Y. en verdad, me causa bienestar.

Clousiot sabe cuando no quiero hablar. Por lo que no ha turbado mi silencio. Fuma mucho, nada mas. Se perciben algunas estrellas y le digo:

– ?Ves las estrellas desde tu sitio?

– Si -dice el asomandose un poco-. Pero prefiero no mirarlas, pues me recuerdan demasiado a las estrellas de cuando nos las piramos.

– No te preocupes, volveremos a verlas a millares otra vez.

– ?Cuando? ?Dentro de cinco anos?

– Clousiot, el ano que acabamos de vivir, todas esas aventuras que hemos pasado, las personas que hemos conocido, ?acaso no valen cinco anos de reclusion? ?Preferirias no habertelas pirado a estar en las Islas desde tu llegada? Por razon de lo que nos espera, y que no es moco de pavo, ?te arrepientes de habertelas pirado? Contestame sinceramente, ?te arrepientes, si o no?

– Papi, olvidas una cosa que yo nunca tuve: los siete meses que pasaste con los indios. Si hubiese estado contigo, pensaria igual, pero yo estaba en la carcel.

– Perdona, lo habia olvidado, estoy divagando.

– No, no divagas y, a pesar de todo, estoy contento de habermelas pirado, porque tambien yo pase momentos inolvidables. Solo que me da cierta angustia lo que me espera en la “comedora de hombres”. Cinco anos casi resulta imposible hacerlos.

Entonces, le explico lo que he decidido hacer y siento que reacciona muy positivamente. Me satisface ver a mi amigo reanimado a mi lado. Segun ciertos rumores, el comandante que vendra a presidir el Consejo de Guerra tiene fama de ser un hombre severo, pero, al parecer, muy recto. No acepta asi como asi las patranas de la Administracion. Es, pues, dentro-de lo que cabe, una buena noticia.

Clousiot y yo, pues Maturette esta en celda desde nuestra llegada, hemos rechazado tener un vigilante por abogado. Decidimos que yo hablaria por los tres y expondre personalmente nuestra defensa.

El juicio

Esta manana, recien afeitados y rapados, con uniforme nuevo a listas rojas, calzando zapatos, esperamos en el patio el momento de comparecer ante el Tribunal. Hace quince dias que a Clousiot le quitaron el escayolado. Camina normalmente, no ha quedado cojo.

El Consejo de Guerra empezo el lunes y estamos a sabado por la manana. Se llevan, pues, cinco dias de procesos diversos: el proceso de los hombres de las hormigas ha requerido un dia entero. Condenados a muerte los dos, no he vuelto a verles. A los hermanos Graville les endinan cuatro anos tan solo (por falta de pruebas del acto de antropofagia). Su proceso ha requerido mas de un dia y medio. El resto de homicidios, de cuatro a cinco anos.

Por lo general, de los catorce inculpados comparecidos, las penas infligidas han sido mas bien severas, pero aceptables, sin exageracion.

El Tribunal comienza a las siete y media. Estamos en la sala cuando un comandante, con uniforme de meharista, entra acompanado de un viejo capitan de Infanteria y un teniente que actuaran de asesores.

A la derecha del Tribunal, un vigilante con galones, un capitan, representa a la Administracion, a la acusacion.

– Caso Charriere, Clousiot, Maturette.

Estamos a cuatro metros aproximadamente del Tribunal. Tengo tiempo de observar la cara curtida por el desierto de ese comandante de cuarenta o cuarenta y cinco anos, de sienes canosas. Pobladas cejas coronan unos ojos negros, magnificos, que nos miran directamente a los ojos. Es un autentico militar. En su mirada no hay asomo de maldad. Nos escruta, nos sopesa en unos segundos. Mis ojos se clavan en los suyos y luego, deliberadamente, los bajo.

El capitan de la Administracion ataca exageradamente, lo que le hara perder la partida. Califica de intento de asesinato la eliminacion momentanea de los vigilantes. En cuanto al arabe, afirma que fue un milagro que no muriese de los multiples golpes que le dimos. Comete otro error diciendo que somos los presidiarios que, desde que existe el presidio, han ido a llevar mas lejos el deshonor de Francia:

– ?Hasta Colombia! Dos mil quinientos kilometros, senor presidente, han recorrido esos hombres, Trinidad, Curasao, Colombia, todas esas naciones han escuchado seguramente los comentarios mas falaces sobre la Administracion penal francesa.

“Pido dos condenas con acumulacion de pena, o sea, en total, ocho anos: cinco anos por tentativa de homicidio, por una parte, y tres anos por evasion, por otra. Eso para Charriere y Clousiot. Para Maturette, pido tan solo tres anos por evasion, pues se desprende de la indagacion que no participo en la tentativa de asesinato.

El presidente:

– El Tribunal tendria interes en oir el relato mas breve Posible de esa larguisima odisea.

