me las da. Las tomo y se las tiendo al indio herido. No quiere aceptarlas, pero le abro la mano y vuelvo a cerrarsela sobre las perlas. Entonces, acepta. Su mujer y su hija observan la escena a distancia de nuestro grupo, y ellas, que estaban silenciosas, se echan a reir y se reunen con nosotros. Ayudo a llevar al pescador a su choza.

Esta escena se ha repetido durante casi dos semanas. Cada vez entrego las perlas al pescador. Ayer, sin embargo, me guarde una perla de las seis que me correspondian. Al llegar a casa, he obligado a Lali a comersela. Estaba loca de alegria y canto toda la tarde. De vez en cuando, voy a ver al indio blanco. Me dice que le llame Zorrillo, pues este es su nombre en espanol. Me dice que el jefe le ha encargado preguntarme por que no le hago el tatuaje con las fauces del tigre, le explico que es porque no se dibujar bien. Con ayuda del diccionario, le pido que me traiga un espejo rectangular del tamano de mi pecho, papel transparente, un pincel fino, una botella de tinta y papel carbon y, si no lo encuentra, un lapiz graso. Le digo tambien que me traiga ropas de mi talla y que las deje en su casa, junto con tres camisas caqui. Me entero de que la Policia le ha interrogado acerca de mi y de Antonio. Les ha dicho que pase a Venezuela por el monte y que Antonio fue mordido por una serpiente y murio. Tambien sabe que los franceses estan encarcelados en Santa Marta.

En la casa de Zorrillo hay las mismas cosas heterogeneas que en la del jefe: un gran monton de vasijas de barro decoradas con esos dibujos tan caros a los indios, ceramicas muy artisticas tanto por sus formas como por sus dibujos y coloridos, magnificas hamacas de lana pura, unas completamente blancas, otras de colores, con flecos; pieles curtidas de serpientes, de lagartos, de sapos-bufalos enormes; cestas de bejucos blancos y otras de bejucos coloreados. “Todos estos objetos -me dice- estan hechos por indios de la misma raza que la de mi tribu, solo que viven en los bosques de tierra adentro, a veinticinco dias de marcha de aqui.” De ese mismo sitio proceden las hojas de coca, de las que me da mas de veinte. Cuando este triste, mascare una. Dejo a Zorrillo tras pedirle que, si puede, me traiga todo lo que le he apuntado, mas algunos diarios o revistas en espanol, pues con mi diccionario lo he aprendido mucho en dos meses. No tiene noticias de Antonio, solo sabe que ha habido otro encuentro entre guardacostas y contrabandistas. Cinco guardacostas y un contrabandista han muerto, la embarcacion no ha sido capturada. En el poblado nunca he visto una gota de alcohol, de no ser ese mejunje fermentado hecho a base de frutas. Veo una botella de anis y se la pido…Se niega. Si quiero, puedo bebermela aqui mismo, pero no llevarmela. Ese albino es prudente.

Dejo a Zorrillo y me voy con un asno que me ha prestado y que manana volvera por si solo a la casa. Nada mas me llevo un gran paquete de bombones de todos los colores, cada uno envuelto en papel fino, y sesenta paquetes de cigarrillos. Lali me espera a mas de tres kilometros del poblado, con su hermana, no me hace ninguna escena y acepta caminar a mi lado, enlazada. De vez en cuando, se para y me besa a la civilizada en la boca. Cuando llegamos, voy a ver al jefe y le ofrezco los bombones y los cigarrillos. Estamos sentados ante la puerta, cara al mar. Tomamos bebida fermentada conservada fresca en jarras de barro. Lali esta a mi derecha, rodeandome el muslo con los brazos, y su hermana a mi izquierda en igual postura. Comen bombones. El paquete esta abierto delante de nosotros y las mujeres y los ninos se sirven discretamente. El jefe empuja la cabeza de Zoraima hacia la mia y me hace comprender que ella quiere ser mi mujer como Lali. Lali hace ademanes sobre sus pechos Y. luego, indica que Zoraima tiene los pechos pequenos y que por eso no la quiero. Me encojo de hombros y todos se rien. Zoraima parece muy desgraciada. Entonces, la tomo en brazos, rodeandole el cuello y le acaricio los senos; ella esta radiante de felicidad. Fumo cigarrillos. Algunos indios los prueban, pero los tiran en seguida, para volver a su cigarro, con el fuego en la boca. Cojo a Lali del brazo para irme tras haber saludado a todo el mundo. Lali camina detras de mi y Zoraima detras de esta. Asamos grandes pescados, que siempre son suculentos. He puesto al fuego una langosta de unos dos kilos. Comemos esa carne delicada con deleite.

