colegas o en una reunion mundana sobre el peligro de hacer que juzgue a un hombre un jurado cualquiera. Ciertamente, debe decir con palabras escogidas, por supuesto, que los doce enchufados del jurado no estan preparados para semejante responsabilidad, que estan demasiado impresionados por el encanto del ministerio publico o de la defensa, segun quien prevalezca en esa rivalidad oratoria; que estan de acuerdo con demasiada rapidez o condenan sin saber demasiado como, segun una atmosfera positiva o negativa que llega a crear la mas fuerte de las dos partes.
El presidente y tambien mi familia, si, pero mi familia tal vez este un poco en contra de mi por las molestias que, indudablemente, le he causado. Solo mi papa, mi pobre padre, no ha debido de lamentarse de la cruz que su hijo le ha cargado sobre las espaldas; estoy seguro. Esta pesada cruz la arrastra sin acusar a su chico, y eso que, como maestro, es respetuoso con las leyes e incluso ensena a comprenderlas y aceptarlas. Estoy seguro de que, en el fondo, su corazon exclama: “ ?Puercos, habeis matado a mi hijo o, peor, lo habeis condenado a morir a fuego lento, a los veinticinco anos!” Si supiera donde esta su retono, lo que han hecho con el, seria capaz de volverse anarquista.
Esta noche, la “comedora de hombres” ha merecido su nombre mas que nunca. He comprendido que dos hombres se han ahorcado y otro se ha ahogado metiendose trapos en la boca y en las narices. La celda 127 esta cerca del sitio donde los vigilantes relevan la guardia, y, a veces, oigo algunos fragmentos de sus conversaciones.
Esta manana, por ejemplo, no han hablado lo bastante bajo como para que yo no oyera lo que decian sobre los incidentes de la noche.
Han pasado otros seis meses. Hago una senal y grabo en la madera un hermoso “M”. Tengo un clavo que me sirve solo cada seis meses. Si, hago la senal. La salud sigue siendo buena y la moral es muy elevada.
Gracias a mis viajes a las estrellas, es muy raro que sufra largas crisis de desesperacion. Cuando las tengo, no tardo en superarlas, y me organizo, sin que falte nada, un viaje real o imaginario que aparta las malas ideas. La muerte de Celier me ayuda en mucho a vencer estos momentos de crisis agudas. Digo: yo vivo, vivo, estoy vivo y debo vivir, vivir, vivir para volver a vivir libre un dia. El, que me ha impedido evadirme, esta muerto y nunca sera libre como yo lo sere un dia; de eso no tengo la menor duda. De todas formas, si salgo a los treinta y ocho anos, no sere viejo aun y, la proxima fuga, sera la buena, estoy seguro.
Un, dos, tres, cuatro, cinco, media vuelta… Un, dos, tres cuatro, cinco, otra media vuelta. Desde hace algunos dias mis piernas estan negras y me sale sangre de las encias. ?Conseguire que me trasladen por enfermo? Presiono con mi pulgar la parte baja de mi pierna y la senal queda impresa. Parece como si estuviera lleno de agua. Desde hace una semana, no puedo ya caminar diez o doce horas por dia. Despues de andar solo seis horas, en dos etapas, estoy muy cansado. Cuando me lavo los dientes ya no puedo frotarmelos con la toalla rugosa empapada de jabon sin sufrir y sangrar mucho. Incluso ayer, se me cayo un diente: un incisivo de la mandibula superior.
Estos nuevos seis meses terminan con una verdadera revolucion. En efecto, ayer nos han hecho sacar la cabeza a todos, y ha pasado un doctor que levantaba los labios de cada uno. Y esta manana, despues de dieciocho meses justos de estar en esta celda, la puerta se ha abierto y me han dicho:
– Salga, situese contra la pared y aguarde.
Yo estaba en primera posicion junto a la puerta y, poco despues, han salido setenta hombres.
– Media vuelta a la izquierda.
Ahora, me encuentro en ultima posicion de una fila que se dirige hacia el otro extremo del edificio y sale al patio.
Son las nueve. Un joven matasanos, con camisa caqui de manga corta, esta sentado en medio del patio, tras una mesita de madera. Cerca de el, dos enfermeros forzados y un enfermero vigilante. Todos, comprendido el matasanos, son desconocidos para mi. Diez guardianes, con el mosqueton empunado, montan guardia en la ceremonia. El comandante y los jefes de vigilantes, en pie, miran sin decir una palabra.
– Todo el mundo en cueros -grita el jefe de vigilantes-. Vuestros efectos, bajo el brazo. El primero. ?Tu nombre?
– X…
– Abre la boca y las piernas. Arrancadle estos tres dientes. Alcohol yodado primero, despues azul de metileno y jarabe de coclearia dos veces al dia antes de las comidas.
Paso el ultimo.
– ?Tu nombre?
– Vaya, tu eres el unico que tienes un cuerpo presentable. ?Acabas de llegar?
– No.
– ?Cuanto tiempo llevas aqui?
– Hoy se cumplen dieciocho meses.
