— Claro.
Callamos durante un rato. Por las aglomeraciones cada vez mas frecuentes de policromas masas de plastico se adivinaba que ya nos acercabamos a la periferia.
— Si me lo permite, queria preguntarle si ustedes tuvieron alguna clase de dificultades con los mandos automaticos — me dijo de repente. Comprendi, mucho mas por el tono que por el contenido de la frase, que mi respuesta le interesaba mucho. ?Asi que se trataba de esto?
Pero… ?por que?
— ?Se refiere a los… defectos? Pues claro, los teniamos en cantidad, lo cual es comprensible:
los modelos, en comparacion con los de ustedes, eran tan anticuados…
— No, no se trata de los defectos — se apresuro a replicar —, sino mas bien de las oscilaciones de la efectividad en circunstancias tan diferentes… Actualmente no tenemos, por desgracia, ninguna posibilidad de probar los aparatos automaticos de forma tan extrema.
En el fondo se trataba de cuestiones puramente tecnicas. Sentia curiosidad por conocer ciertos parametros de la actividad del cerebro electronico en el ambito de gigantescos campos magneticos, en las nubes de polvo cosmico y durante perturbaciones gravitatorias, y no estaba seguro de si estos datos se encontrarian en el archivo de nuestra expedicion, cuya publicacion aun no habia sido autorizada. Le conte lo que sabia y le aconseje que consultara a Thurber para datos mas especificos, ya que habia sido ayudante del director cientifico de nuestra expedicion.
— ?Podre decirle que voy de su parte?
— Naturalmente.
Me dio las gracias efusivamente. Yo estaba algo decepcionado. ?Conque eso era todo?
Pero gracias a esta conversacion surgio entre nosotros una especie de vinculo profesional, y ahora le pregunte a mi vez sobre el significado de su trabajo: ignoraba que era una selectestacion.
— Oh, nada interesante. Es un almacen de chatarra… En realidad, yo querria dedicarme al trabajo cientifico; esto es solamente una especie de practica, que por otra parte ni siquiera es muy util.
— ?Practica? ?Trabajar en un almacen de chatarra? ?Como es eso? Usted es cibernetico, asi que…
— Es chatarra cibernetica — me explico con una sonrisa oblicua. Y anadio, casi despectivamente-: Porque somos muy ahorradores, ?sabe? Se trata de que nada se pierda… En mi Instituto podria ensenarle muchas cosas interesantes, pero aqui…
Se encogio de hombros. El glider abandono el carril y se deslizo por un alto tubo de metal hasta el espacioso patio de una fabrica; vi gran numero de camiones de transporte y compuertas de reja, algo que me recordo un horno Siemens Martin modernizado.
— Ahora pongo el coche a su disposicion — dijo Marger. Por una ventanilla de la pared frente a la que nos habiamos detenido, se asomo un robot y le dijo algo. Marger se apeo; empezo a gesticular y de pronto se volvio hacia mi, bastante malhumorado —. Mala suerte — explico —.
Gloor, mi colega, esta enfermo, y yo no puedo hacerlo solo… ?Vaya problema!
— ?De que se trata? — pregunte, bajando del glider.
— El control debe ser efectuado por dos personas, como minimo — me dijo Marger. Entonces su rostro se animo de improviso —. ? Senor Bregg! ?Pero si usted tambien es cibernetico!
?Consentiria en ayudarme?
— ? Conque cibernetico! — sonrei —. De antiguedad, deberia anadir. Ya no se nada de nada.
— Se trata de un mero formulismo — interrumpio —. Me encargare gustosamente de la parte tecnica; usted solo tendra que firmar, ?nada mas!
— ?Cree usted? — dije, vacilando. Comprendia muy bien que tenia prisa por volver al lado de su mujer, pero yo no podia hacerme pasar por quien no era; y no sirvo para comparsa. Se lo dije, aunque con palabras mas suaves. El alzo los dos brazos.
— ?Por favor, no me interprete mal! Si usted no tiene tiempo…; ahora recuerdo que queria hacer algo en la ciudad…; yo ya me arreglare como pueda… Perdoneme por…
— Las otras cosas pueden esperar — conteste —. Hable, se lo ruego, y si puedo, le ayudare.
