verdadero techo del edificio, a unos siete metros del suelo aproximadamente. Pasando por encima de las celdas adosadas unas a otras, un camino de ronda de un metro de ancho mas o menos, con una barandilla de hierro. Dos vigilantes van continuamente desde un extremo hasta la mitad del recorrido donde se encuentran y dan media vuelta. La impresion es horrible. Hasta la pasarela llega una luz bastante clara. Pero, en el fondo de la celda, hasta en pleno dia, apenas se ve nada. En seguida, me pongo a andar, esperando que toquen el silbato, o no se que, para bajar las tablas. Para no hacer ningun ruido, presos y guardianes van en zapatillas. Pienso en seguida: «Aqui, en la 234, va a tratar de vivir sin volverse loco Charriere, alias Papillon, para cumplir una pena de dos anos, o sea, setecientos treinta dias. A el le toca desmentir el apodo «comedora de hombres' que tiene esta Reclusion.»
Un, dos, tres, cuatro, cinco, media vuelta. Un, dos, tres, cuatro, cinco, media vuelta. El guardian acaba de pasar frente a mi techo. No le he oido venir, le he visto. ?Zas! Se enciende la luz, pero muy arriba, colgada en el techo superior, a mas de seis metros. La pasarela esta alumbrada, las celdas quedan en penumbra. Camino, la pendola vuelve a estar en movimiento. Dormid tranquilos, enchufados del jurado que me habeis condenado, dormid tranquilos, pues creo que si supieseis adonde me mandasteis, os negariais, asqueados, a ser complices de la aplicacion de semejante castigo. Resultara harto dificil escapar a los vagabundeos de la imaginacion. -Casi imposible. Vale mas, creo yo, encarrilarlos hacia temas que no sean demasiado deprimentes mas bien que suprimirlos por completo.
En efecto, un toque de silbato anuncia que puede bajarse la tabla. Oigo un vozarron que dice:
– Para los nuevos, sabed que, a partir de este instante, si quereis, podeis bajar las tablas y acostaros.
Solo presto atencion a esas palabras: «Si quereis.» Entonces, sigo andando, el momento es demasiado crucial para dormir. Es menester que me acostumbre a esta jaula abierta por el techo. Un, dos, tres, cuatro, cinco, en seguida he cogido el ritmo de la pendola; con la cabeza gacha, ambas manos a la espalda, la distancia de los pasos exactamente medida, como un pendulo que oscila, voy y vuelvo interminablemente, como un sonambulo. Cuando llego al final de cada cinco pasos, ni siquiera veo la pared, la rozo al dar media vuelta, incansablemente, en este maraton que no tiene llegada ni tiempo determinado para terminar.
– Si, Papi, la verdad, no es ninguna broma esta «comedora de hombres». Y produce un efecto raro ver la sombra del guardian proyectarse contra la pared. Si se le mira levantando la cabeza, aun es mas deprimente: como si uno fuese un leopardo caido en la trampa, observado desde arriba por el cazador que viene a capturarlo. La impresion es horrible y necesitare meses para acostumbrarme.
Cada ano, trescientos sesenta y cinco dias; dos anos: setecientos treinta dias, si no hay ningun ano bisiesto. Me sonrio al pensarlo. Mira, que sean setecientos treinta dias o setecientos treinta y uno da igual. ?Por que da igual? No, no es lo mismo. Un dia mas son veinticuatro horas mas. Y veinticuatro horas tardan en pasar. Mas tardan setecientos treinta dias de veinticuatro horas. ?Cuantas horas sumaran? ?Seria capaz de calcularlo mentalmente? ?Como hacerlo? Es imposible. ?Por que no? Si, se puede hacer. Vamos a ver. Cien dias son dos mil cuatrocientas horas. Multiplicado por siete, es mas dificil, suma dieciseis mil ochocientas horas por una parte, mas treinta dias que quedan a veinticuatro que suman setecientas veinte horas. Total: dieciseis mil ochocientas mas setecientas veinte deben arrojar, si no me he equivocado, diecisiete mil quinientas veinte horas. Querido senor Papillon, tiene usted que matar diecisiete mil quinientas veinte horas en esta jaula especialmente fabricada, con sus paredes lisas, para contener fieras. ?Cuantos minutos he de pasar aqui? Eso carece en absoluto de interes, hombre, las horas bueno, pero los minutos… No exageremos. ?Por que no los segundos? Que tenga importancia o no no me interesa. ?De algo hay que llenar esos dias, esas horas, esos minutos, a solas consigo mismo! ?Quien estara a mi derecha? ?Y a mi izquierda? ?Y detras de mi? Esos tres hombres, si las celdas estan ocupadas, deben, a su vez, preguntarse quien acaba de ingresar en la 234.
