Silencio absoluto.

Toda la chabola del armenio se ha declarado enferma, En vista de ello, Grandet, Galgani, Jean Castelli y Louis Gravon tambien se han hecho rebajar, en el ultimo momento. Quedamos cinco de mi chabola y cuatro de la del armenio, mas el relojero, el guardian de cabana, que grune sin cesar por el trabajo de limpieza que le espera, y dos o tres tipos mas, entre ellos un alsaciano, el gran Sylvain.

Este hombre vive solo en los duros, y todo el mundo es amigo suyo. Autor de un acto poco comun que lo ha mandado veinte anos a los duros, es un hombre de accion muy respetado. El solo atraco un vagon postal del rapido Paris-Bruselas, dio muerte a los dos guardianes y arrojo sobre el balastro los sacos postales que, recogidos por complices a lo largo de la via, totalizaron una suma importante.

Sylvain, al ver las dos chabolas cuchichear cada una en su rincon, e ignorando que nos hemos comprometido a no actuar en seguida, se permite tomar la palabra:

– Espero que no vayais a batiros en toda regla, al estilo de los tres mosqueteros.

– Hoy, no -dice Galgani-. Lo dejaremos para mas tarde.

– ?Por que mas tarde? No dejes para manana lo que puedas hacer hoy -dice Paulo-. Pero no veo la razon de que nos matemos mutuamente. ?Que dices tu, Papillon?

– Una sola pregunta: ?Estabais al corriente de lo que iba a hacer el armenio?

– Te doy mi palabra de honor, Papi, de que no sabiamos nada, y, ?quieres que te diga una cosa? De no haber muerto el armenio, no se como hubiera encajado yo el golpe.

– Entonces, si es asi, ?por que no concluir esta historia para siempre? dice Grandet.

– Nosotros estamos de acuerdo. Estrechemonos la mano y no hablemos mas de este triste episodio.

– Conformes.

– Yo soy testigo -dice Sylvain_. Me complace que esto se haya terminado.

– No hablemos mas.

Por la tarde, a las seis, suena la campana. Al escucharla, no puedo impedir evocar la escena de la vispera, y a mi amigo con medio cuerpo erguido, avanzando hacia la canoa. La imagen es tan impresionante, incluso veinticuatro horas despues, que ni por un segundo deseo que el armenio y Sans-Souci sean literalmente llevados por la horda de tiburones.

Galgani no dice una palabra. Sabe lo que pase con Carbonieri. Mira al vacio balanceando las piernas, que pende a derecha e izquierda de su hamaca. Grandet aun no ha entrado. Hace ya mas de diez minutos que el tanido de las campanas se ha apagado, cuando Galgani, sin mirarme y siempre balanceando las piernas. dice a media voz:

– Espero que ningun trozo de ese asqueroso de armenio se lo zampe uno de los tiburones que dieron cuenta de Matthieu. Seria demasiado estupido que, separados en vida, se encontraran en el vientre de un tiburon.

Va a ser de veras un gran vacio para mi la perdida de ese amigo noble y sincero. Lo mejor sera que me vaya de Royale y actue lo mas de prisa posible. Todos los dias me repito lo mismo.

Una fuga de locos.

– Como hay guerra y los castigos han sido reforzados en caso de evasion fallida, no es el momento de pensar en una fuga, ?verdad, Salvidia?

El italiano del estuche de oro del convoy y yo discutimos en el lavadero, tras haber releido el cartel que nos da a conocer las nuevas disposiciones en caso de evasion. Le digo:

– Sin embargo, el riesgo de ser condenado a muerte no me impedira huir. ?Y a ti?

– Yo, Papillon, no puedo mas, quiero darme el piro. Pase lo que pase. He solicitado que me destinen al asilo de locos como enfermero. Se que en la despensa del asilo se encuentran dos toneles de doscientos veinticinco litros, o sea, mas que suficientes para construir una balsa. Uno esta lleno de aceite de oliva y el otro, de vinagre. Bien atados el uno al otro, de manera que no puedan separarse, me parece que existiria una oportunidad de llegar a Tierra Grande. Bajo los muros que rodean los edificios destinados a los locos, por el lado exterior, no hay vigilancia. En el interior, solo hay una guardia permanente de un vigilante enfermero que, ayudado por unos presos, vigila sin cesar lo que hacen los enfermos. ?Por que no vienes conmigo alli?

– ?Como enfermero?

– Esto es imposible, Papillon. Sabes muy bien que jamas se te dara un destino en el asilo. Su situacion, alejada del campamento, su escasa vigilancia, reune todas las condiciones para que no te manden alla. Pero podrias ir como loco.

– Es dificil, Salvidia. Cuando un doctor te clasifica como “Chalado”, no te da ni mas ni menos que el derecho de hacer impunemente cualquier cosa. En efecto, se te reconoce como irresponsable de tus actos. ?Te das cuenta de la responsabilidad que contrae el galeno cuando admite eso y firma un diagnostico en tal sentido? Puedes matar a un preso, incluso a un guardian o a la mujer de un guardian o a un crio. Puedes evadirte, cometer cualquier delito y la justicia ya no puede nada contra ti. Lo maximo que puede hacerte es meterte en una celda acolchada, en cueros, con la camisa de fuerza. Este regimen solo puede durar cierto tiempo, y, un dia, ellos tendran que suavizar el tratamiento. Resultado: por cualquier acto gravisimo, incluida la evasion, sales bien librado.

