– Dos amigos mios martillearan el cobre sin parar. El centinela no podra distinguir el ruido del taladro. Pero tu, con tu carretilla, tendras que estar un poco apartado del saledizo y discutir con los franceses. Eso distraera un poco al centinela del otro angulo.
En una hora, el agujero esta hecho. Gracias a los martillazos' sobre el cobre y el aceite que un ayudante vierte en el taladro, el centinela no sospecha nada. El cartucho es metido en el agujero y el detonador colocado, asi como veinte centimetros de mecha. El cartucho esta calzado con arcilla. Nos apartamos. Si todo va bien, la explosion abrira una brecha. El centinela caera con la garita y yo, a traves del agujero, a caballo sobre Pablo, llegare al taxi. Los otros se espabilaran como puedan. Logicamente. Clousiot y Maturette, aunque salgan despues que nosotros, estaran en el taxi antes que yo.
Antes de prender fuego, Pablo advierte a un grupo de colombianos:
– Si quereis evadiros, dentro de unos instantes habra un agujero en el muro.
Prendemos fuego. Una explosion de todos los diablos hace retemblar el barrio. La torreta se ha venido abajo con el policia. El muro tiene grandes resquebrajaduras en todas partes, tan anchas que se ve la calle al otro lado, pero ninguna de esas aberturas es lo bastante espaciosa para que se pueda pasar por ella. Ninguna brecha suficientemente grande se ha producido y solo en este momento admito que estoy perdido. Mi destino, es, sin duda, volver alla, a Cayena.
El zafarrancho que sigue a la explosion es indescriptible. Hay mas de cincuenta policias en el patio. Don Gregorio sabe a que atenerse.
– Bueno, frances. Esta vez es la ultima, ?no?
El jefe de la guarnicion esta loco de rabia. No puede dar orden de pegar a un hombre herido, tendido en una carretilla y yo, para evitar que la tomen con los otros, declaro en voz alta que todo lo he hecho yo y solo yo. Seis guardias delante del muro rejado, seis mas en el muro de la carcel y otros seis fuera, en la calle, montaran guardia permanentemente hasta que los albaniles hayan reparado los desperfectos. Por fortuna el centinela que cayo del muro de ronda no se hizo el menor dano.
Regreso al presidio
Tres dias despues, el 30 de octubre, a las once de la manana, los doce vigilantes del presidio, vestidos de blanco, se hacen cargo de nosotros. Antes de salir, pequena ceremonia oficial: cada uno de nosotros debe ser identificado y reconocido. Han traido nuestras fichas antropometricas, fotos, huellas dactilares y toda la pesca. Una vez comprobada nuestra identidad, el consul frances le firma un documento al juez del distrito, que es la persona encargada de entregarnos oficialmente a Francia. Todos los presentes estan asombrados de la amistosa manera con que nos tratan los vigilantes. Ninguna animosidad, ninguna palabra dura. Los tres que estuvieron alla mas tiempo que nosotros conocen varias fugas y bromean con los vigilantes como viejos amigos. El jefe de la escolta, comandante Boural, se preocupa por mi estado, me mira los pies y dice que, a bordo, me curaran, que hay un buen enfermero en el grupo que ha venido a buscarnos.
El viaje en la bodega de aquel barco asmatico fue penoso sobre todo por el calor asfixiante y el tormento de estar atados de dos en dos a esas barras de justicia' que datan del presidio de Tolon. Solo un incidente que destacar: el barco se vio obligado a repostar carbon en Trinidad. Una vez en el puerto, un oficial de Marina ingles exigio que nos quitasen los grilletes. Al parecer esta prohibido encadenar hombres a bordo de un barco. He aprovechado este incidente para abofetear a otro oficial inspector, ingles. Con esto, trataba de hacerme detener y bajar a tierra. El oficial me dice:
– No le detendre y no le bajare a tierra por el grave delito que acaba de cometer. Sera mas castigado volviendo alla.
He perdido el tiempo. No, no hay duda, estoy destinado a volver al presidio. He tenido mala suerte, pero en cualquier caso, esos once meses de evasion, de intensas y diversas luchas tan terminado lamentablemente. Y, aun asi, pese al estruendoso fracaso de esas multiples aventuras, el regreso al presidio, con todas sus amargas consecuencias, no puede borrar los inolvidables momentos que acabo de vivir.
