeza y no a la roca.

– Claro…

Estas totalmente aturdido.

– ?Tu no eres una piedra! -dice el hombre con un tono categorico.

– Claro que no soy una piedra -reconoces-. ?Ahora puedo bajar?

– ?Eres mucho menos solido que esta piedra! ?Estoy hablando de ti!

– Claro… -Te dispones a bajar.

– Espera. Subido sobre esta piedra ves mucho mas lejos que cuando estas abajo, ?no es cierto?

– Naturalmente.

– En ese caso, ?que ves a lo lejos? Si miras todo recto hacia delante, ?que ves?

– ?El horizonte?

– ?Que tiene que ver el horizonte? Siempre se ve, ?no? Te estoy hablando de lo que hay encima del horizonte, mira bien…

– ?Que quiere que mire?

– ?No ves nada?

– ?Se refiere al cielo?

Вы читаете El Libro De Un Hombre Solo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×