Y le beso las manos.

– Vas a irte de nuevo, hijo mio, y arrostraras otros peligros. Quisiera bautizarte antes de tu marcha. ?Que te parece?

– Padre mio, dejeme asi por el momento. Mi papa me crio sin religion. Tiene un corazon de oro. Cuando mama murio, supo hallar, para quererme mas aun, gestos, palabras, atenciones de madre. Creo que si me dejo bautizar cometeria una especie de traicion hacia el. Dejeme tiempo de ser completamente libre con una identidad establecida, una forma de vida normal, para que, cuando le escriba, le pregunte si puedo, sin causarle pena, abandonar su filosofia y hacerme bautizar.

– Te comprendo, hijo mio, y estoy seguro de que Dios esta contigo. Te bendigo y pido a Dios que te proteja.

– He aqui como monsenor Irenee de Bruyne se describe enteramente en ese sermon -me dice el doctor Naal.

– Es verdad, senor. Y ahora, ?que piensa usted hacer?

– Pedire al gobernador que de orden a la aduana de que me concedan prioridad en la primera venta de embarcaciones secuestradas a los contrabandistas. Ira usted conmigo para dar su opinion y escoger la que le convenga. Para todo lo demas, alimentos y ropas, no habra problemas.

Desde el dia del sermon del obispo, tenemos visitas constantemente sobre todo por la tarde hacia las seis. Esas personas quieren conocernos. Se sientan en los bancos de la mesa y cada una trae algo que deja sobre una cama, pero lo deja sin tan siquiera decir: Le he traido esto. Sobre las dos de la tarde, acuden siempre hermanitas de los pobres acompanadas por la superiora que hablan muy bien frances. Su capazo siempre esta lleno de cosas buenas cocinadas por ellas. La superiora es muy joven, menos de cuarenta anos. No se le ve el cabello, recogido en una toca blanca, pero sus ojos son azules y sus cejas rubias. Pertenece a una importante familia holandesa (informacion del doctor Naal) y ha escrito a Holanda para que se busque otro medio que el de mandarnos fuera por mar. Pasamos buenos momentos juntos y, repetidas veces me hace relatar nuestra evasion.

En ocasiones, me pide que le cuente directamente a las hermanas que la acompanan y que hablan frances. Y si me olvido o paso por alto un detalle, me llama suavemente al orden:

– Henri, no corra tanto. Se salta usted la historia del guaco… ?Por que se olvida de las hormigas, hoy? ?Es muy importante lo de las hormigas, pues gracias a ellas fue usted sorprendido por el breton de la mascara!

Lo cuento todo porque aquellos son momentos tan dulces, tan completamente opuestos a todo cuanto hemos vivido, que una luz celestial ilumina de un modo irreal ese camino de la podredumbre en vias de desaparecer.

He visto la embarcacion, un magnifico batel de ocho metros de largo, con muy buena quilla, mastil muy alto y velas inmensas. Esta construido especialmente para pasar contrabando. El equipo esta completo, pero hay sellos lacrados de la aduana por todas partes. Un caballero inicia la subasta con seis mil florines, aproximadamente mil dolares. Total, que nos lo dan por seis mil un florines, despues de que el doctor Naal haya musitado unas palabras a ese caballero.

En cinco dias, estamos preparados. Recien pintada, atiborrada de vituallas bien guardadas en la bodega, esta embarcacion con media cubierta es un regalo regio. Seis maletas, una para cada uno, con ropas nuevas, zapatos, todo lo necesario para vestirse, son envueltas en una lona impermeable, y, luego, colocadas en el rool de la embarcacion.