Cerca de ese puerto de Trinidad que hemos dejado hace un momento, a pocos kilometros, se encuentra la incomparable familia Bowen. No hemos pasado lejos de Curasao, tierra del gran hombre que es el obispo de este pais, Irenee de Bruy Seguramente, hemos rozado tambien el territorio de los indios guajiros, donde conoci el amor mas apasionado y puro en su forma mas espontanea y natural. Toda la claridad de que son capaces los ninos, la forma pura de ver las cosas que distingue a esa edad privilegiada, las he encontrado en esas indias llenas de voluntad, ricas de comprension, de amor ingenuo y de pureza.
?Y esos leprosos de la Isla de las Palomas! Esos miserables presidiarios aquejados de tan horrible enfermedad y que, sin embargo, tuvieron la fuerza de hallar en su corazon la nobleza necesaria para ayudarnos!
?Hasta el consul belga, hombre de una bondad espontanea hasta Joseph Dega, quien, sin conocerme, tanto se expuso por mi! Todas esas personas, todos esos seres que he conocido e esa fuga, hacen que esta haya valido la pena de haberla hecho. Incluso fallida, mi evasion es una victoria solo porque he tenido ocasion de enriquecer mi alma con el conocimiento de esas personas excepcionales. No, no me arrepiento de haberla hecho.
1. Vastagos de hierro por los que corren los grilletes que rodean los pies los presos castigados.
Ya esta, he aqui el Maroni y sus aguas cenagosas. Estamos en la cubierta del Mana. El sol de los tropicos ha comenzado ya a abrasar esta tierra. Son las nueve de la manana, vuelvo a ver el estuario y entramos despacio por donde sali tan de prisa. Mis camaradas no hablan. Los vigilantes estan contentos de arribar' La mar se ha embravecido durante el viaje y muchos de ellos respiran, por fin, con alivio.
16 de noviembre de 1934
En el atracadero, un gentio enorme. Se nota que esperan con curiosidad a los hombres que no temieron ir tan lejos. Como llegamos en domingo, el evento representa tambien una distraccion para esa sociedad que no tiene muchas. Oigo a personas que dicen:
– El herido es Papillon. Ese, Clousiot. Aquel, Maturette…
Y asi sucesivamente.
En el campamento de la penitenciaria, seiscientos hombres estan agrupados delante de su barracon. junto a cada grupo, vigilantes. El primero a quien reconozco es Francois Sierra. Llora sin recato, sin ocultarse de los demas. Esta encaramado en una ventana en la enfermeria y me mira. Se nota que su pesadumbre es sincera. Nos paramos en medio del campo. El comandante de la penitenciaria toma un megafono:
– Deportados, podeis comprobar la inutilidad de evadirse. Todos los paises os encarcelan para entregaros a Francia. Nadie quiere saber nada de vosotros. Vale mas, pues, que permanezcais tranquilos y os porteis bien. ?Que les espera a esos seis hombres? Una dura condena que deberan cumplir en la Reclusion de la isla de San Jose y, para el resto de su pena, el internamiento en las Islas de la Salvacion. Esto es lo que han ganado con fugarse. Espero que lo habreis comprendido. Vigilantes, llevad a esos hombres al pabellon disciplinario.
Algunos minutos despues, nos encontramos en una celda especial del pabellon de extrema vigilancia. Tan pronto llego, pido que me curen los pies, todavia muy tumefactos e inflados. Clousiot dice que el escayolado de la pierna le duele. Intentamos el golpe… ?Si nos mandasen al hospital! Llega Francois Sierra con su vigilante.
– Este es el enfermero -dice este ultimo.
– ?Como estas, Papi?
– Estoy enfermo, quiero ir al hospital.
– Tratare de conseguirlo, pero, despues de lo que hiciste, creo que sera casi imposible, y Clousiot, igual.
Me fricciona los pies, me pone pomada, comprueba el escayolado de Clousiot y se va. No hemos podido decirnos nada, pues los vigilantes estaban alli, pero sus ojos expresaban tanta dulzura que me he quedado conmovido.
No, no hay nada que hacer -me dice al dia siguiente mientras me da otro masaje-. ?Quieres que te haga pasar a una sala comun? ?Te ponen la barra por la noche?
– Si.
