de la podredumbre les ha absorbido, reaccionan de otra forma que nosotros. Por ejemplo: los “antropofagos”, los “tipos de las hormigas”, el que echo veneno en la sopa y, para matar a un hombre, no titubeo en envenenar a otros siete que nunca le habian hecho nada.
– Pero en las Islas habra el mismo tipo de hombres.
– Si, pero de las Islas me evadire sin la ayuda de nadie. Me ire solo o, a lo sumo, con un companero. T? sonries, Clousiot, ?por que?
– Sonrio porque nunca abandonas la partida. El fuego que te abrasa las entranas de verte en Paris presentando la cuenta a tus tres amigos, te sostiene con una fuerza tal que no admites que lo que tanto anhelas no pueda realizarse.
– Buenas noches, Clousiot, hasta manana. Si, las veremos, esas malditas Islas de la Salvacion. Lo primero que tenemos que preguntar es por que a esas islas de perdicion las llaman de la Salvacion.
Y, volviendo la espalda a Clousiot, asomo un poco el rostro hacia la brisa nocturna.
El dia siguiente, muy temprano, embarcamos para las Islas. Veintiseis hombres a bordo de una carraca de cuatrocientas toneladas, el Tamon, barco de cabotaje que hace el viaje Cayena-Las Islas Saint-Laurent ida y vuelta. De dos en dos, nos encadenan los pies y nos esposan. Dos grupos de ocho hombres delante vigilados por cuatro guardianes armados de mosquetones. Mas un grupo de diez detras con seis guardianes y los dos jefes de escolta. Todo el mundo esta en la cubierta de esta carraca que amenaza zozobrar a cualquier momento de mar gruesa.
Decidido a no pensar durante el viaje, quiero distraerme. Por lo que, solo para contrariarles, digo en voz alta al vigilante que tengo mas proximo y que pone cara de funeral:
– Con las cadenas que nos habeis puesto, no hay ~ de que nos salvemos si este barco podrido se fuese a pique, lo cual podria muy bien ocurrir con mar gruesa en el estado en que se encuentra.
Medio adormilado, el guardian reacciona como yo habia previsto.
– Que os ahogueis vosotros nos importa un bledo. Tenemos orden de encadenaros y ya esta. La responsabilidad la tienen los que dan las ordenes. Nosotros, de todas formas, quedamos cubiertos.
– De todas formas, tiene usted razon, senor vigilante, con cadenas o sin cadenas, si este feretro se parte en el camino nos vamos todos a pique.
Ola! Sabe usted, hace mucho tiempo -dice el muy imbecil, que este barco hace ese trayecto y nunca le ha pasado nada.
– Si, pero precisamente porque hace demasiado tiempo que existe este barco, ahora debe estar a punto de que le pase algo importante en el momento menos pensado.
He conseguido lo que queria: cortar ese silencio general que me ponia nervioso.
– Si, esta carraca es peligrosa y, encima nos encadenan. Si cadenas, de todos modos, queda alguna posibilidad.
– ?Oh! Lo mismo da. Nosotros, con el uniforme, las botas el mosqueton tampoco andamos ligeros.
– El mosqueton no cuenta, porque en caso de naufragio no cuesta echarlo por la borda dice otro.
Viendo que tragan el primer anzuelo, les tiro el segundo:
– ?Donde estan los botes de salvamento? Solo veo uno muy pequeno, para ocho hombres todo lo mas. Entre el comandante y la dotacion, se llenaria en seguida. Los demas, que se pudran.
Entonces, la cosa se dispara, en alto diapason.
– Es verdad, no hay nada y este barco esta tan deteriorado que me parece una irresponsabilidad inaceptable que padres de familia deban correr tanto peligro por acompanar a esos tunantes.
Como estoy en el grupo que se encuentra en el puente trasero los dos jefes de convoy viajan con nosotros. Uno de ellos mira y dice:
– ?Eres tu, Papillon, el que viene de Colombia?
– Si.
– No me extrana que hayas ido tan lejos, parece que entiendes de navegacion.
Pretenciosamente, respondo:
– Si, mucho.
Eso provoca una situacion molesta. Por si fuese poco, el comandante baja de su puesto de mando, pues acabamos de salir del estuario del Maroni y, como es el sitio mas peligroso, ha debido llevar personalmente el timon. Ahora, lo ha pasado a otro. Asi, pues, ese comandante de un color negro Tombuctu, pequeno y gordo, de semblante bastante joven, pregunta donde estan los tipos que han ido en una tabla hasta Colombia.
– Este, ese y aquel, el de al lado dice el jefe del convoy.
– ? Quien era el capitan? -pregunta el enano.
– Yo, senor.
– Bueno, pues, muchacho, como marino te felicito. No eres un hombre corriente. ?Toma! -Se mete la mano en el bolsillo de la chaqueta-: Acepta este paquete de tabaco bleu con papel de fumar. Fumatelo a mi salud.
– Gracias, mi comandante. Pero yo tambien debo felicitarlo a usted por atreverse a navegar en este coche funebre, una o dos veces por semana, segun creo.
Se rie a carcajadas, para colmar la medida a las personas que quise contrariar.
Dice:
– ?Ah! ?Tienes razon! Hace mucho tiempo que hubiesen debido mandarla al cementerio esta carraca, pero la Compania espera que se hunda para cobrar el seguro.
Entonces, termino diciendo con una estocada:
– Afortunadamente, para usted y la tripulacion tiene un bote de salvamento.