He recibido el espejo, el papel fino y el papel de calco, un tubo de pegamento que no habia pedido, pero que puede serme util, varios lapices grasos semiduros, el tintero y el pincel. Coloco el espejo colgado de un cordel a la altura de mi pecho cuando estoy sentado. En el espejo se refleja netamente, con todos sus detalles y del mismo tamano, mi cabeza de tigre. Lali y Zoraima, curiosas e interesadas, me contemplan. Sigo los trazos con el pincel, pero como la tinta resbala recurro al pegamento: mezclo pegamento con tinta. A partir de ahora, todo va bien. En tres sesiones de una hora, consigo tener en el espejo la replica exacta de la cabeza del tigre.

Lali ha ido a buscar al jefe. Zoraima me coge las manos y me las pone sobre sus pechos. Parece tan infeliz y enamorada, sus ojos estan tan henchidos de deseo y de amor que, sin saber muy bien lo que me hago, la poseo alli mismo, en el suelo, en medio de la choza. Ha gemido un poco, pero su cuerpo, vibrante de placer, se enrosca al mio y no quiere soltarme. Suavemente, me deshago y voy a banarme en el mar, pues estoy manchado de tierra. Ella viene detras de mi y nos banamos juntos. Le froto la espalda, ella me frota piernas y brazos. Despues, volvemos hacia la casa. Lali esta sentada en el sitio donde yo y su hermana nos habiamos tendido. Cuando entramos, ella ha comprendido. Se levanta, me rodea el cuello con los brazos y me besa tiernamente. Luego, coge a su hermana del brazo y la hace salir por mi puerta, vuelve y sale por la suya. Oigo golpes afuera, salgo y veo a Lali, Zoraima y otras dos mujeres que intentan horadar el muro con un hierro. Comprendo que quieren hacer una cuarta puerta. Para que el muro se abra sin resquebrajar el resto, lo mojan con la regadera. En poco tiempo, la puerta esta hecha. Zoraima empuja los escombros hacia fuera. En adelante, solo ella saldra y entrara por esa abertura, nunca mas usara la mia.

Ha venido el jefe acompanado de tres indios y de su hermano, cuya pierna casi ya esta cicatrizada. Ve el dibujo en el espejo y se mira. Esta maravillado de ver el tigre tan bien dibujado y de ver tambien su propio rostro. No comprende lo que quiero hacer. Como todo esta seco' pongo el espejo sobre la mesa, el papel transparente encima y empiezo a copiar. Es rapido, resulta facil. El lapiz semiduro sigue fielmente todos los trazos. En menos de media hora, ante las miradas interesadas de todos, logro un dibujo tan perfecto como el original. Uno tras otro, todos cogen el papel y lo examinan, comparando el tigre de mi pecho con el del dibujo. Hago tender a Lali sobre la mesa, la mojo muy ligeramente con un trapo humedecido, le pongo una hoja de calco sobre el vientre y, encima, la hoja que acabo de dibujar. Hago algunos trazos y el asombro de todos llega al colmo cuando ven trazado en el vientre de Lali una pequena parte del dibujo. Tan solo entonces comprende el jefe que todo ese trabajo que me doy es para el.