– Entonces, es mejor que vayas a la sala comun. Seguiras llevando los grilletes, pero no estaras solo. Y, en este momento, estar aislado debe resultarte horrible.
Si, el aislamiento, en este momento, es mas dificil aun de soportar que antes. Estoy en un estado de animo tal, que ni siquiera necesito cerrar los ojos para vagabundear tanto en el pasado como en el presente. Y como no puedo andar, para mi el calabozo es aun peor de lo que era.
?Ah! Ahora si que estoy verdaderamente de vuelta en el “camino de la podredumbre”. Sin embargo, habia podido salirme de el muy pronto y volaba por el mar hacia la libertad, hacia el gozo de poder ser de nuevo un hombre, hacia la venganza, tambien. La deuda que tiene conmigo Polein, la bofia y el fiscal no debo olvidarla. En lo que se refiere al baul, no es necesario entregarlo a los polizontes de la puerta de la Policia judicial. Llegare vestido de empleado de los coches-cama “Cook”, con una hermosa gorra de la Compania en la cabeza. En el baul, una gran etiqueta: “Comisario Divisionario Benolt, 36, Quai des Orfevres, Paris (Sena).” Subire personalmente el baul a la sala de informaciones, y como habre calculado que el despertador no funcionara hasta que me haya retirado, todo saldra a pedir de boca. Haber encontrado la solucion me ha quitado un gran peso de encima. En cuanto al fiscal, ya tendre ocasion de arrancarle la lengua. la manera como lo hare todavia no esta establecida, pero… si, se la arrancare a trocitos, esa lengua prostituida.
En lo inmediato, primer objetivo: curarme los pies. Es menester que camine lo antes posible. No me presentare ante el tribunal antes de tres meses, y en tres meses pueden pasar muchas cosas. Un mes para andar, un mes para poner las cosas a punto, y buenas noches, senores. Direccion: Honduras britanica. Pero, esta vez, nadie podra echarme el guante.
Ayer, tres dias despues de nuestro regreso, me han llevado a la sala comun. Cuarenta hombres esperan en ella el consejo de guerra. Unos acusados de robo, otros, de saqueo, de incendio deliberado, de homicidio, de homicidio frustrado, de asesinato, de tentativa de evasion, de evasion y hasta de antropofagia. A cada lado del zocalo de madera somos veinte, todos atados a la misma barra, el pie izquierdo de cada hombre queda sujeto a la barra comun por una argolla de hierro. A las seis de la manana, nos quitan esos gruesos grilletes y, durante todo el dia, podemos sentarnos, pasear, jugar a damas, discutir en lo que llaman el coursier, una especie de pasillo de dos metros de anchura que atraviesa la sala. Durante el dia, no tengo tiempo de aburrirme. Todo el mundo viene a verme, por pequenos grupos, para que les cuente la fuga. Todos me llaman loco, cuando les digo que abandone voluntariamente mi tribu de guajiros, a Lali y a Zoraima.
– Pero, ?que buscabas, companero? -dijo un parisiense al oir el relato-. ?Tranvias? ?Ascensores? ?Cines? ?La luz electrica con su corriente de alta tension para accionar las sillas electricas? ?O querias ir a tomarte un bano en el estanque de la plaza Pigalle? ?Que has hecho, companero! -continua diciendo el golfillo-. Tienes dos chavalas a cual mas estupenda, vives en cueros en plena Naturaleza con una panda de desnuditas feten, comes, bebes, cazas; tienes mar, sol, arena caliente y hasta ostras perliferas, y no encuentras nada mejor que abandonar todo eso y, ?para ir adonde? ?Dime? ?Para tener que cruzar las calles corriendo si no quieres que te aplasten los coches, para verte obligado a pagar alquiler, sastre, factura de electricidad y telefono y, si me apuras, un cacharro, para hacer el vago o trabajar como un imbecil para un patrono y ganar lo justo para no morirte de hambre? ?No lo comprendo, macho! ?Estabas en el cielo y, voluntariamente, vuelves al infierno, donde ademas de los afanes de la vida, tienes el de huir de todos los policias del mundo que van detras de ti! Bien es verdad que tienes sangre fresca de Francia y no has tenido tiempo de ver menguar tus facultades fisicas y mentales. Pero ni siquiera asi puedo comprenderte, a pesar de mis diez anos de presidio. En fin, de todas formas,