— Bien. Usted cree que es horrible, pero no es cierto. Solo es…
Enmudecio porque no encontro palabras. Yo la escuchaba con la boca abierta.
— Nina, Eri, yo…, yo no me creo horrible. Que tonteria. Te doy mi palabra. Pero cuando he vuelto y he oido y sabido tantas cosas., Basta. Ya he hablado bastante. Demasiado. No habia sido tan charlatan en mi vida. Habla tu, Eri, habla.
Me sente sobre la cama.
— Ya lo he dicho todo…, de verdad. Solo que… no se…
— ?Que es lo que no sabes?
— Que pasara ahora…
Me incline hacia ella. Me miro directamente a los ojos. Sus parpados no se movian.
Nuestros alientos se juntaron.
— ?Por que te has dejado besar?
— No lo se.
Roce su mejilla con los labios. Luego su cuello. Me quede asi, con la cabeza sobre su hombro, apretando los dientes con todas mis fuerzas. Nunca habia sentido algo igual. Ni siquiera sabia que se podia sentir. Tenia deseos de llorar.
— Eri — murmure sin voz, solo con los labios —. Eri, ? salvame!
Yacia inmovil. Oia los rapidos latidos de su corazon como desde una gran distancia. Me sente de nuevo.
— Si… — empece, pero no tuve valor para terminar la frase. Me levante, puse la lampara en su sitio, coloque la mesa donde estaba antes y tropece con algo: era un cuchillo de cazador, tirado en el suelo. Lo deje en la maleta y me volvi —. Apagare la luz — dije —. ?Quieres?
Ninguna respuesta. Pulse el interruptor. La oscuridad era total; ni siquiera en la ventana abierta habia luces, ni las mas distantes. Nada. Todo negrura. Tan negro como era muchas veces el espacio. Cerre los ojos. La quietud susurraba.
— Eri… — murmure. No contesto. Senti su temor y me acerque a la cama en la oscuridad.
Intente oir su respiracion, pero solamente el silencio emitia un sonido universal, como si se materializara en aquella negrura y se transformara en ella, en Eri.
«Tendria que irme de aqui — pense —. Si, en seguida me voy.» Pero me incline y encontre de repente su rostro, como por telepatia. Ella dejo de respirar.
— No — dije en un suspiro —. Nada. De verdad, nada.
Le toque los cabellos. Lo roce con las yemas de los dedos y lo reconoci, todavia tan extrano, tan inesperado. Tenia tanta ansiedad por comprenderlo todo. Pero ?y si no habia nada que comprender? Cuanto silencio. ?Dormiria ya Olaf? Seguramente no. Debia de estar quieto, escuchando. Esperando. Yo debia ir a su habitacion. Pero no, no podia. Coloque la cabeza sobre su hombro. En un impulso, me eche a su lado. Note que todo su cuerpo se ponia rigido.
Se aparto. Le susurre:
— No tengas ningun miedo.
— No.
— Estas temblando.
— No es nada.
La abrace. El peso de su cuerpo sobre mi hombro se traslado al brazo. Estabamos acostados el uno junto al otro, y nos rodeaba la oscuridad silenciosa.
— Es muy tarde — susurre —. Muy tarde. Tienes que dormir. Por favor, duermete.
La meci unicamente con una lenta oscilacion de mi hombro. Estaba quieta, y yo sentia el calor de su cuerpo y su aliento. Respiraba muy de prisa. Y su corazon latia con violencia.
Despacio, muy despacio, se fue tranquilizando. Debia de estar muy cansada. Escuche primero con los ojos abiertos, y despues los cerre, pues asi me parecia oir mejor. ?Dormiria ya?
?Quien era? ?Por que significaba tanto para mi? Estaba inmovil en esta oscuridad, y por la ventana entraba el viento, que hacia crujir las cortinas. Me invadia un asombro mudo.
Ennesson, Thomas, Venturi, Arder. ?Para esto fue todo aquello? ?Para esto? Un punado de polvo. Alli donde nunca sopla el viento. Donde no hay nubes, ni sol, ni lluvia, absolutamente nada, y de modo tan literal que parece imposible, que se antoja increible. ?Y yo habia estado alli? ?De verdad? Y ?para que?
Ahora ya no sabia nada, todo se habia fundido en una oscuridad sin forma; estaba entumecido. Ella se estremecio. Lentamente, se volvio de lado, pero no movio la cabeza de mi hombro. Murmuro algo y continuo durmiendo.