Entramos en un edificio blanco que estaba un poco apartado. Marger me precedio por un pasillo vacio muy singular: en los nichos se mantenian inmoviles unos cuantos robots. En una oficina pequena, amueblada con sencillez, saco un monton de papeles de un armario, los coloco sobre la mesa y empezo a explicarme en que consistia su funcion, o mejor dicho, la nuestra. No era buen conferenciante y pronto dude de las posibilidades de su carrera como cientifico; mencionaba sin cesar una ciencia de la que yo no tenia ni idea, por lo que tenia que interrumpirle a cada momento y formular, avergonzado, preguntas elementales. Pero el, interesado en no desanimarme, se empenaba en considerar como virtudes todas las pruebas de mi ignorancia. Al final supe que desde hacia varias decadas habia una separacion total entre la produccion y la vida.
La produccion era automatica y se desarrollaba bajo la vigilancia de robots, los cuales a su vez dependian de otros robots; aqui ya no habia lugar para las personas. La sociedad humana existia aparte de los robots y maquinas automaticas; solo que para evitar cualquier confusion imprevisible en este orden establecido del ejercito laboral mecanico, eran imprescindibles los controles periodicos, llevados a cabo por especialistas. Marger era uno de ellos.
— Sin duda — observo —, todo estara en orden. Y cuando hayamos examinado una por una todas las partes del proceso, estampamos nuestras firmas y ya esta.
— Pero si ni siquiera se que se produce aqui… — dije, senalando los edificios al otro lado de la ventana.
— Nada, ?absolutamente nada! — grito —. De eso se trata precisamente…; nada en absoluto. Es un almacen de chatarra, ya se lo he dicho.
El papel que se me imponia no me entusiasmaba, pero no podia seguir ofreciendo resistencia.
— Bueno, esta bien… ?Que debo hacer?
— Lo mismo que yo: examinar cada grupo por separado.
Dejamos los papeles en la oficina y empezamos el control. Lo primero era un almacen de clasificacion donde perolas automaticas recogian grandes montones de chapa, los aplastaban y los lanzaban bajo la prensa. Los bloques salidos de esta eran conducidos hasta el contenedor principal por cintas transportadoras. En la entrada, Marger se coloco sobre la cara una pequena mascara con filtro y me alargo otra; no podiamos hablar a causa del estruendo reinante. El aire estaba lleno de un polvillo herrumbroso que se levantaba de las prensas como nubes rojizas. Cruzamos la sala siguiente, dominada tambien por el estruendo, y llegamos por un pasillo deslizante al piso donde hileras de prensas se tragaban la chatarra que salia de los embudos y que ahora era mas fina y no tenia ninguna forma. Una galeria abierta conducia al edificio de enfrente. Marger comprobo alli los indicadores de control, y entonces fuimos al patio de la fabrica, donde un robot nos salio al encuentro con la noticia de que el ingeniero Gloor llamaba por telefono al senor Marger.
— ?Perdoneme un momento! ? En seguida vuelvo! — grito Marger y bajo corriendo por una escalera de caracol hacia un cercano pabellon de cristal. Me quede solo sobre las baldosas ardientes por el sol. Mire a mi alrededor: los edificios del otro lado ya los habiamos visitado, eran salas de prensado y clasificacion; la distancia y la insonorizacion apagaban todos los ruidos.
Detras del pabellon en el que habia desaparecido Marger se levantaba un edificio aislado, bajo y extraordinariamente largo, una especie de barraca de hojalata; fui hacia alli para encontrar algo de sombra, pero las paredes metalicas emanaban un calor insoportable. Ya me iba cuando oi un singular ruido que no se parecia al de las maquinas en funcionamiento; venia del interior de esta barraca y era dificil de identificar. A treinta pasos encontre una puerta de acero; ante ella estaba un robot. Al verme, abrio la puerta y se hizo a un lado. Los incomprensibles sonidos adquirieron mas fuerza.
Mire hacia dentro: no estaba tan oscuro como me parecio al principio. El resplandor muerto de la hojalata recalentada casi me quito la respiracion. Me habria ido inmediatamente si las voces ahogadas no me hubiesen paralizado. Eran voces humanas, pero alteradas; un coro de voces roncas, confusas, entrecortadas, hablando al unisono. Como si en la oscuridad emitieran sonidos una gran cantidad de telefonos estropeados.
Di dos pasos inseguros, algo crujio bajo mi pie y desde el sucio alguien dijo claramente:
— Porr fevorr, senor…, porr fevorr…, le rrego…
Me quede inmovil. El aire sofocante olia a hierro. El murmullo venia de abajo.
— …Le rrego…, coidado, senorr…