— Olaf — dije —, aunque viviera cien anos…
— Cierra la boca — replico con gran amabilidad —. Hal, siempre tuviste inclinaciones nefastas…
— ?Ya empiezas otra vez? Solo queria decirte…
— Ya se que querias decirme. Siempre se que quieres decirme con una semana de anticipacion. Si en el Prometeo hubieramos tenido un capellan, tu habrias sido el mas indicado. ?Por el mismisimo diablo, como no se me ocurrio antes! ? Entonces te habria hecho rezar, Hal! ?Nada de sermones, ni grandes palabras, ni juramentos, imprecaciones y demas! ?Como va todo? Bien, ?no?
— No lo se. Asi parece. Si te… te interesa… entre nosotros no ha pasado nada.
— Primero tendrias que arrodillarte — observo —, y seguir hablando de rodillas. Viejo idiota, ?te he preguntado semejante cosa? Hablo de las perspectivas y cosas por el estilo.
— No tengo idea. Y veras, voy a decirte algo: ella tampoco tiene idea. Le he dado en la cabeza como con una piedra.
— Ya. Esto es desagradable — opino Olaf, mientras se desnudaba y buscaba su banador —.
?Cuanto pesas? ?Ciento diez?
— Mas o menos. No hace falta que busques; llevo puesto tu banador.
— Por todos los diablos, siempre has de meter la pezuna en todo — gruno, y al ver que yo iba a quitarme el banador-: Dejalo, tonto. Tengo otro en la maleta.
— ?Como se gestiona un divorcio? ?Lo sabes, por casualidad? — pregunte.
Olaf, agachado ante la maleta, me miro. Sonrio entre dientes.
— No, no lo se. Me gustaria saber como me podria haber enterado. Sin embargo, oi decir que es como un estornudo. Y ni siquiera hay que brindar. ?No existe por aqui un cuarto de bano decente, provisto de agua?
— Ni idea, pero no lo creo. Solo los que ya conoces.
— Si. Un chorro de aire refrescante que huele a elixir dental. Espantoso. Vamos a la piscina.
Sin agua no me siento lavado. ?Duerme ella?
— Si.
— Entonces, vamos.
El agua estaba fria y deliciosa. Hice un tirabuzon hacia atras; me salio magnifico. Hasta ahora no lo habia logrado nunca. Sali a la superficie resoplando y ahogandome, pues habia tragado agua por la nariz.
— Cuidado — me advirtio Olaf desde el borde —, ahora tienes que ser precavido. ?Te acuerdas de Markel?
— Si. ?Por que?
— Estuvo en cuatro lunas de Jupiter llenas de amoniaco, y cuando regreso, aterrizo y salio serpenteando de su cohete, cubierto de trofeos como un arbol de Navidad, tropezo y se rompio la pierna. O sea que debes tener cuidado ahora, te lo digo yo.
— Lo tendre. El agua esta terriblemente fria. Voy a salir.
— Bien hecho. Podrias pillar un resfriado. Yo no habia tenido ninguno en diez anos, y en cuanto llegue a la Luna, empece a toser.
— Porque alli hay demasiada sequedad — dije con expresion muy seria. Olaf rio y me salpico la cara de agua al saltar muy cerca de mi.
— Efectivamente, es muy seca — convino mientras nadaba —. Es una buena descripcion. Seca y muy incomoda.
— Oi, me voy corriendo.
— Muy bien. Nos encontraremos para desayunar. ?O no?
— Naturalmente.
Corria hacia arriba, secandome por el camino. Ante la puerta, contuve el aliento y mire hacia dentro con cuidado. Continuaba dormida. Aproveche la oportunidad y me vesti con rapidez. Incluso pude afeitarme en el cuarto de bano.
Entonces volvi a asomarme a la habitacion; me parecio que se habia movido. Cuando me acerque a la cama de puntillas, abrio los ojos.
— ?He… dormido… aqui?
— Si, si, Eri.
— Me ha parecido que alguien…
— Si, Eri…, he… sido yo.
Me miro largo rato, como si lo estuviera recordando todo lentamente. Al principio abrio mucho los ojos — ?de asombro? — , y despues los cerro, volvio a abrirlos, miro a hurtadillas, muy de prisa, pero no tanto como para que yo no lo advirtiera, bajo la sabana, y me mostro su rostro ruborizado.
Carraspee.
— Quiere? ir a tu habitacion, ?verdad? Entonces me voy…
— No — dijo —, llevo puesta la bata. — Cerro el escote y se sento en la cama —. ?Es asi… ya… realmente?
— pregunto en voz baja y un tono como si se despidiera de algo.
Guarde silencio.
Ella se levanto, recorrio la habitacion y volvio a mi lado. Levanto la vista y me miro a la cara; en sus ojos habia una pregunta, una inseguridad y otra cosa que yo no sabia adivinar.
— Senor Bregg…
— Me llamo Hal. Es mi… nombre de pila…
— Se…, Hal, yo…
— ?Si?
— Yo… realmente no se… querria…
— ?Que?
— Bueno…, el…
?No podia o no queria decir «mi marido»?
— …Vuelve pasado manana.
— ?Y que?
— ?Que pasara entonces?
Trague saliva.
— ?Debo hablar con el? — pregunte.
— ?Como?
Ahora fui yo quien la miro confundido, sin comprender.
— Ayer… dijo usted…
Me quede esperando.
— …Que… me llevaria consigo.
— Si.
— ?Y el?
— ?No debo hablar con el? — repeti.
— ?Como, hablar? ?Usted solo?
— ?Con quien, pues?
— ?Asi que… ha de ser el fin?
Me ahogaba; volvi a carraspear.
— Pero… no hay otra salida.
— Yo… yo pensaba… que seria un mesk.
— Un… que?
— ?No sabe que es?
— No, no lo se. No entiendo una palabra. ?Que es? — interrogue, sintiendo un desagradable escalofrio. De nuevo tropezaba con estas repentinas barreras, con un confuso malentendido.
— Es eso, una… o uno… cuando encuentra a alguien… y durante un tiempo le gustaria…, bueno, ?de verdad no sabe nada de esto?
— Espera, Eri. No se nada, pero ahora creo adivinar… ?Se trata de algo provisional, de un estado interino, de una aventura pasajera?