Bastantes anos mas tarde, leerias algunas memorias que desvelarian poco a poco las luchas internas del Partido. Te darias cuenta de que en las reuniones del Buro Politico, Mao Zedong tambien miraba asi a sus mariscales o generales que tenian un punto de vista diferente al suyo, mientras fumaba y bebia te, y que otros mariscales y generales se levantaban furiosos de inmediato para reprimirlos y evitar que el viejo tuviera que gastar saliva.

Evidentemente, tu no mereces a un mariscal o a un general, y es un teniente coronel quien te fustiga: «Insecto rastrero».

Es cierto, solo eres un minusculo insecto, ?que vale la vida de un insecto?

Despues del trabajo, al ir a buscar la bicicleta al cobertizo de la planta baja, se dio de bruces con su colega de despacho, Liang Qin, que se encargaba de su trabajo desde que empezo la rebelion, hacia ya mas de dos anos. Pero su carrera de rebelde estaba llegando a su fin. Como no habia nadie cerca de ellos, le dijo:

– Sal primero y ve despacio despues del cruce, tengo algo que decirte.

Liang se subio a la bicicleta, el le siguio y luego llego a su altura.

– Ven a mi casa a tomar algo -dijo Liang.

– ?Quien hay en tu casa? -pregunto el.

– Mi mujer y mi hijo.

– No, mejor que hablemos mientras vamos en bicicleta.

– ?Que ocurre? -pregunto Liang, que temia que tuviera que darle una mala noticia.

– ?Que problema tuviste en el pasado? -pregunto sin mirarlo, como si no le diera mucha importancia.

– ?Ninguno! -exclamo Liang, que casi se cae de la bicicleta al oir esas palabras.

– ?Tienes relaciones con el extranjero?

– ?No tengo ningun pariente en el extranjero!

– ?Has enviado cartas al extranjero?

– Espera, dejame pensar…

El semaforo estaba en rojo, apoyaron los pies en el suelo.

– Ah, si, ya me hicieron esa pregunta, hace mucho tiempo -dijo Liang a punto de echarse a llorar.

– ?No llores, no llores! Estamos en plena calle -dijo el.

El semaforo se puso verde y los vehiculos empezaron a circular.

– ?Hablame con franqueza, no tienes nada que temer, no te comprometeria! -Liang Qin se paro-. Lo unico que te digo es que sospechan de ti, algo relacionado con el espionaje, ten cuidado.

– ?Que dices!

El dijo que tampoco lo veia muy claro.

– Lo unico que hice fue escribir una carta a Hong Kong, a uno de mis vecinos, con quien creci; hace tiempo que se fue con una tia suya a Hong Kong. Le escribi para que me comprara un diccionario de argot ingles. Nada mas, no paso nada mas. Era la epoca de la guerra de Corea, acababa de conseguir mi diploma en la universidad, estaba en el ejercito, trabajando como interprete, en un campo de prisioneros…

– ?Y recibiste el diccionario? -pregunto el.

– No. ?Eso quiere decir que… aquella carta nunca llego a su destino? ?Se la quedaron? -pregunto Liang.

– ?Quien sabe?

– ?Sospechan que mantengo relaciones con los servicios de inteligencia del extranjero?

– Eso lo has dicho tu.

– ?Tu tambien piensas lo mismo? -pregunto Liang inclinando la cabeza.

– ?Claro que no! ?Si fuera asi, no te lo habria contado! ?Se prudente!

Un largo trolebus articulado los rozo, Liang giro su manillar; casi lo atropellan.

– No me extrana que me expulsaran del ejercito… -reflexiono Liang, en voz alta, tras caer en la cuenta.

– No era lo mas grave.

– ?Que mas hay? Dimelo todo, puedes estar tranquilo, yo no te denunciaria nunca. ?Ni aunque me golpearan a muerte!

Liang giro de nuevo el manillar de la bicicleta.

– No estropees tu vida -le aconsejo.

– ?No pienso suicidarme, nunca haria una estupidez asi! ?Todavia tengo a mi mujer y a mi hijo!

– ?Es importante que te cuides mucho!