Cuento, olvidando en parte Maroni, nuestro viaje por mar hasta Trinidad. Describo a la familia Bowen y sus bondades. Cito la frase del jefe de Policia de Trinidad: “No tenemos por que juzgar a la justicia francesa, pero en lo que no estamos de acuerdo es en que manden a la Guayana a sus condenados, por esto les ayudamos”; Curasao, el padre Irenee de Bruyne, el incidente del talego de florines; luego Colombia, por que y como fuimos a Colombia. Muy rapidamente, una breve explicacion de mi vida entre los indios. El comandante escucha sin interrumpirme. Me pide tan solo unos cuantos detalles mas sobre mi vida con los indios, episodio que le interesa enormemente. Despues, las prisiones colombianas, en particular el calabozo submarino de Santa Marta.

– Gracias, su relato ha ilustrado al Tribunal y, a la par le ha interesado. Vamos a hacer una pausa de quince minutos. No veo a sus defensores, ?donde estan?

– No tenemos. Le ruego que me permita llevar la defensa de mis companeros y la mia propia.

– Puede usted hacerlo, los reglamentos lo admiten.

Un cuarto de hora despues, se reanuda la sesion.

El presidente:

– Charriere, el Tribunal le autoriza a llevar la defensa de sus companeros y la suya propia. Sin embargo, le advertimos que este Tribunal le quitara la palabra si falta usted al respeto al representante de la Administracion. Puede defenderse con entera libertad, pero con expresiones decorosas. Tiene usted la palabra.

– Pido al Tribunal que descarte pura y simplemente el delito de tentativa de asesinato. Es inverosimil y voy a demostrarlo. Yo tenia veintisiete anos el ano pasado, y Clousiot, treinta. Nos encontrabamos en plena forma, recien llegados de Francia. Mediamos metro setenta y cuatro y metro setenta y cinco. Golpeamos al arabe y a los vigilantes con las patas de hierro de nuestro catre. Ninguno de los cuatro quedo gravemente herido. Fueron golpeados, pues, con mucha precaucion con objeto, que logramos. de dejarles sin sentido haciendoles el menor dano posible. El vigilante acusador ha olvidado decir, o ignora, que los trozos de hierro estaban envueltos en trapos para evitar el riesgo de matar a nadie. El Tribunal, compuesto por hombres de carrera, sabe perfectamente lo que un hombre forzudo puede hacer golpeando a alguien en la cabeza de plano con una bayoneta. Entonces, puede figurarse tambien lo que puede hacerse con una pata de cama de hierro. Hago observar al Tribunal que ninguna de las cuatro personas atacadas fue hospitalizada.

“Por tener cadena perpetua, creo que el delito de evasion es menos grave que para un hombre condenado a una pena menor. Es muy dificil aceptar, a nuestra edad, no volver a la vida nunca mas. Pido para los tres la indulgencia del Tribunal.

El comandante musita con los dos asesores y, luego, golpea la mesa con el mazo.

– ?Acusados, en pie!

Los tres, tiesos como estacas, esperamos.

El presidente:

– El Tribunal descarta la tentativa de asesinato; no tiene por que dictar sentencia, ni siquiera de absolucion, por ese hecho.

“En cuanto al delito de evasion, son ustedes reconocidos culpables en segundo grado. Por ese delito, el Tribunal les condena a dos anos de reclusion:

A coro, decimos:

– Gracias, mi comandante.

Y yo anado:

– Gracias al Tribunal.

En la sala, los guardianes que asistian al proceso no daban credito a sus oidos.

Cuando volvemos al edificio donde estan nuestros companeros, todo el mundo se alegra de la noticia, nadie tiene envidia. Al contrario. Hasta los que la han pringado nos felicitan sinceramente por nuestra suerte.

Francois Sierra ha venido a abrazarme. Esta loco de contento.

SEXTO CUADERNO. LAS ISLAS DE LA SALVACION

Llegada a las islas

Manana debemos embarcar para las Islas de la Salvacion. Pese a todo lo que he luchado, esta vez estoy a casi unas horas de ser internado de por vida. Primero, tendre que cumplir dos anos de reclusion en la isla de San Jose. Espero que hare falso el sobrenombre que le han dado los presidiarios: “la comedora de hombres”.

He perdido otra vez la partida, pero mi animo no es el de un vencido.

Debo alegrarme de no tener que cumplir mas que dos anos en esa carcel de otra carcel. Como me he prometido, no me dejare llevar facilmente por las divagaciones que crea el aislamiento completo. Para escapar a ellas, tengo el remedio. Debo, de antemano, verme libre, sano y fuerte, como un presidiario normal de las Islas. Cuando salga, tendre treinta anos.

En las Islas, las evasiones son rarisimas, lo se. Pero, aunque contadas con los dedos, las ha habido. Pues bien, yo me evadire, seguro. Dentro de dos anos, me evadire de las Islas, se lo repito a Clousiot, quien esta sentado a mi lado.

– Mi buen Papillon, es muy dificil desanimarte y envidio la fe que tienes de ser libre un dia. Hace un ano que no paras de pirartelas y ni una sola vez has renunciado a ello. Tan pronto acaba de salirte mal una fuga, cuando ya preparas otra. Me extrana que aqui no hayas intentado nada.

– Aqui, companero, solo hay un modo: fomentar una revuelta. Pero para eso se necesita tiempo, y no lo tengo suficiente para convencer a todos esos seres dificiles. He estado a punto de provocarla, pero he tenido miedo de que me devorase. Esos cuarenta hombres que estan aqui son todos antiguos presidiarios. El camino

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