— ?Que?

— Los medicos planean las operaciones, pero los que las llevan a cabo son los robots.

— ? No es posible!

— Pues es cierto. Lo he visto yo mismo, en Estocolmo.

— ?Y si un medico ha de practicar una operacion de urgencia?

— Esto no lo se con exactitud. Parece que existe un preparado que anula parcialmente las consecuencias de la betrizacion, por un tiempo muy breve; y no te figuras como lo vigilan. La persona que me lo dijo se nego a dar detalles concretos.

Tenia miedo.

— ?De que?

— Lo ignoro. Hal, me parece que han hecho algo espantoso. Han matado en el ser humano…

al ser humano.

— Bueno, esto no se puede afirmar — observe, indeciso —. Al fin y al cabo…

— Espera. Es algo muy sencillo. El que mata esta preparado a morir a su vez, ?no?

Calle.

— Y por eso es en cierto modo necesario que puedas ponerlo todo en juego, todo. Nosotros podemos. Ellos no. Por eso nos tienen tanto miedo.

— ?Las mujeres?

— No solo las mujeres. Todos. Escucha, Hal.

Se sento de repente.

— ?Que hay?

— ?Tienes un hipnagog?

— Un hip… ?Ese aparato que te instruye mientras duermes? Si.

— ?Lo has utilizado? — casi grito.

— No… ?Por que?

— Estas de suerte. Tiralo a la piscina.

— ?Por que? ?Que es? ?Lo has usado tu?

— No. Tuve una corazonada y lo escuche todo estando despierto, aunque las instrucciones de uso lo prohibian. ?No tienes idea, muchacho!

Ahora fui yo quien se sento.

— ?Que hay en su interior?

Me miro con cara de pocos amigos.

— Cosas dulzonas. Lo mas empalagoso que puedas imaginarte. Que has de ser amable y bueno. Que has de aceptar cualquier ofensa, pues si alguien no comprende o no quiere ser amable contigo — una mujer, claro — ha de ser culpa tuya, no de ella. Que el equilibrio social, la estabilidad es el bien mayor, y asi una y otra vez hasta llegar al centenar. Y la conclusion:

vivir tranquilamente, escribir las propias memorias, no para su publicacion, sino para si mismo, hacer deporte y continuar instruyendose. Y escuchar a las personas mayores.

— Debe de ser una especie de sustituto de la betrizacion — murmure.

— Claro. ?Y habia muchas cosas mas! Que nunca hay que usar la fuerza o un tono agresivo hacia los demas y que seria mas que una verguenza, un crimen, pegar a alguien, ya que ello produce un terrible shock. Que nadie debe luchar, cualesquiera que sean las circunstancias, porque solo luchan las bestias que…

— Espera un momento — le interrumpi —, ?y en el caso de que una fiera se escape de una reserva…? Ah, claro, ya no existen fieras.

— No, fieras no — dijo —, pero, por si acaso, estan los robots.

— ?Que dices? ?Significa esto que es posible ordenarles que maten a alguien?

— Si.

— ?Quien te lo ha dicho?

— Nadie de manera concreta. Pero es logico que esten preparados para todo; incluso un perro be-trizado puede volverse rabioso, ?no?

— Pero…, pero esto es…, ?espera! ?Asi que pueden matar? ?Solo dando una orden? ?Acaso no es igual matar uno mismo que dar la orden de hacerlo?

— Para ellos no. Bueno, esto solo ocurre en casos extremos. ?Comprendes? Una catastrofe, una amenaza como la rabia. No ocurre normalmente. Y si nosotros…

— ?Nosotros?

— Si, si por ejemplo nosotros dos… intentaramos algo ya sabes…, serian los robots quienes se ocuparan de nosotros, no ellos. Ellos no pueden. Son buenos.

Callamos un rato. Su pecho, enrojecido por el sol y por la arena, parecia respirar a mayor velocidad.

— Hal, si lo hubiera sabido, si lo hubiera adivinado. Si lo hubiera… sabido…

— Basta.

—;Has tenido ya alguna experiencia?

— Si.

— Entonces sabes a que me refiero.

— Si. Han sido dos. Una de ellas me invito en seguida a su casa, en cuanto sali de la estacion; es decir, no. Me perdi en aquella maldita estacion. Pero despues me invito a su casa.

— ?Sabia quien eras?

— Yo se lo dije. Al principio tuvo miedo; luego… parecio querer infundir valor, tal vez por compasion, no se, pero acabo realmente asustada. Me fui al hotel. Al dia siguiente me encontre con…, no lo adivinarias nunca: ?Roemer!

— ?No puede ser! ?Cuantos anos debe tener ahora? ?Ciento setenta?

— No, era su hijo, pero tambien el debe de pasar bastante de los cien. Es una momia.

Espantoso. Hable con el. ?Y sabes una cosa? Nos envidia…

— Tiene razon sobrada para ello.

— No lo comprende. Bueno, nos separamos. Entonces conoci a una actriz. Aqui se llaman realistas. Estaba encantada conmigo: ?un autentico pitecantropo! Fui a su casa y me quede hasta el dia siguiente. Era un autentico palacio. Los muebles se abrian como una flor, las paredes se deslizaban, las camas adivinaban todos los deseos y pensamientos… En fin, lo tenia todo.

— Hum… ?Y esta no tenia miedo?

— No. Bueno, tambien lo tenia, pero bebio algo, no se que, tal vez una especie de droga. Se llamaba Perto, o algo similar.

— ?Perto?

— Si. ?Sabes que es? ?Lo has probado?

— No — repuso —, no lo he probado. Pero es asi como se llama el preparado que anula…

— ?Anula? ?La betrizacion? ? Imposible!

— Por lo menos, esto es lo que me dijo aquel hombre.

— ?Quien?

— No puedo decirtelo. Le di mi palabra de honor.

— Esta bien. Pero por eso…, por eso ella…

Me levante de un salto.

— Sientate.

Me sente.

— ?Y tu? — pregunte —. No he hecho mas que hablar de mi mismo…

— ?Yo? Nada. Es decir…, nada me ha salido bien. Nada… — repitio una vez mas.

Guarde silencio.

— ?Como se llama este lugar?

— Klavestra. Pero la ciudad esta a unos kilometros de aqui. Escucha, hagamos una visita.

Tengo que llevar a reparar el coche. Y a la vuelta podemos correr a campo traviesa. ?Que te parece?

— Hal — dijo lentamente —, viejo alazan…

— ?Que?

Вы читаете Retorno de las estrellas
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату