– ?Esta llegando!

Despacio, muy despacio, el agua sube. El mestizo y el negro se han encaramado a los barrotes. Las piernas les cuelgan en el pasillo y, con los brazos, se aferran a los barrotes. Oigo ruidos en el agua: es una rata de alcantarilla del tamano de un gato que chapotea. Trata de trepar por la reja. Agarro uno de mis zapatos y, cuando se me acerca, le arreo un fuerte golpe en la cabeza. Se va hacia el pasillo, chillando.

El negro me dice:

– Frances, has empezado la caza. Pero, si quieres matarlas a todas, no has terminado. Subete a la reja, agarrate a los barrotes y estate quieto.

Sigo su consejo, pero los barrotes me lastiman los muslos, no puedo resistir mucho en esta postura. Destapo mi cubo-mingitorio, cojo la chaqueta, la ato a los barrotes y me deslizo sobre ella. Me parece una especie de silla que me permite soportar mejor la postura, pues, ahora, estoy casi sentado.

Esta invasion de agua, ratas, ciempies y minusculos cangrejos traidos por el agua es lo mas repugnante, lo mas deprimente que un ser humano pueda aguantar. Cuando el agua se retira, hora y pico despues, queda un fango viscoso de mas de un centimetro de espesor. Me pongo los zapatos para no chapotear en el fango. El negro me tira una tablilla de diez centimetros de largo y me dice que aparte el barro hacia el pasillo empezando por la tabla en la que debo dormir y, luego, desde el fondo del calabozo hasta el pasillo. Esta ocupacion me toma una media hora larga y me obliga a no pensar en nada mas. Ya es algo. Antes de la marea siguiente, no tendra agua, es decir, durante doce horas exactamente, puesto que la ultima hora es la de la inundacion. Hasta que vuelva el agua, hay que contar las seis horas en que el mar se retira y las cinco horas en que vuelve a subir. Me hago esta reflexion un poco ridicula: “Papillon, estas destinado a habertelas con las mareas del mar. La luna, quieras o no, tiene mucha importancia, para ti y para tu vida. Gracias a las mareas, altas o bajas, pudiste salir del Maroni cuando te fugaste del presidio. Calculando la hora de la marea saliste de Trinidad y de Curasao. Si te detuvieron en Rio Hacha, fue porque la marea no era bastante fuerte para alejarte mas deprisa. Y ahora, estas a merced de esa marea. “

Entre quienes lean estas paginas, si un dia son publicadas, algunos quiza me tengan, por el relato de lo que debo soportar en estos calabozos colombianos, un poco de compasion. Son los buenos. Los otros, los primos hermanos de los doce enchufados que me condenaron, o los hermanos del fiscal, diran: “Se lo merece, si se hubiera quedado en el presidio, eso no le habria pasado.”

Pues bien, ?quereis que os diga una cosa, tanto a vosotros, los buenos, como a vosotros, los enchufados? No estoy desesperado, en absoluto, y os dire mas aun: prefiero estar en estos calabozos de la antigua fortaleza colombiana, edificada por la inquisicion espanola, que en las Islas de la Salvacion donde deberia encontrarme a estas horas. Aqui, me queda mucho campo que correr para “darme el piro” y estoy, aun en este rincon podrido y pese a todo, a dos mil quinientos kilometros del presidio. La verdad es que deberan tomar muchas precauciones para conseguir que vuelva a recorrerlo en sentido contrario. Solo lamento una cosa: mi tribu guajira, Lali y Zoraima y esa libertad en la Naturaleza, sin las comodidades de un hombre civilizado, es cierto, pero, en cambio, sin Policia ni carcel y menos aun calabozos. Pienso que a mis salvajes nunca se les ocurriria la idea de aplicar un suplicio semejante a un enemigo, y menos todavia a un hombre como yo, que no he cometido ningun delito contra el Estado colombiano.

Me tumbo en la tabla y fumo dos o tres cigarrillos al fondo de mi celda para que los otros no me vean fumar. Al devolverle la tablilla al negro, le he tirado un cigarrillo encendido y el, por pudor respecto a los demas, ha hecho como yo. Estos detalles que parecen naderias, a mi juicio tienen mucho valor. Eso prueba que nosotros, los parias de la sociedad, tenemos, por lo menos, un resto de humanidad y de delicado pudor.

Aqui no es como en la Conciergerie. Aqui puedo meditar y vagabundear en el espacio sin tener que ponerme un panuelo para resguardar mis ojos de una luz demasiado cruda.

?Quien debio ser el que puso sobre aviso a la Policia de que yo estaba en el convento? Ah, si algun dia lo se, me las pagara. Ademas, me digo: “ ?No desbarres, Papillon! ?Con lo que te queda por hacer en Francia para vengarte, no has venido a este pais perdido para causar dano! A esa persona, seguramente, la castigara la misma vida, y si un dia has de volver, no sera para vengarte, sino para hacer felices a Lali y a Zoraima y, quizas, a los hijos que ellas habran tenido de ti. Si has de volver a esta tierra, sera por ellas y por todos los guajiros que te han hecho el honor de aceptarte entre ellos como uno de los suyos. Todavia estoy en el camino de la podredumbre, pero, aunque en el fondo del calabozo submarino, estoy tambien, quieran o no, en vias de pirarmelas y en el camino de la libertad. En eso, no hay vuelta de hoja.”

He recibido papel, lapiz, dos paquetes de cigarrillos. Hace tres dias que estoy aqui. Debiera decir tres noches, pues aqui siempre es de noche. Mientras enciendo un cigarrillo “Piel Roja”, no puedo menos que admirar la adhesion de que hacen gala los presos entre si. Corre un gran riesgo el colombiano que me pasa el paquete. Si le descubren, seguramente debera pasar una temporada en estos calabozos. No lo ignora, y aceptar ayudarme en mi calvario no es solo de valientes, sino tambien de una nobleza poco comun. Siempre por el sistema del papel encendido, leo:

“Papillon, sabemos que aguantas de firme. ?Bravo! Danos noticias tuyas. Nosotros, como siempre. Una hermanita que habla frances ha ido a verte, no la han dejado hablar con nosotros, pero un colombiano nos ha dicho que tuvo tiempo de decirle que el frances esta en los calabozos de la muerte. Al parecer, dijo:

Volvere. Eso es todo. Te abrazamos, tus amigos.“

Contestar no ha sido facil, pero aun asi he conseguido escribir: “Gracias por todo. No me va muy mal, aguanto. Escribid' al consul frances. Nunca se sabe. Que siempre sea el mismo en dar los recados para que, en caso de accidente, solo sea castigado uno. No toqueis las puntas de las flechas. ?Viva el piro! “

Proyecto de fuga en Santa Marta

Solo veintiocho dias despues, por mediacion del consul belga en Santa Marta, llamado Klausen, salgo de este antro inmundo. El negro, que se llama Palacios y salio tres semanas despues de mi llegada, tuvo la idea de decirle a su madre, durante su visita, que avisase al consul belga que un belga estaba en estos calabozos. Se le ocurrio la idea un domingo al ver que un preso belga recibia la visita de su consul.

Un dia, pues, me llevaron al despacho del comandante, quien me dijo:

– Usted es frances. ?Por que hace reclamaciones al consul belga?

En el despacho, un caballero vestido de blanco, de unos cincuenta anos, pelo rubio casi blanco y cara redonda, fresca y rosada, estaba sentado en un sillon, con una cartera de piel sobre las rodillas. En seguida me doy cuenta de la situacion.

– Usted es quien dice que soy frances. Me he escapado, eso lo reconozco, de la justicia francesa, pero soy belga.

– ?Ah! ?Lo ve usted? dice el hombrecillo con cara de cura.

– ?Por que no lo dijo antes?

– Para mi, eso no tenia ninguna importancia respecto a usted, pues, en verdad no he cometido ningun delito grave en su tierra salvo haberme fugado, lo cual es normal en cualquier preso.

– Bueno, le pondre con sus companeros. Pero senor consul, le advierto que a la primera tentativa de evasion le meto otra vez donde estaba. Llevenle al barbero, y, luego, dejenle con sus complices.

– Gracias, senor consul, digo en frances-; muchas gracias por haberse molestado por mi.

– ?Dios mio! ?Como ha debido usted sufrir en esos horribles calabozos! Pronto, vayase, no sea que ese bestia cambie de parecer. Volvere a verle. Hasta la vista.

El barbero no estaba y me metieron directamente con mis amigos. Debia de tener una cara rara, pues, no paraban de decirme:

– Pero, ?eres tu? ?Imposible! ?Que te han hecho esos canallas para ponerte como estas? Habla, dinos algo. ?Estas ciego? ?Que tienes en los ojos? ?Por que los abres y los cierras constantemente?

– Es que no consigo acostumbrarme a esa luz. Ese resplandor es demasiado fuerte para mi, me lastima los ojos, habituados a la oscuridad.

Me siento mirando hacia el interior de la celda:

– Asi es mejor.

– Hueles a. podrido. ?Es increible! ?Hasta tu cuerpo huele a podrido:

Me habia puesto en cueros y ellos dejaron mis ropas junto a la puerta. Tenia brazos, espalda, muslos, pantorrillas plagados de picaduras rojas, como las de nuestros chinches, y de mordeduras de los cangrejos liliputienses que flotaban con la marea. Estaba horroroso, no necesitaba de espejo para darme cuenta de ello. Aquellos cinco presidiarios que tanto habian visto dejaron de hablar, turbados de verme en tal estado. Clousiot llama a un policia y le dice que si no hay barbero, hay agua en el patio. El otro le dice que espere la hora del paseo.

Salgo completamente desnudo. Clousiot trae las ropas limpias que voy a ponerme. Ayudado por Maturette, me lavo y vuelvo a lavarme con jabon negro del pais. Cuanto mas me lavo mas mugre sale. Por fin, tras varios jabonados y enjuagues, me siento limpio. Me seco en cinco minutos al sol y me visto. Llega el barbero. Quiere raparme. Le digo:

– No. Cortame el pelo normalmente y afeitame. Te pagare.

– ?Cuanto?

– Un peso.

– Hazlo bien -dice Clousiot, yo te dare dos.

Banado, afeitado, con el pelo bien cortado, vestido con ropas limpias, me siento revivir. Mis amigos no paran de hacerme preguntas:

– ?Y el agua a que altura llegaba? ?Y las ratas? ?Y los ciempies? ?Y el barro? ?Y los cangrejos? ?Y la mierda de los cubos? ?Y los muertos que sacaban? ?Eran por muerte natural o suicidas que se habian ahorcado? ?O, tal vez “suicidados” por los policias?

Las preguntas no paraban y tanto hablar me dio sed. En el patio habia un vendedor de cafe. Durante las tres horas que estuvimos en el patio, me tome tal vez diez cafes cargados, endulzados con papelon. Ese cafe me parecia la mejor bebida del mundo. El negro del calabozo de enfrente ha venido a saludarme. En voz baja, me explica la historia del consul belga con su madre. Le estrecho la mano. Esta. muy orgulloso de haber sido el causante de mi salida. Se va muy contento, diciendome:

– Ya hablaremos manana. Por hoy, basta.

La celda de mis amigos me parece un palacio. Clousiot tiene una hamaca de su propiedad, comprada con su dinero. Me obliga a dormir en ella. Me acuesto de traves. Se extrana y le explico que si se pone a lo largo, es que no sabe servirse de una hamaca.

Comer, beber, dormir, jugar a damas, a cartas con naipes espanoles, hablar espanol entre nosotros y con los policias y presos colombianos para aprender bien la lengua, todas esas actividades ocupaban nuestra jornada y buena parte de la noche. Resulta duro estar acostado desde las nueve de la noche. Entonces, acuden en tropel los detalles de la fuga del hospital de Saint-Laurent a Santa Marta, acuden, desfilan ante mis ojos y reclaman una continuacion. El filme no puede pararse ahi, debe continuar, continuara, macho. ?Dejame recuperar fuerzas y puedes estar seguro de que habra nuevos episodios, confia en mi! He encontrado mis flechitas y dos

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