nosotros, que estamos sentados a la sombra. Y de la arena vertida surge un brillante grueso como dos garbanzos. La ganga, otra vez, esta rota, sin lo cual no se veria. Comete el error de agarrarlo demasiado aprisa.
– Caramba,?no sera un diamante? Unos soldados me han dicho que en el rio hay diamantes y oro.
– Por eso acarreo tanta agua. ?No creereis que soy tan idiota como todo eso! -dice, contento de justificar, al fin, por que trabaja tanto.
En resumen, que en seis meses, para terminar la historia de los brillantes Toto, es poseedor de siete a ocho quilates de brillantes. Yo tengo una docena ademas de treinta piedrecitas, lo que los transforma en “comercial” en la jerga de los mineros. Pero, un dia, encuentro uno de mas de seis quilates que, tallado mas tarde en Caracas, ha dado casi cuatro quilates. Lo conservo aun, y lo llevo dia y noche en el dedo. Deplanque y Antartaglia tambien han reunido algunas piedras preciosas. Yo conservo aun el estuche del presidio y las he metido dentro. Ellos, con unas puntas de cuerno de buey, se han fabricado una especie de estuches que les sirven para guardar estos pequenos tesoros. Nadie sabe nada, excepto el futuro coronel, el cabo Francisco Bolagno. Los tomates y las otras plantas han crecido. Escrupulosamente, los oficiales nos pagan nuestras legumbres, que llevamos todos los dias al comedor de oficiales.
Tenemos una libertad relativa. Trabajamos sin ningun guardia y dormimos en nuestras dos casitas. jamas vamos al campamento. Somos respetados y nos tratan con consideracion. Por supuesto, insistimos cada vez que podemos cerca del director para que nos ponga en libertad. Y cada vez nos responde: “Pronto”, pero hace ocho meses que estamos aqui y no pasa nada. Entonces, empiezo a hablar de fuga. Toto no quiere saber nada. Los demas, tampoco. Para estudiar el rio, me he procurado cordel de pescar y un anzuelo. Asi vendo pescado, en particular los famosos caribes, peces carnivoros que llegan a pesar un kilo y que tienen dientes dispuestos como los de los tiburones e igual de terribles.
Hoy, zafarrancho. Gaston Duranton, llamado Torcido, se las ha pirado llevandose -setenta mil bolivares de la caja fuerte del director. Este preso tiene una historia original.
De nino estaba en el correccional de la isla de Oleron, donde trabajaba como zapatero en el taller. Un dia, la correa de cuero que sujeta el zapato a su rodilla y pasa por debajo del pie, se rompe. Se fractura la cadera. Mal atendido, la cadera solo se suelda a medias y, durante toda su vida de nino y una parte de su vida de hombre, va torcido. Era penoso verle caminar: aquel muchacho delgado y deforme no podia avanzar mas que arrastrando aquella pierna que se negaba a obedecer. Sube al presidio a los veinticinco anos. No hay nada sorprendente en el hecho de que tras las prolongadas estancias en el correccional haya salido ladron.
Todo el mundo le llama Torcido. Casi nadie conoce su nombre, Gaston Duranton. Torcido es, Torcido le llaman. Pero, por muy deforme que sea, se evade del presidio y llega hasta Venezuela. Era en tiempos del dictador Gomez. Pocos presidiarios han sobrevivido a su represion. Salvo raras excepciones, entre ellas el doctor Bougrat, porque salvo a toda la poblacion de la isla de las perlas, Margarita, donde habia una epidemia de fiebre amarilla.
Torcido, detenido por la sagrada Policia especial de Gomez fue enviado a trabajar en las carreteras de Venezuela. Los prisioneros franceses y venezolanos eran encadenados a bolas de hierro en las que estaba grabada la flor de lis de Tolon. Cuando los hombres reclamaban, se les decia: “?Pero si estas cadenas estas esposas y estas bolas vienen de tu pais! Mira la flor de lis.” En resumen, que Torcido se evade del campamento volante don de trabajaba en la carretera. Atrapado unos dias mas tarde, lo devuelven a esa especie de presidio ambulante. Delante de todo los presos, lo ponen boca abajo, en cueros, y lo condenan a recibir cien latigazos de nervio de buey.
Es extremadamente raro que un hombre resista mas de ochenta golpes. La suerte que tiene es que es delgado, porque, puesto boca abajo, los golpes no pueden alcanzarle el higado, parte que estalla si se le pega encima. Es costumbre, despues de esta flagelacion, en que las nalgas quedan como machacadas, echar sal a las heridas y dejar al hombre al sol. Sin embargo, le cubren la cabeza con una gruesa hoja de planta, pues se acepta que muera por los golpes, pero no de una insolacion.
