Tu ya lo conoces: Razari, el bandido corso.
– Si, ?y entonces?
– De acuerdo con el, se hizo una herida en el vientre, y entonces, bajamos los dos al Consejo de Guerra, el como acusador y yo como culpable. Alli, no tocamos tierra. En quince dias, habiamos terminado. Condenado a seis meses, los he cumplido en la Reclusion, el ano pasado. Tu ni siquiera supiste que estaba alli. Papi, no puedo mas; me dan ganas de suicidarme.
– Es mejor que la espiches en el mar mientras te las piras; al menos, asi moriras libre.
– Tienes razon, estoy dispuesto a todo. Si preparas algo, dimelo.
– Entendido.
Y la vida en Royale vuelve a empezar. Heme aqui de boyero. Tengo un bufalo al que llaman Brutus. Pesa dos mil kilos y es un asesino de otros bufalos. Ha matado ya a otros dos machos.
– Es su ultima oportunidad -me dice el vigilante Angosti, quien se ocupa de este servicio-. Si mata a otro bufalo, sera sacrificado.
Esta manana, he conocido a Brutus. El negro martiniques que lo conduce debe quedarse una semana conmigo para adiestrarme. En seguida me he hecho amigo de Brutus meandome en su hocico: su gran lengua adora lamer cosas saladas. Luego, le he dado algunas hojas de mango tiernas que cogi en el jardin del hospital. Bajo con Brutus, enganchado como un buey al pertigo de una carreta digna del tiempo de los reyes holgazanes, tan rusticamente construida esta; sobre ella, se encuentra un tonel de tres mil litros de agua. Mi trabajo y el de mi amigo Brutus consiste en ir al mar a llenar el tonel de agua, y volver a subir esta empinada cuesta hasta el llano. Una vez alli, abro el grifo del barril y el agua fluye por los vertederos, llevandose todos los residuos de la limpieza de la manana. Empiezo a las seis y he terminado alrededor de las nueve.
Al cabo de cuatro dias, el martiniques declara que puedo desenvolvermelas solo. No hay mas que un inconveniente: por la manana a las cinco, debo nadar por la charca en busca de Brutus, que se esconde porque no quiere trabajar. Como tiene la nariz muy sensible, un anillo de hierro la atraviesa y un trozo de cadena de cincuenta centimetros pende permanentemente de el. Cuando lo descubro, se aparta, se sumerge y va a salir mas lejos. A veces, invierto mas de una hora en atraparlo, en esta agua estancada y vomitada de la charca, llena de bichos y de nenufares. Agarro rabietas yo solo:
– ?Imbecil! ?Cabeza de chorlito! ?Eres testarudo como un breton! ? Vas a salir, si o no ?Mierda!
Solo es sensible a la cadena, pero para tirar de ella tengo que atraparlo primero. De los insultos no hace el menor caso. Pero cuando, al fin, ha salido de la charca, entonces se vuelve manso.
Tengo dos bidones de grasa vacios, llenos de agua dulce.
Empiezo por tomar una ducha, limpiandome bien del agua viscosa de la charca. Cuando estoy bien enjabonado y enjuagado, por lo general me queda mas de la mitad de un bidon de agua dulce, y, entonces, lavo a Brutus con fibra de cascara de coco. Le froto bien las partes sensibles y le echo agua mientras lo limpio. Brutus, entonces, se restriega la cabeza contra mis manos, y luego, va a colocarse el solo ante el larguero de la carreta. Nunca lo atosigo con el pincho como lo hacia el martiniques. Me lo agradece, porque conmigo camina mas deprisa.
Una hermosa bufalita esta enamorada de Brutus y nos acompana caminando a nuestro lado. Yo no la aparto, como hacia el otro boyero; al contrario. La dejo que se acople con Brutus y que nos acompane a todas partes adonde vamos. Por ejemplo, no los molesto cuando se aparean y Brutus me lo agradece, pues sube sus tres mil litros a una velocidad increible. Da la impresion de que quiere recuperar el tiempo que me ha hecho perder en sus sesiones con Marguerite, porque ella, la bufala, se llama Marguerite.