– Afortunadamente, si -dice el comandante sin reflexionar, antes de desaparecer por la escalerilla.
Aquel tema de conversacion deliberadamente provocado por mi, lleno mi viaje mas de cuatro horas. Cada cual tenia algo que decir, y la discusion, no se como, llego hasta la proa del barco.
La mar; hoy, hacia las diez de la manana, no es gruesa, pero el viento no favorece el viaje. Hacemos Nordeste, es decir, que vamos contra viento y marea, lo cual, naturalmente, hace cabecear y balancear mas de lo normal el barco. Varios vigilantes y presidiarios estan mareados. Por suerte para mi, el que esta encadenado conmigo tiene espiritu de lobo de mar, pues nada es mas desagradable que ver vomitar al lado de uno. Ese chico es un verdadero titi [7]. Subio a presidio en 1927. Hace, pues siete anos que esta en las Islas. Es relativamente joven, treinta y ocho anos.
– Me llaman Titi la Belote, pues debo decirte, amigo mio, que la belote [8] es mi fuerte. Por lo demas, en las Islas, vivo de eso. Belote todas las noches a dos francos el tanto. Y, cancando las cartas, la apuesta sube. Si ganas por un doscientos de sota, el tio te paga cuatrocientos francos y algunas plumas de los otros puntos.
– Pero, entonces, ?hay mucho dinero en las Islas?
– ?Ah, si, mi buen Papillon! Las Islas estan llenas de estuches abarrotados de parne. Unos suben con ellos; otros, pagando un cincuenta por ciento, reciben dinero a traves de los vigilantes trapisondas. Se nota que eres nuevo, amigo. ?No sabes nada de eso?
– No, nada absolutamente. Solo se que es muy dificil fugarse.
– ?Fugarse? -dice Titi-. No vale la pena hablar siquiera de ello. Va para siete anos que estoy en las Islas y ha habido dos evasiones con el resultado de tres muertos y dos capturados. Nadie lo ha logrado. Por eso, hay pocos candidatos a probar suerte.
– ?Por que has ido a Tierra Grande?
– A que me radiografiasen para ver si tengo ulcera.
– ?Y no intentaste evadirte del hospital?
– ?Quien habla! Tu, Papillon, lo echaste todo a perder. Y, encima, tuve la mala suerte de ir a parar a la misma sala de donde te evadiste. ?Que vigilancia! Cada vez que nos acercabamos a una ventana para respirar un poco, te obligaban a apartarte de ella. Y cuando preguntabas el porque, te contestaban: “Por si acaso se te ocurria hacer como Papillon.“
– Dime, Tifi, ?quien es ese tipo alto que esta sentado al lado del jefe del convoy? ?Es un chivato?
– ?Estas loco? Ese tipo es muy apreciado por todos. Es un cabrito, pero sabe portarse como un verdadero hampon: nada de frecuentar a los guardianes, nada de sitio de favor, su rango de presidiario, bien mantenido. Capaz de dar un buen consejo, buen camarada y distante con la poli. Ni siquiera el cura y el doctor han podido emplearle. Ese cabrito que se porta como todo un hombre, como puedes ver, es un descendiente de Luis VX. Si, amigo mio, es conde, pero conde de verdad, se llama Jean de Berac. No obstante, cuando llego, le costo trabajo granjearse la estima de los hombres, pues habia cometido algo muy asqueroso para subir a los duros.
– ?Que hizo?
– Pues tiro a su propio hijo al rio desde un puente, y como el chaval cayo en un sitio donde habia poca agua, tuvo el valor de bajar, recogerlo y arrojarlo a una sima mas profunda.
– ?Como! ?Es como si hubiese asesinado dos veces a su propio chico! -dice un amigo mio, que es contable y vio su expediente, ese macho estaba aterrorizado por el ambiente de nobleza que le rodeaba. Y su madre habia echado a la calle, como a una perra, a la madre del chico, que era una joven sirvienta de su castillo. Segun mi amigo, ese muchacho estaba dominado por una madre orgullosa, pedante, que le humillo tanto por haber tenido el, un conde, relaciones con una chacha, que ya no sabia lo que se hacia cuando fue a tirar al agua al chico tras decir a su madre que lo habia llevado a la Asistencia publica.
– ?A cuanto le han condenado?
– Diez anos solamente. Puedes imaginar, Papillon, que no es un tipo como nosotros. La condesa, jefe de honor de la casa, debio explicar a los magistrados que matar al chaval de una criada no es un delito tan grave, cuando ha sido cometido por un conde que quiere salvar la reputacion de su familia.
– ?Conclusion?
– Bien, mi conclusion personal, de humilde golfo parisiense, es la siguiente: libre y sin preocupaciones a la vista, ese conde Jean de Berac era un hidalgo educado de tal manera que, contando tan solo la sangre azul, todo lo demas era insignificante y no valia la pena de preocuparse por ello. Quiza no eran siervos propiamente dichos, pero cuando menos seres desdenables. Aquel monstruo de egoismo y de pretensiones que era su madre le habia triturado y aterrorizado hasta tal punto que ya era como ellos. Pero en el presidio, ese senor que antes creia tener derecho de pernada se ha vuelto un verdadero noble en toda la acepcion de la palabra. Eso parece paradojico, pero solo ahora es de verdad el conde Jean de Berac.
Las Islas de la Salvacion, ese “desconocido” para mi, ya no lo sera dentro de unas horas. Se que es muy dificil evadirse de ellas, pero no imposible. Y, aspirando