cafe. Llamo:

– ?Caletero!

Y nos hacemos servir seis cafes bien calientes.

– Tengo que hablaros. Escuchad. Creo que voy a poder fugarme otra vez. Desgraciadamente, solo podemos irnos tres. Es normal que me vaya con Clousiot y Maturette, pues con ellos me evadi de los duros. Si uno de vosotros tiene algo en contra, que lo diga francamente, le escuchare.

– No -dice el breton-, es justo desde todos los puntos de vista. Primero, porque os fuisteis juntos de los duros. Luego, porque si estais en esta situacion es por culpa nuestra, que quisimos desembarcar en Colombia. Papillon, gracias de todos modos por habernos preguntado nuestro parecer. Pero tienes perfecto derecho a obrar asi. Dios quiera que tengais suerte, pues si os cogen, la muerte es segura y en condiciones tremendas.

– Lo sabemos, dicen a la par Clousiot y Maturette.

El comandante me ha hablado por la tarde. Su amigo esta conforme. Pregunta que queremos llevarnos en la barca.

– Un barril de cincuenta litros de agua dulce, veinticinco kilos de harina de maiz y seis litros de aceite. Nada mas.

– ?Carajo! -exclama el comandante-. ?Con tan pocas cosas quieres hacerte a la mar?

– Si.

– Eres valiente, frances.

Muy bien. Esta decidido a hacer la tercera operacion. Friamente, anade:

– Hago eso, lo creas o no, por mis hijos, y, despues, por ti. Lo mereces por tu valentia.

Se que es verdad y le doy las gracias.

– ?Como haras para que no se note demasiado que yo estaba de acuerdo contigo?

– Tu responsabilidad no quedara en entredicho. Me ire por la noche, cuando este de guardia el segundo comandante.

– ?Cual es tu plan?

– Manana empiezas por quitar un policia de la guardia nocturna. Dentro de tres dias, quitas otro. Cuando solo quede uno, haces poner una garita frente a la puerta de la celda. La primera noche de lluvia, el centinela ira a resguardarse en la garita y yo saltare por la ventana trasera. Contra la luz que alumbra los alrededores de la tapia, es menester que encuentres el medio de provocar tu mismo un cortocircuito. Es todo lo que te pido. Puedes hacer el cortocircuito lanzando tu mismo un hilo de cobre de un metro, atado a dos piedras, contra los dos hilos que van al poste, en la hilera de bombillas que alumbran la parte alta de la tapia. En cuanto al pescador, la barca debe estar amarrada con una cadena cuyo candado habria forzado el personalmente, de forma que yo no tenga que perder tiempo, con las velas a punto de ser izadas y tres grandes pagayas para tomar el viento.

– Pero, ?si tiene un motorcito! -dice el comandante.

– ?Ah! Entonces, mejor aun: que ponga el motor en punto muerto como si lo recalentase y que se vaya al primer cafe a tomar unas copas. Cuando nos vea llegar, debe apostarse al pie de la barca con un impermeable negro.

– ?Y el dinero?

– Cortare por la mitad tus veinte mil pesos, cada billete quedara partido. Los siete mil pesos los pagare por adelantado al pescador. Primero, te dare la mitad de los medios billetes y, la otra mitad, te sera entregada por uno de los franceses que se quedan, ya te dire cual.

– ?No te fias de mi? Haces mal.

– No, no es que no me fie de ti, pero puedes cometer un error en el cortocircuito y, entonces, no pagare, pues si no hay cortocircuito no puedo irme.

– Bien.

Todo esta listo. Por mediacion del comandante, he dado los siete mil pesos al pescador. Hace ya cinco dias que solo hay un centinela. La garita esta colocada y esperamos la lluvia que no viene. El barrote ha sido aserrado con limas facilitadas por el comandante, la muesca bien rellena y, por si fuese poco, disimulada por una jaula donde vive un loro que- ya empieza a decir mierda en frances. Estamos sobre ascuas. El comandante tiene una mitad de los medios billetes. Cada noche, esperamos. No llueve. El comandante debe provocar, una hora despues de la lluvia, el cortocircuito en la tapia, por el lado exterior. Nada nada, no hay lluvia en esta estacion, es increible. La mas pequena nube que aparece temprano a traves de nuestras rejas nos llena de esperanza y, luego, nada. Es como para volverse majareta perdido. Hace ya dieciseis dias que todo esta a punto, dieciseis dias de vela, con el corazon en un puno. Un domingo, por la manana el comandante viene personalmente a buscarme en el patio y me lleva a su despacho. Me devuelve el paquete de los medios billetes y tres mil pesos en billetes enteros.

– ?Que pasa?

– Frances, amigo mio, solo te queda esta noche. Manana a las seis os vais todos a Barranquilla. Solo te devuelvo tres mil pesos del pescador, porque el se ha gastado el resto. Si Dios quiere que llueva esta noche, el pescador te esperara y, cuando tomes la barca, le daras el dinero. Confio en ti, se que no tengo nada que temer.