Ayer, en la lista de las seis, hubo un pequeno escandalo a causa de Marguerite. El negro martiniques, al parecer, se subia a un pequeno muro y, desde alli, poseia carnalmente cada dia al animal. Sorprendido por un guardian, le habian endinado treinta dias de calabozo. “Coito con un animal”, fue la razon oficial. Pues bien; ayer, a la hora de pasar lista, Marguerite fue llevada al campamento, paso por delante de mas de sesenta hombres y, cuando llego a la altura del negro, se volvio a el presentandole las nalgas. Todo el mundo solto la carcajada, y el negro estaba rojo de confusion.
Debo hacer tres viajes de agua por dia. Lo que me lleva mas tiempo es llenar el tonel por los dos cargadores de abajo, pero, a fin de cuentas, todo resulta bastante rapido. A las nueve, he terminado y voy de pesca.
Me he aliado con Marguerite para sacar a Briutus de la charca. Rascandole en la oreja, emite un sonido casi de yegua en celo. Entonces Brutus sale solo. Aunque yo ya no tenga necesidad de lavarme, a el continuo banandolo mejor que antes. Limpio y sin el olor nauseabundo del agua vomitiva donde pasa la noche, aun le gusta mas a Marguerite, y el se muestra mas vivaz.
Al regresar del mar, a mitad de la costa, se encuentra un lugar un poco llano donde tengo una piedra grande. Alli Brutus tiene la costumbre de resoplar cinco minutos. Entonces, calzo la carreta y, asi el animal reposa mejor. Pero esta manana, otro bufalo, Danton, tan grande como el, nos esperaba escondido detras de los pequenos cocoteros que solo tienen hojas, pues se trata de un plantel. Danton aparece y ataca a Brutus. Este se aparta y va el golpe, y el otro choca contra la carreta. Uno de sus cuernos ha penetrado en el tonel- Danton hace esfuerzos enormes para soltarse, y yo aprovecho la ocasion para liberar a Brutus de sus arneses. Entonces, Brutus toma carrerilla por la parte de arriba, al menos treinta metros, y se precipita a galope contra Danton. El miedo o la desesperacion hacen que este, antes de que mi bufalo se abalance sobre el, se suelte del tonel, astillandose un cuerno, pero Brutus no puede frenar a tiempo y carga contra la carreta, volcandola.
Entonces, asisto a un curioso espectaculo. Brutus y Danton se tocan los cuernos sin empujarse; no hacen mas que frotarse mutuamente sus inmensos cuernos. Parece que se hablan y, sin embargo, no mugen; solo resoplan. Luego, la bufala asciende lentamente por la costa, seguida por los dos machos que, de vez en cuando, se detienen y comienzan a frotarse y entrelazar los cuernos. Cuando se entretienen demasiado, Marguerite gime languidamente y prosigue avanzando hacia el llano. Los dos mastodontes, siempre en las mismas, la siguen. Despues de tres paradas en las que se repite la misma ceremonia, llegamos al llano. Esta parte en la que desembocamos esta delante del faro y forma una plaza desnuda de trescientos metros de largo, mas o menos. En un extremo, el campamento de los presidiarios; a la derecha y a la izquierda, los edificios de los dos hospitales: deportados y militares.
Danton y Brutus siguen a la joven bufala a veinte pasos. Marguerite, por su parte, va tranquilamente al centro de la plaza y se detiene. Los dos enemigos llegan a su altura. Ella, de vez en cuando, lanza su mugido de lamento, largo y positivamente sexual. Los dos machos se tocan de nuevo los cuernos, pero esta vez tengo la impresion de que se hablan en serio, pues con su resoplido se mezclan sonidos que deben significar algo.
Despues de esta conversacion, uno parte hacia la derecha, lentamente, y el otro hacia la izquierda. Van a situarse en los extremos de la plaza. Hay, pues, trescientos metros entre ellos. Marguerite, siempre en el centro, espera. He comprendido: es un duelo con todas las de la ley, aceptado por ambas partes, con la joven bufala como trofeo. Esta esta de acuerdo, por supuesto, y tambien orgullosa de que dos galanes se batan por ella.
