para decirle tranquilamente que no habia ido a investigar como salio ella de la carcel, sino que le pedia que le diera detalles sobre la situacion en las carceles de entonces; por ejemplo, sobre que tenian que hacer los presos politicos para poder salir.

– ?Yo no era un preso politico! -grito la mujer.

El dijo que queria creerla, ella no era miembro del Partido, ella se vio en esa situacion como pariente, estaba convencido, no tenia la intencion ni la obligacion de llevarle la contraria, pero ya que habia ido a aclarar ese asunto, le rogaba que escribiera su testimonio.

– Si no sabe lo que ocurrio, tan solo escriba que no sabe lo que ocurrio; perdone por haberla molestado, no iremos mas lejos -explico el.

– No puedo escribir -dijo ella.

– ?Usted no ha sido profesora? Hasta ha ido a la universidad, ?no?

– No tengo nada que escribir -ella continuaba negandose.

Eso significaba que ella no queria dejar ninguna huella sobre aquella parte de su vida, no queria que la gente supiera por que se refugio en aquel pueblo y se unio a un hombre que se dedicaba al teatro de sombras chinescas, penso.

– ?Lo ha vuelto a ver?

El hablaba de su ex marido, el alto funcionario.

Ella no respondio nada.

– ?Sabe que todavia esta viva?

Ella continuo en silencio. Sin decir ni una palabra. El acabo perdiendo la paciencia y guardo el boligrafo en el bolsillo de su chaqueta.

– ?Cuando murio su hijo?

Hizo la pregunta porque si, sin pensarlo, y se levanto.

– En la carcel, acababa de cumplir un mes… -La anciana se callo y se levanto del banco.

Dejo de hacer preguntas y se puso los guantes. La mujer lo acompano en silencio a la puerta. El se despidio inclinando la cabeza.

Una vez en el camino de tierra, marcado por dos profundas roderas, se volvio y vio a la anciana de pie en el umbral de su casa; no se habia anudado el panuelo de la cabeza. Cuando el se volvio, ella entro en casa.

En el camino, el viento habia cambiado de direccion, era un viento del nordeste, mezclado con copos de nieve que se hacian cada vez mas gordos. La llanura estaba desierta, los cultivos habian sido cosechados, la nieve, en el infinito, le hacia entornar los ojos. Llego al albergue de la comuna popular antes de que se hiciera de noche y recupero la bicicleta. En principio, no debia volver a la cabeza de distrito esa misma noche; pero, sin saber demasiado por que, se subio rapidamente a la bicicleta. La nieve habia cubierto la carretera y los campos, y le costaba mucho encontrar el camino. El viento le empujaba por detras, y hacia que los copos de nieve revolotearan. Por suerte, iba en la buena direccion. Agarrado con firmeza al manillar, iba de rodera en rodera, debido a la nieve no distinguia nada, hasta que se caia, se levantaba, se volvia a subir, y marchaba dando tumbos. Delante de el, una extension gris, los copos de nieve revoloteando…

35

– ?Miserable! ?Payaso! -grito el ex teniente coronel, que en aquella epoca se habia convertido en el hombre fuerte de la comision de control militar y ocupaba el cargo de jefe adjunto del grupo encargado de la depuracion de las filas de clase. El jefe principal, por supuesto, era un militar en servicio activo.

De hecho, tu no eras nada mas que un payaso miserable, un guisante que giraba en la gigantesca cesta de la dictadura total, incapaz de salir. Sin embargo, no te dejabas aplastar facilmente. Tenias que aceptar el control militar, no habia mas remedio, como tambien tenias que participar en las manifestaciones que se organizaban para aclamar las ultimas directivas de Mao, que se sucedian sin parar; directivas que siempre emitian en la radio, en el informativo de la noche. Entre preparar las pancartas, juntar a los grupos y bajar en rangos a la calle, a menudo se hacia medianoche. En medio de los golpes de tambor y de gong, los asistentes gritaban las consignas, las columnas acudian en tropel a la avenida Chang'an, que recorrian de oeste a este, luego en sentido contrario, mientras todos se miraban, mostrando una gran exaltacion, para que no pareciera que en el fondo de cada uno habia una profunda inquietud.