Los seres que carecen de la hipocresia que da la educacion del mundo civilizado reaccionan con naturalidad, tal como perciben las cosas. Es en lo inmediato que estan contentos o descontentos, alegres o tristes, interesados o indiferentes. La superioridad de indios puros como esos guajiros es impresionante. Nos superan en todo, pues si aceptan a alguien, todo cuanto tiene es de el y, a su vez, cuando reciben la mas pequena atencion de esa persona, en su ser hipersensible, se conmueven profundamente. He decidido hacer los grandes rasgos con navaja, de modo que a la primera sesion los contornos del dibujo queden fijados definitivamente por un primer tatuaje. Despues, repicare encima con tres agujas sujetas a una varita. El dia siguiente, me pongo al trabajo.

Zato esta tumbado sobre la mesa. Tras haber calcado el dibujo del papel fino sobre otro papel blanco mas resistente, con un lapiz duro lo calco sobre su piel, preparada ya con una leche de arcilla blanca que he dejado secar. El calco sale al pelo, y dejo que se seque bien. El jefe esta tendido en la mesa, tieso, sin rechistar ni mover la cabeza por el mucho miedo que tiene de estropear el dibujo que le hago ver en el espejo. Hago todos los trazos con navaja. Cada vez que brota sangre, aunque ligeramente, enjugo. Cuando todo esta bien repasado y finas lineas rojas han sustituido el dibujo, embadurno todo el pecho con tinta china. La tinta prende dificilmente, rechazada por la sangre, en los sitios donde he hincado demasiado, pero casi todo el dibujo resalta maravillosamente. Ocho dias despues, Zato tiene sus fauces de tigre bien abiertas con su lengua rosa, sus dientes blancos, su nariz y sus bigotes negros, asi como sus ojos. Estoy contento de mi obra: es mas bonita que mi tatuaje y sus tonos, mas vivos. Cuando se desprenden las costras, repico algunos sitios con las agujas. Zato esta tan contento, que ha pedido seis espejos a Zorrillo, uno para cada choza, y dos para la suya.

Pasan los dias, las semanas, los meses. Estamos en el mes de abril, hace cuatro meses que estoy aqui. Mi salud es excelente. Estoy fuerte y mis pies, acostumbrados a caminar descalzos, me permiten hacer largas marchas sin cansarme cuando cazo grandes lagartos. He olvidado decir que, despues de mi primera visita al brujo, pedi a Zorrillo que me trajese tintura de yodo, agua oxigenada, algodon, hilas, tabletas de quinina y “Stovarsol”. En el hospital habia visto a un presidiario con una ulcera tan grande como la del brujo. Chatal el enfermero, chafaba una pastilla de “Stovarsol” y se la ponia encima. Tuve todo lo que pedi mas una pomada que por su cuenta y riesgo me trajo Zorrillo. Mande el cuchillito de palo al brujo, quien me respondio enviandome el suyo. Tarde mucho en convencerle de que se dejase curar. Pero, al cabo de algunas visitas, la ulcera estaba reducida a la mitad. Despues, el continuo solo el tratamiento y, un buen dia, me mando el gran cuchillo para que fuese a ver que estaba completamente curado. Nadie supo nunca que le habia curado yo.

Mis mujeres no me sueltan. Cuando Lali esta de pesca, Zoraima esta conmigo. Si Zoraima va a zambullirse, Lali me hace compania.