Un ruido sordo de algo que acaba de caer detras de mi, en mi celda. ?Que puede ser? ?Habra tenido mi vecino la habilidad de echarme algo por la reja? Trato de distinguir que es. Veo con dificultad una cosa larga y estrecha. Cuando voy a recogerla, la cosa que adivino mas que veo en la oscuridad se mueve y se desliza rapidamente hacia la pared. Cuando esta cosa se ha movido, yo he retrocedido. llegada a la pared, comienza a trepar un poco y, luego, resbala hacia el suelo. La pared es tan lisa que esta cosa no puede agarrarse suficientemente para subir. Dejo que intente tres veces la escalada de la pared y, luego, a la cuarta, cuando ha caido, la aplasto de una patada. Es blanda, bajo la zapatilla. ?Que puede ser? Me arrodillo y la miro lo mas cerca posible y, por fin, consigo distinguir que es: un enorme ciempies, de mas de veinticinco centimetros de largo y de dos dedos pulgares de ancho. Me invade tal asco que no lo recojo para echarlo al cubo. Lo empujo con el pie bajo la tabla. Manana, con luz, ya veremos. Tendre tiempo de ver muchos ciempies; caen del techo. Aprendere a dejar que se paseen sobre mi cuerpo sin intentar atraparlos ni molestarlos si estoy acostado. Asimismo, tendre ocasion de saber que un error de tactica, cuando estan encima de uno, puede costar caro en sufrimientos. Una picadura de ese bicho asqueroso provoca una fiebre de caballo durante mas de doce horas y abrasa horrorosamente durante casi seis.
De todas formas, sera una distraccion, un derivativo para mis pensamientos. Cuando caiga un ciempies y me despierte, con la escobilla lo atormentare el mayor tiempo posible o me divertire con el dejando que se esconda para luego, algunos instantes despues, tratar de descubrirlo.
Un, dos, tres, cuatro, cinco… Silencio total. Pero, ?aqui nadie ronca? ?Nadie tose? Claro que hace un calor asfixiante. ?Y es de noche! ?Que sera de dia! Estoy destinado a vivir con ciempies. Cuando el agua subia en el calabozo submarino de Santa Marta, venian en grandes cantidades, aunque eran mas pequenos, pero, de todos modos, de la misma familia que estos. En Santa Marta, habia la inundacion diaria, es verdad, pero se hablaba, se gritaba, se oia cantar o se escuchaban los gritos y las divagaciones de los locos temporales o definitivos. Es ilogico lo que estas diciendo, Papillon. Alla, la opinion unanime era que lo mas que podia resistir un hombre eran seis meses. Ahora bien, aqui, hay muchos que deben quedarse cuatro o cinco anos y hasta mas. Que les condenen a cumplirlos, es una cosa; pero que los cumplan, ya es otro cantar- ?Cuantos se suicidan? No veo como podria uno suicidarse. Si, es posible. No resulta facil, pero puedes ahorcarte. Te haces una cuerda con los pantalones, la atas a un extremo de la escobilla y, subiendo en la tabla, puedes pasar la cuerda a traves de un barrote. Si haces esa operacion a ras de la ~ del camino de ronda, es probable que el guardian no vea la cuerda. Y cuando acabe de pasar, te balanceas en el vacio. Cuando el guardian vuelve, ya estas listo. Por lo demas, el no se debera dar prisa por bajar, abrir tu calabozo y descolgarte. ?Abrir el calabozo? No Puede hacerlo. Esta escrito en la puerta: “Prohibido abrir esta puerta sin orden superior.” Entonces, no temas nada, el que quiera suicidarse tendra todo el tiempo necesario antes de que le descuelguen “por orden superior”.
Describo todo esto que quiza no sea muy animado e interesante para las personas que gustan de la accion y la pelea. Estas podran saltarse las paginas, si les aburren. Sin embargo, las primeras impresiones, los primeros pensamientos que me asaltaban al tomar contacto con mi nueva celda, las reacciones de las primeras horas de entierro en vida, creo que debo pintarlas con la maxima fidelidad.
Hace ya mucho rato que camino. Percibo un murmullo en la noche, el cambio de guardia. El primero era alto y flaco, este es bajo y gordo. Arrastra sus zapatillas. Su roce se percibe dos celdas antes y dos celdas despues. No es ciento por ciento silencioso como su camarada. Sigo caminando. Debe de ser tarde. ?Que hora sera? Manana no me faltara con que medir el tiempo. Gracias a las cuatro veces que cada dia debe de abrirse la ventanilla, sabre aproximadamente las horas. En cuanto a la noche, sabiendo la hora de la primera guardia y su duracion, podre vivir con una medida bien establecida: primera, segunda, tercera guardia, etcetera.
Un, dos, tres cuatro, cinco. Automaticamente, reanudo esta interminable paseata y, con ayuda de la fatiga, despliego facilmente las alas de mi fantasia para ir a hurgar en el pasado. Por contraste, tal vez, con la oscuridad de la celda, estoy a pleno sol. sentado en la playa de mi tribu. La embarcacion con la que pesca Lali se balancea a doscientos metros de mi en ese mar verde opalo, incomparable. Escarbo la arena con los pies. Zoraima me trae un gran pescado asado a la lumbre, bien envuelto en una hoja de banano para que se mantenga caliente. Como con los dedos, naturalmente, y ella, con las piernas cruzadas, me contempla sentada frente a mi. Esta muy contenta de ver como los grandes pedazos de pescado se desprenden facilmente y lee en mi cara la satisfaccion que me embarga de saborear un manjar tan delicioso.
