bien venido seas, y, como seguramente tienes intencion de volver a empezar, cuenta con todos nosotros para ayudarte. ? Verdad, companeros? ?Estais de acuerdo?

Todos estan de acuerdo y les doy las gracias.

Son, de eso no hay duda, hombres temibles. Dada nuestra promiscuidad, resulta facil percatarse de si alguien lleva estuche o no. Por la noche, como todo el mundo esta en la barra de justicia comun, no es dificil matar impunemente a alguien. Basta con que durante el dia, por determinada cantidad de parne, el llavero arabe quiera no cerrar bien la argolla. Asi, por la noche, el hombre interesado se suelta, hace lo que ha maquinado hacer y vuelve tranquilamente a acostarse en su sitio, cuidando de cerrar bien su argolla. Como el arabe es indirectamente complice, cierra el pico.

Hace ya tres semanas que he vuelto. Han pasado bastante de prisa. Comienzo a andar un poco apoyandome en la barra del pasillo que separa las dos hileras de mamparas. Hago las primeras pruebas. La semana pasada, en la instruccion, vi a los tres guardianes del hospital que zurramos y desarmamos. Estan muy contentos de que hayamos vuelto y esperan que un dia de esos vayamos a parar a algun sitio donde ellos esten de servicio. Pues despues de nuestra fuga, los tres sufrieron graves sanciones: suspension de sus seis meses de permiso en Europa; suspension del suplemento colonial de sus haberes durante un ano. En resumen, que nuestro encuentro no ha sido muy cordial. Relatamos esas amenazas en la instruccion a fin de que todos tomen nota de ellas.

El arabe se ha comportado mejor. Se ha limitado a decir verdad, sin exagerar y olvidando el papel desempenado por Maturette. El capitan-juez de instruccion ha insistido mucho por saber quien nos habia facilitado la embarcacion. Hemos hecho mal contandoles historias inverosimiles, como la confeccion almadias por nosotros mismos, etcetera.

Por haber agredido a los vigilantes, nos dice que hara todo posible para conseguir cinco anos para mi y Clousiot, y tres para Maturette.

– Ya que es usted el llamado Papillon, confie en mi, que le cortare las alas y le costara levantar el vuelo.

Me da miedo de que tenga razon.

Solo dos meses de espera para comparecer ante el tribunal. Me arrepiento mucho de no haber metido en mi estuche una o dos puntas de flecha envenenada. Si las hubiese tenido, habria podido, tal vez, jugarme el todo por el todo en el pabellon disciplinario. Ahora, cada dia hago progresos. Camino mucho mejor. Francois Sierra nunca deja, manana y tarde, de venir a friccionarme, con aceite alcanforado. Esos masajes-visita me causan un bien enorme, tanto en los pies como en la moral. ?Es tan bueno tener un amigo en la vida!

He observado que esa fuga tan prolongada nos ha dado un prestigio indiscutible entre todos los presidiarios. Estoy seguro de que estamos completamente a cubierto en medio de esos hombres. No corremos ningun peligro de ser asesinados para robarnos. La inmensa mayoria no admitiria el hecho y. seguramente, los culpables perderian la vida. Todos, sin excepcion, nos respetan y hasta nos admiran mas o menos veladamente. Y el hecho de habernos atrevido a atacar a los guardianes nos hace catalogar como hombres dispuestos a todo. Es muy interesante sentirse seguro.

Cada dia camino mejor, y muy a menudo, gracias a una botella que me deja Sierra, hay hombres que se brindan a darme masaje no solo en los pies, sino tambien en los musculos de las piernas atrofiadas por esa prolongada inmovilidad.

Un arabe a las hormigas

En esta sala hay dos hombres taciturnos que no se comunican con nadie. Siempre pegados uno al otro, solo hablan entre si, en voz tan baja que nadie puede oir nada. Un dia, ofrezco a uno de ellos un cigarro americano de un paquete que me ha traido Sierra. Me da las gracias y, luego dice:

– ?Es amigo tuyo, Francois Sierra?

– Si, es mi mejor amigo.

– Tal vez, algun dia, si todo va mal, te mandaremos nuestra herencia por mediacion suya.

– ?Que herencia?

