– Monsieur Henri, cerca del hotel, en el Frencb Market, hay autobuses que vienen a San Fernando. ?Por que no vienen a pasar la tarde en casa? Vengan, les espero.
Y hetenos aqui a los tres camino de San Fernando. Clousiot esta magnifico con su traje semimilitar de color regaliz.
Ese retorno a la casa que con tanta bondad nos acogiera nos emociona a los tres. Parece como si esas mujeres comprendiesen nuestra emocion, pues dicen al unisono:
– Ya estan de regreso en su casa, queridos amigos. Sientense comodamente.
Y en vez de decirnos “senor”, cada vez que se dirigen a nosotros nos llaman por el nombre de pila:
– Henri, paseme el azucar.
Andre -Maturette se llama Andre-, ?un poco mas pudding?
Mrs. y Miss Bowen, espero que Dios las haya recompensado por tanta bondad como tuvieron para con nosotros y que sus elevadas almas, que tantas finas alegrias nos prodigaron, hayan gozado de inefables dichas.
Discutimos con ellas y desplegamos el mapa sobre una mesa. Las distancias son grandes: mil doscientos kilometros para llegar al primer puerto colombiano: Santa Marta; dos mil cien kilometros, para Panama; dos mil quinientos para Costa Rica. Llega Master Bowen:
– He telefoneado a todos los Consulados y traigo una buena noticia: pueden recalar, algunos dias en Curasao para descansar. Colombia no tiene establecido ningun compromiso a proposito de los evadidos. Que sepa el consul, nunca han llegado evadidos por mar a Colombia. En Panama y otras partes, tampoco.
– Conozco un sitio seguro para ustedes -dice Margaret, la hija de Mr. Bowen-. Pero queda muy lejos, a tres mil kilometros por lo menos.
– ?Donde es? -pregunta su padre.
– En Honduras britanica. El gobernador es mi padrino.
Miro a mis amigos y les digo:
– Destino: Honduras britanica.
Es una posesion inglesa, que, al Sur, linda con la Republica de Honduras y, al Norte, con Mexico.
Pasamos la tarde, ayudados por Margaret y su madre, trazando la ruta. Primera etapa: Trinidad-Curasao, mil kilometros. Segunda etapa: de Curasao a una isla cualquiera en nuestra derrota. Tercera etapa: Honduras britanica.
Como nunca se sabe lo que puede pasar en el mar, ademas de viveres que nos dara la Policia, decidimos que en una caja especial, cargaremos conservas de reserva: carne, legumbres, mermelada, pescado, etc. Margaret nos dice que el supermercado “Salvattori” estara encantado de regalarnos esas conservas.
– En caso de negativa -anade con sencillez-, se las compraremos mama y yo.
– No, senorita.
Callese usted, Henri.
– No, no es posible, pues tenemos dinero y no estaria bien que nos aprovecharamos de la bondad de ustedes, cuando podemos comprar perfectamente esos viveres.
La canoa esta en Port of Spain, botada, bajo un refugio de la Marina de Guerra. Nos separamos prometiendo una visita antes de la gran marcha. Todas las noches, salimos religiosamente a las once. Clousiot se sienta en un banco del square mas animado y, por turno, Maturette o yo le hacemos compania, mientras el otro vagabundea por la ciudad.
Hace ocho dias que estamos aqui. Clousiot camina sin demasiada dificultad gracias al hierro fijado bajo la escayola. Hemos aprendido a ir hasta el puerto en tranvia. Solemos ir por la tarde y todas las noches. Somos conocidos y adoptados en algunos bares del puerto. Los policias de servicio nos saludan, todo el mundo sabe quienes somos y de donde venimos, nadie hace nunca alusion a nada. Pero hemos notado que en los bares donde somos conocidos nos hacen pagar lo que comemos o bebemos menos caro que a los marineros. Igual ocurre con las chicas. Por, lo general, cuando se sientan a las mesas de marineros, oficiales o turistas, beben sin parar y procuran hacerles gastar lo mas posible. En los bares donde se baila, nunca lo hacen con nadie sin que antes les hayan invitado a varias copas. Pero, con nosotros, todas se comportan de diferente modo. Se sientan largos ratos y hay que insistir para que se tomen un drink- Si aceptan, no es para soplarse su famoso minusculo vaso, sino una cerveza o un autentico whisky con soda. Todo eso nos produce mucha alegria, pues es una manera indirecta de decirnos que conocen nuestra situacion y que, sentimentalmente, estan a nuestro lado.
La embarcacion ha sido repintada y le han anadido una borda de diez centimetros de alto. La quilla ha sido afianzada, ninguna nervadura interior ha sufrido danos, la embarcacion esta intacta. El mastil ha sido sustituido por otro mas alto, pero mas ligero, que el anterior: el foque y el trinquete hechos con sacos de harina, por buena lona de color ocre. En la Marina, un capitan de navio me ha entregado una brujula con rosa de los vientos (ellos la llama compas) y me han explicado, como con ayuda de la carta, puedo saber aproximadamente donde me encuentro. La derrota esta trazada Oeste un cuarto Norte para llegar a Curasao.