Ya no estoy en la celda. Ni siquiera conozco la Reclusion, ni San Jose, ni las Islas. Me revuelvo en la arena, y me limpio las manos frotandolas contra ese coral tan fino que parece harina. Luego, voy al mar a enjuagarme la boca con esa agua tan clara y tambien tan salada. Recojo agua con el cuenco de las manos y me rocio la cara. Al frotarme el cuello, me doy cuenta de que llevo el pelo largo. Cuando Lali regrese, hare que me lo afeite. Toda la noche la paso con mi tribu. Quito el taparrabo a Zoraima y sobre la arena, alli a pleno sol, acariciado por la brisa marina, la hago mia. Ella gime amorosamente como suele hacer cuando goza. El viento, quiza, lleva hasta Lali esa musica amorosa. De todas formas, Lali no puede menos que vernos y distinguir que estamos abrazados, esta demasiado cerca para no ver claramente que hacemos el amor. Es verdad, debe de habernos visto, pues la embarcacion vuelve hacia la costa. Lali desembarca, sonriente., Durante el regreso, se ha soltado las trenzas y alisado con sus largos dedos los mojados cabellos que el viento y el sol de este dia maravilloso empiezan ya a secar. Voy hacia ella. Me rodea el talle con su brazo derecho y me empuja para subir la playa hacia nuestra Choza. Durante todo el recorrido, no para de darme a entender: “Y yo, y yo.” Una vez en la choza, me derriba sobre una hamaca doblada en el suelo en forma de manta y olvido en Lali que el mundo existe. Zoraima es muy inteligente, no ha querido entrar hasta haber calculado que nuestro retozo habia terminado. Ha llegado cuando, saciados de amor, todavia estamos tendidos completamente desnudos sobre la hamaca. Se sienta a nuestro lado, da unas palmaditas en las mejillas de su hermana y le repite una palabra que, seguramente, debe significar algo asi como: Glotona. Luego, castamente, ajusta mi taparrabo y el de Lali, con ademanes henchidos de pudica ternura. Toda la noche, la he pasado en la Guajira. No he dormido en absoluto, Ni siquiera me he acostado para, con los ojos cerrados, ver a traves de mis parpados esas escenas que he vivido realmente. Ha sido caminando sin parar en una especie de hipnosis, sin esfuerzo de mi voluntad, como me he vuelto a trasportar a aquella jornada tan deliciosamente hermosa, vivida hace ya seis meses.
La luz se apaga y puede distinguirse que sale el sol, invadiendo la penumbra de la celda, expulsando esa especie de niebla vaporosa que envuelve todo lo que hay abajo, a mi alrededor. Un toque de silbato. Oigo las tablas que golpean la pared y hasta el gancho del vecino de la derecha cuando lo pasa en la anilla fijada en la pared. Mi vecino tose y oigo un poco de agua que cae ?Como se lava uno aqui?
– Senor vigilante, ?como se lava uno aqui?
– Recluso, esta vez le perdono porque no lo sabe. Pero no esta permitido hablar con el vigilante de guardia sin sufrir un grave castigo. Para lavarse, situese usted sobre el cubo y vierta el agua de la jarra con una mano. Lavese con la otra. ?No ha desenrollado su manta?
– No.
– Dentro, seguramente, hay una toalla de lona.
?Esa si que es buena! ?No se puede hablar al centinela de guardia? ?Por ningun motivo? ?Y si te asalta, vete a saber que enfermedad? ?O si te estas muriendo? ?Una angina de pecho, una apendicitis, un ataque de asma demasiado fuerte? ?Esta prohibido, entonces, pedir auxilio, hasta en peligro de muerte? ?Eso es el colmo! Pero no, es normal. Seria demasiado facil armar un escandalo cuando, llegado al limite de la resistencia, los nervios se te rompen. Solo para oir voces, solo para que te hablen, incluso solo para que te digan: “ ?Revienta, pero callate! “, quiza veinte veces al dia una veintena de los doscientos cincuenta tipos que debe de haber aqui provocarian cualquier discusion para deshacerse, como a traves de una valvula de escape, de ese exceso de presion de gas que les rompe el cerebro.
No puede haber sido ningun psiquiatra quien tuvo la idea de construir estas leoneras: un medico no se deshonraria hasta ese extremo. Tampoco ha sido un doctor quien ha establecido el reglamento. Pero los dos hombres que han realizado este conjunto, tanto el arquitecto como el funcionario, que han cronometrado los menores detalles de la ejecucion de la pena, son, tanto uno como otro, dos monstruos repugnantes, dos psicologos viciosos y malignos, llenos de odio sadico hacia los condenados.
De los calabozos de la central de Beaulieu, en Caen, por muy profundos que sean, dos pisos bajo tierra, podia filtrarse, llegar al publico algun dia, el eco de las torturas o malos tratos infligidos a uno u otro preso castigado.
Prueba de ello es que cuando me quitaron las esposas y las empulgueras, vi verdadero miedo en las caras de los guardianes, miedo de tener dificultades, sin duda alguna.