buscar fortuna con sus mujeres. Todos son chulos de putas. En un barrio especial de la ciudad, una docena y media de prostitutas mantienen la alta tradicion francesa de la prostitucion distinguida y habil. Siempre los mismos tipos de hombres, los mismos tipos de mujer que, desde El Cairo al Libano, de Inglaterra a Australia, de Buenos Aires a Caracas, de Saigon a Brazzaville, pasean por la tierra su especialidad, vieja como el mundo, la prostitucion y la forma de vivir de ella.
Joseph Dega me comunica algo sensacional: los chulos franceses de Barranquilla estan preocupados. Tienen miedo de que nuestra llegada a la prision turbe su tranquilidad y cause perjuicio a su floreciente comercio. En efecto, si uno o varios de nosotros se fugan, la Policia ira a buscarles en las casetas de las francesas, aunque al evadido nunca se le ocurra pedir asistencia alli. De ahi, indirectamente, la Policia puede descubrir muchas cosas: documentacion falsa, autorizaciones de residencia caducadas o irregulares. Buscarnos provocaria verificaciones de identidad y de residencia. Y hay mujeres y hasta hombres que, si son descubiertos, podrian sufrir graves molestias.
Ya estoy bien informado. Anade que el esta a mi disposicion para lo que sea y que vendra a verme los jueves y domingos. Le doy las gracias a ese buen chico, quien despues me demostro que sus promesas eran sinceras. Me informa asimismo de que, segun los periodicos, nuestra extradicion ha sido concedida a Francia. ?Bien! Senores, tengo muchas cosas que decirles.
– ?Que? -exclaman los cinco a coro.
– En primer lugar, que no debemos hacernos ilusiones. La extradicion es cosa hecha. Un barco especial de la Guayana francesa vendra a buscarnos para devolvernos alli de donde vinimos. Luego, que nuestra presencia es causa de preocupacion para nuestros chulos, bien afincados en esta ciudad. No para el que me ha visitado. Este se rie de las consecuencias, pero sus colegas de corporacion temen que, si uno de nosotros se evade, les ocasionemos molestias.
Todo el mundo suelta la carcajada. Creen que me guaseo. Clousiot dice:
– Senor chulo Fulano de tal, ?me da usted permiso para evadirme?
– Basta de bromas. Si vienen a vernos putas, hay que decirles que no vuelvan. ?Entendido?
– Entendido.
En nuestro patio hay, como dije, un centenar de presos colombianos. Distan de ser unos imbeciles. Los hay autenticos, buenos ladrones, falsificadores distinguidos, estafadores de mente ingeniosa, especialistas del atraco a mano armada, traficantes de estupefacientes y algunos pistoleros especialmente preparados en esa profesion, tan trivial en America, para numerosos ejercicios. Alli, los ricos, los politicos y los aventureros que han tenido exito alquilan los servicios de esos pistoleros, que actuan por ellos.
Las pieles de esos hombres son de colores varios. Van del negro africano de los senegaleses a la piel de te de nuestros criollos de la Martinica; del ladrillo indio mongolico de cabellos lisos negro violaceo, al blanco puro. Establezco contactos, trato de darme cuenta de la capacidad y del espiritu de evasion de algunos individuos escogidos. La mayoria de ellos son como yo: porque temen o han cumplido ya una larga pena, viven en permanente esperanza de evasion.
Por los cuatro muros de este patio rectangular discurre un camino de ronda muy alumbrado por la noche, con una torreta donde se cobija un centinela en cada angulo del muro. Asi, dia y noche, cuatro centinelas estan de servicio, mas uno en el patio, delante de la puerta de la capilla. Este, sin armas. La comida es satisfactoria y varios presos venden comida y bebida, cafe o zumos de fruta del pais: naranja, pina, papaya, etc., que les traen del exterior. De vez en cuando, esos pequenos comerciantes son victimas de un atraco a mano armada ejecutado con sorprendente rapidez. Sin haber tenido tiempo de sospechar nada, se encuentran con una gran toalla que les aprieta la cara para impedirles gritar, y un cuchillo en los rinones o el cuello que penetraria profundamente al menor movimiento. La victima es despojada de la recaudacion antes de poder decir esta boca es mia. Un punetazo en la nuca acompana el ademan de quitar la toalla. Nunca, pase lo que pase, habla nadie. A veces, el comerciante guarda lo que vende como quien cierra la tienda- y trata de averiguar quien ha podido hacerle esa mala jugada. Si le descubre, hay pelea, siempre a navaja.
Dos ladrones colombianos vienen a hacerme una proposicion. Les escucho con mucha atencion. En la ciudad, al parecer, hay policias ladrones. Cuando estan de vigilancia en un sector, avisan a complices para que puedan acudir alli a robar
Mis dos visitantes les conocen a todos y me explican que seria muy mala pata si, durante la semana, alguno de esos policias no viniese a montar guardia delante de la puerta de la capilla. Seria conveniente que yo me hiciese entregar una pistola a la hora de visita. El policia ladron aceptaria sin dificultad ser obligado, aparentemente, a llamar a la puerta de salida de la capilla que da a un pequeno puesto de guardia de cuatro o cinco hombres a lo sumo. Sorprendidos por nosotros, pistola en mano, estos no podran impedirnos ganar la calle. Y, entonces solo restaria perdernos en el transito, que es muy intenso en ella.
El plan no me gusta mucho. La pistola, para poder ocultarla, solo puede ser de pequeno calibre, a lo sumo una “6.35”. Aun con eso, hay el peligro de no intimidar lo suficiente a los guardias. O uno de ellos puede reaccionar mal y vernos obligados a matar. Digo que no.
El deseo de accion no solo me atormenta a mi, sino tambien a mis amigos. Con la diferencia de que, tras algunos dias de abatimiento, ellos llegan a aceptar la idea de que el barco que venga a buscarnos nos encuentre en la prision. De eso a considerarse derrotados no hay mas que un paso. Incluso discuten sobre el, modo como nos castigaran alli y del trato que nos aguarda.
– ?No quiero ni oir vuestras memeces! Cuando querais hablar de tamano porvenir, hacedlo lejos de mi, id a discutirlo a un rincon donde yo no este. La fatalidad de la que hablais solo es aceptable cuando se es impotente. ?Sois impotentes? ?Han capado a uno de vosotros? Si ha sido asi, avisadme. Pues, os dire una cosa, machos: cuando pienso en pirarmelas, pienso en que nos las piraremos todos. Cuando mi cerebro estalla a fuerza de pensar como hacer para evadirse, doy por sentado de que nos fugaremos todos. Y no resulta facil, seis hombres. Porque, os dire una cosa, si veo que la fecha se avecina demasiado sin haber hecho nada, no me lo pensare: mato a un policia colombiano para ganar tiempo. No van a entregarme a Francia si les he matado un policia. Y, entonces, tendre tiempo por delante. Y como estare solo para evadirme, resultara mas facil.
Los colombianos preparan otro plan, no mal pensado. El dia de la misa, domingo por la manana, la capilla siempre esta llena de visitas y de presos. Primero oyen misa todos juntos y, luego, terminado el oficio, en la capilla se quedan los presos que tienen visita. Los colombianos me piden que vaya el domingo a misa para enterarme bien de como va eso, a fin de poder coordinar la accion para el domingo que viene. Me proponen que sea el jefe de la revuelta. Pero rehuso ese honor: no conozco bastante a los hombres que van a actuar.
Respondo de cuatro franceses, pues el breton y el hombre de la plancha no quieren participar. No hay problema, solo tienen que dejar de ir a la capilla. El domingo, nosotros, los cuatro que estaremos en el ajo, asistimos a misa. Esa capilla es rectangular. Al fondo, el coro; en medio, a ambos lados, dos puertas que dan a los patios. La puerta principal da al puesto de guardia. La cierra una reja detras de la cual estan los guardianes, unos veinte. Por ultimo, detras de estos, la puerta de la calle. Como la capilla esta llena a rebosar, los guardias dejan la reja abierta y, durante el oficio, permanecen de pie en fila apretada. Entre las visitas deben venir dos hombres y armas. Las armas seran traidas por mujeres bajo las faldas. Las distribuiran una vez haya entrado todo el mundo. Seran de gran calibre, “38” o “45”. El jefe del complot recibira un revolver de gran calibre de una mujer que se retirara acto seguido. A la senal del segundo campanillazo del monaguillo, debemos atacar todos. Yo debo poner un enorme cuchillo bajo la garganta del director, don Gregorio, diciendo:
– Da la orden de dejarnos pasar, si no, te mato.
Otro debe de hacer lo mismo con el cura. Los otros tres, desde tres angulos distintos, apuntaran sus armas contra los policias que estan de pie en la reja de la entrada principal de la capilla. Orden de cargarse al primero que no tire su arma. Los que no vayan armados, deben ser los primeros en salir. El cura y el director serviran de escudo a la retaguardia. Si todo sucede normalmente, los policias tendran sus fusiles en el suelo. Los hombres armados de pistolas deben hacerles entrar en la capilla. Saldremos cerrando primero la reja, despues la puerta de madera. El puesto de guardia estara desierto, puesto que todos los policias asisten obligatoriamente, de pie, a la misa. Fuera, a cincuenta metros, estara un camion con una escalerita colgada atras para que podamos subir mas de prisa. El camion no arrancara hasta que el jefe de la revuelta haya subido. Debe ser el ultimo en subir. Tras haber asistido a la celebracion de la misa, doy mi conformidad. Todo ocurre como me lo ha descrito Fernando.
Joseph Dega no. acudira a la visita este domingo. Sabe por que. Hara preparar un falso taxi para que nosotros no subamos al camion y nos llevara a un escondrijo que tambien el se encargara de disponer. Estoy muy excitado toda la semana y espero la accion con impaciencia. Fernando ha podido agenciarse un revolver por otros medios. Es un “45” de la Guardia Civil colombiana, un arma de veras temible. El jueves, una de las mujeres de Joseph ha venido a verme. Es muy simpatica y me dice que el taxi sera de color amarillo, no podemos equivocarnos.
– O.K. Gracias.
– Buena suerte.
Me besa gentilmente en ambas mejillas y hasta me parece que esta un poco emocionada.
– Entra, entra. Que esta capilla se llene para escuchar la voz de Dios -dice el cura.
Clousiot esta en su puesto, preparado. A Maturette le brillan los ojos y el otro no se despega de mi. Muy sereno, ocupo mi sitio. Don Gregorio, el director, esta sentado en una silla, al lado de una mujer gorda. Estoy de pie junto al muro. A mi derecha, Clousiot, a mi izquierda, los otros dos, vestidos decorosamente para no llamar la atencion del publico si logramos ganar la calle. Llevo el cuchillo abierto sobre el antebrazo derecho. Esta sujeto por un grueso elastico y tapado por la manga de la camisa caqui, bien abrochada en el puno. Es el momento de la elevacion, cuando todos los asistentes bajan la cabeza como si buscasen algo, cuando el monaguillo, tras haber agitado muy de prisa su campanilla, debe hacer tres toques separados. El segundo es nuestra senal. Cada cual sabe lo que debe hacer entonces.
Primer toque, segundo… Me abalanzo sobre don Gregorio y le pongo el cuchillo bajo su grueso cuello arrugado. El cura grita:
– Misericordia, no me mate.
Y, sin verles, oigo a los otros tres ordenar a los guardias que tiren el fusil. Todo va bien. Agarro a don Gregorio por el cuello de su bonito traje y le digo:
– Siga y no tengas miedo, no te hare dano.
El cura esta quieto con una navaja de afeitar bajo la garganta, cerca de mi grupo. Fernando dice:
– Vamos, frances, vamos a la salida.
Con la alegria del triunfo, del exito, empujo a toda mi gente hacia la puerta que da a la calle, cuando restallan dos tiros de fusil al mismo tiempo. Fernando se desploma y uno de los que van armados, tambien. De todos modos, avanzo un metro mas, pero los guardias se han rehecho y nos cortan el paso con sus fusiles. Afortunadamente, entre ellos y nosotros hay mujeres. Eso les impide disparar. Dos tiros de fusil mas, seguidos de un pistoletazo. Nuestro tercer companero armado acaba de ser derribado tras haber tenido tiempo de disparar un poco a bulto, pues ha herido a una muchacha. Don Gregorio, palido como un muerto, me dice:
– Dame el cuchillo.
Se lo entrego. De nada hubiese servido continuar la lucha. En menos de treinta segundos, la situacion ha cambiado.
Mas de una semana despues, he sabido que la revuelta fracaso a causa de un preso de otro patio que presenciaba la misa desde el exterior de la capilla. Ya a los primeros segundos de la accion, aviso a los centinelas del muro de ronda. Estos saltaron del muro de mas de seis metros al patio, uno a un lado de la capilla y el otro, en el otro y, a traves de los barrotes de las puertas laterales, dispararon primero a los presos que, subidos en un banco, amenazaban con sus armas a los policias. El