No habia ninguna duda de que eras un payaso, si no, te habrias convertido en «una mierda que todos despreciaran», segun la advertencia del viejo Mao que fijaba el limite entre el pueblo y sus enemigos. Para elegir entre el payaso y la mierda de perro, preferiste el payaso. Cantabas a voz en grito la cancion militar «Las tres grandes reglas de disciplina y las ocho advertencias», y debias, como un soldado, mantenerte erguido delante del retrato del Dirigente Supremo que habian colgado en mitad de la pared de cada despacho, gritar tres veces «Larga vida» y empunar El Pequeno Libro con la tapa de plastico rojo. Esta ceremonia inevitable tenia lugar al principio y al final de la jornada laboral, despues de que el ejercito se hiciera con el control de la institucion. La llamaban «pedir las instrucciones de la manana» y «presentar el informe de la tarde».

Eran momentos muy serios, te mantenias realmente en estado de alerta, no se podia reir. Las consecuencias habrian sido inimaginables, a menos que te hubieras preparado para ser un contrarrevolucionario o esperaras convertirte en un martir. Lo que decia el ex teniente coronel era verdad, realmente era un payaso, pero un payaso que no se atrevia a reir. El que puede reirse ahora eres tu, cuando recuerdas aquella epoca, pero de hecho no siempre lo consigues.

El se convirtio en el representante de una organizacion de masas en el seno del grupo de depuracion que controlaba el ejercito. Cuando lo eligieron los dirigentes y las masas de su faccion, comprendio que habia llegado al fin de sus dias. Pero aquellos dirigentes y aquellas masas realmente deseaban que el los protegiera; no sabian que el asunto de la «tenencia de armas» de su padre podia apartarlo de la gran familia revolucionaria.

Durante la reunion del grupo, el delegado del ejercito, Zhang, leyo en voz alta un documento llamado «control interno»; es decir, una lista de miembros del personal que tenian que someterse a un control interno. Era la primera vez que escuchaba esa expresion, le sorprendio mucho. El «control interno» no solo estaba dirigido a los trabajadores comunes, tambien a algunos altos cargos del Partido, que habia que castigar rapidamente por ser «malos elementos» que se habian mezclado con las masas. Ya no era la violencia de las guardias rojas que tuvo lugar dos anos antes, tampoco la lucha entre las distintas facciones de las organizaciones de masas; ahora el ataque tenia lugar sin precipitacion, lo dirigia el ejercito como si se tratara de un plan de batalla trazado con todo detalle. La comision de control militar quito los precintos de los archivadores relativos a los asuntos del personal; los documentos de las personas con problemas se amontonaban sobre la mesa del delegado Zhang.

– Todos vosotros sois delegados y habeis sido elegidos por las organizaciones de masas. Espero que, una vez que os hayais librado de la mania burguesa de fraccionarse, podais echar de vuestras filas a los malos elementos que se hayan infiltrado. Solo debemos tener una unica postura, la del proletariado, y no la de una fraccion. Lo mejor es que todo el mundo discuta caso por caso y determine quien debe entrar en la primera lista y quien en la segunda. Tambien habra posiblemente una tercera, y los trataremos con clemencia si reconocen por ellos mismos sus crimenes, se confiesan y proceden a las denuncias; de lo contrario, seremos implacables.

El delegado Zhang, de cara ancha y cuadrada, barrio con la mirada a los representantes de las organizaciones de masas, golpeo con sus gruesos dedos el monton de documentos que tenia delante de el, luego levanto la tapa de su taza de te y se puso a beber antes de encender un cigarrillo.

El hizo algunas preguntas prudentes, ya que el delegado del ejercito habia dicho que podian discutir. Pregunto si Lao Liu, su antiguo jefe de seccion, a pesar de su origen social, que era el de un terrateniente, tenia otros problemas. Luego hizo algunas preguntas sobre una jefa de subseccion, antigua miembro del Partido en tiempos de la clandestinidad, organizadora del movimiento estudiantil y que, segun se desprendia de su investigacion, nunca habia sido detenida, ni pesaba sobre ella sospecha alguna de traicion hacia el Partido ni de rendicion al enemigo; ignoraba por que tambien formaba parte de los casos especiales. El delegado Zhang volvio la cabeza hacia el, levanto los dos dedos que sostenian un cigarrillo, y lo miro sin decirle nada. Fue precisamente en ese instante cuando el ex teniente coronel le insulto:

– ?Miserable! ?Payaso!

Вы читаете El Libro De Un Hombre Solo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×