La prision de Rio Hacha

Al despuntar el dia, zarpamos. El doctor y las hermanitas han venido a decirnos adios. Desatracamos con facilidad del muelle, el viento nos toma en seguida y navegamos normalmente. Sale el sol, radiante. Una jornada sin tropiezos nos aguarda. Enseguida me percato de que la embarcacion tiene demasiado velamen y no esta lo suficientemente lastrada. Decido ser prudente. Avanzamos a toda velocidad. Este batel es un pura sangre en cuanto a rapidez se refiere, pero envidioso e irritable. Hago pleno Oeste. Hemos tomado el acuerdo de desembarcar clandestinamente en la costa colombiana a los tres hombres que se nos unieron en Trinidad. No quieren saber nada de una larga travesia, dicen que confian en mi, pero en el tiempo ya no. En efecto, segun los boletines meteorologicos de los diarios que leimos en la prision, se espera mal tiempo y hasta huracanes. Reconozco su derecho y queda convenido que les desembarcare en una peninsula solitaria y deshabitada, llamada la Guajira. Nosotros tres proseguiremos hasta Honduras britanica. El tiempo es esplendido y la noche estrellada que sigue a esta jornada radiante nos facilita, gracias a una media luna potente, ese proyecto de desembarco. Vamos recto hacia la costa colombiana, echo el ancla y, poco a poco, sondeamos para ver si pueden desembarcar. Por desgracia, el agua es muy profunda y hemos de acercarnos peligrosamente a una costa rocosa para llegar a tener menos de un metro cincuenta de agua. Nos estrechamos la mano, todos ellos bajan, ponen pie y, luego, con la maleta a la cabeza, avanzan hacia tierra. Observamos la maniobra con interes y un poco de tristeza. Esos camaradas se han portado bien con nosotros, han estado a la altura de las circunstancias. Es una lastima que abandonen el batel. Mientras se acercan a la costa, el viento remite completamente. ?Mierda! ?Con tal de que no sean vistos desde la poblacion senalada en el mapa que se llama Rio Hacha! Es el primer puerto donde hay autoridades policiacas. Esperemos que no. Me parece que nos encontramos bastante mas arriba del punto indicado por razon del pequeno faro que esta en la punta que acabamos de rebasar.

Esperar, esperar… Los tres han desaparecido tras habernos dicho adios con sus panuelos blancos. ?El viento, maldita sea! ?Viento para despegar de esta tierra colombiana que es un signo de interrogacion para nosotros! En efecto, no sabemos si entregan a los presos evadidos o no. Nosotros tres preferimos la certidumbre de Honduras Britanica a la incognita de Colombia. El viento no se levanta hasta las tres de la tarde. Podemos irnos. Izo todo el velamen e, inclinado quiza un poco demasiado, navego despacio durante mas de dos horas cuando, de pronto, una lancha rapida se dirige recto sobre nosotros y dispara tiros de fusil al aire para hacernos parar. Sigo adelante sin obedecer, tratando de ganar alta mar fuera de las aguas jurisdiccionales. Imposible. Esta poderosa lancha nos alcanza en menos de hora y media de caza y, apuntados por diez hombres, fusil en mano, nos vemos obligados a rendirnos.

Esos soldados o policias que nos han detenido tienen todos unas pintas muy particulares: pantalon sucio que en un principio fue -blanco, jerseys de lana que, seguramente, jamas han sido lavados, con rotos, todos descalzos, salvo el “comandante”, mejor vestido y mas limpio. Van mal vestidos, pero armados hasta los dientes: cartuchera llena de balas al cinto, fusiles de guerra bien cuidado! y, por si esto fuese poco, una funda con un gran punal y el mango al alcance de la mano. El que ellos llaman “comandante” tiene cara de mestizo asesino. Lleva una gran pistola que pende, a su vez, de un cinto lleno de balas. Como solo hablan espanol, no comprendemos lo que dicen, pero ni su mirada, ni sus gestos, ni el tono de su voz son simpaticos, todo es hostil.

Vamos a pie desde el puerto a la carcel, cruzando la aldea que, en efecto, es Rio Hacha, encuadrados por seis ganapanes, tres que caminan a dos metros, con el arma dirigida contra nosotros. La llegada no resulta, pues, demasiado simpatica.

Llegamos al patio de una prision rodeada por un pequeno muro. Una veintena de presos barbudos y sucios estan sentados o de pie, y tambien nos miran con ojos hostiles.

– Vamos, vamos'.