Torcido sale con vida de este suplicio de la Edad Media, y cuando se levanta por primera vez, sorpresa, ya no esta torcido. Los golpes le han roto la mala soldadura en falso y le han puesto la cadera en su sitio. Soldados y prisioneros gritan milagro y nadie comprende. En este pais supersticioso, se cree que Dios ha querido recompensarle asi por haber resistido dignamente las torturas. Desde ese dia, le quitan los hierros y la bola. Se le protege y trabaja como aguador de los forzados. Pronto se desarrolla, y comiendo mucho, se convierte en un muchacho alto y atletico.
Francia supo que los presos trabajaban en la construccion de carreteras en Venezuela. Pensando que esas energias serian mejor empleadas en la Guayana francesa, el mariscal Franchet d'Esperey fue comisionado para pedirle al director, feliz por aquella mano de obra gratuita, que se aviniera a devolver a aquellos hombres a Francia.
Gomez acepta y un barco acude a buscarlos a Puerto Cabello. Entonces, alli, se producen episodios terribles, pues hay hombres que proceden de otros lugares y no conocen la historia de Torcido.
– ?Eh! Marcel, ?que tal?
– ?Quien eres?
– El Torcido.
– Tu bromeas. ?Me tomas el pelo? -respondian todos los interpelados al ver a aquel buen mozo, alto y hermoso, bien plantado sobre sus piernas bien rectas.
Torcido, que era joven y bromista, no dejo durante todo el embarco de interpelar a todos cuantos conocia. Y todos, por supuesto, no admitian que El Torcido se hubiera estirado. De regreso al presidio, conoci esta historia por su propia boca y la de los demas, en Royale. Evadido de nuevo en 1943, viene a parar a El Dorado. Como habia vivido en Venezuela, claro que sin decir que siempre habia estado preso, le habian empleado en seguida como cocinero en lugar de Chapar, convertido en hortelano. Estaba en el pueblo, en casa del director, o sea, al otro lado del rio.
En el despacho del director, se encontraba una caja fuerte y el dinero de la colonia. Asi, pues, ese dia roba setenta mil bolivares que valian, en aquel tiempo, casi veinte mil dolares. De ahi el zafarrancho en nuestro huerto: el director, el cunado del director y los dos comandantes encargados de la vigilancia. El director quiere devolvernos al campamento. Los oficiales se niegan. Nos defienden tanto a nosotros como a su aprovisionamiento de legumbres. Al final, conseguimos convencer al director de que no tenemos ningun informe que darle, porque, de saber algo, nos hubieramos marchado con el, pero que nuestro objetivo es ser libres en Venezuela y no en la Guayana inglesa, la unica region a donde el ha podido dirigirse. Guiados por las aves de presa que lo devoraban, encontraron a Torcido muerto a mas de setenta kilometros, en la selva, muy cerca de la frontera inglesa.
La primera version, la mas comoda, es que habia sido asesinado por los indios. Mucho mas tarde, un hombre fue detenido en Ciudad Bolivar. Cambiaba billetes de quinientos bolivares que eran demasiado nuevos. El Banco que los habia entregado al director de la colonia de El Dorado poseia la serie de los numeros y vio que se trataba de billetes robados. El hombre confeso y denuncio a otros dos que nunca fueron arrestados. Esta es la vida y el fin de mi buen amigo Gaston Duranton, llamado El Torcido.
Clandestinamente, ciertos oficiales han puesto prisioneros a buscar oro y diamantes en el rio Caroni. Los resultados fueron positivos, sin descubrimientos fabulosos, pero suficientes para estimular a los buscadores. Al fondo de mi huerto, dos hombres trabajan todo el dia con la “artesa”, un sombrero chino vuelto del reves, con la punta para abajo y el borde arriba. La llenan de tierra y la lavan. Como el diamante es lo mas pesado de todo se queda en el fondo del “sombrero”. Ha habido ya un muerto. Robaba a su “patron”. Este pequeno escandalo ha puesto punto final a esa “mina” clandestina.
En el campamento hay un hombre que tiene el torso tatuado por completo. En el cuello lleva escrito: “Mierda para el peluquero.” Tiene paralizado el brazo derecho. Su boca torcida y una lengua gruesa que a menudo le cuelga y babea, indican con meridiana claridad que ha sufrido un ataque de hemiplejia. ?Donde? No se sabe. Estaba aqui antes que nosotros. ?De donde viene? Lo que es seguro es que se trata de un presidiario o un relegado evadido. En su pecho lleva tatuado “Bat dAf”: Eso y el “Mierda para el peluquero” detras de su cuello permiten, sin que quepa duda, reconocer en el a un duro.
Los guardianes y los prisioneros le llaman Picolino. Le tratan bien y recibe escrupulosamente la comida tres veces al dia, y tambien cigarrillos. Sus ojos azules viven intensamente y su mirada no siempre esta triste. Cuando mira a alguien a quien estima, sus pupilas brillan de alegria. Comprende todo cuanto le dicen, pero no puede hablar ni escribir: su brazo derecho paralizado no se lo permite, y en la mano izquierda le faltan el pulgar y otros dos dedos. Esa ruina humana permanece horas pegada a los alambres de espino esperando que yo pase con legumbres, pues este es el camino que tomo para ir al comedor de oficiales. Asi, pues, cada manana, cuando llevo mis legumbres, me paro a hablar con Picolino. Apoyado en los alambres de espino, me mira con sus hermosos ojos llenos de vida en su cuerpo casi muerto. Le digo palabras amables, y con su cabeza o sus parpados me da a entender que ha captado toda mi conversacion. Su pobre rostro paralizado se ilumina un momento y sus ojos brillan queriendo expresarme quien sabe cuantas cosas. Siempre le llevo alguna chucheria de comer: una ensalada de tomates, lechuga, cohombro preparado con una salsa vinagreta, o un meloncito, o un pescado a la brasa. No tiene hambre, pues la comida es copiosa en el presidio venezolano, pero asi cambia del menu oficial. Algunos cigarrillos completan siempre mis pequenos regalos. Se ha convertido en una costumbre fija esa corta visita a Picolino, hasta el punto de que los soldados y los prisioneros le llaman el hijo de Papillon.
La libertad
Cosa extraordinaria, los venezolanos son tan encantadores, tan cautivadores, que tomo la decision de confiar en ellos. No me fugare. Como prisionero acepto esta situacion anormal, en espera de formar parte, algun dia, de su pueblo. Eso parece paradojico. La salvaje forma que tiene de tratar a los prisioneros no es como para animarme, sin embargo, a vivir en su sociedad, pero comprendo que encuentran normales los castigos corporales, tanto los prisioneros como los soldados. Si un soldado comete una falta, tambien a el se le administran varios azotes con el nervio de buey. Y, algunos dias mas tarde, ese mismo soldado habla con el mismo cabo, sargento u oficial que le golpeo, como si no hubiese sucedido nada.
Ese barbaro sistema les ha sido transmitido por el dictador Gomez, quien los rigio asi durante muchos anos. Y la costumbre ha quedado, hasta el punto de que un jefe civil castiga a los habitantes que estan bajo su jurisdiccion de esa forma, con unos cuantos azotes con el nervio de buey.
Gracias a una revolucion, me encuentro en visperas de ser liberado. Un golpe de Estado medio civil, medio militar, ha hecho caer al presidente de la republica, el general Angarita Medina, uno de los mayores liberales que ha conocido Venezuela. Era tan bueno, tan democrata, que no supo o no quiso resistir el golpe de Estado. Al parecer, se nego categoricamente a hacer que corriera la sangre entre venezolanos para mantenerse en su puesto. Ciertamente, este gran militar democrata no estaba al corriente de lo que sucedia en El Dorado.
De todas maneras, un mes despues de la revolucion, destituyen a todos los oficiales. Se ha abierto una encuesta sobre la muerte del colombiano a causa de la “purga”.
El director y su cunado desaparecen para ser sustituidos por un antiguo diplomatico y abogado.
– Si, Papillon, manana le pondre en libertad, pero quisiera que se llevara con usted a ese pobre de Picolino por quien se interesa. No tiene identidad, asi que le buscare una. En cuanto a usted, aqui tiene su cedula perfectamente en regla, con su verdadero nombre. Las condiciones son las siguientes: debe usted vivir en un pueblo durante un ano antes de poderse instalar en una gran ciudad. Sera una especie de libertad no vigilada, pero en la que se le podra ver vivir y darse cuenta de la manera como se defiende en la vida. Si, como creo, al cabo de un ano el jefe civil del pueblo le da un certificado de buena conducta, entonces el mismo pondra fin a su