El capitan de navio me ha presentado a un oficial de Marina, comandante del buque Esnaela Tarpon, quien me ha preguntado si me apeteceria hacerme a la mar sobre las ocho de la manana del dia siguiente y salir un poco de puerto. No comprendo el porque, pero se lo prometo. Al dia siguiente, estoy en la Marina a la hora antedicha con Maturette. Un marinero sube con nosotros y salgo de puerto con buen viento. Dos horas despues, cuando estamos dando bandazos entrando y saliendo de puerto, un buque de guerra viene sobre nosotros. En cubierta, alineados, la tripulacion y los oficiales todos de blanco. Pasan cerca de nuestra embarcacion y gritan “?Hurra!”, dan la vuelta alrededor de nosotros e izan y arrian dos veces el pabellon. Es un saludo oficial cuyo significado no comprendo. Volvemos a la Marina, donde el buque de guerra ha atracado ya en el desembarcadero.
Nosotros amarramos en el muelle. El marinero nos indica que le sigamos y subimos a bordo, donde el comandante del buque nos recibe en el puente de mando. Un toque de silbato modulado saluda nuestra llegada y, tras habernos presentado a los oficiales, nos hacen pasar ante los cadetes y suboficiales, que estan formados en posicion de firmes. El comandante les dice unas palabras y, luego, rompen filas. Un joven oficial me explica que el comandante acaba de decir a los cadetes de la dotacion que mereciamos el respeto de los marinos por haber hecho, en una embarcacion tan pequena, un trayecto tan largo, y que nos disponiamos a efectuar otro mas largo aun y mas peligroso. Damos las gracias al oficial por tanto honor. Nos regala tres impermeables de mar que luego nos habran de ser muy utiles. Son impermeables negros con una gran cremallera de cierre.
Dos dias antes de partir, Master Bowen viene a vernos y nos pide, de parte del superintendente de Policia, que nos llevemos con nosotros a tres relegados que fueron detenidos hace una semana. Esos relegados fueron desembarcados en la isla mientras sus companeros proseguian el viaje hacia Venezuela, segun contaron. Esto no me gusta, pero hemos sido tratados con demasiada nobleza para negarnos a acoger a esos tres hombres a bordo. Pido verles antes de dar mi respuesta. Un coche de la Policia viene a buscarme. Paso a hablar con el superintendente, el oficial lleno de galones que nos interrogo cuando llegamos. El sargento Willy hace de interprete.
– ?Que tal les va?
– Bien, gracias. Necesitamos que nos haga usted un favor.
– Si es posible, con mucho gusto.
– En la prision hay tres franceses relegados. Han vivido algunas semanas clandestinamente en la isla y pretenden que sus companeros les abandonaron aqui y se fueron. Creemos que han hundido su canoa, pero cada uno de ellos dice que no sabe conducir una embarcacion. Creemos que es una maniobra para que les facilitemos una. Tenemos que hacerles marchar: seria lamentable que me viese obligado a entregarlos al comisario del primer buque frances que pase.
– Senor superintendente, hare lo imposible, pero antes quiero hablar con ellos. Comprenda que es peligroso embarcar a bordo a tres desconocidos.
Comprendo. Willy, ordene que hagan salir a los tres franceses al patio.
Quiero verles a solas y pido al sargento que se retire.
– ?Sois relegados?
– No, somos duros.
– ?Por que habeis dicho que erais relegados?
– Pensamos que preferirian a un hombre que ha cometido un delito pequeno que uno grave. Ahora vemos que nos hemos equivocado. ?Y tu quien eres?
– Un duro.
– No te conocemos.
– Soy del ultimo convoy. ?Y vosotros?
– Del convoy de 1929.
– Yo del de 1927 -dice el tercero.
– Bien: el superintendente me ha mandado llamar para pedirme que os acoja a bordo. Nosotros ya somos tres. Dice que si no acepto, como ninguno de vosotros sabe manejar una embarcacion, se vera en la obligacion de entregaros al primer buque frances que pase. ?Que decis a eso?
– Por razones que nos atanen, no queremos hacernos de nuevo a la mar. Podriamos fingir que nos vamos con vosotros, tu nos dejas en la punta de la isla y, luego, te vas.
– No puedo hacer eso.
– ?Por que?
– Porque no quiero pagar las buenas atenciones que los ingleses han tenido con nosotros con una canallada.
– Mira, macho, creo que antes que los rosbifs, importan los duros.
– ?Por que?
– Porque tu eres un duro.
– Si, pero existen tantas clases de duros, que quizas haya mas diferencia entre vosotros y yo que entre yo y los rosbifs, depende de como se mire.
– Entonces, ?vas a dejar que nos entreguen a las autoridades francesas?
– No, pero tampoco os desembarcare hasta Curasao.
– No me siento con valor para volver a empezar -dice uno.
– Escuchadme, primero ved la canoa. Quiza la embarcacion con que vinisteis era mala.
– Bien, vamos a probar -dicen los otros dos.
– De acuerdo. Pedire al superintendente que os deje ver la canoa.
Acompanados por el sargento Willy, vamos al puerto. Aquellos tres tipos parecen tener mas confianza tras haber visto la canoa.