Intente imaginar la cromosfera de Arturo. Un espacio gigantesco y vacio por el que he volado muchas veces, girando en un espantoso e invisible carrusel de fuego, con los ojos hinchados y llorosos, repitiendo continua e insensiblemente: «Sonda. Cero. Siete. Sonda.
Cero. Siete. Sonda. Cero. Siete.» Miles y miles de veces, por lo que mas tarde solo el recuerdo de estas palabras me hacia estremecer. Las llevaba grabadas con fuego, como si fueran heridas; y como respuesta solo crujio algo en los auriculares y se oyo un sonido ahogado en el cual mis aparatos transformaban las llamas de las protuberancias, y alli estaba Arder, su rostro, su cuerpo y su cohete transformados en un gas radiante… ?Y Thomas? El desaparecido Thomas, de quien nadie sabia que… ?Y Ennesson? No nos llevabamos bien; en realidad yo no podia soportarle. Pero en la camara de presion luche con Olaf porque no me queria dejar ir hacia alli, pues era demasiado tarde; ?vaya generosidad la mia, por todos los cielos! Solo que no era generosidad sino una cuestion de precio. Ya lo creo que si. Porque cada uno de nosotros era de un valor incalculable, la vida humana alcanzaba alli su valor maximo, alli donde ya no podia tener ninguno, donde solo estaba separada del fin por un hilo ya casi inexistente. Aquel hilo o aquel contacto en la radio de Arder. Aquel empalme en el reactor de Venturi, que Voss no comprobo lo suficiente — tal vez se solto de repente, pues tambien esto ocurre, que el metal envejezca —, y Venturi dejo de existir cinco segundos despues. ?Y el regreso de Thurber? ?Y la prodigiosa salvacion de Olaf, que se perdio cuando su antena de direccion resulto perforada? ?cuando? ?De que manera? Nadie lo sabia. Olaf regreso… por milagro. Si, una posibilidad entre un millon. ?Y yo mismo… vaya suerte que tuve! ?Vaya suerte extraordinaria e imposible…! Tenia el brazo dormido, lo cual me daba una sensacion agradable e indescriptible. «Eri — llame en mis pensamientos —, Eri.» Como el trino de un pajaro. ?Que nombre!
Un gorjeo… Como fastidiabamos a Ennesson para que imitara los trinos de los pajaros.
Lo sabia hacer, ?y que bien! Y cuando perdio la vida, lo mismo ocurrio con todos esos pajaros…
Pero todo esto no tardo en ser confuso, y me hundi, nade a traves de la oscuridad. En el ultimo momento antes de dormirme se me antojo estar alli, en mi puesto, en la litera, muy bajo y muy cerca del suelo de hierro, y junto a mi estaba el pequeno Arne… Entonces me desvele de nuevo unos momentos. No, Arne ya no vivia, y yo estaba en la Tierra. La muchacha respiraba tranquilamente.
— Bendita seas, Eri — dije en un susurro, aspire el olor de sus cabellos y me quede dormido.
Abri los ojos sin saber donde estaba, ni desde luego, junto a quien. Los cabellos oscuros desparramados sobre mi hombro — no le sentia como si fuera algo extrano a mi cuerpo — me dejaron perplejo. Fue solo una fraccion de segundo. En seguida lo supe todo. El sol aun no habia despuntado, y la manana, de un blanco lechoso, sin un atisbo de amanecer, clara y de un frio penetrante, estaba en la ventana. A esta luz temprana vi el rostro de Eri como si lo viera por primera vez. Dormia profundamente, respirando con los labios muy cerrados; no debia estar muy comoda sobre mi hombro, ya que coloco una mano bajo su cabeza y arqueo las cejas como si todavia la dominara el asombro. Este movimiento fue muy leve; pero yo la contemplaba con atencion, como si en aquel rostro estuviera escrito mi propio destino.
Pense en Olaf. Con extremo cuidado, empece a retirar el brazo. Esta precaucion resulto totalmente innecesaria, pues ella dormia muy bien, y ademas sonaba; me detuve, no tanto para adivinar el sueno como para saber si era desagradable. Su rostro era casi infantil. No, no habia nada desagradable en el sueno. Me aparte de ella y me levante. Llevaba el albornoz puesto, tal como me habia acostado. Sali descalzo al pasillo, cerre la puerta con cuidado, muy lentamente, y con las mismas precauciones entre en el cuarto de Olaf. La cama estaba intacta.
Se hallaba sentado ante la mesa y dormia, con la cabeza apoyada en una mano. No se habia desnudado, tal como yo supuse. Ignoro que le desperto; ?mi mirada, tal vez? De pronto sus ojos claros me dirigieron una mirada penetrante, y se desperezo y estiro con grandes ademanes.