– ?Por que no estas tan delgado como los otros?
– Lo ignoro.
– Bien, pues voy a decirtelo. Porque comes mejor que ellos, a menos que sea que te masturbas menos. La boca; las piernas. Dos limones al dia: uno por la manana y otro por la noche. Chupa los limones y pasate el jugo por las encias; tienes el escorbuto.
Me limpian las encias con alcohol yodado, luego me las embadurnan con azul de metileno y me dan un limon. Media vuelta.
Soy el ultimo de la fila y regreso a mi celda.
Lo que acaba de suceder es una verdadera revolucion: sacar a los enfermos hasta el patio, dejarles ver el sol, presentarlos al medico, cerca de el. jamas se habia visto en la Reclusion. ?Que sucede? ?Es que, al fin, por casualidad, un medico se ha negado a ser complice mudo de ese criminal reglamento? Este matasanos, que mas tarde sera mi amigo, se llama Germain Guibert. Murio en Indochina. Su mujer me notifico la noticia por carta cuando yo estaba en Maracaibo, Venezuela, muchos anos despues de esa manana.
Cada diez dias, visita medica al sol. Siempre la misma receta: alcohol yodado, azul de metileno y dos limones. Mi estado no se agrava, pero tampoco mejora. Dos veces he pedido jarabe de coclearia y dos veces no me lo ha dado el doctor, lo que comienza a fastidiarme, porque continuo sin poder caminar mas de seis horas diarias y la parte baja de mis piernas esta aun hinchada y negra.
Un dia, esperando mi turno para pasar la visita, me doy cuenta de que el raquitico arbolito bajo el que me abrigo un poco al sol es un limonero sin limones. Arranco una hoja y la masco y, luego, maquinalmente, corto una pequenisima punta de rama con algunas hojas, sin ninguna idea preconcebida. Cuando el medico me llama, me meto la rama en el trasero y le digo:
– Doctor, no se si es por culpa de sus limones, pero mire lo que me crece por detras.
Y me vuelvo con mi ramita y sus hojas en el trasero.
Los guardianes, al principio, se echan a reir y, luego, el jefe de vigilantes dice:
– Sera usted castigado, Papillon, por faltarle al respeto al doctor.
– Nada de eso -dice el medico-. No deben ustedes castigar a este hombre, dado que yo no me he quejado. ?No quieres mas limones? ?Es eso lo que has querido decir›
– Si, doctor; ya estoy harto de limones, que no me curan Quiero probar el jarabe de coclearia.
– No te he dado porque me queda muy poco y lo reservo para los enfermos graves. De todas formas, te recetare una cucharada diaria, pero continuando con los limones.
– Doctor, yo he visto a los indios comer algas del mar, y he visto las mismas algas en Royale. Debe haberlas tambien en San Jose.
– Me das una gran idea. Mandare que os distribuyan cada dia cierta alga que, en efecto, yo mismo he visto a la orilla del mar. Los indios ?se la comen cruda o cocida?
– Cruda.
– De acuerdo, gracias. Y, sobre todo, mi comandante, que este hombre no sea castigado; cuento con ello.
– Si, capitan.
Se ha obrado un milagro. Salir dos horas cada ocho dias al sol en espera o durante el turno para el reconocimiento, o que los otros puedan pasar, ver caras, murmurar algunas palabras. ?Quien hubiera pensado que pudiera suceder una cosa tan maravillosa? Es un cambio fantastico para todos: los muertos se levantan y caminan al sol; al fin, estos enterrados en vida pueden decir algunas palabras. Es una botella de oxigeno que nos insufla vida a cada uno de nosotros.
Un jueves, a las nueve de la manana, clac, clac, infinidad de clacs abren todas las puertas de las celdas. Todos debemos colocarnos de pie en el quicio de la puerta de nuestra celda.
– Reclusos exclama una voz-, inspeccion del gobernador. Acompanado por cinco oficiales de la Infanteria colonial, ciertamente todos ellos medicos, un hombre alto, elegante, de cabellos grises, plateados, pasa lentamente a lo largo del pasillo ante cada celda. Oigo que se le senalan las largas penas y el motivo de ellas. Antes de llegar a mi altura hacen levantar a un hombre que no ha tenido fuerzas para aguardar tanto rato de pie. Es uno de los hermanos antropofagos Graville. Uno de los militares dice:
– ?Pero este es un cadaver ambulante!
El gobernador responde:
– Estan todos en un estado deplorable.
La comision llega hasta mi. El comandante dice:
– Este es el que tiene la pena mas larga de la Reclusion.
– ?Como se llama usted? -pregunta el gobernador.
– ?Cual es su condena?
– Ocho anos por robo de material del Estado, etcetera y asesinato; tres y cinco anos, con acumulacion de pena.
– ?Cuanto has cumplido?
– Dieciocho meses.
– ?Su conducta?
– Buena -dice el comandante.
– ?Tu salud?
– Pasable -dice el medico.
– ?Que tiene usted que decir?
– Que este regimen es inhumano y poco digno de un pueblo como Francia.