– Mi amigo y yo hemos decidido que si nos guillotinan, te cederemos nuestro estuche para que puedas evadirte otra vez. Entonces, se lo daremos a Sierra y el te lo entregara.

– ?Pensais ser condenados a muerte?

– Es casi seguro, hay pocas posibilidades de que nos salvemos.

– Si tan seguro es que vais a ser condenados a muerte, ?por que estais en esta sala comun?-Creo que tienen miedo de que nos suicidemos, si estamos solos en una celda.

– ?Ah! Claro, es posible. ?Y que habeis hecho?

– Hemos dado a comer un moro a las hormigas carnivoras. Te lo digo porque, desgraciadamente, tienen pruebas indiscutibles. Nos pillaron con las manos en la masa.

– ?Y donde ocurrio eso?

– En el Kilometre 42, en el “Campo de la Muerte”, junto a la caleta Sparouine.

Su companero se acerca a nosotros, es de Toulouse. Le ofrezco un cigarrillo americano. Se sienta al lado de su amigo, frente a mi.

– Nunca hemos preguntado la opinion de nadie -dice el recien llegado-, pero tengo curiosidad por saber que piensas tu de nosotros.

– ?Como quieres que te diga, sin saber nada, si tuviste razon o no de dar a comer vivo un hombre, aunque sea un chivo, a las hormigas? Para darte mi opinion, seria necesario que conociese todo el asunto de pe a pa.

– Te lo voy a contar dice el de Toulouse. El campo del Kilometre 42, a cuarenta y dos kilometros de Saint-Laurent, es un campamento forestal. Alli, los presidiarios estan obligados a cortar cada dia un metro cubico de lena dura. Cada tarde, tienes que estar en la selva, junto a la lena que has cortado, bien apilada- Los vigilantes, acompanados por llaveros arabes, acuden a comprobar si has cumplido tu tarea. En el momento de la recepcion, cada estereo de lena es marcado con pintura roja, verde o amarilla. Depende de los dias. Solo aceptan el trabajo si cada trozo es de lena dura. Para que salga mejor, se forman equipos de dos. Muy a menudo, no podiamos terminar la tarea encomendada- Entonces, por la noche, nos encerraban en el calabozo sin comer, y, por la manana, nos ponian a trabajar de nuevo con la obligacion de hacer lo que faltaba de la vispera, mas el estereo del dia- Ibamos a morir como perros.

“Cada dia estabamos mas debiles y eramos menos capaces de efectuar el trabajo. Por si fuese poco, nos pusieron un guardian especial que no era un vigilante, sino un arabe. Llegaba con nosotros al tajo, se sentaba comodamente, con su vergajo entre las piernas, y no paraba de insultarnos. Comia haciendo ruido con sus mandibulas para darnos dentera. Total, un tormento continuo. Teniamos dos estuches que contenian tres mil francos cada uno, para evadirnos. Un dia, decidimos comprar al arabe. La situacion se volvio peor. Afortunadamente, el siempre creyo que solo poseiamos un estuche. Su sistema era facil: por cincuenta francos, por ejemplo, nos dejaba ir a robar a los estereos que ya habian sido entregados la vispera, trozos de lena que habian escapado a la pintura, y asi haciamos nuestro estereo de la jornada. De este modo, de cincuenta y cien francos, en cincuenta y cien francos, nos sonsaco casi dos mil francos.

“Cuando nos hubimos puesto al dia con nuestro trabajo, quitaron al arabe. Y, entonces, pensando que no nos denunciaria, puesto que el nos habia despojado de tanto dinero, buscabamos en la selva estereos registrados para hacer la misma operacion que con el arabe. Un dia, este nos siguio paso a paso, a hurtadillas, para ver si robabamos la lena. De pronto, se presento:

“ ?Ah! Ah! ?Tu robar la lena todavia y no pagar! Si tu no dar quinientos francos a mi, te denuncio.

“Creyendo que solo se trataba de una amenaza, nos negamos. El dia siguiente, vuelve.

“-Tu pagas o esta noche tu estas en calabozo.

