— Claro que si.
Callamos de nuevo.
— ?Quieres seguir disparatando o boxeamos…? — me pregunto.
Me eche a reir.
— ?Como has conseguido los guantes?
— Nunca lo adivinarias, Hal.
— ?Los has hecho hacer?
— ?Que va! Los robe.
— ?No puede ser!
— Que el cielo me ayude, si es mentira. Estaban en un museo…. por eso tuve que volar hasta Estocolmo, ?sabes?
— Muy bien, pues adelante.
Deshizo su modesto equipaje y se puso el banador. Nos echamos los albornoces sobre los hombros y salimos. Todavia era temprano. Faltaba media hora para que sirvieran el desayuno.
— Sera mejor que vayamos detras de la casa — propuse —. Desde alli no puede vernos nadie.
Nos detuvimos en un claro entre los altos arbustos. Primero pisamos concienzudamente la hierba, hasta aplastarla.
— Sera resbaladizo — observo Olaf, sin dejar de pisar el improvisado cuadrilatero.
— Mejor. Asi la lucha sera mas dificil.
Nos pusimos los guantes. Fue algo complicado, pues no teniamos a nadie que nos los atara, y yo no queria llamar a un robot.
Olaf se situo frente a mi. Tenia el cuerpo completamente blanco.
— Aun no te has bronceado — comente.
— Mas tarde te contare la razon. No me apetecia echarme en la playa. Gong.
— Gong.
Empezamos cautelosamente. Pases. Movimientos para esquivarle. Segui esquivandole y empece a ponerme en forma, buscando el contacto, sin pegarle.
A fin de cuentas, no queria darle con fuerza. Pesaba doce kilos mas que el y sus brazos, un poco mas largos, no podian detener mis golpes, sobre todo porque yo era mejor boxeador que el. Por eso le deje acercarse un par de veces, aunque lo podia evitar. De repente dejo caer los guantes. Su rostro se puso en tension, sus mandibulas empezaron a moverse. Estaba furioso.
— Asi no — dijo.
— ?Que pasa?
— No disimules, Hal. O se boxea de verdad o no se boxea.
— Esta bien — dije, ensenando los dientes —. ?Adelante!
Ahora me acerque un poco mas. Los guantes chocaron entre si con fuerza. El sintio que yo iba en serio y se puso a la defensiva. El ritmo crecio en intensidad. Reparti golpes a derecha e izquierda, en sucesion ininterrumpida, el ultimo chocaba siempre contra su cuerpo; no podia seguirme. De pronto paso al ataque y consiguio un buen derechazo que me hizo tambalear.
Pero en seguida me repuse. Bailamos unos segundos, me cubri con el guante, retrocedi y coloque desde media distancia un derechazo, empleando mucha fuerza en ello. Olaf se doblo, habia descuidado su defensa unos instantes, pero no tardo en enderezarse, cubriendose cuidadosamente. El minuto siguiente lo empleamos en ataques sucesivos. Los guantes golpeaban los brazos con breves ruidos sordos, sin causar ningun dano. Solo una vez le esquive con el tiempo demasiado justo; fue realmente un golpe contra la oreja que, de haberme dado de pleno, me habria derribado. De nuevo bailamos uno en torno al otro.
Recibio un fuerte golpe en el pecho, aun podia seguir pegandole, pero no me movi, estaba como paralizado: ella se habia asomado a una ventana de la planta baja, con el rostro tan blanco como la prenda que le tapaba los hombros. Fue una fraccion de segundo; inmediatamente despues me alcanzo un energico punetazo y cai de rodillas.
— ?Perdona! — oi gritar a Olaf.
— No importa…, me convenia — murmure, levantandome.
Ahora la ventana estaba cerrada. Seguimos luchando, tal vez medio minuto mas, hasta que Olaf retrocedio de pronto.
— ?Que te pasa?
— Nada.
— Algo ha de ser.
— Si, claro. Ya no tengo ganas. ?Te importa?
— No, hombre. Tampoco tenia mucho sentido empezar tan pronto… Vamos.
Fuimos a la piscina. Olaf saltaba mejor que yo; hacia cosas magnificas. Intente un salto de espaldas con tirabuzon, que el acababa de ejecutar, pero choque fuertemente con los muslos contra el agua. Una vez sentado al borde de la piscina, me salpique la piel de agua, porque me quemaba como el fuego. Olaf se rio.
— Has perdido la practica.
— No es eso. El tirabuzon no me ha salido nunca bien. En cambio, ? que bien lo has hecho tu!
— Es algo que no se olvida nunca. Hoy ha sido el primer dia que he vuelto a hacerlo.
— Vaya. En tal caso ha sido magnifico.
El sol ya estaba bastante alto. Nos echamos sobre la arena y cerramos los ojos.
— ?Donde estan… ellos? — me pregunto tras un largo silencio.
— No tengo idea. Seguramente en la parte de la casa que les pertenece. Sus ventanas dan atras. Yo no lo sabia.
Note que se habia movido. La arena estaba muy caliente.
— Si, fue por eso — dije.
— ?Nos han visto?
— Ella.
— Y se ha asustado — murmuro —, ?verdad?
No conteste. Volvimos a guardar silencio.
— ?Hal!
— ?Que?
— Ahora ya casi no se vuela, ?lo sabias?
_si — ?Sabes tambien por que?
— Opinan que carece de sentido…
Le resumi todo lo que habia leido de Starck. El permanecio inmovil, silencioso, pero yo sabia que me escuchaba con atencion. Tampoco hablo en seguida cuando yo pare de hablar.
— ?Has leido a Shapley?
— No. ?Quien es Shapley?
— ?No? Pensaba que lo habias leido todo… Fue un astronomo del siglo xx. Casualmente cayo en mis manos uno de sus trabajos, que trataba de este mismo tema. Muy parecido a lo que opina tu Starck.
— ?Que dices? Es imposible. El tal Shapley no podia saber… Sera mejor que leas a Starck tu mismo.
— No hace falta. ?Sabes lo que es? Una simple pantalla.
— ?Que quieres decir?
— Esto mismo. Creo que ya se lo que paso.
— ?Que?
— La betrizacion.
Me incorpore de un salto.
— ?Tu crees?
Abrio los ojos.
— Esta muy claro. Ya no vuelan — y jamas volveran a volar. Cada vez sera peor. No pueden ver sangre. No pueden imaginarse que ocurriria si…
— Espera — interrumpi —, esto es totalmente imposible. Hay medicos, tiene que haber cirujanos…
— ?De modo que ignoras esto?