— Por mi, manana temprano. ?De verdad quieres boxear?

— ?Tu no?

Se echo a reir.

— ?Claro, hombre! Y seguro que por la misma razon que tu.

— Asi pues, de acuerdo — dije muy de prisa —. Te espero. Hasta pronto.

Subi al piso de arriba. Busque una cuerda entre las cosas que guardaba en una maleta especial. Encontre un grueso ovillo de cuerda. Para el ring. Ahora solo faltaban cuatro pequenas estacas, goma elastica o muelles, y ya tenemos un cuadrilatero de boxeo. Sin arbitro; no nos hara ninguna falta.

Entonces me sente ante los libros. Tenia la cabeza como embotada. En estos casos debia abrirme paso a traves de cada texto como una carcoma por un tronco de roble. Pero nunca me habia resultado tan dificil. Durante dos horas escarbe en veinte libros, pero en ninguno pude mantener la atencion mas de cinco minutos. Deseche hasta los cuentos; sin embargo, me propuse continuar, y elegi precisamente lo que me parecia mas dificil: una monografia del analisis de los metagenes. Me lance sobre las primeras ecuaciones como quien se lanza contra la pared.

No obstante, las matematicas poseian ciertas cualidades salvadoras, especialmente para mi. Al cabo de una hora, de repente, comprendi lo que leia y, con la boca abierta, senti una gran admiracion por el tal Ferret: ?como pudo conseguirlo? Incluso ahora, que he recorrido el camino desbrozado por el, me pregunto muchas veces como debio de ocurrir; yendo paso a paso aun podia comprenderlo, pero el habia tenido que abarcarlo todo de un solo salto.

Daria todas las estrellas por tener en mi propia cabeza algo que solo se pareciera a lo que el tenia en la suya…

Canto la senal de la cena, e inmediatamente senti una punzada en el corazon al pensar que ya no estaba solo. Durante un segundo pense en cenar arriba, pero me avergonce en seguida de esta idea. Tire bajo la cama la horrible chaqueta de punto, que me convertia en un mono hinchado, me puse mi vieja y querida chaqueta y baje al comedor.

Los otros dos ya estaban a la mesa. Exceptuando algunas frases corteses, en el comedor reino el silencio. Porque ellos tampoco se hablaban. No necesitaban palabras; se comprendian con la mirada. Ella le hablaba con un movimiento de cabeza, un parpadeo, una sonrisa fugaz.

Lentamente empezo a invadirme una pesadez fria. Senti que las manos estaban avidas, queriendo agarrar algo, apretarlo y aplastar, mia sov tan salvaje? — pense. desesperado —.

?Por que en lugar de pensar en el libro de Ferret, en los problemas de Starck, tengo que contenerme para no mirar como un lobo a esta muchacha?» Pero esto aun no era nada. Tuve un autentico susto cuando, una vez arriba, cerre tras de mi la puerta de mi cuarto. En el ADAPT me dijeron despues de las investigaciones que yo era completamente normal. El doctor Juffon me dijo lo mismo. Pero ?podia un hombre normal tener sentimientos como los mios en este momento? ?A que se debia? No era activo, solamente un testigo. Lo que ocurria era algo irrevocable, como el movimiento de un planeta; casi imperceptiblemente, algo todavia informe comenzaba a surgir. Fui a la ventana, mire hacia el jardin oscuro y comprendi que esto debia estar latente en mi desde la comida. Solo necesitaba un cierto tiempo. Por esta causa habia ido a la ciudad, por esta causa habia olvidado las voces en la penumbra.

Era capaz de todo por aquella muchacha. No podia comprender por que era asi. No sabia si se trataba de amor o de locura. Me daba igual. No sabia nada, aparte de que todo lo demas ya no contaba para mi. Luche contra ello, inmovil ante la ventana abierta, como jamas habia luchado, aprete la frente contra el frio marco de la ventana y senti un terrible miedo de mi mismo.

Mis labios formaron en silencio las palabras: «He de hacer algo, he de hacer algo.

Naturalmente ocurre porque hay algo que me falta. Pasara. Ella no puede interesarme. No la conozco, ni siquiera es muy bonita. ?No lo hare, por todos los cielos que no lo hare!», me jure a mi mismo.

Encendi la luz. Olaf. «Olaf me salvara. Se lo contare todo. Me llevara con el; nos iremos a alguna parte. Hare todo lo que el me diga, todo. Solo el puede comprenderme. Y llega manana. Que bien.» Pasee por la habitacion y senti todos mis musculos, que eran como fieras: se tensaban y luchaban entre si. De repente cai de rodillas ante la cama, mordi el cobertor y grite de una forma muy extrana; no se parecia a un sollozo, era algo seco, repugnante.

No queria hacer dano a nadie, pero sabia que no necesitaba enganarme a mi mismo y que ni Olaf ni nadie me ayudaria.

Me levante. En el curso de diez anos habia aprendido a tomar decisiones por mi mismo.

Tenia que decidir sobre mi propia vida y la de otros y lo hacia siempre del mismo modo. En tales momentos estaba lleno de frialdad, mi cerebro se convertia en un mecanismo que solo servia para sopesar el pro y el contra, juzgar y decidir irrevocablemente.

Incluso Gimma, que no sentia simpatia hacia mi, confesaba que yo era imparcial. Ahora, aun en el caso de que no quisiera, actuaria del mismo modo que actuaba entonces en los momentos criticos; porque tambien este era un momento critico.

Con la vista encontre el propio rostro en el espejo, las pupilas claras, casi blancas, el iris contraido; lo mire con odio, di media vuelta y comprendi que ni siquiera podia pensar en acostarme. Estaba frente a la ventana; subi al alfeizar. Habia cuatro metros hasta el suelo.

Salte y aterrice casi sin ruido. Cautelosamente corri en direccion a la piscina. La pase de largo y llegue al camino.

La carretera, un poco fosforescente, ascendia por las colinas y se curvaba como una pequena serpiente luminosa, hasta que por fin desaparecia en la oscuridad como una raya blanca. Corria cada vez mas de prisa para fatigar el corazon, que latia con fuerza y regularidad; corri durante casi una hora, hasta que vi directamente delante de mi las luces de algunas casas. Entonces corri en direccion contraria. Ya estaba agotado, pero mantenia el ritmo y me repetia a mi mismo sin palabras: «?Te esta bien empleado, bien empleado!» Segui corriendo hasta que encontre una doble hilera de setos: volvia a estar ante el jardin de la villa.

Me detuve junto a la piscina, jadeando con fuerza, me sente en el borde de cemento, baje la cabeza y descubri el reflejo de las estrellas. No queria ver ninguna estrella. No necesitaba ninguna. Estaba loco, demente cuando luche por tomar parte en la expedicion, cuando permiti que los gravirrotores hicieran de mi un saco que escupia sangre; para que necesitaba aquello, por que no sabia que hay que ser un hombre corriente, absolutamente comente, pues de lo contrario no vale la pena vivir.

Oi un ruido. Pasaban por mi lado. El le rodeaba los hombros; caminaban al mismo paso.

Entonces el se inclino; las sombras de sus cabezas se fundieron.

Me levante. El la besaba. Ella le abrazaba la cabeza. Vi las palidas franjas de sus brazos.

Entonces me atraveso un terrible sentimiento de verguenza, como si se tratara de un objeto muy afilado y muy real. Yo, un viajero de las estrellas, camarada de Arder, me hallaba en el jardin despues de mi regreso y solo pensaba en quitar la mujer a un hombre, sin conocerles ni a el ni a ella. Un animal, un animal declarado, y aun peor, mucho peor…

No podia mirar. Y no obstante, miraba. Por fin se alejaron lentamente, abrazados, y yo, despues de correr alrededor de la piscina, segui corriendo hacia delante y de pronto vi algo grande y negro y en seguida tropece contra algo con las manos. Era el coche. A ciegas, encontre la puerta. Cuando se abrio, se encendio una pequena luz.

Ahora empece a hacerlo todo con una precipitacion resuelta y concentrada, como si quisiera o debiera ir a alguna parte.

El motor zumbo. Movi el volante y a la luz de los faros me dirigi hacia la carretera. Mis manos temblaban un poco, asi que agarre el volante con mas fuerza. De pronto recorde la cajita negra, frene tan bruscamente que el coche patino hasta la cuneta, me apee de un salto, levante el capot y me puse a buscar febrilmente. El motor era diferente, no podia encontrarla.

?Tal vez muy hacia delante? Cables. Un bloque de hierro colado. Una caja. Algo desconocido, cuadrangular; si, debia de ser esto. Saque las herramientas. Trabaje con impetu, pero cuidadosamente, por lo que mis manos apenas sangraban. Por fin levante con ambas manos este pesado cubo negro, al parecer hecho de una sola pieza, y lo tire entre los matorrales. Ya era libre. Cerre la portezuela y sali disparado. El viento se intensifico Aumente la velocidad, el motor rugia y los neumaticos chirriaban con ruido sordo y penetrante. Un? curva. La tome sin reducir la marcha, fui a parar a la izquierda y sali de ella por la derecha. Otra curva, esta mas pronunciada. Senti que una

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