Comprendemos lo que quieren decir. Lo cual nos resulta dificil, pues Clousiot, aunque vaya mucho mejor sigue caminando sobre el hierro de su pierna escayolada y no puede ir de prisa. El “comandante”, que se ha quedado atras, nos alcanza llevando bajo el brazo la brujula y el impermeable. Come nuestras galletas con nuestro chocolate, y en seguida comprendemos que se nos despojara de todo. No nos hemos enganado. Estamos encerrados en una sala cochambrosa con una ventana de gruesos barrotes. En el suelo, tablas con una especie de almohada de madera a un lado: son camas. “Franceses, franceses”, viene a decirnos en la ventana un preso, cuando los policias se han ido tras habernos encerrado.

– ?Que quieres?

– ?Franceses, no bueno, no bueno!

– ?No bueno, que?

– Policia.

– ?Policia?

– Si, policia no bueno.

Y se va. Ha caido la noche, la sala esta alumbrada por una bombilla electrica que debe ser de poca potencia, pues apenas ilumina. Los mosquitos zumban en nuestros oidos y se meten en nuestras narices.

– ?Vaya, estamos frescos! Nos costara caro haber desembarcado a aquellos tipos.

– ?Que se le va a hacer! No lo sabiamos. De todos modos, si hubiesemos tenido viento…

1. En castellano en el original, asi como todas las palabras espanolas que aparezcan en cursiva.

– Te has acercado demasiado -dice Clousiot.

– Callate ya. No es el momento de acusarse o de acusar a los demas, es el momento de juntar los codos. Debemos estar mas unidos que nunca.

– Perdon, tienes razon, Papi. No es culpa de nadie.

?Oh! Seria injusto haber luchado tanto para que la fuga terminase aqui de manera lamentable. No nos han registrado. Llevo mi estuche en el bolsillo y me apresuro a colocarmelo en su escondrijo. Clousiot se mete tambien el suyo. Hemos hecho bien no deshaciendonos de ellos. Por lo demas, es un portamonedas hermetico y poco voluminoso, facil de guardar en el interior de nosotros. Mi reloj marca las ocho de la noche. Nos traen azucar sin refinar, color marron, un pedazo como el puno para cada uno, y tres paquetes de pasta de arroz hervida con sal.

– ?Buenas noches!

– Eso debe significar: bonne nuit -dice Maturette.

El dia siguiente, a las siete, nos sirven en el patio un excelente cafe en vasos de madera. Sobre las ocho, pasa el “comandante”. Le pido que me deje ir al barco para recoger nuestros trastos. O no lo ha entendido, o lo hace ver. Cuanto mas le miro, mas pinta de asesino le encuentro. En el costado izquierdo lleva una botellita en una funda de cuero, la saca, bebe un trago, escupe y me alarga el frasco. Ante ese primer gesto de amabilidad, lo tomo y bebo. Afortunadamente, he tragado poco, es fuego con sabor a alcohol de quemar. Lo engullo rapidamente y me pongo a toser y el se rie a carcajadas. ?Maldito indio mestizo de negro!

A las diez, llegan varios paisanos vestidos de blanco y encorbatados. Son seis o siete y entran en un edificio que parece ser la direccion de la carcel…Nos mandan llamar. Todos estan sentados en sillas, formando semicirculo en una sala donde campea un gran cuadro de un oficial blanco muy condecorado, el presidente Alfonso Lopez de Colombia. Uno de los caballeros manda sentar a Clousiot y le habla en frances, nosotros seguimos de pie. El individuo del centro, flaco, nariz picuda de aguila y gafas ahumadas, comienza a interrogarme. El interprete no traduce nada y me dice:

– El senor que acaba de hablar y va a interrogarle es el juez de la ciudad de Rio Hacha, los otros son notables, amigos suyos. Yo, que hago de traductor, soy un haitiano que dirige los trabajos de electricidad de este departamento. Creo que entre esa gente, pese a que no lo digan, algunos comprenden un poco de frances, quizas incluso el mismo juez.

El juez se impacienta con ese preambulo y empieza su interrogatorio en espanol. El haitiano traduce sucesivamente preguntas, y respuestas.

– ?Son franceses?

Вы читаете Papillon
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату