– Esta prescrito por la Administracion que no se abra la puerta de un condenado.
– De acuerdo, doctor, pero en bien de usted espero que solo colabore en la Administracion y que no forme parte de ella.
– De eso hablaremos en otra ocasion. Voy a tratar de reanimarles, tanto a su amigo como a usted. En cuanto al otro, temo que sea demasiado tarde.
Chatal me cuenta que el doctor, sospechoso de preparar una evasion, fue internado en las Islas. Me informa tambien de que Jesus, aquel que me engano en mi fuga, ha sido asesinado por un leproso. No sabe el nombre del leproso y me pregunto si no sera uno de los que tan generosamente nos ayudaron.
La vida de los presidiarios en las islas de la Salvacion es completamente distinta de lo que pueda imaginarse. La mayor parte de los hombres son muy peligrosos, por varias razones. Principalmente, porque todo el mundo come bien, pues se trafica con todo: alcohol, cigarrillos, cafe, chocolate, azucar, carne, legumbres frescas, pescado, langostinos, cocos, etc. Asi es que todos gozan de perfecta salud, en un clima muy sano. Solo los condenados temporales tienen la esperanza de ser liberados, pero los condenados a perpetuidad -?perdido por perdido!- son peligrosos sin excepcion. Todo el mundo esta comprometido en el trafico cotidiano, presidiarios y vigilantes. Es una mezcolanza facil de comprender. Mujeres de vigilantes buscan jovenes presidiarios para las faenas caseras (y, muy a menudo, los toman por amantes). Los llaman “mozos de familia”. Algunos son jardineros, otros cocineros. Esta categoria de deportados es la que sirve de enlace entre el campamento y las casas de los guardianes. Los “mozos de familia” no son mal vistos por los demas presidiarios, pues gracias a ellos puede traficarse con todo. Pero no son considerados como puros. Ningun hombre del autentico hampa acepta rebajarse a desempenar esas tareas. Ni ser llavero, ni trabajar en el comedor de los vigilantes. Por el contrario, pagan muy caro los empleos que no tienen ninguna relacion con los guardianes: poceros, barrenderos, conductores de bufalos, enfermeros, jardineros del penal, carniceros, panaderos, barqueros, carteros, guardas del faro. Todos estos empleos son desempenados por los verdaderos duros. Un verdadero duro nunca trabaja en las faenas de mantenimiento de muros de contencion, carreteras, escaleras, plantacion de cocos; es decir, en las faenas a pleno sol o bajo la vigilancia de los guardianes. Se trabaja de siete a doce y de dos a seis. Esto da una idea del ambiente de esa mezcla de gentes tan diferentes que viven en comun, presos y guardianes, verdadera aldea donde todo se comenta, todo se enjuicia, donde todo el mundo se ve vivir y se observa.
Dega y Galgani han venido a pasar el domingo conmigo en el hospital. Hemos comido pescado con ajiaceite, patatas, queso, cafe, vino blanco. Este yantar lo hemos hecho en la habitacion de Chatal; estaban presentes el, Dega y Galgani, Maturette, Grandet y yo. Me han pedido que les contase toda mi fuga en sus mas pequenos detalles. Dega ha decidido no volver a intentar nada para evadirse. Espera que le llegue de Francia un indulto de cinco anos. Con los tres anos cumplidos en Francia y los tres de aqui, solo le quedarian cuatro anos. Esta resignado a cumplirlos. En cuanto a Galgani, pretende que un senador corso se ocupe de su caso.
Luego, llega mi turno. Les pregunto por los sitios mas propicios, aqui, para una evasion. Se produce una algarabia general. Para Dega, es una cuestion que ni siquiera se le ha ocurrido, como tampoco a Galgani. Por su parte, Chatal supone que un huerto debe tener sus ventajas para preparar una balsa. En cuanto a Grandet, me informa que es herrero en las “Obras”. Es un taller donde, me dice, hay de todo: pintores, carpinteros, herreros, albaniles, fontaneros (casi ciento veinte hombres). Sirve para el mantenimiento de los edificios de la Administracion. Dega, que es contable general, me conseguira el puesto que quiera. A mi me toca escogerlo. Grandet me ofrece la mitad de su empleo de director de juegos, de forma que con lo que gane, sobre los jugadores, podre vivir bien sin gastar el dinero de mi estuche. Mas adelante, comprobare que es un empleo muy interesante, pero sumamente peligroso.
El domingo ha pasado con una rapidez asombrosa.
– Las cinco ya dice Dega, que luce un hermoso reloj-, hay que volver al campamento.
Al irnos, Dega me da quinientos francos para jugar al poquer pues, a veces, se hacen buenas partidas en nuestra sala. Grandet me da una magnifica navaja con muelle, cuyo acero ha templado el mismo. Es un arma temible.
– Anda armado siempre, noche y dia.
– ?Y los cacheos?
– La mayoria de vigilantes que los hacen son llaveros arabes. Cuando un hombre es considerado peligroso, nunca le encuentran arma alguna, aunque la palpen.
– Nos volveremos a ver en el campamento -me dice Grandet.
Antes de irnos, Galgani me dice que ya me ha reservado un sitio en su rincon y que haremos chabola juntos (los miembros, de una chabola comen juntos y el dinero de uno es de todos). En cuanto a Dega, no duerme en el campamento, sino en un cuarto del edificio de la Administracion.
Hace ya tres dias que estamos aqui, pero como me paso las noches al lado de Clousiot, no me he dado perfecta cuenta de la vida en esta sala del hospital donde somos casi sesenta. Ademas,, como Clousiot esta muy mal, le aislan en una pieza donde ya ~ hay un enfermo grave. Chatal le ha atiborrado de morfina. Teme, que no pase de esta noche.
En la sala, treinta camas a cada lado de un pasillo de tres metros de ancho, casi todas ocupadas. Dos lamparas de petroleo, alumbran el conjunto. Maturette me dice:
– Alli juegan al poquer.
Voy a ver a los jugadores. Son cuatro.
– ?Puedo hacer el quinto?
– Si. Sientate. Cada cartulina vale un minimo de cien francos. Para jugar, son precisas tres cartulinas, o sea, trescientos francos. Ahi tienes trescientos francos en fichas.
Doy a guardar doscientos a Maturette. Un parisiense, llamado Dupont, me dice:
– Jugamos a la inglesa, sin comodin. ?Lo sabes?
– Si.
– Entonces, te concedemos el honor de dar las cartas.
La velocidad con que juegan esos hombres es increible, El envite debe ser muy rapido, de lo contrario el director de juegos dice: “Envite tardio”, y hay que joderse. En eso, descubro una nueva clase de presidiarios: los jugadores. Viven del juego, para el juego, en el juego. Solo les interesa jugar. Entonces, se olvidan de todo: lo que han sido, su condena, lo que podrian hacer para modificar su vida. El companero de juego puede ser un buen tipo o no, pero solo le interesa una cosa: jugar.
Hemos jugado toda la noche. A la hora del cafe, nos paramos He ganado mil trescientos francos. Me voy hacia la cama cuando Paulo se me acerca y me pide que le preste doscientos francos para jugar a la belote de Cos. Necesita trescientos francos y solo tiene cien.
– Toma, ahi tienes trescientos. Vamos a medias -le digo.
– Gracias, Papillon, eres de veras el tipo del que he oido hablar. Seremos amigos.
Me tiende la mano, se la estrecho y se va muy contento.
Clousiot ha muerto esta manana. En un momento de lucidez, la vispera habia dicho a Chatal que no le pusiese mas morfina:
Quiero morir consciente del trance, sentado en mi cama con mis amigos al lado.
Esta rigurosamente prohibido entrar en las habitaciones de aislamiento, pero Chatal ha cargado con la responsabilidad y nuestro amigo ha podido morir en nuestros brazos. Le he cerrado los ojos. Maturette estaba descompuesto por el dolor.
– Se ha ido el companero de nuestra hermosa aventura. Lo han arrojado a los tiburones.
Cuando he oido estas palabras: “Lo han arrojado a los tiburones”, me he quedado helado. En efecto, en las Islas no hay cementerio para los presidiarios. Cuando un condenado muere, es arrojado al mar a las seis, a la puesta del sol, entre San Jose y Royale, en un paraje infestado de tiburones.
La muerte de mi amigo me hace insoportable el hospital. Mando decir a Dega que voy a salir pasado manana. Me envia unas letras: “Pide a Chatal que te haga conceder quince dias de reposo en el campamento, asi tendras tiempo de escoger el empleo que te guste.” Maturette se quedara algun tiempo mas. Chatal quiza lo tome como ayudante de enfermero.
En cuanto salgo del hospital, me conducen al edificio de la Administracion, ante el comandante Barrot, llamado Coco seco.
– Papillon -me dice-, antes de ingresarle en el campamento, he tenido interes en charlar un poco con usted. Aqui, tiene un amigo valioso, mi contable general, Louis Dega. Pretende que usted no es merecedor de las notas que nos vienen de Francia, y que, al considerarse usted como un condenado inocente, es normal que este en permanente rebeldia. Le dire que no estoy muy de acuerdo con el al respecto. Lo que me gustaria saber es en que estado de animo se halla usted actualmente.
– En primer lugar, mi comandante, para poder contestarle, ?puede usted decirme cuales son las notas de mi expediente?
– Vealas usted mismo.
Y me tiende una cartulina amarilla en la que leo, mas o menos, lo siguiente:
Henri Charriere alias Papillon, nacido el 16 de noviembre de 1906, en… Ardeche, condenado por homicidio premeditado a trabajos forzados a perpetuidad por los Tribunales del Sena. Peligroso desde todos los puntos de vista. Vigilar estrechamente. No podra disfrutar de empleos de favor.
Central de Caen: Condenado incorregible. Susceptible de fomentar y dirigir una revuelta. Mantener en constante observacion.
Saint-Martin-de-Re: Individuo disciplinado, pero muy influyente en sus camaradas. Intentara evadirse en cualquier sitio.
Saint-Laurent-du-Maroni: Ha cometido una salvaje agresion contra tres vigilantes y un llavero para evadirse del hospital. Regresa de Colombia. Buen comportamiento en su prevencion. Condenado a una pena leve de dos anos de reclusion.
Reclusion de San Jose: Buena conducta hasta su liberacion.
– Con eso, amigo Papillon -dice el director, cuando le devuelvo la ficha-, no estamos tranquilos de tenerle como pensionado. ?Quiere usted hacer un pacto conmigo?
_?Por que no? Depende del pacto.
– Es usted un hombre que, sin duda, hara todo lo posible para evadirse de las Islas, pese a las grandes dificultades que ello entrana. Quizas incluso lo consiga. Ahora bien, yo todavia estare cinco meses en la direccion de las Islas. ?Sabe usted cuanto cuesta una evasion a un comandante de las Islas? Un ano de sueldo normal. Es decir, la perdida completa de los haberes coloniales, retraso del permiso durante seis meses y su reduccion a tres. Y, segun las conclusiones de la indagacion, si se reconoce negligencia por parte del comandante, posible perdida de galon. Ya ve usted que es serio. Ahora bien, si quiero hacer mi labor honradamente, no porque sea usted capaz de evadirse tengo derecho a encerrarle en una celda o un calabozo. A menos que invente faltas imaginarias. Y eso no quiero hacerlo. Entonces, me gustaria que me diese usted su palabra de que no intentara la evasion hasta que me haya marchado de las Islas. Cinco meses.
– Comandante, le doy mi palabra de honor de que no me ire mientras este usted aqui, si no tarda mas de seis meses.
– Me voy dentro de menos de cinco meses, es absolutamente seguro.
– Muy bien, pregunte a Dega, le dira que tengo palabra.
– Le creo.