A un bramido de Marguerite, se lanzan uno hacia el otro. En la trayectoria que cada uno puede recorrer, unos ciento cincuenta metros, inutil es decir que sus dos mil kilos se multiplican por la velocidad que van adquiriendo. El choque de esas dos cabezas es tan formidable, que ambos quedan nockout mas de diez minutos. Los dos han doblado las patas. El primero en recuperarse, Brutus, esta vez va al galope a tomar posicion.
La batalla ha durado dos horas. Unos guardianes querian matar a Brutus, pero yo me he opuesto y, en un momento dado en un choque, Danton se ha partido el cuerno que se habia astillado contra el tonel. Huye, perseguido por Brutus. La batalla persecucion ha durado hasta el dia siguiente. Por alli donde han pasado, jardines, cementerio, lavanderia, todo ha quedado destruido.
Solo despues de haberse batido durante toda la noche, a la manana siguiente, hacia las siete, Brutus ha podido acorralar a Danton contra la pared de la carniceria, que esta en la orilla del mar, y alli le ha metido un cuerno entero en el vientre. A fin de rematarlo bien, Brutus ha girado sobre si mismo dos veces para que el cuerno barrene en el vientre de Danton que, en medio de un rio de sangre y de tripas, esta derribado, vencido de muerte.
Esta batalla colosal ha debilitado tanto a Brutus, que ha sido preciso que yo le libere su cuerno para que pueda reincorporarse. Tambaleandose, se aleja, por el camino que bordea el mar, y alli, Marguerite se ha puesto a caminar junto a el, levantando el grueso cuello que sustenta una cabeza sin cuernos.
No he asistido a su noche de bodas, pues el guardian responsable de los bufalos me acuso de haber desatado a Brutus y perdi mi destino de boyero.
He pedido hablar con el comandante acerca de Brutus.
– Papillon, ?que ha pasado? Brutus debe ser sacrificado; es demasiado peligroso. Ya ha matado a tres hermosos ejemplares.
– Precisamente he venido a pedirle que salve a Brutus. El guardian encargado de los bufalos no comprende nada. Permitame que le cuente por que Brutus ha actuado en legitima defensa.
El comandante sonrie.
– Escucho…
– …Asi, pues, comprenda usted, mi comandante, que mi bufalo fue el agredido -conclui yo, despues de haber contado todos los detalles-. De no soltar a Brutus, Danton lo hubiese matado enganchado al pertigo, y, por lo tanto, sin posibilidades de defenderse, uncido al yugo y atado a la carreta como estaba.
– Es verdad dice el comandante.
Entonces, se presenta el encargado de los bufalos.
– Buenos dias, comandante. Lo busco a usted, Papillon, porque esta manana ha salido a la isla como si fuera al trabajo y, sin embargo, no tenia nada que hacer.
– He salido, Monsieur Angosti, para ver si podia detener aquella batalla; pero, por desgracia, estaban demasiado furiosos.
– Si, es posible, pero ahora ya no tendra usted que conducir al bufalo, ya se lo he dicho. Por otra parte, el domingo por la manana pensamos matarlo y obtener de el carne para los reclusos.
– Usted no hara eso.
– No sera usted quien me lo impida.
– No, pero si el comandante. Y si no basta, el doctor Germain Guibert, a quien le pedire que intervenga para salvar a Brutus.
– ?Por que se mezcla usted en esto?
– Porque me afecta. Al bufalo lo conduzco yo; es mi companero.
– ?Su companero? ?Un bufalo? ?Me toma usted el pelo?
– Escuche, Monsieur Angosti, ?quiere usted dejarme hablar un momento?
– Dejele que haga la defensa de su bufalo -dice el comandante.
– Bien, hable.
– ?Cree usted, Monsieur Angosti, que las bestias hablan entre si?
– ?Por que no, si se comunican?
– Entonces, Brutus y Danton, de comun acuerdo, se han batido en duelo.