Intentos de fuga en Barranquilla

A las seis de la manana, ocho soldados y dos cabos acompanados por un teniente nos ponen las esposas y marchamos hacia Barranquilla en un camion militar. Hacemos los ciento ochenta kilometros en tres horas y media. A las diez de la manana, estamos en la prision llamada la “80”, en la calle de Medellin, Barranquilla. ?Tantos esfuerzos para no ir a Barranquilla y, pese a todo, estar aqui! Es una ciudad importante. El primer puerto colombiano del Atlantico, pero situado en el interior del estuario de un rio, el rio Magdalena. En cuanto a su prision, hay que decir que es importante: cuatrocientos presos y casi cien vigilantes. Ha sido organizada como cualquier prision de Europa. Dos muros de ronda, de mas de ocho metros de altura.

Nos recibe el estado mayor de la prision con don Gregorio, el director, al frente. La prision se compone de cuatro patios. Dos a un lado, dos en el otro. Estan separados por una larga capilla donde se celebra misa y que tambien sirve de locutorio. Nos ponen en el patio de los mas peligrosos. Durante el registro, han encontrado los veintitres mil pesos y las flechitas. Considero mi deber advertir al director que estan emponzonadas, lo cual no es como para hacernos pasar por buenos chicos.

– ?Hasta tienen flechas envenenadas esos franceses!

Encontrarnos en esta prision de Barranquilla es, para nosotros, el momento mas peligroso de nuestra aventura. Pues aqui, en efecto, es donde seremos entregados a las autoridades francesas. Si, Barranquilla, que para nosotros se reduce a su enorme prision, representa el punto crucial. Hay que evadirse a costa de cualquier sacrificio. Debo jugarme el todo por el todo.

Nuestra celda esta en medio del patio. Por lo demas, no es una celda, sino una jaula: un techo de cemento que descansa sobre gruesos barrotes de hierro con los retretes y los lavabos en uno de los angulos. Los otros presos, un centenar, estan repartidos en celdas abiertas en los cuatro muros de ese patio de veinte por cuarenta, por una reja que da al patio. Cada reja esta rematada por una especie de sobradillo de chapa para impedir que la lluvia penetre en la celda. En esa jaula central solo estamos nosotros, los franceses, expuestos dia y noche a las miradas de los presos, pero, sobre todo, de los guardianes. Pasamos el dia en el patio, de las seis de la manana hasta las seis de la tarde. Entramos y salimos como queremos. Podemos hablar, pasear y hasta comer en el patio.

Dos dias despues de nuestra llegada, nos reunen a los seis en la capilla en presencia del director, de algunos policias y de siete u ocho periodistas graficos.

– ?Son ustedes los evadidos del presidio frances de la Guayana?

– No lo hemos negado nunca.

– ?Por que delitos habeis sido condenados tan severamente cada uno de vosotros?

– Eso no tiene ninguna importancia. Lo importante es que no hemos cometido ningun delito en tierra colombiana y que su nacion no solo nos niega el derecho a rehacer nuestra vida, sino que tambien sirve de cazador de hombres, de gendarme, al Gobierno frances.

– Colombia cree que no debe aceptaros en su territorio.

– Pero yo, personalmente, y otros dos camaradas estabamos y estamos muy decididos a no vivir en este pais. Nos detuvieron a los tres en alta mar y no en vias de desembarcar en esta tierra. Por el contrario, haciamos todos los esfuerzos posibles para alejarnos de ella.

– LOS franceses, -dice un periodista de un diario catolico- son casi todos catolicos, como nosotros los colombianos.

– Es posible que ustedes se digan catolicos, pero su forma de obrar es muy poco cristiana.

– ?Que nos echa usted en cara?

– El ser colaboradores de los esbirros que nos persiguen. Es mas, el hacer la labor de estos. De habernos despojado de nuestra embarcacion con todo lo que nos pertenecia y que era muy nuestro, donacion de los catolicos de la isla de Curasao, tan notablemente representados por el obispo Irenee de Bruyne. No podemos encontrar admisible que no querais correr el riesgo de la experiencia de nuestra problematica regeneracion y que, por si fuese poco, nos impidais ir mas lejos, por nuestros propios medios, hasta un pais donde, quizas, aceptarian correr ese riesgo. Eso es inaceptable.

– ?Nos guardais rencor a los colombianos?

– No a los colombianos en si, sino a su sistema policiaco y judicial.

– ?Que quiere usted decir?

– Que cualquier error puede ser rectificado cuando se quiere. Dejennos ir por mar a otro pais.

– Intentaremos conseguir eso.

Cuando de nuevo estamos en el patio, Maturette me dice:

– ?Vaya! ?Has comprendido? Esta vez no hay que hacerse ilusiones, macho. Estamos en la fritada y no nos va a ser nada facil saltar de la sarten.

– Queridos amigos, no se si, unidos, seriamos mas fuertes. Yo solo os digo que cada uno puede hacer lo que mejor le parezca. En cuanto a mi, es preciso que me fugue de esta famosa “80”.

El jueves me llaman al locutorio y veo a un hombre bien vestido, de unos cuarenta y cinco anos. Le miro. Se parece asombrosamente a Louis Dega.

– ?Eres tu Papillon?

– si.

– Soy Joseph, hermano de Louis Dega. He leido los periodicos y vengo a verte.

– ?Viste a mi hermano alli? ?Le conoces?

Le cuento exactamente la odisea de Dega hasta el dia en que nos separamos en el hospital. Me hace saber que su hermano esta en las Islas de la Salvacion, noticia que le ha llegado desde Marsella. Las visitas tienen lugar en la capilla, 207 los jueves Y dice que, en Barranquilla, viven una docena de franceses venidos a

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