– Papillon, tengo confianza en ti y quisiera pirarmelas contigo. Haz lo imposible por ir a reunirte conmigo, como loco. En mi calidad de enfermero, podre ayudarte a encajar el golpe lo mejor posible y aliviarte en los momentos mas duros. Reconozco, que debe ser terrible encontrarse, sin estar enfermo, en medio de seres tan peligrosos.

– Sube al asilo, Romeo. Yo voy a estudiar la cuestion a fondo y, sobre todo, a informarme bien acerca de los primeros sintomas de la locura para convencer al galeno. No es mala idea hacer que el galeno-me declare irresponsable.

Comienzo a estudiar seriamente el asunto. No hay ningun libro sobre la materia en la biblioteca del penal. Siempre que puedo, discuto con hombres que han estado mas o menos tiempo enfermos. Poco a poco, me hago una idea bastante clara:

1.‹› Todos los locos sufren dolores atroces en el cerebelo.

2. A menudo, sienten zumbidos en los oidos.

3. Como son muy nerviosos, no pueden permanecer largo tiempo acostados en la misma postura sin verse sacudidos por una verdadera descarga de los nervios que los despierta y les hace sobresaltarse dolorosamente, con todo su cuerpo tenso y a punto de estallar.

Es preciso, pues, dejar que se descubran esos sintomas sin indicarlos directamente. Mi locura debe ser, precisamente, lo bastante peligrosa como para obligar al doctor a tomar la decision de internarme en el asilo, pero no lo bastante violenta como para justificar los malos tratos de los vigilantes, camisa de fuerza, golpes, supresion del alimento, inyeccion de bromuro, bano frio o demasiado caliente, etc. Si represento bien la comedia, conseguire engatusar al galeno.

Hay una cosa en mi favor: ?por que, por que razon habria de ser yo un simulador? Al no encontrar el galeno ninguna respuesta logica a esta pregunta, es probable que pueda yo ganar la partida. No tengo otra solucion. Se han negado a enviarme a la isla del Diablo. Ya no puedo soportar mas el campamento desde que fue asesinado mi amigo Matthieu. ?Al demonio con las dudas! Esta decidido. El lunes me presentare a reconocimiento. No, no debo hacerme el enfermo; es mejor que otro se encargue de eso y que sea de buena fe. Debo realizar dos o tres actos anormales en el dormitorio. Entonces, el guardian de cabana hablara de ellos al vigilante y este me obligara a apuntarme a reconocimiento.

Hace tres dias que no duermo, no me lavo y no me afeito. Cada noche, me masturbo muchas veces y como muy poco. Ayer, le pregunte a mi vecino por que ha quitado de mi sitio una fotografia que jamas ha existido. Ha jurado por lo mas sagrado que no ha tocado mis cosas. A menudo, la sopa permanece en una tina algunos minutos antes de ser distribuida. Acabo de aproximarme a la tina y, delante de todos, me he meado dentro. Un escalofrio ha recorrido toda la cabana, pero mi pinta ha debido impresionar a todo el mundo, pues nadie ha murmurado una palabra. Solo Grandet me ha dicho:

– Papillon, ? por que haces eso?

– Porque se han olvidado de echarle sal.

Y, sin hacer caso de los demas, he ido en busca de mi escudilla y se la he tendido al guardian de cabana para que me sirviera.

En un silencio total, todo el mundo me ha mirado mientras me comia la sopa.

Estos dos incidentes han bastado para que, esta manana, me encuentre ante el galeno sin haberlo solicitado.

– Entonces, matasanos, ?si o no?

Repito mi pregunta. El doctor, estupefacto, me mira. Lo con templo fijamente con ojos llenos de naturalidad.

– Si -contesta el galeno-. Y tu, ?estas enfermo?

– No.

– Entonces, ?por que has venido a reconocimiento?

– Por nada. Me dijeron que usted estaba enfermo. Me complace ver que no es verdad. Hasta la vista.

– Espera un poco Papillon. Sientate ahi, frente a mi. Mirame.

Y el galeno me examina los ojos con una lampara que arroja un pequenisimo haz de luz.

– ?No has visto nada de lo que creias descubrir, matasanos? Tu luz no es lo bastante fuerte, pero, al menos, creo que has comprendido, ?no es asi? Dime, ?los has visto?

– ?El que? -pregunta el galeno.

– No te hagas el tonto. ?Eres un doctor o veterinario? No iras a decirme que no has tenido tiempo de verlos antes de que se escondan. O no me lo quieres decir o me tomas por un estupido.

Tengo los ojos brillantes de fatiga. Mi aspecto, sin afeitar y sin lavar, juega en mi favor. Los guardianes escuchan, pasmados, pero yo no hago ningun gesto de violencia que pueda justificar su intervencion. Conciliador y entrando en mi juego para no excitarme, el galeno se levanta y me coloca la mano sobre el hombro. Yo continuo sentado.

– Si. No queria decirtelo, Papillon, pero he tenido tiempo de verlos.

– Mientes, matasanos, con toda tu sangre fria colonial. ?Porque no has visto nada en absoluto! Lo que yo pensaba que buscabas son los tres puntos negros que tengo en el ojo izquierdo. Los veo solo cuando miro al vacio o cuando leo. Pero si tomo un espejo, veo claramente mi ojo, pero ni rastro de los tres puntos. Se esconden tan pronto como agarro el espejo para mirarlos.

– Hospitalicenlo dice el galeno-. Llevenselo inmediatamente. Que no regrese al campamento. Papillon, ?me dices que no estas enfermo? Tal vez sea verdad, pero yo te encuentro muy fatigado; asi que te mandare algunos dias al hospital para que descanses. ?Quieres?

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