Lo dejo alli sin decirle que estaba en la segunda lista de personas que habia que depurar.

Varios anos mas tarde, ?cuantos, de hecho?, ?diez? No, veintiocho anos mas tarde, en Hong Kong, en tu habitacion de hotel, recibiste una llamada de telefono, era Liang Qin, que habia visto en el periodico que estaban representando tu obra de teatro. Al principio ese nombre no te dijo nada, pensaste que se trataba de algun viejo conocido que habrias visto una o dos veces. Queria ver tu obra, pero no tenia entradas, enseguida te disculpaste, las representaciones ya habian acabado, le explico que era tu antiguo companero de trabajo, que queria invitarte a cenar. Le dijiste que tenias que tomar el avion muy temprano por la manana, que realmente ibas muy mal de tiempo, que la proxima vez ya os veriais con mas calma. Entonces te dijo que pasaria por el hotel a verte; era dificil negarse. Despues de colgar el telefono, recordaste quien era y vuestra ultima conversacion en bicicleta te vino a la mente en ese momento.

Una media hora mas tarde estaba en tu habitacion, vestido con un traje occidental y zapatos de cuero, llevaba una camisa de lino, corbata de tono grisaceo; no parecia uno de esos nuevos ricos de China continental. Cuando te estrecho la mano, no tenia ningun reloj Rolex o cadena de oro brillante, ni un grueso anillo de oro; sus cabellos eran de color azabache -seguramente tenidos, dada su edad. Te explico que hacia muchos anos que estaba en Hong Kong. Justamente el amigo de infancia a quien le escribio para pedirle que comprara aquel diccionario, cuando supo, con pesar, todos los problemas que causo aquella carta, se encargo de sacarlo del pais. Actualmente, habia abierto una empresa; su mujer y su hijo emigraron a Canada, donde compraron el pasaporte. Te dice con una gran franqueza: «He ganado bastante dinero durante estos ultimos anos, no soy un gran capitalista, pero no tendre ningun problema para pasar los ultimos anos de mi vida con comodidad. Mi hijo ha conseguido el doctorado en Canada, ya no tengo nada de que preocuparme, yo voy constantemente a verlo; si un dia se ponen mal las cosas en este lugar, me ire a Canada y me quedare alli». Luego anadio que te agradecia mucho la frase que le dijiste.

– ?Que frase?

La habias olvidado.

– ?No estropees tu vida! Si no me hubieras dicho eso, no se como habria conseguido resistir.

– Mi padre no lo consiguio.

– ?Se suicido?

– Casi. Por suerte, un viejo vecino lo encontro y llamo a una ambulancia. Lo llevaron al hospital y despues lo enviaron a un campo de reeducacion, donde lo tuvieron durante varios anos. Tres meses despues de que lo soltaran, se puso enfermo y murio.

– ?Por que no le previniste entonces? -pregunto Liang.

– ?Quien se habria atrevido a contar esas cosas por carta? Si hubieran interceptado una carta asi, ninguno de los dos habria salvado el pellejo.

– Claro, pero ?que problema tenia?

– Hablemos mejor de tu problema.

– Bueno, mejor no hablemos mas. -Suspiro, y mantuvieron un largo momento de silencio-. ?Como vives?

– ?Que entiendes por como?

– Me refiero a si tienes suficiente dinero, se que eres escritor…, ya entiendes lo que quiero decir.

– Ya entiendo -dices tu-. Voy tirando.

– No debe de ser facil ganarse la vida en Occidente escribiendo, ya me lo imagino, sobre todo para un chino. No es lo mismo que hacer negocios.

– Es la libertad -dices que lo que quieres es la libertad-. Solo quiero escribir lo que me apetezca.

Liang inclino la cabeza, luego anadio, tomando valor:

– Si alguna vez… te hablo con sinceridad, si alguna vez estas un poco corto de dinero, si te falta algo, dimelo. No soy un gran empresario, pero…

– Un gran empresario no diria eso… -dices riendo-. Cuando hacen donaciones siempre es para conseguir algo. Cuando dan dinero para la creacion de escuelas, por ejemplo, lo hacen para consolidar los negocios con su

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