“Volvemos a negarnos. Por la tarde, vuelve acompanado de guardianes. ?Fue horrible, Papillon! Tras habernos puesto en cueros vivos, nos llevan a los estereos donde habiamos cogido lena y, perseguidos por aquellos salvajes, golpeados a vergajazos por el arabe, nos obligaron, corriendo, a deshacer nuestros estereos y a completar cada uno de los que habiamos robado. Aquella corrida duro dos dias, sin comer ni beber. Nos caiamos con frecuencia. El arabe nos hacia levantar a patadas o a vergajazos. Al final, nos tumbamos en el suelo, no podiamos mas. ?Y sabes como logro hacernos poner de pie? Cogio uno de esos nidos, parecidos a los de avispas, en que viven moscas de fuego. Corto la rama de la que pendia el nido y nos la aplasto encima. Locos de dolor, no solo nos incorporamos, sino que corrimos como locos. Es inutil decirte lo que sufrimos. Ya sabes lo dolorosa que es una picadura de avispa. Figurate, cincuenta o sesenta picaduras. Y esas moscas de fuego abrasan aun mas atrozmente que las avispas.

“Nos dejaron a pan y agua en un calabozo durante diez dias, sin curarnos. Pese a que nos poniamos orina encima, las picaduras nos abrasaron diez dias sin parar. Yo perdi el ojo derecho con el que se habian ensanado una docena de moscas de fuego. Cuando nos reintegraron al campamento, los otros condenados tomaron la decision de ayudarnos. Decidieron entregar cada uno un trozo de lena dura cortada al mismo tamano. Aquello nos representaba casi un estereo y nos ayudaba mucho, pues solo nos quedaba un estereo que hacer entre los dos. Nos costo Dios y ayuda conseguirlo, pero lo conseguimos. Poco a poco- recobramos fuerzas. Comiamos mucho. Y por casualidad se nos ocurrio la idea de vengarnos del chivo con las hormigas. Buscando lena dura, encontramos un enorme nido de hormigas carnivoras en un soto, que estaban devorando una cierva grande como una cabra.

“El chivo seguia haciendo sus rondas en el tajo y, un buen dia, de un golpe con el mango del hacha, lo dejamos tieso y, luego, lo arrastramos junto al nido de hormigas. Le pusimos en cueros y le atamos a un arbol, tumbado en el suelo en arco, con pies y manos ligadas con gruesas cuerdas de las que sirven para atar la lena.

“Con el hacha, le hicimos algunas heridas en diferentes partes del cuerpo. Le llenamos la boca de hierba para que no pudiese gritar, ademas de amordazarlo y aguardamos. Las hormigas no atacaron hasta que, tras haber hecho subir algunas en una vara metida en el hormiguero, las esparcimos sobre su cuerpo.

“No hubo que esperar mucho. Media hora despues, las hormigas atacaban a millares. ?Has visto hormigas carnivoras, Papillon?

– No, nunca. He visto grandes hormigas negras.

– Esas son diminutas y rojas como la sangre. Arrancan pedazos microscopicos de carne y los llevan al nido. Si nosotros sufrimos con las avispas, figurate lo que debio de sufrir el, despedazado vivo por aquellos millares de hormigas. Su agonia duro dos dias completos y una manana. Al cabo de veinticuatro horas, ya no tenia ojos.

“Reconozco que nuestra venganza fue despiadada, pero hay que fijarse en lo que el nos habia hecho No habiamos muerto de milagro. Naturalmente, buscaron al chivo por todas partes, y los otros llaveros arabes, asi como los guardianes, sospechaban que nosotros no eramos ajenos a aquella desaparicion.

“En otro soto, cada dia cavabamos un poco para hacer un hoyo donde meter sus restos. Aun no se habia descubierto nada del arabe, cuando un guardian vio que estabamos cavando. Cuando saliamos para el trabajo, el nos seguia para ver lo que haciamos. Fue lo que nos perdio.

“Una manana, nada mas llegar al tajo, desatamos al arabe todavia lleno de hormigas, pero ya casi hecho un esqueleto, y cuando lo arrastrabamos hacia la fosa (no podiamos hacerlo sin que las hormigas nos mordiesen con sana), fuimos sorprendidos por tres arabes llaveros y dos vigilantes. Aguardaban pacientemente, bien

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