Zato ha tenido un hijo. Su mujer ha ido a la playa en el momento de los dolores, ha escogido un gran penasco que la pone a resguardo de las miradas de todos, otra mujer de Zato le lleva una gran cesta con galletas, agua dulce y papelon (azucar sin refinar pardo, en panes de dos kilos). Debe de haber dado a luz sobre las cuatro de la tarde, pues, al ponerse el sol, daba grandes gritos mientras se acercaba al poblado con su crio en vilo. Zato sabe, antes de que ella llegue, que es varon. Creo comprender que si es hembra, en vez de alzar al crio en el aire y gritar gozosamente, llega sin gritar, con el crio en brazos, sin levantarlos. Lali me lo explica con gestos y ademanes. La india avanza; luego, tras haber alzado al crio, se para. Zato tiende los brazos, gritando, pero sin moverse. Entonces, ella avanza unos cuantos metros mas, levanta al crio en el aire, grita y vuelve a pararse. Zato vuelve a gritar y tiende los brazos. Eso, cinco o seis veces durante los treinta o cuarenta ultimos metros. Zato sigue sin moverse del umbral de su choza. Esta delante de la gran puerta, con toda la gente a derecha e izquierda. La madre se ha parado, esta a cinco o seis pasos tan solo, levanta en vilo a su crio y grita. Entonces Zato avanza, coge al crio por los sobacos, lo levanta a su vez en vilo, se vuelve hacia el Este y grita tres veces levantandolo tambien tres veces. Luego, se sienta, con el crio en el brazo derecho, lo inclina sobre el pecho y le mete la cabeza bajo su sobaco tapandolo con su brazo izquierdo. Sin volverse, se mete en la choza por la puerta grande. Todo el mundo le sigue, la madre es la ultima en entrar. Nos hemos bebido todo el vino fermentado que habia.

Durante toda la semana riegan manana y tarde frente a la choza de Zato. Luego, hombres y mujeres apisonan la tierra golpeando con los talones o la planta de los pies. Asi, hacen un circulo muy grande de tierra arcillosa roja perfectamente apisonada. El dia siguiente, montan una gran tienda de pieles de buey y adivino que habra una fiesta. Bajo la tienda, grandes vasijas de barro cocido se llenan de su bebida preferida, tal vez veinte enormes jarras. Colocan piedras y, en torno, lena seca y verde cuya pila aumenta cada dia. Mucha de esa lena ha sido traida hace tiempo por mar, es seca, blanca y limpia. Hay troncos muy gruesos que a saber cuando han sido sacados del agua. Sobre las piedras, han plantado dos horcas de madera de la misma altura: son las bases de un enorme espeton. Cuatro tortugas patas arriba, mas de treinta enormes lagartos, vivos, con las unas de sus patas entrelazadas, de tal manera que no pueden escaparse, dos carneros, todas esas vituallas esperan ser sacrificadas y comidas. Hay quiza dos mil huevos de tortuga.

Una manana, llegan unos quince jinetes, todos indios con collares en TORNO al cuello, sombreros de paja muy anchos, taparrabos, muslos, pantorrillas, pies y nalgas al aire, y una chaqueta de pieles de carnero vuelta, sin mangas. Todos llevan un enorme punal al cinto; dos, una escopeta de caza de dos canones; el jefe, una carabina de repeticion y tambien una magnifica chaqueta con mangas de cuero negro y un cinto lleno de balas. Los caballos son magnificos, pequenos, pero muy nerviosos, todos tordos. Detras, en la grupa, llevan un haz de hierbas secas. Han anunciado su llegada desde muy lejos disparando sus armas, pero como iban a galope tendido, se han encontrado en seguida junto a nos otros. El jefe se parece extranamente, si bien es algo mas viejo, a Zato y a su hermano. Una vez ha descabalgado de su pura sangre, se acerca a Zato y ambos se tocan el hombro mutuamente. Entra solo en la casa y vuelve con el indio detras y el crio en brazos. Lo presenta levantado en vilo a todos, y, luego, hace el mismo gesto que Zato: tras haberlo presentado al Este, donde sale el sol, lo oculta bajo su sobaco y el antebrazo izquierdo y entra de nuevo en la casa. Entonces todos los jinetes echan pie a tierra, traban un poco mas lejos a los caballos con el haz de hierba colgado al cuello de cada uno. Hacia mediodia, llegan unas indias en un enorme carromato tirado por cuatro caballos. El carretero es Zorrillo. En el carromato, hay tal vez veinte indias, todas jovenes, y siete u ocho chiquillos.

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